De todas las obras de Pero López de Ayala, su tratado de cetrería, que compuso durante su cautiverio en Obidos entre 1384 y 1386, es el que contiene más menciones relativas a su vida personal, lo cual, pensándolo bien, no tiene por qué sorprender, en la medida en que la materia de esa obra se basa en buena parte en su propia experiencia. De sus años juveniles en la Corte de Pedro I, recuerda lo que aprendió de don Juan Núñez de Villazán, Fernando Gómez de Albornoz o Juan Alfonso de Guzmán, pero también de halconeros del rey, como como Juan Fernández Burriello y Ruy González de Illescas, y también de un personal subalterno como Alfonso Méndez, Juan Criado o Fernán García el Romo. Por otra parte, menciona por su nombre, casi siempre pintoresco (‘donzella’, ‘Botafuego’, ‘Picafigo’) ciertas aves dotadas de características sobresalientes. Otra serie de recuerdos se nutre de expediciones marítimas, una de ellas correspondiente a la campaña naval contra Aragón en 1359, la otra en época no definida, que es el tema de esta nota, en que hizo un viaje de ida y vuelta desde Bermeo hasta La Rochelle. Por fin, sus embajadas al reino de Francia y Aviñón le dieron la oportunidad de conocer a personalides muy versadas en la arte cetrera y de conocer ciertas prácticas cinegéticas así como el entramado del comercio de las aves.
Conservamos suficientes datos para poder situar si no la fecha precisa, por lo menos las circunstancias de su vida que dieron lugar a los hechos referidos. La relación con Gonzalo de Mena remite a una adolescencia toledana y se explica también por la proximidad de los dos feudos familiares, la Tierra de Mena y la de Ayala. Las anécdotas de la corte de Pedro I, incluida la expedición naval contra Aragón, encuentran fácilmente su sitio en sus años de paje y, luego, de familiar del rey. Las cuatro embajadas que llevó a cabo a la corte francesa, en 1378, 1380, desde 1381 hasta 1382, y en 1384 ofrecen datos suficientes para explicar cómo pudo conocer a las personalidades a las que cita en su tratado, trátese del rey Carlos V y de su hijo, de los duques de Anjou, Borgoña, Borbón y Bretaña, de un valido como Bureau de la Rivière, pero también de los halconeros brabanzones. Del mismo modo, sabiendo que, en la mayoría de los casos, el viaje a París se hacía por vía terrestre, Ayala tuvo la oportunidad de conocer a expertos cazadores aragoneses, como el vizconde Illa, y familiarizarse con las lagunas del Languedoc.
El único hecho que cuesta situar cronológicamente es el viaje que hizo de Bermeo a La Rochelle. Se refiere a él dos veces en el capítulo 45:
Otrosy vi en el camino de la trauiessa de la mar que se faze entre vermeo villa de vizcaya & la Rochela que pueden ser ochenta leguas poco mas yo yendo en una galea a media via de mar que podien ser .xl. leguas de tierra de cada parte falle garças que llevavan aquella via mesma E asy andan buscando su via & su passo las aves por sua naturaleza E assy los neblis siguen estas aves & atraviessan todo el mundo
Et otrossi vi viniendo de la Rochela en españa bien a .xx. leguas de tierra venir a mi galea vn cernigolo & muy muchos passarillos . pequeños . & posauan enel arbol dela vela & luego que calauan & baxauan el maste bolauan vn poco fuera dela gallea por sobre la mar Et desi tornauan ala galea & tomauan los a manos . & estos non se si passauan en otra tierra
Tratándose de un viaje a tierras francesas, lo natural es asociarlo a una embajada a ese país. Aunque no se conservan todos los documentos relacionados con esas misiones diplomáticas, tales como fechas precisas e itinerarios de ida y vuelta, lo que se sabe es suficiente para afirmar que ninguna de las cuatro embajadas mencionadas más arriba siguió la vía marítima. Sin embargo, los datos precisos que aporta el testimonio reproducido son, sin lugar a dudas, el fruto de una observación directa que no se puede poner en tela de juicio.
Dos posibilidades se ofrecen para aclarar esa incógnita: situar el viaje en una o varias de las embajadas posteriores a 1384; suponer que se trata de un episodio desconocido de la vida de Ayala e intentar situarlo en su biografía.
Entre 1395 y 1396, se señala la presencia de Pero López en la corte francesa no se sabe si en dos ocasiones distintas o durante un período largo, como el que le tocó vivir en 1381-1382. No consta documentalmente por qué vía realizó el viaje. Pero lo más probable es que se dirigiera a París por vía terrestre desde Aviñón, puesto que en el otoño de 1394 está en la ciudad papal como jefe de la embajada castellana para la celebración del pontífice nuevamente elegido (Benedicto XIII), y en la primavera siguiente está en la corte francesa con ocasión del conflicto entre el conde de Noreña y el rey de Castilla que el de Francia se había comprometido a dirimir. Resulta poco probable que, entre esas dos fechas, haya vuelto a Castilla para emprender poco después un viaje por mar hacia el reino vecino. Además, es dudoso que el conflicto entre el el rey de Castilla y el conde Alfonso necesitara el envío de una embajada especial, siendo más probable que se aprovechara la presencia de Ayala en París para intervenir en el asunto.
Por otra parte, es lícito suponer, basándose en la relación extremadamente detallada que hace de los dos eventos para la futura crónica de Enrique III que no llegó a concluir, que, en la primavera de 1395, fue testigo presencial de la vida de la corte papal, y, el 26 de octubre de 1396, en Calais, de la entrevista de los reyes de Francia e Inglaterra con ocasión del matrimonio entre Ricardo y la infanta Isabel de Francia, como se deduce del relato extremadamente detallado del evento que redactó.
Que los viajes se hicieran por Aragón, es decir por vía de tierra, es tanto más credible que la elección de Pedro de Luna en 1394 hizo de Aviñón una etapa casi obligada camino de París.
De todo lo expuesto se deduce que no existe constancia de que Ayala, como embajador, fuera por mar desde Bermeo a La Rochela para alcanzar la capital francesa, y menos en un viaje de ida y vuelta, como el descrito en el tratado. Esto no excluye que fuera el caso en otra ocasión.
Embajada de 1375
En el año 1375, sale de Bermeo para La Rochela una embajada encabezada por el camarero mayor Pedro Fernández de Velasco y el obispo de Salamanca, Alfonso de Barrasa, con el fin de unirse en Brujas con una delegación francesa de alto rango encargada de negociar un tratado de paz con el reino de Inglaterra. Aquí el relato que hace Ayala en su Crónica de Enrique II.
El rrey […] ouo cartas del rrey de Françia commo sobre los tratos de la paz entre el rrey de Françia e el rrey de Ingla terra se auian a ayuntar en la villa de Brujas, qu es en el condado de Flandes, e el duc de Angeu e el duc de Bergoña, sus hermanos del rrey de Françia, e de la parte de Ingla terra, el duc de Alencastre e mossen Aymon duc de York, sus tios del rrey de Ingla terra.
E el rrey don Enrrique enbio alla por sus procuradores e enbaxadores a Pero Ferrandez de Velasco su camarero mayor e al obispo de Salamanca que dizian don Alfonso de Barrasa. E los dichos enbaxadores del rrey fueron para vna villa de Vizcaya que dizian Bermeo para aparejar y las naos e pasar a la Rochela.” Crónica de Enrique II, año X (1375), cap. 3.
La indicación resulta clara, no solo para el viaje de ida sino también par el de vuelta.
Despues que Pero Ferrandez de Velasco e el obispo de Salamanca, mensajeros del rrey don Enrrique, llegaron a Bermeo, entraron en la mar, e lleuauan tres naos armadas e encontraron con otras dos naos que partian de Burdeus, en las quales yua vn señor de tierra de Gujana que dizian el señor del Esparra, que yua en Ingla terra, e tomaron lo. E el señor del Esparra dizia que yua por treguas que fueran puestas entre Françia e Castilla e Ingla terra de çierto tienpo. E Pero Ferrandez de Velasco dizia que el señor del Esparra veniera a el por le tomar sus naos e el le acometiera primero e que el defendiosele e en defendiendosele, que lo tomara preso. E commo quier que fue, el señor del Esparra ouo de seer preso. E tornosse Pero Ferrandez de Velasco para Castilla.” Crónica de Enrique II, año X (1375), cap. 4.
El episodio es uno de los numerosos encuentros bélicos en los que tomaron parte marinos castellanos durante la Guerra de los Cien Años. Pero éste tiene una significación especial por las graves consecuencias políticas y diplomáticas que provocó. Florimont de Lesparre, como señor de un feudo en Guyenne, era súbdito del rey de Inglaterra, hecho que los castellanos al parecer no tomaron demasiado en consideración, a pesar de la misión diplomática que se les había confiado. Aunque ese enfrentamiento no opusiera a las dos partes más poderosas del conflicto, -la corona de Francia y la de Inglaterra-, equivalía de hecho a un casus belli y hacía imposible la prosecución de la negociación proyectada. Así lo interpretó la parte castellana que cursó a los embajadores la orden de interrumpir su misión y de volver al reino. Hay quien opina que el incidente bélico fuera iniciativa de la realeza castellana que quiso aprovechar la oportunidad para marcar su oposición a un tratado de paz que no la favorecía o, por lo menos, para mostrarse poco dispuesta a aceptar cualquier concesión importante. Tampoco es de creer que el señor de Lesparre quisiera toma cartas en un asunto que excedía con mucho su capacidad tanto militar como política. Es lo que sugiere el cronista, al no tomar partido sobre la responsabilidad de unos u otros (“E commo quier que fue”), aunque es de suponer que, si la responsabilidad hubiera sido de Florimont, no hubiera dejado de dejarlo claro. Añadase que el infeliz caballero de Guyenne tuvo la mala suerte de topar con personas poco dispuestas a tratarlo bien, por cuanto había participado a la batalla de Nájera bajo el mando del Príncipe Negro, es decir del lado del rey don Pedro. Se le ofrecía a Fernández de Velasco la posibilidad de vengarse del mal rato de 1367.
Si el de Lesparre salió del puerto de Burdeos zarpando para Inglaterra, el encuentro tuvo lugar no lejos de La Rochela, término previsto para el viaje de los castellanos. Esto no les impidió, muy al contrario, de acogerse a ese puerto, tanto más cuanto que no podían cargar con las dos naos de los vencidos además de las suyas. Allí la delegación castellana tardaría cierto tiempo, unas semanas por lo menos, a la espera de las órdenes del rey, antes de volver con su preso a Castilla.
En resumidas cuentas, la embajada no se llevó a cabo y la delegación castellana reanudó el viaje de vuelta en las mismas embarcaciones que la habían llevado hasta La Rochela, se supone que al puerto de partida, Bermeo, donde las naos estaban encaladas.
Función de Pedro López en la embajada
Las referencias geográficas proporcionadas por el relato de la crónica coinciden con las de los dos pasajes del capítulo 45 del tratado de cetrería. Teniendo en cuenta que no se puede negar que lo que adelanta Ayala es el testimonio auténtico de una experiencia vivida por él, queda por averiguar si existe algún argumento serio para descartar su presencia en la expedición de 1375.
Si participó en ella como diplomático, ¿por qué no lo mencionan los documentos? La explicación más evidente es porque Ayala no formaba parte aun del personal diplomático de primera fila del reino, entre los que se elegía a los jefes de embajadas. Su primera misión diplomática personal documentada es la del año 1378 y es de poca importancia, como conviene a un primerizo. Por lo tanto, si figura en la embajada de 1375, será a lo sumo como colaborador de Velasco y no había por qué citarlo nominalmente.
Otra posibilidad es que participara en el episodio con otro título que el de diplomático, el de capitán de tropa embarcada, como el que asumió en la campaña de 1359 contra Aragón. Hacia esa interpretación apunta la doble mención de la galea en la que anduvo en aquella ocasión, que introduce en la anécdota del tratado.
Otro dato que hay que tomar en cuenta son las posibilidades de que alguna otra embajada castellana a Francia, distinta de la del año 1375, eligiera la vía marítima en vida de Ayala. Tengo mis dudas al respecto. Lo uno porque el fracaso de la de 1375 demuestra que era aventurado surcar unos parajes en los que los malos encuentros, no solo de ingleses sino también de mercaderes del Báltico, obligaban a recurrir a una protección armada costosa. Lo otro porque, desde el momento en que se establece una paz duradera con Aragón, a partir de abril de aquel mismo año de 1375, lo más fácil es alcanzar Francia cruzando ese reino. Por fin, la elección de Pedro de Luna al papado en 1394 hizo de Aviñón una etapa casi obligada hacia París. Descarto, pues, que hubiera otra embajada que la de 1375 que fuera de Bermeo a La Rochela y menos en un viaje de ida y vuelta.
También conviene averiguar en qué medida la época del año en que se realizó esa embajada es compatible con las observaciones ornitológicas de Ayala.
La cronología de las conferencias de Brujas de 1375-1376 es confusa. Los primeros tratos se sitúan en marzo pero las discusiones fueron aplazadas al mes de septiembre. En la primera fecha, Velasco no estaba en condiciones de viajar porque estuvo en Almazán para la firma del tratado de paz con Aragón en abril de aquel año. Por otra parte, en los primeros momentos de la conferencia de Brujas, la delegación francesa estaba dirigida por el duque de Borgoña y no, como lo señala Ayala, por el de Anjou acompañado de su hermano Borgoña. El de Anjou se desplazó solo a principios de octubre para asumir el mando. Se supone que el capítulo de la Crónica se refiere a ese momento. Con las dilaciones habituales en esos casos, los embajadores de ambas partes se reunieron solo en la fiesta de Todos Santos.
Para volver a nuestros castellanos, firmada la paz con Aragón, hubo que armar las naos, por lo que se supone que no pudieron embarcar antes de muy entrado el verano. Y la vuelta, como ya he señalado antes, se llevaría a cabo ya en otoño. Me parece que esta cronología cuadra bastante bien con las observaciones ornitológicas de Ayala, lo que da aún más crédito a la hipótesis. De todos modos, un viaje marítimo de esa índole difícilmente podría darse fuera de la estación buena del año, dado el peligro de cruzar el golfo de Gascuña.
Conclusión
La carrera diplomática de Pero López de Ayala, iniciada tímidamente en 1378, se desarrollará bastante más tarde, con toda seguridad después de su cautiverio en Obidos (1388). No consta que, en ninguna de sus embajadas a la corte de Francia, hiciera el viaje por vía marítima, sino por vía terrestre cruzando el territorio de la corona de Aragón y haciendo etapa en la corte papal de Aviñón. En cambio, la travesía de Bermeo a La Rochela con vuelta a Bermeo, aludida en su tratado de cetrería coincide con la embajada fallida de 1375, en la que participó no tanto como diplomática sino como capitán de hombres de armas. Los que aduce en su tratado son hechos vividos por él unos diez años antes, lo cual no tiene nada sorprendente, teniendo en cuenta que algunos de los hechos que cita, como los que remiten a la corte de Pedro I, son muy anteriores. Por consiguiente, no es necesario imaginar que esos recuerdos fueran un añadido posterior, como lo sugiere la hipótesis de una revisión del texto del tratado, basada en algunas particularidades del código conservado en el Museo de la Caza de París.
Bibliografía somera
Ayala (Pero López de), Crónica de Enrique II, Año 10.
Ayala (Pero López de), Libro de la caza de las aves. Versión y prólogo de José Fradejas Lebrero y José Fradejas Rueda, Barcelona, Ed. Castalia, 2016 (Col. Odres Nuevos).
Fradejas Rueda (José Manuel), “La traviesa de la mar que se faze entre Vermeo y La Rochelle”.Un viaje de Ayala y su influencia en el Libro de la caza de las aves, en Antes se agotan la mano y la pluma que su historia. Homenajea Carlos Alvar, Fundación San Millán de la Cogolla, 2016, p. 631-642.
Perroy (Édouard), “Louis de Male et les négociations de paix franco-anglaise”. Revue belge de philologie et d’histoire, année 1949, vol 27, n° 1, pp. 138-150.
Rabanis (J.), Notice sur Florimont sire de Lesparre. Bordeaux: M. Faye, 1843.
Valdeón Baruque (Julio), Enrique II, Ediciones Trea, S. L., 1996.