CRITERIOS SEGUIDOS EN LA EDICIÓN
DEL LIBRO DEL CANCILLER
[Texto de la ponencia que pronuncié el 7 de octubre de 2019 en la Facultad de Letras de Vitoria, en la presentación de mi edición de: Pero López de Ayala, Libro del Canciller o Libro del Palacio. Edición, introducción y notas de M. G., Bilbao, Universidad del País Vasco. Col. Historia Medieval y Moderna, 82, 2019]
INTRODUCCIÓN
Algunos principios relativos a la edición de textos
El objeto de la crítica textual consiste en establecer un texto ideal, el más cercano posible al que escribió el autor. Según formulación de G. Orduna: fijar un texto crítico, libre de deturpaciones, lo más próximo posible al momento de su producción.
Esta definición, aunque ampliamente compartida desde que se constituyó un método racional para el establecimiento de los textos, no deja de tener una dimensión utópica, en la medida en que el campo al que se aplica no es tan firme ni unívoco como se pretende. Suponer la existencia de un texto único y perfecto, cuyas copias han deteriorado (cf. el término deturpaciones) la perfecta construcción original, es ya de por sí una opción discutible, porque introduce dentro de la creación literaria (escrita) un criterio que, por motivos ideológicos, se ha elaborado para cierta clase de textos como la Escritura, definida por su inmutabilidad, al considerarla como la mera fijación escrita de la palabra divina.
Por otra parte, salvo en muy contados casos, no se conserva de los textos antiguos un autógrafo caracterizado por el mismo autor de versión ne varietur de su obra, como pudo ser el caso de la versión definitiva de sus obras que Don Juan Manuel pretende haber depositado en el castillo de Peñafiel. El que ocupa el lugar correspondiente es el texto crítico (TC) establecido por el editor. Pero éste no puede pretender sustituir al original sino como hipótesis de trabajo. Lo que no se puede, es confundir la naturaleza artificiosa del TC con la autenticidad del supuesto original. En la práctica, cada editor pretende no caer en la trampa, lo cual no impide que, faltando el original, el TC ocupe su lugar y que hay que ser muy virtuoso para no convencerse de que el autor ha escrito lo que pretende el editor.
Mi ya larga carrera como editor me ha convencido de que muchos obstáculos impiden una aplicación estricta de los principios enunciados. Este será el objeto de esta charla.
Etapas del proceso
Recordaré aquí las etapas recomendadas por la crítica neo-lachmaniana.
a) recensio: reunir los testimonios; distinguir entre códices sin antecedentes conocidos y códices descripti (copias exactas de otros).
b) collatio codicum o cotejo de los códices: comparar el contenido de los textos;
– collatio externa: codicología (tipo de papel, encuadernación, desordenación, etc.), contexto, piezas anejas, lagunas, prólogos, títulos, divisiones.
– collatio interna o literal: inventario de variantes (‘errores’ lachmanianos)
c) Constitutio textus : elaboración del texto crítico
– determinación de arquetipos;
– colocación en un árbol o stemma;
– elección de la copia más fiel o texto base;
– elección de las copias susceptibles de ofrecer variantes que mejoren ese texto base.
d) Edición
Publicación de la versión elegida como texto base, enmendando sus lecciones erróneas recurriendo a las otras versiones, usando de signos diacríticos, y mencionando su propia variante y las de los otros testimonios en nota.
Libro del Canciller
El Libro del Canciller, designación que prefiero a la tradicional de Rimado de Palacio, se ha conservado en dos códices principales: Ms. 4055 de la BN de Madrid y h.III.19 de la del Escorial. Son los únicos que merecen tomarse en cuenta. En efecto, el Ms. 216 del fondo español la BN de París contiene 13 coplas del Tratado del Cisma, pero seguidas de 12 más que no se deben a Ayala, lo que, además de aportar una información mínima (la obra consta de 1500 coplas), complica inútilmente la recensio al introducir un criterio que remite a la recepción posterior de la obra. Otro códice del fondo español de la BNP, el 37, conocido como Cancionero de Baena, contiene un poema de Ayala, en el que insertó 7 coplas de la obra. Por lo tanto, se impone atenerse a los dos códices principales, designados por las siglas de N y E.
APLICACIÓN DE LOS CRITERIOS NEO-LACHMANIANOS
Collatio codicum
Estas características codicológicas inciden fatalmente en la segunda fase de la edición, la collatio codicum, limitándola a la porción de la obra presente en ambos manuscritos, lo que no deja de complicar la lógica del proceso.
El inventario de errores es la fase del proceso de la edición más pesada porque apenas requiere algo más que paciencia y minucia. Se traduce en cifras y esa cuantificación lleva a una toma en consideración de la obra muy alejada de la que suele caracterizar su lectura e interpretación según cánones literarios acostumbrados. Además, recomendaría no abandonar del todo una actitud crítica, para facilitar más adelante el aprovechamiento de esos datos cuantitativos. Entre otros, conviene introducir una distinción entre el tipo de variantes, por ejemplo, bajo el aspecto del impacto que tiene en el contexto. Por eso, en la collatio que llevé a cabo, desde el principio he establecido tres listas: variantes correspondientes a una palabra; a un hemistiquio; a un verso o más. A pesar de ello, el resultado no deja de ser abrumador. Solo para las coplas 1-720, he contabilizado 600 variantes de la primera clase, 240 de la segunda y 100 de la tercera. Ante cifras tan ingentes, comparadas con la extensión del texto analizado, uno debe preguntarse si esos cuadros pueden desembocar en una conclusión útil para la elección del texto base o solo servir para la anotación del TC.
Un repaso superficial de ese inventario deja entrever que la elección entre los dos códices no va a ser nada fácil porque distan mucho de ofrecer una distinción neta entre sí, ya que, en su gran mayoría, los errores están repartidos equitativamente entre uno y otro, lo que induce a atribuirlos a la desidia de los copistas más que a una variante textual propiamente dicha. Paradójicamente, la multiplicidad de variantes mínimas aboga por una proximidad entre los dos códices, su realización en dos períodos de tiempo cercanos y en un mismo lugar. Quizás también el que los copistas tuvieran un gran margen de iniciativa, sea porque transcribían un modelo borrador poco cuidado, o por otros motivos relacionados con las circunstancias en las que realizaban su labor que favorecía la interferencia de ciertos usus suyos, lingüísticos u otros.
A título de ilustración he aquí una muestra de las variantes respectivas, que extraigo de dos series de coplas de transición insertas en el Cancionero que forma la segunda Parte de la obra.
N E
729a yo puedo non puedo
*729c con aquesta mi prision con esta mi p.
729d queria querria
*730a estoue estaua
730b grandes penas graves penas
730c gimidos gemidos
730d rrogar le que quisiese rrogandole que quisiese
731c que quisiese valer me e quisiese valer me
*731c sin me mas oluidar sin mas oluidar
731d diziendo asy deziendo yo asy
__________
*770a aqui fuy escruiuir alli
770b e de la virgen muy santa a la virgen maria
*770c e fui de mi partir e fuy departyr
770d grant parte del enojo grant partida
*771b ca fui luego acordado ca luego fuy acordado
771c verso vierso
*771c que dize al cuytado el cuytado
772c que estaua en toledo que en toledo estaua
*772c e que alli me ofreçia e alli
772d donas dones
*772d segunt segund
773a fize dende luego fize luego dende
773b escrevi escrivi
Con la excepción quizás de 729a y 770b, ninguno de esos errores puede considerarse como disyuntivo, al manifestar una divergencia significativa entre las dos versiones, sino que remite a la práctica lingüística de cada copista o a las circunstancias de la copia (mala calidad del modelo y/o transcripción a partir de un dictado y/o distracción del copista, etc.): vocalismo (730c, 731d, 773d); consonantismo (729d, 772d); divergencia fonética (771c, 772d); omisión de palabras (731c, 772c); inversión de términos (772c, 773a); sustitución de palabras (730b, 731c, 770c (¿lectura errónea?), 770d, 771c).
Ninguno de los dos códices destaca por su calidad frente al otro; no sorprende, por lo tanto, si, hasta ahora, los editores los han considerado como testimonios equivalentes. Solo Joset, valiéndose de “un consensus general no formulado” (sic) y que “es tan malo E” (resic), opta por N, aunque afirma en otro lugar que “Finalmente, una verdadera edición crítica pertenece más al editor que al autor” (pág. 48), lo cual no es falso, pero relativiza mucho el alcance de la elección que hace de N como texto base. Orduna y Garcia no se decantan claramente por uno de los códices, considerando que el Texto crítico debe ser fruto de una síntesis de los dos.
Existe otro motivo para explicar esa ausencia de un texto base, el que el contenido de los dos códices coincida solo parcialmente para la Parte dedicada a la adaptación versificada de los Morales sobre el Libro de Job, de Gregorio Magno. De las 1249 coplas de la totalidad, solo 608 son compartidas: 106 se conservan solo en N y 502 (40%) en E. Se hace difícil, por consiguiente, prescindir de E y no considerarlo, de hecho, como texto base para el fragmento que le corresponde en exclusiva.
A pesar de ello, la collatio codicum ha sido realizada por los editores de 1978 con toda la atención exigida por una estricta aplicación del método lachmaniano. Han establecido una lista completa de errores que han sido aprovechados en las ediciones respectivas y las variantes sistemáticamente incluidas en las notas. El resultado conseguido es inmejorable, pero también tiene sus limitaciones, en la medida en que la ingente cantidad de información recogida no desemboca, como ya he señalado, en una conclusión indiscutible, la de un códice mejor que otro. Es posible configurar en alguna medida la personalidad de cada copista y su usus scribendi pero poco más.
Constitutio textus
Ante esa dificultad, el stemma propuesto por los tres editores de 1978 sitúa a los dos códices, si bien en dos ramas distintas de la tradición, – aunque solo sea por la falta de coincidencia en la reproducción de la adaptación de los Morales de Job -, a igual distancia del supuesto autógrafo, dejando manos libres al editor para conciliar las dos versiones dentro del TC. Es una manera de curarse en salud que no traduce una excesiva preocupación por aplicar estrictamente el método neo-lachmaniano.
El Libro del Canciller y los códices
Resulta evidente que el Libro del Canciller se resiste a un análisis tradicional, sin duda porque no corresponde a las normas habituales, o consideradas como tales, de la obra literaria medieval. La disparidad entre los dos códices en la reproducción de la adaptación de los Morales debería haber llamado la atención desde el principio. ¿Cómo es posible que los únicos dos manuscritos que conservan la obra, tan coincidentes desde el principio para las dos primeras Partes (confesión y Cancionero), lo sean tan poco al final? Más aún, a lo largo de las quinientas primeras coplas de dicha adaptación, mantienen la proximidad que les caracterizaba en las dos Primaras Partes, la cual desaparece radicalmente en un momento dado.
La solución reside en que el editor deje de confundir el contenido cumulado de los dos códices con la obra misma y llegue a la conclusión de que lo que se conserva en E y N es el Libro del Canciller MÁS un material que no le pertenece. No es necesaria una gran agudeza crítica para llegar a esa conclusión, sino el ser capaz de deshacerse de ciertos prejuicios, siendo uno de ellos la gran reverencia con la que se suele considerar cualquier testimonio escrito del pasado.
Aun limitándose a un estudio intrínseco de los códices, ciertas características suyas hubieran debido orientar la reflexión de los editores. Una de ellas es que son los únicos testimonios de la existencia de esa obra y su proximidad hace pensar que provienen del mismo lugar, que bien pudiera ser el scriptorium de su autor. Son copias poco cuidadas, realizadas desde borradores y sin vistas a una amplia difusión. Más que nada, son documentos de trabajo, que sirven de soporte no a una obra definitivamente elaborada, sino que admite un material anejo, descartado o reservado para su incorporación ulterior en la obra en curso de elaboración.
Lo que definitivamente anula cualquier duda al respecto es el análisis preciso del contenido de los fragmentos adaptados del comentario de Gregorio Magno.
LA ADAPTACIÓN Y SUS FUENTES
En 1978, fui el único entre los editores en recurrir sistemáticamente a las fuentes de la adaptación de los Morales que forma la Tercera y última Parte de la obra. G. Orduna conocía bien el texto romance pero no lo aprovechó directamente, salvo a través de las Flores de los Morales de Job, que es una de los avatares de esa adaptación
Adaptaciones de los Moralia in Job de Gregorio Magno
Morales de sant Gregorio sobre el Libro de Job (versión romanzada)
Compendio de los 35 libros de los Morales
Flores de los Morales sobre Job
Libro del Canciller (adaptación versificada, Tercera Parte)
Fragmentos finales de los códices E y N (adaptación versificada)
Cuando realicé el cotejo de la adaptación versificada con el texto romance de los Morales, para este solo disponía de los Mss. 10136 a 10138 de la BN de Madrid, el primero y más voluminoso de los cuales estaba tan mal conservado que es el único que la BN no ha reproducido en versión fotográfica. Para compensar los pasajes deturpados, había que recurrir al Compendio, en caso de que se hubieran reproducido en él, o a una traducción posterior conservada en le Biblioteca del Escorial. Hoy el panorama es muy distinto, ya que, en fecha reciente, la BN ha adquirido de la Biblioteca de la Casa de Alba otra serie completa de esa traducción (Mss. Reserva 291-295), lo que ha facilitado enormemente el cotejo para esta edición mía (no creo que H. O. Bizzari la haya aprovechado).
El cotejo que llevé a cabo entonces me permitió identificar la fuente precisa de cada copla para la totalidad de los fragmentos finales de E y N. Me proporcionó, al mismo tiempo que un material lingüístico precioso para establecer el TC, la localización de cada fuente a lo largo de los 42 libros del Job y de los 35 de los Morales. Son datos que publiqué en apéndice a mi edición de Gredos. Mi ambición no iba más allá que ofrecer al lector la información útil para conocer en qué consistió la labor del adaptador, más pertinente que citas del texto latino gregoriano.
Observé que las 600 primeras coplas de la adaptación (897-1505), además de estar compartidas por los dos códices, lo que las diferenciaba de los dos fragmentos finales de cada manuscrito, presentaban un tratamiento original de las fuentes, ya que alternaban el bíblico Libro de Job con el comentario de Gregorio Magno y seguían el hilo de los dos modelos desde el principio hasta el final[1].
No supe sacar entonces todas las consecuencias de esas observaciones para la definición de la obra y su extensión, sin duda porque me resultaba violento poner en tela de juicio el testimonio de los venerables códices que nos habían conservado el último escrito del Canciller. Sin embargo, algunas conclusiones se imponen por sí mismas, por poco que uno se atreva a interpretar los datos sin prejuicios.
No pretendo haber aclarado del todo el proyecto que sustenta la adaptación de los Morales en su totalidad, por lo que sigo andando con prudencia. Por ejemplo, no sabré explicar por qué no se conserva ninguna adaptación de los 8 primeros libros de la obra gregoriana (con la excepción del 5) y por qué algunos (9 a 14) reciben una atención mayor que los otros. La única explicación que se me ocurre es que el adaptador elige los pasajes en función de su contenido. Manifiesta una clara predilección para ciertos temas (secretos juicios de Dios) y privilegia las palabras de Job sobre las de sus amigos. Por fin, tiende a crear cierta continuidad entre las coplas de su adaptación, procurando ensartar los distintos fragmentos adaptados unos con otros para crear la ilusión de un discurso seguido.
Este rasgo me parece decisivo porque explica en gran parte la confusión de los editores y su incapacidad para apreciar la originalidad de la adaptación de las 600 coplas iniciales con las otras conservadas en E y N.
Normas compartidas en la adaptación de los Moralia
Los fragmentos finales de E y N coinciden para ilustrar la manera de actuar del adaptador. Para los pasajes elegidos, ésta consiste en seguir el hilo de la exposición de Gregorio Magno procurando recrear en el texto de la adaptación una continuidad similar o paralela a la del modelo. La adaptación es, por así decirlo, un discurso segundo, compuesto a imitación del original y que pretende transcribirlo como lo hubiera hecho el propio autor. Es una ficción, claro está, pero esa proximidad aparente es imprescindible para valorar la credibilidad de la adaptación y justificarla como una contribución útil a la difusión de la obra de Gregorio, y no como un ejercicio formal más o menos estetizante.
Todos los pasajes conservados en los fragmentos finales de los códices responden a esa definición. No así las 600 primeras coplas de la Parte tercera. La fidelidad al modelo se rompe mediante el recurso al Libro de Job para toda la parte inicial. Esta es la ruptura más visible con la práctica habitual. Pero existe otra ruptura, que solo se descubre identificando paso a paso el modelo de cada copla o grupo de coplas: la opción consistente en elegir los pasajes adaptados del modelo no solo en función de su contenido sino con la intención de cubrir la totalidad de los Morales, aun al precio de contorsiones sorprendentes, siendo la más llamativa la de conceder un lugar simbólico a algunos libros, dedicándoles un número muy limitado de coplas: una para el libro 28, cinco para el 30, cuatro para el 31, seis para el 32. Refuerza esa voluntad implícita de exhaustividad, la elección para los libros tan escuetamente representados de un pasaje perteneciente a su conclusión.
Por consiguiente, lo justo es caracterizar la adaptación conservada en los fragmentos finales de los códices E N como la norma y las coplas 897-1505 como una forma anómala dentro de la práctica del adaptador. Tan anómala es que el modelo común a los dos copistas se despista a menudo, invirtiendo fragmentos, como lo comento en la Introducción (págs. 50-51).
Es evidente que ese cambio de rumbo radical en la labor del adaptador obedece a una lógica distinta de la que le guió en sus primeros ensayos. Hasta entonces, no tenía más objetivo que el de trasladar el texto gregoriano a una versión romance (versificada). Ahora, destina su adaptación a otro objeto, exterior a los Morales y éste no puede ser otro que el Libro del Canciller, en el que se añade a las dos Primeras Partes, como bien lo demuestra su incorporación en ese lugar en los dos códices.
La adaptación como Parte del Libro del Canciller
En efecto, si no fuera por el testimonio material indiscutible que proporcionan los códices, no creo que se le ocurriría a mucha gente pensar que esa adaptación de los Morales pudiera incorporarse dentro de una obra tal como la perfilan las dos Primeras Partes de la misma. Por un lado, se pierde la dimensión que la definía como un testimonio personal del poeta y, por otro, en el plano formal, prolonga un texto que había quedado concluido por una finida compuesta con un esmero especial para ese fin (896).
Sin embargo, y ya que no tenemos más remedio que aceptar que Ayala quiso esa incorporación, no faltan detalles que apuntan hacia cierta compatibilidad entre la adaptación y lo que antecede. El primero es que no escasean las menciones a Gregorio Magno y a sus Moralia en las dos Primeras Partes. Son las más numerosas en referirse a obras ajenas y denotan una evidente influencia de ese texto en el pensamiento del poeta.
Otra característica común es una evidente tendencia a la exhaustividad. La Confesión cumple naturalmente con esa obligación, por cuanto es un ejercicio que exige asumir totalmente los actos del pecador. El Cancionero también, que se aparenta a un testamento poético, ya que recoge una colección significativa de las obras que el poeta está en condiciones de asumir como representativas de su creación pasada y en consonancia con su situación personal y mentalidad del momento. Una tercera Parte no podía faltar a esa norma, y es el caso de ésta como ya he señalado ya que adapta la totalidad de los 35 libros de los Morales.
Otra característica que facilitó esa incorporación es la coincidencia estrófica entre la adaptación y la Confesión, materializada en la copla cuaderna del mester de clerecía, la que, si no suponía forzosamente la utilización de material previo para la composición de esa Tercera Parte, por lo menos colocaba al poeta en terreno familiar.
Conviene también tener en cuenta que esa Tercera Parte, por su extensión, no crea una distorsión dentro de la obra. Equivale, poco más o menos, a las dos terceras partes de lo que antecede (unas 600 / 900 coplas), y lo que resulta más significativo aún, su extensión equivale grosso modo a la Parte primera, toda ella compuesta en coplas cuadernas. Dada la gran extensión de los Morales, y también de los pasajes adaptados conservados en los fragmentos finales de los códices, esta extensión relativamente limitada parece pensada para no desfigurar la obra ideada y ya compuesta.
Esas consideraciones abren una perspectiva nueva en la toma en consideración del Libro, la que apunta a la cronología de su composición.
CRONOLOGÍA DE LA COMPOSICIÓN DEL LIBRO DEL CANCILLER
Todos los editores han tratado este aspecto, pero según un enfoque muy peculiar, sin poner en tela de juicio la unidad del material conservado en los dos códices.
La opinión de G. Orduna, compartida generalmente por la crítica, consiste en asignar dos etapas al proceso de creación del libro. La primera corresponde a la circulación en copias sueltas de “algunos trozos del Rimado”, – piezas líricas, primer Deitado de la Iglesia, los fechos de palaçio -, de las que existe un testimonio fehaciente, el fragmento de Palacio (P). El Segundo estadio “corresponde a la obra ya organizada como hoy la conocemos”[2]. Esta afirmación supone que todo el material conservado puede coexistir dentro de la obra o, dicho de otro modo, que la obra se define como la suma de esos materiales. En cuanto a la aparente incompatibilidad existente entre varias secciones de la adaptación de los Morales de Gregorio Magno, Orduna resuelve esa contradicción suponiendo una fragmentación del arquetipo de la obra acabada y la existencia de copias derivadas de ese arquetipo que incluyeron algunos fragmentos allí contenidos en los testimonios conservados[3]. Dicho de otro modo, no concibe más explicación que dentro de una estricta démarche ecdótica. Así es como, aunque no se le escapa a nadie que la adaptación de los Morales, tal como se ha conservado en los dos códices, resulta confusa y fragmentada, se sigue considerando que la reunión de esos fragmentos dispares, tanto en su fuente como en su tratamiento, componen una misma obra.
Esta interpretación, que no comparto por todo lo aducido hasta aquí, hace caso omiso de varios datos que dejan entrever cómo se fue componiendo el Libro del Canciller.
La Parte inicial (Confesión, etc.) empieza con toda la solemnidad propia de esa clase de escrito de gran compromiso personal, pero termina de manera abrupta (716), dicho de otro modo, no lleva un elemento conclusivo formalmente definido.
716 ¶No puedo alongar ya mas el mi sermon
ca esto tribulado en cuerpo e en coraçon
e muy mucho enojado con aquesta mi prision
e querria torrnar a Dios mi coraçon.
717 ¶Quando aqui escriuia estaua muy quexado
de muchas graues penas e de mucho cuydado
con muy grandes gimidos a Dios era torrnado
rrogarle que quisyese acorrer al cuytado.
718 ¶E fize estonçe asi por me mas consolar
pidiendo a Dios merçed que me quisiese librar
que quisiese valerme syn me mas oluidar
diziendo asy aqueste mi cantar.
Esta brutal interrupción de la exposición hubiera debido poner fin al Libro, y parece muy plausible que este permaneciera inacabado, aunque no olvidado, todo el tiempo que mide entre el cautiverio de Obidos y la fecha en que se redactaron las cantigas más recientes del Cancionero. Cuando retoma el texto para proseguirlo o concluirlo, Ayala no oculta el defecto, sino que lo asume, explicándolo por las circunstancias del momento en que compuso esa Parte primera, y aprovecha ese contratiempo para prolongar la obra más allá de esa interrupción y concluirla con un testimonio poético inspirado, para la casi totalidad de las piezas reunidas, en ese mismo episodio trágico de su vida. El Cancionero es a todas luces un capítulo añadido y dudo mucho que su inclusión se haya previsto desde el principio de la composición. Sea como fuera, concluye con mucha elegancia la obra, dada la calidad de los poemas recogidos y la pertinencia de su inspiración dentro del contexto de una obra tan personal.
No es casualidad si los dos códices coinciden en colocar la Parte Tercera a continuación de un Libro ya acabado y perfectamente viable: efinea esa Parte como un elemento añadido. El mismo autor no se toma demasiado trabajo para ofrecer una transición, ya que la única justificación que se le ocurre (897-899) consiste en proclamar su afición personal hacia el comentario de Gregorio Magno, la cual dista mucho de ser una explicación argumentada.
897 ¶Quando yo algunt tienpo me fallo mas spaçiado
busco por que lea algunt libro notado
por fallar buen enxienplo e ser mas consolado
e Dios me prouee segunt lo deseado.
898 ¶Non podria yo atanto a Dios gradesçer
quantos bienes rresçibo sin yo lo meresçer
falle Libros Morales que fuera conponer
sant Gregorio papa el qual yo fuy leer.
En palabras de Ayala, ese añadido se justifica exclusivamente por la dimensión personal de la obra (habla en primera persona), criterio que según él es razón suficiente para admitir la cohabitación de una Confesión y una antología de su producción poética con la adaptación de una obra ajena. Es algo que nos sorprende pero que tenemos que admitir, porque ésa es la voluntad explícita del autor.
En efecto, para un lector moderno parece difícil concebir que se pueda valorar con el mismo criterio una obra de creación y la adaptación de una obra ajena. Es una distinción que aparentemente no hace Ayala. Muy al contrario, su adaptación en versos del comentario de Gregorio Magno, la trata como si fuera obra suya, al no diferenciarla de los demás componentes del Libro. Sería absurdo pensar que llegara a equiparse con un Padre de la Iglesia (la modestia que el lego Ayala suele manifestar hacia la clerecía lo demuestra de sobras) hasta el extremo de sustituirse a él y de atribuirse la labor intelectual de su modelo. En cambio, si no nos limitamos a considerar la relación de Ayala con Gregorio como el face à face del modelo con su adaptador, esa hipótesis no es tan absurda como parece. Basta imaginar que la adaptación está destinada a un público particular (cf. el uso de la 2ª persona en 899a, “Ya oystes como Job…). Dentro de ese contexto, a la relación exclusiva de dependencia del adaptador hacia el modelo se sustituye la de un maestro ante un auditorio. Esto supone que el adaptador tome cierta distancia con su modelo, en la medida en que el objeto principal de su intervención no se mide únicamente en términos de fidelidad a la obra original, sino que responde a unos imperativos didácticos que afectan la integridad de aquella al hacerla asequible para su auditorio, que no comparte el conocimiento que Ayala tiene del comentario gregoriano.
Aquí cobra todo su significado la opción de cubrir la totalidad de los 35 libros y completarla con la inclusión de fragmentos del Libro de Job. Actuando así, Ayala abandona la posición del adaptador stricto sensu para adoptar la del pedagogo, que organiza la materia de su enseñanza según criterios valorados por sí mismo y no solo con el objeto de componer un calco del modelo. En consecuencia, es plausible suponer que la adaptación de los 35 libros que concluye el Libro fue compuesta para formar parte del mismo. Es una empresa distinta de la que ocupa los fragmentos finales de los códices. Se diferencia de ellos por su finalidad, de la cual se deriva la posibilidad de reunirla con otro material dentro de una obra distinta a la adaptación propiamente dicha.
NUEVA INTERPRETACIÓN DE LA TRADICIÓN TEXTUAL DEL LIBRO DEL CANCILLER
Estas observaciones nos alejan bastante de un tratamiento estrictamente ecdótico de la obra, al privilegiar una toma en cuenta de su composición y no solo el estado definitivo del texto. Este nuevo enfoque introduce un factor temporal dentro de una práctica crítica que no suele tomarlo en consideración o, si lo hace, que lo confunde con una estratificación de textos, la cual hace poco caso de la dinámica que acompaña cualquier composición escrita, sin hablar de las circunstancias en que el autor compuso la obra y de sus motivaciones.
Partiendo de ese principio, me detendré en otra manifestación posible de la cronología interna de la obra, quiero hablar de sus posibles redacciones consecutivas. Es otro elemento de esa dinámica que debe contemplarse. En mi edición me he valido del concepto de “edición póstuma” (pág. 18), que se da cuando una obra se conserva en varios estados de redacción o quedó inacabada. El editor debe colocarse dentro de la cronología de la composición y elegir la versión que le parece proporcionar la idea más exacta del proyecto del autor. Suele elegir la última conservada pero no es una norma única (cf. la Comedia Celestina frente a la Tragicomedia, etc.).
Tratándose del Libro del Canciller, he podido observar que las variantes de más bulto (un verso o más, inversiones de coplas, lagunas) que ofrecen los manuscritos en las dos Primeras Partes, que no son muchas, apuntan hacia una revisión de un texto primitivo (hablar de segunda redacción sería excesivo), que se materializa en el códice N. Desde esa premisa, era fácil averiguar si el fenómeno se reproducía en la Parte Tercera, lo que se observa también, pero en menor medida. En cambio, lo que esa operación revela es que la Parte Tercera, tal como se conserva en los dos códices, presenta los defectos de una redacción que aún no se ha concluido. No se conserva ningún testimonio que demuestre que esa redacción se prosiguió más adelante, por lo que no tenemos más remedio que aceptar la conservada como la última.
La cosa en sí no sorprende a quien haya practicado asiduamente la obra literaria del Canciller. Pero López de Ayala es un autor que no se ha preocupado demasiado por poner un punto final a sus obras. Solo algunas de ellas han llegado a tenerlo e, incluso en el caso de que así parezca, cabe alguna duda al respecto[4]. Para algunas, pudieron influir las circunstancias en que las compuso, trátese de una embajada fuera del reino, caso de algunas traducciones, o del cautiverio sufrido en Ovidos, caso del Libro de la caza de las aves. Esas suelen quedar inconclusas, sin duda porque faltó tiempo para terminarlas, pero también porque, al parecer, Ayala las abandonó cuando reanudó con su modo de vida habitual. Entre las que le acompañaron durante largos momentos de su vida, quedaron inconclusas, por razones obvias, las crónicas de los cuatro reinados que le fue dado conocer. En cambio, las que están inspiradas en el Tema de Job[5] conocen una suerte más favorable, ya que se conservan completas la traducción castellana del Libro de Job y de los Moralia de san Gregorio (los Morales sobre Job), y el florilegio que sacó de esta (Flores de los Morales de Job)[6].
Dada la práctica habitual del autor Ayala en su obra más personal, cabe, por lo tanto, dudar de la posible existencia de una versión definitiva del Libro del Canciller y limitarse a intentar establecer la versión última, es decir la existente cuando se interrumpió el proceso de creación, por la razón que fuera: por la muerte del poeta o porque renunciara a dar sima a su proyecto. Esta parece ser la que se conserva en N, a pesar de las imperfecciones que pueda contener.
CONSIDERACIONES FINALES SOBRE EL LIBRO DEL CANCILLER
Llegado a este punto de su estudio, el editor dispone de elementos suficientes para emprender la edición propiamente dicha:
– dispone de un manuscrito base, el códice N;
– sabe que el Libro se compuso por partes;
– sabe que la Tercera se limita a las 600 primeras coplas de la adaptación, y que los demás fragmentos adaptados no pertenecen al Libro.
Por consiguiente, su tarea consistirá en reproducir íntegramente el texto del códice N. La transcripción se hará teniendo a la vista la versión de E para corregir los errores del copista. Cuando sustituye una lección de E a la de N para enmendarla, el editor lo hace solo en casos contados, cuando el error es evidente, y lo menciono en una nota. En cambio, conserva las lecciones sospechosas o que parecen tales para preservar la autenticidad de una lengua cuyas sutilezas pueden desorientar a un lector moderno, huyendo de la voluntad de “mejorar” el texto.
Deja constancia en la transcripción del texto de las distintas Partes y reproduce los subtítulos que el copista de N puso al inicio del códice, completándolos entre corchetes cuando los ha omitido el copista.
Lo mismo hace con la sucesión de libros de los Morales en la Parte Tercera, materializándolos en el texto cuando el número de coplas es muy reducido, o señalando el cambio en nota. Por otra parte, proporciona la fuente precisa de cada copla, trátese de unos versetes del Libro de Job, de un pasaje de los Morales o de una nota marginal a los mismos, lo que proporciona una clave para la comprensión de una formulación oscura del adaptador, lo que se da no raras veces. La reproducción de la fuente ahorra además muchas notas explicativas por parte del editor.
El cotejo de la fuente con la copla correspondiente ofrece una oportunidad excepcional para aprehender el proceso de creación de Ayala. Muy significativo es el caso en que E y N no coinciden, porque ello traduce, por una parte, las dudas del adaptador ante la interpretación de su modelo, por otra, la dificultad para encontrar la formulación más adecuada. Ilustraré este hecho refiriéndome a las 100 últimas coplas del Libro.
Cotejo de N ≠ E con la fuente
1408d
N: que andar contigo en pleito podria yo caer peor / E: caeria en error
Fuente: “E por ende bien es dicho por el profeta [salmista] ‘Señor no entres en juyzio con el tu sieruo ca ningunt omne biuo non sera justificado delante de la tu faz e el tu acatamiento’”.
1424b
N: por que ante el rrey / E: porque contra dauid (asy yua fablar)
Fuente: “como Semey lo costreñiese con muchos denuestos”.
1430b
N: ordena e pon medida al su buen seruidor / E: al omne pecador
Fuente: “E asi podemos entender que aqui non fallesçio virtud al logar mas fallesçio logar a la virtut. E por ende este muy fuerte cauallero salió de aquella angostura en que estaua e busco canpo para otra batalla”.
1448b
nin asi tema justiçia por que consolaçion
N: porque consolaçion / del todo de si parta desespere perdon / E: mas espere perdon
Fuente: “Nin asi tema la justicia por que pierda toda consolaçion de esperança…”
1472b-d
N: ¿por que el Juez tan justo que a todos a de judgar / E: aquel Juez tan justo
N: ¿por que da para siempre / E: quiere dar para siempre
Fuente: “Ca dizen ‘syn fin non deue ser punida la culpa que ha fin”
1479d
N: ca es grant caridat / que les sea en perdon / E: que con grant caridat / les de dios perdon
Fuente: “fue dicho por Nuestro Señor ‘Rogad por vuestros enemigos’ […] los santos rruegan por sus enemigos en aquel tiempo que pueden conuertir e traer los coraçones dellos a penitençia buena e fructuosa e por la tal conversaçion saluarlos”.
1482d
N: por que saluen sus almas e non finquen fallidos / E: porque en el paraiso merezcan ser caydos
Fuente: San Paulo ‘por que les de dios arrepentimiento e fuyan e escapen de los lazos del diablo en los quales estan catiuos faziendo e conpliendo la mala voluntad del’.
1487cd
N: asy lo el testigua que mucho alegrado / era su coraçon donde era atormentado
E: asy lo el consolo e mucho alegrado / su coraçon finco donde era atormentado
Fuente: “segunt aquello que es dicho por dauid ‘segunt la muchedunbre de los mis dolores en el mi coraçon las tus consolaçiones alegraron la mi alma’”.
1500c
N: en este mundo presente / E: en esta via (sic) presente
Fuente: “Pues ¿que marauilla es sy el omne pecador en este tiempo breue desta vida presente se somete a la obediencia…”
1507d
N: todos por muy justos onrremos e temamos / E: todos por muy buenos e justos los tengamos.
Comentario.
En la Introducción (págs. 29-34), enumero las distintas operaciones que lleva a cabo Ayala, partiendo de la traducción romance de los Moralia (Morales), hasta llegar a la adaptación versificada. De la Fuente literal conserva algunos elementos significativos, – conceptos, fórmulas o términos aislados -, en torno a los que construye su copla. Tratándose de una copla monorrima del mester de clerecía, especial importancia cobra la palabra encargada de suministrar esa rima porque resume o materializa todo el contenido de la estrofa. Pero la forma que le da el adaptador, que no coincide forzosamente con la que tiene en la Fuente (sustantivo /vs/ adjetivo /vs/ verbo), obliga a veces al adaptador a alejarse de la letra de su modelo, dificultad que este asume como puede. (Téngase en cuenta otro criterio como la no repetición de una misma rima entre coplas contiguas).
1408d. La palabra clave es la palabra-rima del verso c “seruidor”. Es la que impone la rima de los demás versos. Para los dos primeros (“Nuestro Señor” / “pecador”), la solución la proporciona la Fuente (directamente: “Señor” o indirectamente: “pecador” a través de “omne biuo” / omne pecador). La elección de la rima del verso siguiente y último de la copla no es tan fácil, lo que explica la duda del adaptador. Las dos lecciones de E y N son buen testimonio de las dudas de Ayala, y ninguna de las dos soluciones está a la altura de lo demás de la copla. Típico del verso d, donde no es raro que haya “rellenos”.
1448b. Adaptación fiel, pero reelaborada formalmente en torno al concepto de “desesperança”, como lo sugiere la Flor correspondiente, Cf. Flores: “nyn ninguno sy pecare non diga ‘desespero de perdon’”.
El adaptador ha querido conservar el concepto de “esperança” pero la forma negativa que le da (“desesperar”) complica la formulación, hasta tal extremo que el copista de E no la entiende, y procura enmendarla, cometiendo un claro contrasentido, cuando le hubiera bastado añadir “ni” (“ni desespere”), aunque a costa del cómputo (hipermetría). N transcribe la probable versión original, avalada por las Flores.
1430b. La copla ofrece una lectura bastante alejada de la letra de la Fuente. Al parecer, Ayala recurre a una solución formal (rima en -or, palabras-rimas “seruidor”, “pecador”) que le permite salir de apuros, pero a costa de no transcribir más que lejanamente el contenido de la Fuente, a pesar de que hubiera podido aprovechar el de “angostura”.
Redacción revisada.
1424b. Dauid ya viene citado en la copla anterior y en el primer verso de esta (“conpañas de dauid”). Probable enmienda (E: “contra dauid” no puede ser un error de lectura, por la preposición).
1472b-d. La Fuente no sirve de mucho porque Ayala opta por una redacción original. Sintaxis inconciliable entre las dos versiones. Claro ejemplo de doble redacción.
1479d. Id. 1472b-d. La copla recoge el contenido de la Fuente, pero la parafrasea a su modo.
1482d. Id. 1472b-d. Lección de E es absurda (“porque ¿del? paraiso”).
1487cd. El adaptador elige “consolaçion” y “alegranza” como conceptos clave y los coloca en la rima (a: “consolado”, c: “alegrado”). En la versión de E se repite “consolo”, defecto que enmienda N, haciendo uso de una palabra (“testigua”) semánticamente llena.
1500c. Ayala parece haber escrito “vida”, confirmado por la mala lectura de E. “tienpo” suena a sustitución voluntaria.
1507d. No hay Fuente (conclusión propia de Ayala). “justos” es lección auténtica (avalada por los dos códices) aunque repita “juyzios” del verso c. La omisión de “buenos” por N equivale a la supresión de una palabra semánticamente pobre (comparada a “justos”) y a su sustitución por un verbo altamente significativo “onrremos” que completa útilmente el hemistiquio final (“e temamos”.)
CONCLUSIÓN
La filología lato sensu no se reduce a un solo objeto, – la edición de textos críticos -, si bien éste es el más significativo de todos los que le corresponde. Las técnicas que se han desarrollado y perfeccionado a lo largo del tiempo con este quehacer pueden y deben aplicarse a otros muchos aspectos de la producción y recepción de los textos. Una filología eficaz supone someter el texto a una gran diversidad de enfoques, teniendo en cuenta la multiplicidad de sus significados y la imposibilidad de reducirlos a una interpretación única e intangible. Por otra parte, las peculiaridades de cada lector-crítico, – su ideología por decirlo en una sola palabra -, estrechamente condicionadas por circunstancias históricas externas y personales, individualizan forzosamente los puntos de vista. La coincidencia de éstos solo puede resultar de una actitud consensual entre los lectores que, para que no desemboque en una fosilización de los pareceres, exige una puesta en tela de juicio permanente de las interpretaciones admitidas. La crítica no se concibe sin una constante reflexión sobre los métodos y sin su necesaria revisión.
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Ediciones citadas
Entre “las ediciones de 1978” incluyo la de G. Orduna, que tardó en salir a la calle pero que ya estaba lista en aquella fecha.
–Libro Rimado del Palaçio, ed. Jacques Joset, Alhambra, Madrid, 1978, 2 vols.
–Libro de Poemas o Rimado de Palacio, ed. Michel Garcia, Gredos, Madrid, 1978, 2 vols.
–Rimado de Palacio, ed. Germán Orduna, Giardini Editore, Pisa, 1981, 2 vols.
–Rimado de Palacio, ed. Hugo O. Bizzari, Real Academia Española, Madrid, MMXII.
[1] El final no resultaba tan evidente porque el contenido de los dos códices prosigue unas treinta coplas más, que adaptan dos fragmentos de los libros 9 y 8 de los Morales, pero ese prolongamiento no podía anular en tan poca extensión un tratamiento tan sistemático como el señalado.
[2] Orduna, I, p. 79.
[3] Orduna, I, p. 78-79. Se limita a explicar la existencia del largo fragmento con finida de E, contentándose, para el de N, de una alusión a una posible fragmentación. Al final de ese capítulo, resume su parecer del siguiente modo: “Resumiendo: la crítica interna nos confirma un primer estadio del Libro entre 1379 y 1403 (tp, ti y tc), en que éste todavía no se ha organizado como hoy lo conocemos; son poemas o trataditos diversos que corren manuscritos, como lo testimonia el fragmento P. En un momento final de este primer estadio, quizás en tc (1398), el autor puede haber concebido ya la idea de reunir un Cancionero de sus obras de intención didáctica; pero esto se cumplirá solo en el retiro de sus últimos años. Entonces se dará el estadio segundo o final cuando el viejo Canciller redacta la obra hoy conocida. De esta forma última proceden los códices N y E, y de ella extrae el mismo Ayala el trozo que constituirá la tradición del fragmento C. (p. 92)
[4] Ninguna de sus traducciones se conserva completa, salvo la de los Moralia de san Gregorio, si es que es suya. Entre las Crónicas, solo la parte correspondiente al reinado de Pedro I está acabada, las de Juan I y Enrique III son parcelarias, y la del reinado de Enrique II contiene señales de una redacción mejorable. En el Libro de la caza de las aves quedan capítulos sin redactar. La genealogía familiar, por su naturaleza misma, es una obra abierta.
[5] Así designo el conjunto de textos inspirados en la obra de san Gregorio. Todos, en mayor o menor medida, han sido aprovechados en el Libro rimado.
[6] No se sabe qué parte tuvo Ayala en la composición de esas obras: alguna pudo ser anterior (Libro de Job); otra, hacerse por encargo suyo (los Morales); otra, ser total o parcialmente suya (Flores).