Del amigo y poeta Pedro García Cabrera para celebrar el nacimiento de nuestro hijo, Patrice.
M. Miguel et Michèle
Queridos amigos: llegué aquí anteayer. Hoy he terminado el poema prometido. Helo aquí:
Bienvenido, Patrice
Yo ya te había visto mucho antes de nacer
retozando en los ojos de tus padres,
aquí mismo, en la isla
que ama sus volcanes,
esperando que el fuego
pueda darle
un hijo con la voz de la ternura.
Sí, ya estas montañas,
redondas como el vientre de tu madre,
te pensaban, Patrice, y la mar disponía
su moisés de olas
para acunar tu llanto y tu sonrisa.
La mar, que no pronuncia una palabra,
que es toda ritmo, gesto y aleluya,
rostro de fuerza y sangre de rumores,
se arrulla en ti, contigo se debate
como si fuera un pájaro en su nido.
¡Qué pena que no sean estos versos
carne de entendimiento,
cuando aún no sabemos que existen las distancias
y todo se nos entra por los ojos!
¡Qué pena que un poema
no camine hacia atrás
y antes que signos vuelva a ser objetos;
alas, manos, espíritu, juguete,
hermano de los mares y de los bosques,
del aire sin fronteras que todos respiramos,
cuando el mundo es tan sólo la redondez de un seno!
Contigo irán creciendo el viento en los pinares,
las aguas que te viven en los hombros de un río,
la caricia del día bajo soles amantes.
Pero aquí estás sin tiempo, en medio de los mares,
Meciéndote en la cuna de una isla
En que ya sonreías antes de ser Patrice.
Pedro Cabrera, con un abrazo
Los Cristianos, 3-VII-67