Recepción de Andrés Segovia

Español Mar 27, 2021

INGRESO DE ANDRES SEGOVIA EN LA ACADEMIA

DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

Domingo 8 de enero de 1978

 

Aquel domingo, vinieron a comer a nuestro piso de la calle Juan Bravo José Antonio Bonilla, director del Instituto de Estudios Giennenses (cf. En torno a la edición de la Tesis sobre Pedro de Escavias), y su esposa, la deliciosa María, tan graciosa como siempre con su acento granadino. Nos invitaron a acompañarlos por la tarde a la recepción de Andrés Segovia en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El acto tuvo lugar en el salón de la Real Academia Española, por estar en obras el de Bellas Artes. Presidieron el acto los recién coronados reyes (Franco había muerto en noviembre del 75).

En el salón abarrotado de gente, como era de suponer, estaban presentes la joven esposa de Segovia y su hijo de nueve años de edad, detalle que no podía dejar de llamarnos la atención, estando su padre a punto de celebrar sus 85 años.

El padrino fue Joaquín Rodrigo. El ritual de ingreso exige que el padrino salga a buscar al académico novel para introducirlo ante sus pares. Al ser ciego aquél, lo acompañó otro músico, el director Rafael Frühbeck de Burgos. El encargado de recibir a Andrés Segovia fue el maestro Federico Moreno Torroba, también muy anciano, ya que solo llevaba dos años al impetrante. Ver reunidos a tantos músicos famosos fue algo impresionante. Regino Saínz de la Maza, otro guitarrista célebre, debió también estar, ya que era miembro de la academia desde 1958 y solo murió en 1981, pero Andrés Segovia no señala su presencia. También faltaban los compositores de la generación siguiente, los cuales ingresarían unos años más tarde, Cristóbal Hálffter en 1983 y Luis de Pablo en 1989.

Estábamos deseando oír a Andrés Segovia tocar la guitarra, aunque dudábamos si el protocolo lo permitiría o solo admitía un discurso. Nos tranquilizó ver que llevaba su instrumento consigo. De hecho, lo primero que hizo fue ofrecer un concierto, con tres obras, de S. L. Weiss, J. S. Bach y H. Villa-Lobos. A continuación, leyó su discurso titulado, sin falsa modestia, La guitarra y yo.

En él despachó a su antecesor, Oscar Esplá, con unas palabras de elogio para la persona y su carrera de músico, pero sin dejar de manifestar que no supo componer para guitarra:

[…] pues allá por el año 1920 me dio la alegría de dedicarme una espléndida sonata, pero, ¡ay!, compuesta directamente por él para la guitarra. Mi contento se convirtió en amarga desilusión.

No tuvo en cuenta el Maestro que la guitarra es como cantero de sendas abruptas y laberínticas. Precisa el compositor que desee penetrar en él un experto guía que lo acompañe y dirija en su siembra, si quiere que fructifique.

En general se mostró complaciente hacia sí mismo, sin dejar por ello de usar de un estilo florido y de un humor típicamente andaluces:

Unos me hacen nacer en Granada, y ni que decir tiene que agradezco vivamente ese obsequio. Otros en Jaén, y hasta apoyándose en mi apellido, me han hecho ver la luz en Segovia. […] Finalmente, han dado en el clavo: soy hijo de Linares, lo que me enorgullece sobremanera. También hay discrepancia en cuanto a la fecha de mi nacimiento. Se ha publicado que he venido al mundo en 1882, y creo, sin vanagloria, que no aparento ser tan viejo. […]

También evocó los principales momentos de su carrera, iniciada desde muy joven:

Mi completo despertar a la belleza heterogénea de la música ocurrió cuando por vez primera escuché uno de los conciertos de orquesta que don Tomás Bretón solía dirigir en el palacio de Carlos V, de Granada. […] Me había sentado en un banco de los jardines cercanos, sin recursos para presenciar más cerca aquel milagro sonoro; pero desde mi asiento, quieto y en éxtasis, se abrían todos los poros de mi ser para que penetrase en mi alma el misterio de la música. Mi vocación estalló en llamaradas.

Cuenta sus primeros conciertos públicos en Granada en 1909 y 1910 y, al llegar a Madrid, en 1913, cómo consiguió su primer instrumento de concierto que le regaló el “luthier” del Real Conservatorio, Manuel Ramírez, en una escena que habría contado mil veces y tenía entonces los visos de haberse vuelto mítica.

Después de recordar a los músicos a los que pidió que escribieran para su instrumento y salvarlo así de un repertorio compuesto esencialmente de adaptaciones, el primero de los cuales fue el mismo Federico Moreno Torroba, concluyó del siguiente modo.

Concluyo con el temor de que mi discurso os haya producido irreprimible somnolencia por lo inhábil y porque a los casi ochenta y cinco años no se alojan ya en mi mente sino imágenes retrospectivas de mi vida.

Este colofón nos hizo mucha gracia, y no solo a nosotros, porque a muchos no se les escapó que el rey intentó reprimir en varios momentos unos bostezos, confirmando, lo que era un secreto a voces, que la cultura le interesaba menos que otras actividades lúdicas.

Otro detalle de la ceremonia fue que, al finalizar el acto, el servicio de seguridad no supo tomar las medidas idóneas para la salida de los reyes, y estos tuvieron que cruzar el salón en medio del público. Lo hicieron por el lado en el que estábamos sentados y nos rozaran al pasar junto a nosotros. Aunque en aquellos ya lejanos años la paranoia no fuera la de hoy, nos chocó el grado de improvisación que se manifestó en ese caso.

Fuente

La guitarra y yo. Discurso leído por el Excmo. Sr. Don ANDRÉS SEGOVIA TORRES con motivo de su recepción pública el día 8 de enero de 1978 y contestación del Excmo. Sr. Don FEDERICO MORENO TORROBA. Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, MCMLXXVIII.