Quedar en agua de borrajas
En castellano se da un fenómeno en apariencia similar al de “Faire flèche de tout bois”, que analizo bajo la pestaña “curiosités langagières et autres” de esta página: la sustitución de una palabra por otra dentro de una locución y el consiguiente abandono de la primera versión en beneficio de la segunda.
La locución primitiva se conserva bajo la forma volverse agua de cerrajas en el Diccionario fraseológico español-francés y francés-español de Antonio Rotondo, 1841, el cual proporciona además el equivalente francés, que sigue siendo vigente hoy: “s’aller en eau de boudin”. La Enciclopedia del idioma de Martín Alonso, s.v. cerrajas, se limita a explicitar la expresión “agua de cerrajas” (“cosa sin importancia”), mientras que María Moliner reproduce la locución entera, s.v. 2 agua: “quedar una cosa en agua de cerrajas”. No resultar nada de ella en definitiva”.
En contraste con esa relativa profusión de referencias bibliográficas relativas a la formulación con cerrajas, la que es de uso corriente hoy, “quedarse en agua de borrajas”, está apenas repertoriada. No aparece en Autoridades, tampoco en en el Diccionario fraseológico, en el Martín Alonso, ni en el María Moliner. El Corominas dedica una entrada a borraja, pero sin citar la locución. Por fin, el Diccionario de la Real Academia recoge las dos formas, remitiendo a agua de borrajas la segunda acepción de agua de cerrajas (“2. f. agua de borrajas”).
Por consiguiente, la locución actual, quedar en agua de borrajas, a pesar de su amplio uso y de la desaparición total de la anterior versión, sigue sufriendo una competencia inaudita por parte de aquella entre los dialectólogos, que equivale a relegar la fuerza del uso a un segundo plano frente a ciertas consideraciones históricas.
La diferencia entre una y otra versión consiste en la sustitución de una sola palabra, “cerrajas” por “borrajas”, procedimiento menos complejo que el del ejemplo fancés citado más arriba, en el que la sustitución de “flèche” por “feu” impacta a todo el sintagma al modificar el valor preciso del verbal “faire” (“faire du feu” no es lo mismo que “faire feu”, menos aún que “faire flèche”).
En este caso interviene también la similitud fonética entre ambos términos, que solo se diferencian por la articulación inicial, (“-bo-“ por “ce-), lo que induce a pensar que el Sonchus oleraceus (cerraja) ha dejado de ser una planta familiar mientras que el Borrago officinalis (borraja) adquirió ese estatuto o lo mantuvo más adelante.
La explicación fonética y botánica debe completarse con otra, semántica, en la medida en que se define esa agua de cocción de las dos plantas mencionadas como de nulo efecto. Esa interpretación negativa contrasta con las virtudes que la farmacopea tradicional les atribuye. Ambas son comestibles, crudas o cocidas, la cerraja contiene vitaminas A, D y E, y la borraja es sudorífica (Villena, Arte cisoria), características todas ellas que no merecen que se les desprecie tanto.
Sin embargo, no cabe la menor duda de que las dos locuciones coinciden en esa apreciación poco halagüeña. Quizás la clave esté en el equivalente francés, “eau de boudin”, es decir el agua dentro de la que las morcillas han cocido y se suele tirar después del uso. Es el más ínfimo producto de la matanza, que tantos deleites ofrece por otra parte. Si bien recuerdo, por haber presenciado a menudo en mi niñez esa ceremonia, el jugo de la cocción de las morcillas ni tiene sabor, ni siquiera color.
¿Qué relación tiene el agua donde se ha hervido la cerraja o la borraja con la de la morcilla? Opino que no es tanto la sustancia como el sabor y el color, lo que es suficiente para denegar cualquier valor a ese derivado de la fiesta cerdil.