Autor: Julien Garcia

Criterios Seguidos en la edición del Libro del Canciller

CRITERIOS SEGUIDOS EN LA EDICIÓN

DEL LIBRO DEL CANCILLER

[Texto de la ponencia que pronuncié el 7 de octubre de 2019 en la Facultad de Letras de Vitoria, en la presentación de mi edición de: Pero López de Ayala, Libro del Canciller o Libro del Palacio. Edición, introducción y notas de M. G., Bilbao, Universidad del País Vasco. Col. Historia Medieval y Moderna, 82, 2019]

INTRODUCCIÓN

Algunos principios relativos a la edición de textos

El objeto de la crítica textual consiste en establecer un texto ideal, el más cercano posible al que escribió el autor. Según formulación de G. Orduna: fijar un texto crítico, libre de deturpaciones, lo más próximo posible al momento de su producción.

Esta definición, aunque ampliamente compartida desde que se constituyó un método racional para el establecimiento de los textos, no deja de tener una dimensión utópica, en la medida en que el campo al que se aplica no es tan firme ni unívoco como se pretende. Suponer la existencia de un texto único y perfecto, cuyas copias han deteriorado (cf. el término deturpaciones) la perfecta construcción original, es ya de por sí una opción discutible, porque introduce dentro de la creación literaria (escrita) un criterio que, por motivos ideológicos, se ha elaborado para cierta clase de textos como la Escritura, definida por su inmutabilidad, al considerarla como la mera fijación escrita de la palabra divina.

Por otra parte, salvo en muy contados casos, no se conserva de los textos antiguos un autógrafo caracterizado por el mismo autor de versión ne varietur de su obra, como pudo ser el caso de la versión definitiva de sus obras que Don Juan Manuel pretende haber depositado en el castillo de Peñafiel. El que ocupa el lugar correspondiente es el texto crítico (TC) establecido por el editor. Pero éste no puede pretender sustituir al original sino como hipótesis de trabajo. Lo que no se puede, es confundir la naturaleza artificiosa del TC con la autenticidad del supuesto original. En la práctica, cada editor pretende no caer en la trampa, lo cual no impide que, faltando el original, el TC ocupe su lugar y que hay que ser muy virtuoso para no convencerse de que el autor ha escrito lo que pretende el editor.

Mi ya larga carrera como editor me ha convencido de que muchos obstáculos impiden una aplicación estricta de los principios enunciados. Este será el objeto de esta charla.

Etapas del proceso

Recordaré aquí las etapas recomendadas por la crítica neo-lachmaniana.

a) recensio: reunir los testimonios; distinguir entre códices sin antecedentes conocidos y códices descripti (copias exactas de otros).

b) collatio codicum o cotejo de los códices: comparar el contenido de los textos;

            – collatio externa: codicología (tipo de papel, encuadernación, desordenación, etc.), contexto, piezas anejas, lagunas, prólogos, títulos, divisiones.

            – collatio interna o literal: inventario de variantes (‘errores’ lachmanianos)

c) Constitutio textus : elaboración del texto crítico

            – determinación de arquetipos;

            – colocación en un árbol o stemma;

            – elección de la copia más fiel o texto base;

            – elección de las copias susceptibles de ofrecer variantes que mejoren ese texto base.

d) Edición

Publicación de la versión elegida como texto base, enmendando sus lecciones erróneas recurriendo a las otras versiones, usando de signos diacríticos, y mencionando su propia variante y las de los otros testimonios en nota.

Libro del Canciller

El Libro del Canciller, designación que prefiero a la tradicional de Rimado de Palacio, se ha conservado en dos códices principales: Ms. 4055 de la BN de Madrid y h.III.19 de la del Escorial. Son los únicos que merecen tomarse en cuenta. En efecto, el Ms. 216 del fondo español la BN de París contiene 13 coplas del Tratado del Cisma, pero seguidas de 12 más que no se deben a Ayala, lo que, además de aportar una información mínima (la obra consta de 1500 coplas), complica inútilmente la recensio al introducir un criterio que remite a la recepción posterior de la obra. Otro códice del fondo español de la BNP, el 37, conocido como Cancionero de Baena, contiene un poema de Ayala, en el que insertó 7 coplas de la obra. Por lo tanto, se impone atenerse a los dos códices principales, designados por las siglas de N y E.

APLICACIÓN DE LOS CRITERIOS NEO-LACHMANIANOS

Collatio codicum

Estas características codicológicas inciden fatalmente en la segunda fase de la edición, la collatio codicum, limitándola a la porción de la obra presente en ambos manuscritos, lo que no deja de complicar la lógica del proceso.

El inventario de errores es la fase del proceso de la edición más pesada porque apenas requiere algo más que paciencia y minucia. Se traduce en cifras y esa cuantificación lleva a una toma en consideración de la obra muy alejada de la que suele caracterizar su lectura e interpretación según cánones literarios acostumbrados. Además, recomendaría no abandonar del todo una actitud crítica, para facilitar más adelante el aprovechamiento de esos datos cuantitativos. Entre otros, conviene introducir una distinción entre el tipo de variantes, por ejemplo, bajo el aspecto del impacto que tiene en el contexto. Por eso, en la collatio que llevé a cabo, desde el principio he establecido tres listas: variantes correspondientes a una palabra; a un hemistiquio; a un verso o más. A pesar de ello, el resultado no deja de ser abrumador. Solo para las coplas 1-720, he contabilizado 600 variantes de la primera clase, 240 de la segunda y 100 de la tercera. Ante cifras tan ingentes, comparadas con la extensión del texto analizado, uno debe preguntarse si esos cuadros pueden desembocar en una conclusión útil para la elección del texto base o solo servir para la anotación del TC.

Un repaso superficial de ese inventario deja entrever que la elección entre los dos códices no va a ser nada fácil porque distan mucho de ofrecer una distinción neta entre sí, ya que, en su gran mayoría, los errores están repartidos equitativamente entre uno y otro, lo que induce a atribuirlos a la desidia de los copistas más que a una variante textual propiamente dicha. Paradójicamente, la multiplicidad de variantes mínimas aboga por una proximidad entre los dos códices, su realización en dos períodos de tiempo cercanos y en un mismo lugar. Quizás también el que los copistas tuvieran un gran margen de iniciativa, sea porque transcribían un modelo borrador poco cuidado, o por otros motivos relacionados con las circunstancias en las que realizaban su labor que favorecía la interferencia de ciertos usus suyos, lingüísticos u otros.

A título de ilustración he aquí una muestra de las variantes respectivas, que extraigo de dos series de coplas de transición insertas en el Cancionero que forma la segunda Parte de la obra.

               N                                                                             E

729a       yo puedo                                                            non puedo

*729c     con aquesta mi prision                                       con esta mi p.

729d       queria                                                                 querria

 

*730a     estoue                                                                 estaua

730b       grandes penas                                                     graves penas

730c       gimidos                                                              gemidos

730d       rrogar le que quisiese                                         rrogandole que quisiese

 

731c       que quisiese valer me                                         e quisiese valer me

*731c     sin me mas oluidar                                             sin mas oluidar

731d       diziendo asy                                                       deziendo yo asy

__________

*770a     aqui fuy escruiuir                                               alli

770b       e de la virgen muy santa                                    a la virgen maria

*770c     e fui de mi partir                                                e fuy departyr

770d       grant parte del enojo                                          grant partida

 

*771b     ca fui luego acordado                                        ca luego fuy acordado

771c       verso                                                                   vierso

*771c     que dize al cuytado                                            el cuytado

 

772c       que estaua en toledo                                          que en toledo estaua

*772c     e que alli me ofreçia                                           e alli

772d       donas                                                                  dones

*772d     segunt                                                                 segund

 

773a       fize dende luego                                                 fize luego dende

773b       escrevi                                                                escrivi

Con la excepción quizás de 729a y 770b, ninguno de esos errores puede considerarse como disyuntivo, al manifestar una divergencia significativa entre las dos versiones, sino que remite a la práctica lingüística de cada copista o a las circunstancias de la copia (mala calidad del modelo y/o transcripción a partir de un dictado y/o distracción del copista, etc.): vocalismo (730c, 731d, 773d); consonantismo (729d, 772d); divergencia fonética (771c, 772d); omisión de palabras (731c, 772c); inversión de términos (772c, 773a); sustitución de palabras (730b, 731c, 770c (¿lectura errónea?), 770d, 771c).

Ninguno de los dos códices destaca por su calidad frente al otro; no sorprende, por lo tanto, si, hasta ahora, los editores los han considerado como testimonios equivalentes. Solo Joset, valiéndose de “un consensus general no formulado” (sic) y que “es tan malo E” (resic), opta por N, aunque afirma en otro lugar que “Finalmente, una verdadera edición crítica pertenece más al editor que al autor” (pág. 48), lo cual no es falso, pero relativiza mucho el alcance de la elección que hace de N como texto base. Orduna y Garcia no se decantan claramente por uno de los códices, considerando que el Texto crítico debe ser fruto de una síntesis de los dos.

Existe otro motivo para explicar esa ausencia de un texto base, el que el contenido de los dos códices coincida solo parcialmente para la Parte dedicada a la adaptación versificada de los Morales sobre el Libro de Job, de Gregorio Magno. De las 1249 coplas de la totalidad, solo 608 son compartidas: 106 se conservan solo en N y 502 (40%) en E. Se hace difícil, por consiguiente, prescindir de E y no considerarlo, de hecho, como texto base para el fragmento que le corresponde en exclusiva.

A pesar de ello, la collatio codicum ha sido realizada por los editores de 1978 con toda la atención exigida por una estricta aplicación del método lachmaniano. Han establecido una lista completa de errores que han sido aprovechados en las ediciones respectivas y las variantes sistemáticamente incluidas en las notas. El resultado conseguido es inmejorable, pero también tiene sus limitaciones, en la medida en que la ingente cantidad de información recogida no desemboca, como ya he señalado, en una conclusión indiscutible, la de un códice mejor que otro. Es posible configurar en alguna medida la personalidad de cada copista y su usus scribendi pero poco más.

Constitutio textus

Ante esa dificultad, el stemma propuesto por los tres editores de 1978 sitúa a los dos códices, si bien en dos ramas distintas de la tradición, – aunque solo sea por la falta de coincidencia en la reproducción de la adaptación de los Morales de Job -, a igual distancia del supuesto autógrafo, dejando manos libres al editor para conciliar las dos versiones dentro del TC. Es una manera de curarse en salud que no traduce una excesiva preocupación por aplicar estrictamente el método neo-lachmaniano.

El Libro del Canciller y los códices

Resulta evidente que el Libro del Canciller se resiste a un análisis tradicional, sin duda porque no corresponde a las normas habituales, o consideradas como tales, de la obra literaria medieval. La disparidad entre los dos códices en la reproducción de la adaptación de los Morales debería haber llamado la atención desde el principio. ¿Cómo es posible que los únicos dos manuscritos que conservan la obra, tan coincidentes desde el principio para las dos primeras Partes (confesión y Cancionero), lo sean tan poco al final? Más aún, a lo largo de las quinientas primeras coplas de dicha adaptación, mantienen la proximidad que les caracterizaba en las dos Primaras Partes, la cual desaparece radicalmente en un momento dado.

La solución reside en que el editor deje de confundir el contenido cumulado de los dos códices con la obra misma y llegue a la conclusión de que lo que se conserva en E y N es el Libro del Canciller MÁS un material que no le pertenece. No es necesaria una gran agudeza crítica para llegar a esa conclusión, sino el ser capaz de deshacerse de ciertos prejuicios, siendo uno de ellos la gran reverencia con la que se suele considerar cualquier testimonio escrito del pasado.

Aun limitándose a un estudio intrínseco de los códices, ciertas características suyas hubieran debido orientar la reflexión de los editores. Una de ellas es que son los únicos testimonios de la existencia de esa obra y su proximidad hace pensar que provienen del mismo lugar, que bien pudiera ser el scriptorium de su autor. Son copias poco cuidadas, realizadas desde borradores y sin vistas a una amplia difusión. Más que nada, son documentos de trabajo, que sirven de soporte no a una obra definitivamente elaborada, sino que admite un material anejo, descartado o reservado para su incorporación ulterior en la obra en curso de elaboración.

Lo que definitivamente anula cualquier duda al respecto es el análisis preciso del contenido de los fragmentos adaptados del comentario de Gregorio Magno.

LA ADAPTACIÓN Y SUS FUENTES

En 1978, fui el único entre los editores en recurrir sistemáticamente a las fuentes de la adaptación de los Morales que forma la Tercera y última Parte de la obra. G. Orduna conocía bien el texto romance pero no lo aprovechó directamente, salvo a través de las Flores de los Morales de Job, que es una de los avatares de esa adaptación

Adaptaciones de los Moralia in Job de Gregorio Magno

Morales de sant Gregorio sobre el Libro de Job (versión romanzada)

Compendio de los 35 libros de los Morales

Flores de los Morales sobre Job

Libro del Canciller (adaptación versificada, Tercera Parte)

Fragmentos finales de los códices E y N (adaptación versificada)

Cuando realicé el cotejo de la adaptación versificada con el texto romance de los Morales, para este solo disponía de los Mss. 10136 a 10138 de la BN de Madrid, el primero y más voluminoso de los cuales estaba tan mal conservado que es el único que la BN no ha reproducido en versión fotográfica. Para compensar los pasajes deturpados, había que recurrir al Compendio, en caso de que se hubieran reproducido en él, o a una traducción posterior conservada en le Biblioteca del Escorial. Hoy el panorama es muy distinto, ya que, en fecha reciente, la BN ha adquirido de la Biblioteca de la Casa de Alba otra serie completa de esa traducción (Mss. Reserva 291-295), lo que ha facilitado enormemente el cotejo para esta edición mía (no creo que H. O. Bizzari la haya aprovechado).

El cotejo que llevé a cabo entonces me permitió identificar la fuente precisa de cada copla para la totalidad de los fragmentos finales de E y N. Me proporcionó, al mismo tiempo que un material lingüístico precioso para establecer el TC, la localización de cada fuente a lo largo de los 42 libros del Job y de los 35 de los Morales. Son datos que publiqué en apéndice a mi edición de Gredos. Mi ambición no iba más allá que ofrecer al lector la información útil para conocer en qué consistió la labor del adaptador, más pertinente que citas del texto latino gregoriano.

Observé que las 600 primeras coplas de la adaptación (897-1505), además de estar compartidas por los dos códices, lo que las diferenciaba de los dos fragmentos finales de cada manuscrito, presentaban un tratamiento original de las fuentes, ya que alternaban el bíblico Libro de Job con el comentario de Gregorio Magno y seguían el hilo de los dos modelos desde el principio hasta el final[1].

No supe sacar entonces todas las consecuencias de esas observaciones para la definición de la obra y su extensión, sin duda porque me resultaba violento poner en tela de juicio el testimonio de los venerables códices que nos habían conservado el último escrito del Canciller. Sin embargo, algunas conclusiones se imponen por sí mismas, por poco que uno se atreva a interpretar los datos sin prejuicios.

No pretendo haber aclarado del todo el proyecto que sustenta la adaptación de los Morales en su totalidad, por lo que sigo andando con prudencia. Por ejemplo, no sabré explicar por qué no se conserva ninguna adaptación de los 8 primeros libros de la obra gregoriana (con la excepción del 5) y por qué algunos (9 a 14) reciben una atención mayor que los otros. La única explicación que se me ocurre es que el adaptador elige los pasajes en función de su contenido. Manifiesta una clara predilección para ciertos temas (secretos juicios de Dios) y privilegia las palabras de Job sobre las de sus amigos. Por fin, tiende a crear cierta continuidad entre las coplas de su adaptación, procurando ensartar los distintos fragmentos adaptados unos con otros para crear la ilusión de un discurso seguido.

Este rasgo me parece decisivo porque explica en gran parte la confusión de los editores y su incapacidad para apreciar la originalidad de la adaptación de las 600 coplas iniciales con las otras conservadas en E y N.

Normas compartidas en la adaptación de los Moralia

Los fragmentos finales de E y N coinciden para ilustrar la manera de actuar del adaptador. Para los pasajes elegidos, ésta consiste en seguir el hilo de la exposición de Gregorio Magno procurando recrear en el texto de la adaptación una continuidad similar o paralela a la del modelo. La adaptación es, por así decirlo, un discurso segundo, compuesto a imitación del original y que pretende transcribirlo como lo hubiera hecho el propio autor. Es una ficción, claro está, pero esa proximidad aparente es imprescindible para valorar la credibilidad de la adaptación y justificarla como una contribución útil a la difusión de la obra de Gregorio, y no como un ejercicio formal más o menos estetizante.

Todos los pasajes conservados en los fragmentos finales de los códices responden a esa definición. No así las 600 primeras coplas de la Parte tercera. La fidelidad al modelo se rompe mediante el recurso al Libro de Job para toda la parte inicial. Esta es la ruptura más visible con la práctica habitual. Pero existe otra ruptura, que solo se descubre identificando paso a paso el modelo de cada copla o grupo de coplas: la opción consistente en elegir los pasajes adaptados del modelo no solo en función de su contenido sino con la intención de cubrir la totalidad de los Morales, aun al precio de contorsiones sorprendentes, siendo la más llamativa la de conceder un lugar simbólico a algunos libros, dedicándoles un número muy limitado de coplas: una para el libro 28, cinco para el 30, cuatro para el 31, seis para el 32. Refuerza esa voluntad implícita de exhaustividad, la elección para los libros tan escuetamente representados de un pasaje perteneciente a su conclusión.

Por consiguiente, lo justo es caracterizar la adaptación conservada en los fragmentos finales de los códices E N como la norma y las coplas 897-1505 como una forma anómala dentro de la práctica del adaptador. Tan anómala es que el modelo común a los dos copistas se despista a menudo, invirtiendo fragmentos, como lo comento en la Introducción (págs. 50-51).

Es evidente que ese cambio de rumbo radical en la labor del adaptador obedece a una lógica distinta de la que le guió en sus primeros ensayos. Hasta entonces, no tenía más objetivo que el de trasladar el texto gregoriano a una versión romance (versificada). Ahora, destina su adaptación a otro objeto, exterior a los Morales y éste no puede ser otro que el Libro del Canciller, en el que se añade a las dos Primeras Partes, como bien lo demuestra su incorporación en ese lugar en los dos códices.

La adaptación como Parte del Libro del Canciller

En efecto, si no fuera por el testimonio material indiscutible que proporcionan los códices, no creo que se le ocurriría a mucha gente pensar que esa adaptación de los Morales pudiera incorporarse dentro de una obra tal como la perfilan las dos Primeras Partes de la misma. Por un lado, se pierde la dimensión que la definía como un testimonio personal del poeta y, por otro, en el plano formal, prolonga un texto que había quedado concluido por una finida compuesta con un esmero especial para ese fin (896).

Sin embargo, y ya que no tenemos más remedio que aceptar que Ayala quiso esa incorporación, no faltan detalles que apuntan hacia cierta compatibilidad entre la adaptación y lo que antecede. El primero es que no escasean las menciones a Gregorio Magno y a sus Moralia en las dos Primeras Partes. Son las más numerosas en referirse a obras ajenas y denotan una evidente influencia de ese texto en el pensamiento del poeta.

Otra característica común es una evidente tendencia a la exhaustividad. La Confesión cumple naturalmente con esa obligación, por cuanto es un ejercicio que exige asumir totalmente los actos del pecador. El Cancionero también, que se aparenta a un testamento poético, ya que recoge una colección significativa de las obras que el poeta está en condiciones de asumir como representativas de su creación pasada y en consonancia con su situación personal y mentalidad del momento. Una tercera Parte no podía faltar a esa norma, y es el caso de ésta como ya he señalado ya que adapta la totalidad de los 35 libros de los Morales.

Otra característica que facilitó esa incorporación es la coincidencia estrófica entre la adaptación y la Confesión, materializada en la copla cuaderna del mester de clerecía, la que, si no suponía forzosamente la utilización de material previo para la composición de esa Tercera Parte, por lo menos colocaba al poeta en terreno familiar.

Conviene también tener en cuenta que esa Tercera Parte, por su extensión, no crea una distorsión dentro de la obra. Equivale, poco más o menos, a las dos terceras partes de lo que antecede (unas 600 / 900 coplas), y lo que resulta más significativo aún, su extensión equivale grosso modo a la Parte primera, toda ella compuesta en coplas cuadernas. Dada la gran extensión de los Morales, y también de los pasajes adaptados conservados en los fragmentos finales de los códices, esta extensión relativamente limitada parece pensada para no desfigurar la obra ideada y ya compuesta.

Esas consideraciones abren una perspectiva nueva en la toma en consideración del Libro, la que apunta a la cronología de su composición.

CRONOLOGÍA DE LA COMPOSICIÓN DEL LIBRO DEL CANCILLER

Todos los editores han tratado este aspecto, pero según un enfoque muy peculiar, sin poner en tela de juicio la unidad del material conservado en los dos códices.

La opinión de G. Orduna, compartida generalmente por la crítica, consiste en asignar dos etapas al proceso de creación del libro. La primera corresponde a la circulación en copias sueltas de “algunos trozos del Rimado”, – piezas líricas, primer Deitado de la Iglesia, los fechos de palaçio -, de las que existe un testimonio fehaciente, el fragmento de Palacio (P). El Segundo estadio “corresponde a la obra ya organizada como hoy la conocemos”[2]. Esta afirmación supone que todo el material conservado puede coexistir dentro de la obra o, dicho de otro modo, que la obra se define como la suma de esos materiales. En cuanto a la aparente incompatibilidad existente entre varias secciones de la adaptación de los Morales de Gregorio Magno, Orduna resuelve esa contradicción suponiendo una fragmentación del arquetipo de la obra acabada y la existencia de copias derivadas de ese arquetipo que incluyeron algunos fragmentos allí contenidos en los testimonios conservados[3]. Dicho de otro modo, no concibe más explicación que dentro de una estricta démarche ecdótica. Así es como, aunque no se le escapa a nadie que la adaptación de los Morales, tal como se ha conservado en los dos códices, resulta confusa y fragmentada, se sigue considerando que la reunión de esos fragmentos dispares, tanto en su fuente como en su tratamiento, componen una misma obra.

Esta interpretación, que no comparto por todo lo aducido hasta aquí, hace caso omiso de varios datos que dejan entrever cómo se fue componiendo el Libro del Canciller.

La Parte inicial (Confesión, etc.) empieza con toda la solemnidad propia de esa clase de escrito de gran compromiso personal, pero termina de manera abrupta (716), dicho de otro modo, no lleva un elemento conclusivo formalmente definido.

716 ¶No puedo alongar   ya mas el mi sermon

ca esto tribulado   en cuerpo e en coraçon

e muy mucho enojado   con aquesta mi prision

e querria torrnar   a Dios mi coraçon.

717 ¶Quando aqui escriuia   estaua muy quexado

de muchas graues penas   e de mucho cuydado

con muy grandes gimidos   a Dios era torrnado

rrogarle que quisyese   acorrer al cuytado.

718 ¶E fize estonçe asi   por me mas consolar

pidiendo a Dios merçed   que me quisiese librar

que quisiese valerme   syn me mas oluidar

diziendo asy   aqueste mi cantar.

Esta brutal interrupción de la exposición hubiera debido poner fin al Libro, y parece muy plausible que este permaneciera inacabado, aunque no olvidado, todo el tiempo que mide entre el cautiverio de Obidos y la fecha en que se redactaron las cantigas más recientes del Cancionero. Cuando retoma el texto para proseguirlo o concluirlo, Ayala no oculta el defecto, sino que lo asume, explicándolo por las circunstancias del momento en que compuso esa Parte primera, y aprovecha ese contratiempo para prolongar la obra más allá de esa interrupción y concluirla con un testimonio poético inspirado, para la casi totalidad de las piezas reunidas, en ese mismo episodio trágico de su vida. El Cancionero es a todas luces un capítulo añadido y dudo mucho que su inclusión se haya previsto desde el principio de la composición. Sea como fuera, concluye con mucha elegancia la obra, dada la calidad de los poemas recogidos y la pertinencia de su inspiración dentro del contexto de una obra tan personal.

No es casualidad si los dos códices coinciden en colocar la Parte Tercera a continuación de un Libro ya acabado y perfectamente viable: efinea esa Parte como un elemento añadido. El mismo autor no se toma demasiado trabajo para ofrecer una transición, ya que la única justificación que se le ocurre (897-899) consiste en proclamar su afición personal hacia el comentario de Gregorio Magno, la cual dista mucho de ser una explicación argumentada.

897 ¶Quando yo algunt tienpo   me fallo mas spaçiado

busco por que lea   algunt libro notado

por fallar buen enxienplo   e ser mas consolado

e Dios me prouee   segunt lo deseado.

898 ¶Non podria yo atanto   a Dios gradesçer

quantos bienes rresçibo   sin yo lo meresçer

falle Libros Morales   que fuera conponer

sant Gregorio papa   el qual yo fuy leer.

En palabras de Ayala, ese añadido se justifica exclusivamente por la dimensión personal de la obra (habla en primera persona), criterio que según él es razón suficiente para admitir la cohabitación de una Confesión y una antología de su producción poética con la adaptación de una obra ajena. Es algo que nos sorprende pero que tenemos que admitir, porque ésa es la voluntad explícita del autor.

En efecto, para un lector moderno parece difícil concebir que se pueda valorar con el mismo criterio una obra de creación y la adaptación de una obra ajena. Es una distinción que aparentemente no hace Ayala. Muy al contrario, su adaptación en versos del comentario de Gregorio Magno, la trata como si fuera obra suya, al no diferenciarla de los demás componentes del Libro. Sería absurdo pensar que llegara a equiparse con un Padre de la Iglesia (la modestia que el lego Ayala suele manifestar hacia la clerecía lo demuestra de sobras) hasta el extremo de sustituirse a él y de atribuirse la labor intelectual de su modelo. En cambio, si no nos limitamos a considerar la relación de Ayala con Gregorio como el face à face del modelo con su adaptador, esa hipótesis no es tan absurda como parece. Basta imaginar que la adaptación está destinada a un público particular (cf. el uso de la 2ª persona en 899a, “Ya oystes como Job…). Dentro de ese contexto, a la relación exclusiva de dependencia del adaptador hacia el modelo se sustituye la de un maestro ante un auditorio. Esto supone que el adaptador tome cierta distancia con su modelo, en la medida en que el objeto principal de su intervención no se mide únicamente en términos de fidelidad a la obra original, sino que responde a unos imperativos didácticos que afectan la integridad de aquella al hacerla asequible para su auditorio, que no comparte el conocimiento que Ayala tiene del comentario gregoriano.

Aquí cobra todo su significado la opción de cubrir la totalidad de los 35 libros y completarla con la inclusión de fragmentos del Libro de Job. Actuando así, Ayala abandona la posición del adaptador stricto sensu para adoptar la del pedagogo, que organiza la materia de su enseñanza según criterios valorados por sí mismo y no solo con el objeto de componer un calco del modelo. En consecuencia, es plausible suponer que la adaptación de los 35 libros que concluye el Libro fue compuesta para formar parte del mismo. Es una empresa distinta de la que ocupa los fragmentos finales de los códices. Se diferencia de ellos por su finalidad, de la cual se deriva la posibilidad de reunirla con otro material dentro de una obra distinta a la adaptación propiamente dicha.

NUEVA INTERPRETACIÓN DE LA TRADICIÓN TEXTUAL DEL LIBRO DEL CANCILLER

Estas observaciones nos alejan bastante de un tratamiento estrictamente ecdótico de la obra, al privilegiar una toma en cuenta de su composición y no solo el estado definitivo del texto. Este nuevo enfoque introduce un factor temporal dentro de una práctica crítica que no suele tomarlo en consideración o, si lo hace, que lo confunde con una estratificación de textos, la cual hace poco caso de la dinámica que acompaña cualquier composición escrita, sin hablar de las circunstancias en que el autor compuso la obra y de sus motivaciones.

Partiendo de ese principio, me detendré en otra manifestación posible de la cronología interna de la obra, quiero hablar de sus posibles redacciones consecutivas. Es otro elemento de esa dinámica que debe contemplarse. En mi edición me he valido del concepto de “edición póstuma” (pág. 18), que se da cuando una obra se conserva en varios estados de redacción o quedó inacabada. El editor debe colocarse dentro de la cronología de la composición y elegir la versión que le parece proporcionar la idea más exacta del proyecto del autor. Suele elegir la última conservada pero no es una norma única (cf. la Comedia Celestina frente a la Tragicomedia, etc.).

Tratándose del Libro del Canciller, he podido observar que las variantes de más bulto (un verso o más, inversiones de coplas, lagunas) que ofrecen los manuscritos en las dos Primeras Partes, que no son muchas, apuntan hacia una revisión de un texto primitivo (hablar de segunda redacción sería excesivo), que se materializa en el códice N. Desde esa premisa, era fácil averiguar si el fenómeno se reproducía en la Parte Tercera, lo que se observa también, pero en menor medida. En cambio, lo que esa operación revela es que la Parte Tercera, tal como se conserva en los dos códices, presenta los defectos de una redacción que aún no se ha concluido. No se conserva ningún testimonio que demuestre que esa redacción se prosiguió más adelante, por lo que no tenemos más remedio que aceptar la conservada como la última.

La cosa en sí no sorprende a quien haya practicado asiduamente la obra literaria del Canciller. Pero López de Ayala es un autor que no se ha preocupado demasiado por poner un punto final a sus obras. Solo algunas de ellas han llegado a tenerlo e, incluso en el caso de que así parezca, cabe alguna duda al respecto[4]. Para algunas, pudieron influir las circunstancias en que las compuso, trátese de una embajada fuera del reino, caso de algunas traducciones, o del cautiverio sufrido en Ovidos, caso del Libro de la caza de las aves. Esas suelen quedar inconclusas, sin duda porque faltó tiempo para terminarlas, pero también porque, al parecer, Ayala las abandonó cuando reanudó con su modo de vida habitual. Entre las que le acompañaron durante largos momentos de su vida, quedaron inconclusas, por razones obvias, las crónicas de los cuatro reinados que le fue dado conocer. En cambio, las que están inspiradas en el Tema de Job[5] conocen una suerte más favorable, ya que se conservan completas la traducción castellana del Libro de Job y de los Moralia de san Gregorio (los Morales sobre Job), y el florilegio que sacó de esta (Flores de los Morales de Job)[6].

Dada la práctica habitual del autor Ayala en su obra más personal, cabe, por lo tanto, dudar de la posible existencia de una versión definitiva del Libro del Canciller y limitarse a intentar establecer la versión última, es decir la existente cuando se interrumpió el proceso de creación, por la razón que fuera: por la muerte del poeta o porque renunciara a dar sima a su proyecto. Esta parece ser la que se conserva en N, a pesar de las imperfecciones que pueda contener.

CONSIDERACIONES FINALES SOBRE EL LIBRO DEL CANCILLER

Llegado a este punto de su estudio, el editor dispone de elementos suficientes para emprender la edición propiamente dicha:

– dispone de un manuscrito base, el códice N;

– sabe que el Libro se compuso por partes;

– sabe que la Tercera se limita a las 600 primeras coplas de la adaptación, y que los demás fragmentos adaptados no pertenecen al Libro.

Por consiguiente, su tarea consistirá en reproducir íntegramente el texto del códice N. La transcripción se hará teniendo a la vista la versión de E para corregir los errores del copista. Cuando sustituye una lección de E a la de N para enmendarla, el editor lo hace solo en casos contados, cuando el error es evidente, y lo menciono en una nota. En cambio, conserva las lecciones sospechosas o que parecen tales para preservar la autenticidad de una lengua cuyas sutilezas pueden desorientar a un lector moderno, huyendo de la voluntad de “mejorar” el texto.

Deja constancia en la transcripción del texto de las distintas Partes y reproduce los subtítulos que el copista de N puso al inicio del códice, completándolos entre corchetes cuando los ha omitido el copista.

Lo mismo hace con la sucesión de libros de los Morales en la Parte Tercera, materializándolos en el texto cuando el número de coplas es muy reducido, o señalando el cambio en nota. Por otra parte, proporciona la fuente precisa de cada copla, trátese de unos versetes del Libro de Job, de un pasaje de los Morales o de una nota marginal a los mismos, lo que proporciona una clave para la comprensión de una formulación oscura del adaptador, lo que se da no raras veces. La reproducción de la fuente ahorra además muchas notas explicativas por parte del editor.

El cotejo de la fuente con la copla correspondiente ofrece una oportunidad excepcional para aprehender el proceso de creación de Ayala. Muy significativo es el caso en que E y N no coinciden, porque ello traduce, por una parte, las dudas del adaptador ante la interpretación de su modelo, por otra, la dificultad para encontrar la formulación más adecuada. Ilustraré este hecho refiriéndome a las 100 últimas coplas del Libro.

 

Cotejo de NE con la fuente

            1408d

N: que andar contigo en pleito   podria yo caer peor / E: caeria en error

Fuente: “E por ende bien es dicho por el profeta [salmista] ‘Señor no entres en juyzio con el tu sieruo ca ningunt omne biuo non sera justificado delante de la tu faz e el tu acatamiento’”.

            1424b

N: por que ante el rrey / E: porque contra dauid   (asy yua fablar)

Fuente: “como Semey lo costreñiese con muchos denuestos”.

            1430b

N: ordena e pon medida    al su buen seruidor / E: al omne pecador

Fuente: “E asi podemos entender que aqui non fallesçio virtud al logar mas fallesçio logar a la virtut. E por ende este muy fuerte cauallero salió de aquella angostura en que estaua e busco canpo para otra batalla”.

            1448b

nin asi tema justiçia   por que consolaçion

N: porque consolaçion / del todo de si parta   desespere perdon / E: mas espere perdon

Fuente: “Nin asi tema la justicia por que pierda toda consolaçion de esperança…”

            1472b-d

N: ¿por que el Juez tan justo    que a todos a de judgar / E: aquel Juez tan justo   

N: ¿por que da para siempre / E: quiere dar para siempre

Fuente: “Ca dizen ‘syn fin non deue ser punida la culpa que ha fin”

            1479d

N: ca es grant caridat / que les sea en perdon / E: que con grant caridat / les de dios perdon

Fuente: “fue dicho por Nuestro Señor ‘Rogad por vuestros enemigos’ […] los santos rruegan por sus enemigos en aquel tiempo que pueden conuertir e traer los coraçones dellos a penitençia buena e fructuosa e por la tal conversaçion saluarlos”.

            1482d

N: por que saluen sus almas   e non finquen fallidos / E: porque en el paraiso   merezcan ser caydos

Fuente: San Paulo ‘por que les de dios arrepentimiento e fuyan e escapen de los lazos del diablo en los quales estan catiuos faziendo e conpliendo la mala voluntad del’.

            1487cd

N: asy lo el testigua   que mucho alegrado / era su coraçon   donde era atormentado

E: asy lo el consolo   e mucho alegrado / su coraçon finco   donde era atormentado

Fuente: “segunt aquello que es dicho por dauid ‘segunt la muchedunbre de los mis dolores en el mi coraçon las tus consolaçiones alegraron la mi alma’”.

            1500c

N: en este mundo presente / E: en esta via (sic) presente

Fuente: “Pues ¿que marauilla es sy el omne pecador en este tiempo breue desta vida presente se somete a la obediencia…”

            1507d

N: todos por muy justos   onrremos e temamos / E: todos por muy buenos   e justos los tengamos.

 

Comentario.

En la Introducción (págs. 29-34), enumero las distintas operaciones que lleva a cabo Ayala, partiendo de la traducción romance de los Moralia (Morales), hasta llegar a la adaptación versificada. De la Fuente literal conserva algunos elementos significativos, – conceptos, fórmulas o términos aislados -, en torno a los que construye su copla. Tratándose de una copla monorrima del mester de clerecía, especial importancia cobra la palabra encargada de suministrar esa rima porque resume o materializa todo el contenido de la estrofa. Pero la forma que le da el adaptador, que no coincide forzosamente con la que tiene en la Fuente (sustantivo /vs/ adjetivo /vs/ verbo), obliga a veces al adaptador a alejarse de la letra de su modelo, dificultad que este asume como puede. (Téngase en cuenta otro criterio como la no repetición de una misma rima entre coplas contiguas).

1408d. La palabra clave es la palabra-rima del verso c “seruidor”. Es la que impone la rima de los demás versos. Para los dos primeros (“Nuestro Señor” / “pecador”), la solución la proporciona la Fuente (directamente: “Señor” o indirectamente: “pecador” a través de “omne biuo” / omne pecador). La elección de la rima del verso siguiente y último de la copla no es tan fácil, lo que explica la duda del adaptador. Las dos lecciones de E y N son buen testimonio de las dudas de Ayala, y ninguna de las dos soluciones está a la altura de lo demás de la copla. Típico del verso d, donde no es raro que haya “rellenos”.

1448b. Adaptación fiel, pero reelaborada formalmente en torno al concepto de “desesperança”, como lo sugiere la Flor correspondiente, Cf. Flores: “nyn ninguno sy pecare non diga ‘desespero de perdon’”.

El adaptador ha querido conservar el concepto de “esperança” pero la forma negativa que le da (“desesperar”) complica la formulación, hasta tal extremo que el copista de E no la entiende, y procura enmendarla, cometiendo un claro contrasentido, cuando le hubiera bastado añadir “ni” (“ni desespere”), aunque a costa del cómputo (hipermetría). N transcribe la probable versión original, avalada por las Flores.

1430b. La copla ofrece una lectura bastante alejada de la letra de la Fuente. Al parecer, Ayala recurre a una solución formal (rima en -or, palabras-rimas “seruidor”, “pecador”) que le permite salir de apuros, pero a costa de no transcribir más que lejanamente el contenido de la Fuente, a pesar de que hubiera podido aprovechar el de “angostura”.

Redacción revisada.

1424b. Dauid ya viene citado en la copla anterior y en el primer verso de esta (“conpañas de dauid”). Probable enmienda (E: “contra dauid” no puede ser un error de lectura, por la preposición).

1472b-d. La Fuente no sirve de mucho porque Ayala opta por una redacción original. Sintaxis inconciliable entre las dos versiones. Claro ejemplo de doble redacción.

1479d. Id. 1472b-d. La copla recoge el contenido de la Fuente, pero la parafrasea a su modo.

1482d. Id. 1472b-d. Lección de E es absurda (“porque ¿del? paraiso”).

1487cd. El adaptador elige “consolaçion” y “alegranza” como conceptos clave y los coloca en la rima (a: “consolado”, c: “alegrado”). En la versión de E se repite “consolo”, defecto que enmienda N, haciendo uso de una palabra (“testigua”) semánticamente llena.

1500c. Ayala parece haber escrito “vida”, confirmado por la mala lectura de E. “tienpo” suena a sustitución voluntaria.

1507d. No hay Fuente (conclusión propia de Ayala). “justos” es lección auténtica (avalada por los dos códices) aunque repita “juyzios” del verso c. La omisión de “buenos” por N equivale a la supresión de una palabra semánticamente pobre (comparada a “justos”) y a su sustitución por un verbo altamente significativo “onrremos” que completa útilmente el hemistiquio final (“e temamos”.)

 

CONCLUSIÓN

La filología lato sensu no se reduce a un solo objeto, – la edición de textos críticos -, si bien éste es el más significativo de todos los que le corresponde. Las técnicas que se han desarrollado y perfeccionado a lo largo del tiempo con este quehacer pueden y deben aplicarse a otros muchos aspectos de la producción y recepción de los textos. Una filología eficaz supone someter el texto a una gran diversidad de enfoques, teniendo en cuenta la multiplicidad de sus significados y la imposibilidad de reducirlos a una interpretación única e intangible. Por otra parte, las peculiaridades de cada lector-crítico, – su ideología por decirlo en una sola palabra -, estrechamente condicionadas por circunstancias históricas externas y personales, individualizan forzosamente los puntos de vista. La coincidencia de éstos solo puede resultar de una actitud consensual entre los lectores que, para que no desemboque en una fosilización de los pareceres, exige una puesta en tela de juicio permanente de las interpretaciones admitidas. La crítica no se concibe sin una constante reflexión sobre los métodos y sin su necesaria revisión.

______________

Ediciones citadas

Entre “las ediciones de 1978” incluyo la de G. Orduna, que tardó en salir a la calle pero que ya estaba lista en aquella fecha.

Libro Rimado del Palaçio, ed. Jacques Joset, Alhambra, Madrid, 1978, 2 vols.

Libro de Poemas o Rimado de Palacio, ed. Michel Garcia, Gredos, Madrid, 1978, 2 vols.

Rimado de Palacio, ed. Germán Orduna, Giardini Editore, Pisa, 1981, 2 vols.

Rimado de Palacio, ed. Hugo O. Bizzari, Real Academia Española, Madrid, MMXII.

 



[1] El final no resultaba tan evidente porque el contenido de los dos códices prosigue unas treinta coplas más, que adaptan dos fragmentos de los libros 9 y 8 de los Morales, pero ese prolongamiento no podía anular en tan poca extensión un tratamiento tan sistemático como el señalado.

[2] Orduna, I, p. 79.

[3] Orduna, I, p. 78-79. Se limita a explicar la existencia del largo fragmento con finida de E, contentándose, para el de N, de una alusión a una posible fragmentación. Al final de ese capítulo, resume su parecer del siguiente modo: “Resumiendo: la crítica interna nos confirma un primer estadio del Libro entre 1379 y 1403 (tp, ti y tc), en que éste todavía no se ha organizado como hoy lo conocemos; son poemas o trataditos diversos que corren manuscritos, como lo testimonia el fragmento P. En un momento final de este primer estadio, quizás en tc (1398), el autor puede haber concebido ya la idea de reunir un Cancionero de sus obras de intención didáctica; pero esto se cumplirá solo en el retiro de sus últimos años. Entonces se dará el estadio segundo o final cuando el viejo Canciller redacta la obra hoy conocida. De esta forma última proceden los códices N y E, y de ella extrae el mismo Ayala el trozo que constituirá la tradición del fragmento C. (p. 92)

[4] Ninguna de sus traducciones se conserva completa, salvo la de los Moralia de san Gregorio, si es que es suya. Entre las Crónicas, solo la parte correspondiente al reinado de Pedro I está acabada, las de Juan I y Enrique III son parcelarias, y la del reinado de Enrique II contiene señales de una redacción mejorable. En el Libro de la caza de las aves quedan capítulos sin redactar. La genealogía familiar, por su naturaleza misma, es una obra abierta.

[5] Así designo el conjunto de textos inspirados en la obra de san Gregorio. Todos, en mayor o menor medida, han sido aprovechados en el Libro rimado.

[6] No se sabe qué parte tuvo Ayala en la composición de esas obras: alguna pudo ser anterior (Libro de Job); otra, hacerse por encargo suyo (los Morales); otra, ser total o parcialmente suya (Flores).

Necrológica de Carmina Virgili (2014)

Carmina Virgili Rodón (1927-2014)

 

[La versión en francés fue publicada por la Société des Hispanistes Français (Communication Interne SHF) el 24 de octubre de 2014]

 

Desde que se volvió a abrir el Colegio de España de la Ciudad Universitaria de París, cuyo edificio recién restaurado fue inaugurado oficialmente el 16 de octubre de 1987, se corrió la voz entre los departamentos de estudios hispánicos de las Universidades parisinas que esa institución miraba con buen ojo posibles intercambios con los hispanistas de la capital. Los grupos de investigación fueron los primeros en aprovechar una oferta tan generosa en aquellos tiempos de penuria inmobiliaria. No hubo día de la semana en que la sala de conferencias, situada en un ala del edificio, cuyo arquitecto se había inspirado en el pabellón español de la Exposición Universal de París de 1900, no se abriera para acoger seminarios de toda clase. El auditorio, que ocupa la otra ala, también se utilizó para algunos actos más concurridos, como coloquios o conferencias. Las aulas y también los servicios prestados por el personal administrativo y técnico se ofrecían gratis. No se necesitaba ninguna gestión para alcanzar un resultado tan milagroso como inmediato. Uno se plantaba en el Colegio y Carmina Virgili le abría la puerta de su despacho sin miramientos. Era una mujer enérgica, de la que se sabía poco, pero de la que uno se daba pronto cuenta de que sus funciones le apasionaban y que tenía las ideas claras sobre la misión que pensaba asignar a esa Casa.

Carmina Virgili cursó la carrera en la Universidad central de Barcelona, su ciudad natal, en la que consiguió un doctorado en Ciencias Naturales en 1956. Luego se especializó en sedimentología y estratigrafía, lo que le dio la oportunidad de dedicarse a estudios de terreno que la llevaron a viajar a varios países de Europa pero también de América. Fue la primera mujer titular de una cátedra, en la Universidad de Oviedo, que ocupó desde el año 1963. En su campo, se la reconocía como una autoridad científica pero también por su facultad de favorecer trabajos colectivos en asociaciones y grupos de trabajo. En 1974, fue invitada como Profesora asociada por la Universidad de Estrasbourgo.

Tuvo también una militancia activa en el campo social y político. Combatió el franquismo, especialmente en comités de ayuda a prisioneros, y luego se alistó al PSOE, en el que llegó a presidir la Fundación Pablo Iglesias (1977 a 1987). Fue miembro del primer gobierno presidido por Felipe González como Secretaria de Estado de las Universidades y la Investigación (1982-1985), siendo ministro de Educación José María Maravall, y bajo su autoridad. Este amplió sus prerrogativas en 1985 a la educación fuera de España, administración de la que dependía el Colegio de España, de la que el padre del ministro había sido director en 1949 y 1954. Terminadas las obras de renovación del edificio, era natural que fuera elegida Carmina Virgili como Directora de la institución, función que asumirá hasta el año 1996. En esos años, el Colegio, como lo llamábamos, fue una de las residencias más activas dentro de la Cité. Becados españoles, pertenecientes a un ancho abanico de especialidades, encontraron allí excelentes condiciones para estudiar, además de contribuir a su gestión por medio de un Comité de residentes, a cuyas elecciones la Directora prestaba una enorme atención. Trabajó mucho en restaurar y enriquecer la biblioteca y multiplicó los actos culturales, abiertos a un amplio público exterior: exposiciones de arte, conciertos, proyecciones audiovisuales, conferencias, etc. Junto con los Amigos del Colegio creó un premio de interpretación musical. Por fin, amplió el espacio interior creando en el sótano locales reservados a los residentes.

Sus convicciones la llevaban a comprometerse en campos tan diversos como la democratización de España, la promoción de las mujeres en la Investigación científica, la defensa de la lengua catalana. No compartía el pesimismo de muchos científicos, incluso en temas tan controvertidos como la preservación del patrimonio natural. La crisis de las cuatro E (Energía, ecología, economía, ética) no la asustaba demasiado. El pasado, decía, nos ha enseñado que la Tierra ha sabido vencer cada una de las graves crisis que ha sufrido a lo largo de su historia, renovándose, a veces radicalmente. ¿Por qué la humanidad de hoy no se mostrará capaz de actuar igual, por poco que se dedique a construir un mundo nuevo que sepa hacer suyo la herencia del pasado?

No se departirá nunca de tan optimista opinión incluso cuando los achaques de la vejez y la enfermedad le obligarán a no salir de su piso barcelonés. Los que tuvimos la suerte de conocer a una mujer tan excepcional no la olvidaremos.

 

Michel Garcia

Catedrático emérito

Université Paris 3-Sorbonne Nouvelle

Pedro García Cabrera para celebrar el nacimiento de nuestro hijo, Patrice

Los Cristianos, 3-VII-67

Del amigo y poeta Pedro García Cabrera para celebrar el nacimiento de nuestro hijo, Patrice.

 

M. Miguel et Michèle

Queridos amigos: llegué aquí anteayer. Hoy he terminado el poema prometido. Helo aquí:

 

            Bienvenido, Patrice

Yo ya te había visto mucho antes de nacer

retozando en los ojos de tus padres,

aquí mismo, en la isla

que ama sus volcanes,

esperando que el fuego

pueda darle

un hijo con la voz de la ternura.

Sí, ya estas montañas,

redondas como el vientre de tu madre,

te pensaban, Patrice, y la mar disponía

su moisés de olas

para acunar tu llanto y tu sonrisa.

La mar, que no pronuncia una palabra,

que es toda ritmo, gesto y aleluya,

rostro de fuerza y sangre de rumores,

se arrulla en ti, contigo se debate

como si fuera un pájaro en su nido.

¡Qué pena que no sean estos versos

carne de entendimiento,

cuando aún no sabemos que existen las distancias

y todo se nos entra por los ojos!

¡Qué pena que un poema

no camine hacia atrás

y antes que signos vuelva a ser objetos;

alas, manos, espíritu, juguete,

hermano de los mares y de los bosques,

del aire sin fronteras que todos respiramos,

cuando el mundo es tan sólo la redondez de un seno!

Contigo irán creciendo el viento en los pinares,

las aguas que te viven en los hombros de un río,

la caricia del día bajo soles amantes.

Pero aquí estás sin tiempo, en medio de los mares,

Meciéndote en la cuna de una isla

En que ya sonreías antes de ser Patrice.

Pedro Cabrera, con un abrazo

Los Cristianos, 3-VII-67

 

 

Correspondencia con Juan Gil-Albert, 1965-1969

Juan Gil-Albert y Jean Cassou (1965-1968)

 

El curso 1963-1964, segundo año en la Escuela Normal Superior, me correspondía pasarlo en España para preparar la tesina de literatura sobre la revista El Mono Azul, bajo la dirección del Profesor Robert Marrast. Acabábamos de casarnos y Michèle me acompañó después de conseguir un aplazamiento en su formación para catedrática de instituto. Alentados por una compañera de estudio, Nicole Avant, que preparaba bajo la dirección del mismo R. Marrast una tesina sobre La Gaceta de Arte, pasamos el mes de abril de 1964 en Tenerife, donde conocimos a un grupo de artistas e intelectuales, que eran los que habían organizado la exposición surrealista en la isla en 1935, en presencia de André Breton. Nos hicimos amigos de varios de ellos: el crítico de arte Eduardo Westerdahl y Maud, su esposa francesa, que lo había sido de Oscar Domínguez; el poeta Pedro García Cabrera y su esposa Matilde; el crítico teatral y de literatura Domingo Pérez Minik y Rosita. Por su mediación, conocimos a José Domingo, que había sido preso junto con alguno de ellos en la guerra civil, y trabajaba en una editorial de Barcelona, y él nos introdujo cerca de un grupo de valencianos compuesto por su propio hermano Domingo Orozco, y por José Bueno Ortuño, el abogado Alberto García Esteve, y el maestro y poeta Juan Miguel Romá, que acababa de regresar con su mujer, Benita, y su hijo José María, de Polonia, donde los habían acogido a consecuencia de su expulsión de Francia en 1950. En aquel momento, daba fin a su exilio en Méjico el poeta Juan Gil-Albert, que reintegró la casa familiar de Valencia, en la que vivía su madre. Entre el colaborador de El Mono Azul y miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, que reunió su segundo congreso en Valencia, capital de la República en 1937, y nosotros se entabló una relación amistosa que se mantuvo hasta el final de la vida de Juan (1994), pero que fue especialmente activa en los años sesenta. Como testimonio de ello, reproduzco aquí la correspondencia que recibimos de Gil-Albert y Jean Cassou. No conservamos nuestras cartas, salvo el borrador de una que mandamos a Jean Cassou.

 

 

 

Semalens, 14 avril 1965

Chers amis,

Merci de m’avoir fait parvenir les deux livres de Juan Gil-Albert. Ils sont très beaux et je les ai lus avec un bien cordial et sympathique plaisir. Je voudrais écrire à l’auteur pour le lui dire longuement. Mais je n’ai plus sa carte ; je ne sais d’ailleurs si son adresse y figurait. Soyez donc assez gentils pour m’envoyer cette adresse, soit ici, où je suis encore jusqu’au 20 -Semalens (Tarn)- soit au Musée (2, rue de la Manutention, Paris XVI), soit enfin chez moi, 4, rue du Cardinal Lemoine, Paris V. Je vous suis bien reconnaissant de vous être faits les messagers de Gil-Albert. Dans une de ses dédicaces, il me rappelle une nuit du commencement de la guerre civile où nous nous sommes rencontrés à Valence : je ne me rappelais plus cette rencontre (ç’avait été une nuit si tumultueuse !), mais la nuit, elle, je ne l’ai pas oubliée. Que de choses depuis ce temps et que d’espoirs déçus ! Vous êtes sans doute espagnols, vous deux aussi, un fils d’émigrés ?

Merci encore et toute ma cordiale sympathie,

Jean Cassou

 

 

 

Paris, 2 mai 1965

Ministère d’État. Affaires culturelles. Musée National d’Art Moderne.

Chers amis,

Cette lettre m’a beaucoup touché et intéressé. Vous voilà donc tous les deux situés, et tout ce que vous me dites de cette situation, tous ses points me sont bien sympathiques : la parenté de l’une avec mon cher inoubliable Jean Sarrailh et le diplôme de l’autre sur le Mono azul… J’ai revu dans ma mémoire l’uniforme, -si l’on peut appeler ça l’uniforme-, de cette belle jeunesse que les camions emportaient vers le front, avec de pauvres flingots dérisoires et à peine quelques munitions…

Je viens d’écrire à Juan Gil-Albert, je lui parle de ses beaux livres, de son merveilleux livre de souvenirs d’enfance, de souvenirs valenciens, écrit dans une langue si savoureuse, un beau livre drainant la profondeur.

Que de temps a passé depuis cette nuit valencienne dont je garde un si vif souvenir ! Les choses vécues par l’Espagne –comme celles qui ont été vécues chez nous- sont aujourd’hui oubliées, ou méconnues, […]

Donnez-moi tous deux de vos nouvelles et croyez à toute ma cordiale sympathie.

Jean Cassou

 

 

 

Valencia, 19 de mayo de 1965

Mis queridos amigos, mis jóvenes amigos: gracias por todo. Llegó ya la carta de Cassou, cariñosa y elogiosa, anunciándome el envío de un libro: creo que debisteis haberle dado, también, una copia del que yo llamo “panfleto” porque tal vez él podría habernos orientado con respecto a quienes interesaría de veras su contenido con miras a su publicidad. Ya os dije que los medios “fortmen marxistes” no son los más apropiados para que encuentre la acogida que merece. -Tema inagotable-. Por cierto, la copia que os llevasteis estaba plagada de erratas. ¡Un horror! Alguien se llevó otra a Italia considerablemente corregida. Ahora bien, noto a faltar vuestra opinión, del panfleto y de los libritos. Considero que vuestros exámenes no os dejan tiempo sobrante para una deleitosa crítica, permítaseme el contrasentido, pero no siempre se os permitirá escapar: el camino de la amistad no está necesariamente tendido de rosas. – Tengo estos días a la vista una lectura pública a la que espero asistan José y Juan Miguel; ¡apenas nos vemos! ¿Cuándo podrán los hombres recrearse en lo único valedero: la amistad, el diálogo, el abandono, l’oisiveté…? Ya sé que nunca.

Los tiempos son malos para mí. Cuestiones económicas deprimentes me han hecho vivir un año como metido en un zarzal. Varios golpes sucesivos desde mi regreso de América nos han reducido a una situación realmente crítica. -En las películas de mi época de colegial, el banquero, llegado el momento, se pegaba un tiro; yo me quedaba pensando que su viuda ya no podría seguir ostentando sombreros vacilantes de plumas que se convertían ahora en unos objetos melancólicos. -Lamento que mi madre haya alcanzado a ver aún este desmoronamiento. Sois de una generación que no sé si es capaz ya de comprender esto: la pobreza me atrae como una especie de voluptuosidad. Seguramente os suene a literario; pero lo literario es también una forma de verdad y no tan falsa como podría parecer.

No me queda más que desearos mucho éxito en vuestros esfuerzos; de este esfuerzo de la juventud depende gran parte, o lo esencial, de lo que poseeremos , de lo que seremos; pero cada vez más pienso que la finalidad de la vida es la consecución de una vejez plena; solo, alcanzada esta, adquiere todo lo demás asiento y sentido, totalidad; sin ella lo anterior no son sino partículas, fragmentos, aspiraciones. Excusadme este sermoneo.

Abrazo de vuestro amigo,

Juan [Gil-Albert]

[Nota. El panfleto mencionado, bajo el seudónimo de Diego Selva, lleva el título de Los días están contados. Drama Patrio y la fecha de 1964. Consta de 44 cuartillas dactilografiadas de 50 líneas.]

 

 

 

Paris, le 9 juin 1965

à Monsieur le Directeur du Musée d’Art Moderne [Jean Cassou]

Monsieur,

Nous ne savons comment vous remercier pour l’aimable lettre que vous nous avez envoyée et à laquelle nous avons mis tant de temps à répondre. Heureusement pour moi, l’année scolaire vient de s’achever, ce qui me permet de me consacrer pleinement et sans arrière-pensée au plaisir de renouer notre correspondance avec nos amis espagnols et avec vous, qui êtes si proche de l’Espagne. Peu de jours après votre lettre, nous en avons reçu une de Juan Gil-Albert, dans laquelle il nous fait part de ses joies mais aussi de ses peines qui, hélas ! sont nombreuses ; mais comment pourrait-il en être autrement quand on a vécu ce qu’il a vécu, et quand on se retrouve en prison dans son pays ? Il me demande également de vous parler d’un petit livre, un panfleto, dont il m’a confié une copie et qu’il aimerait voir éditer, sous un nom d’emprunt s’entend. Le peu de temps dont j’ai disposé jusqu’ici ne m’a pas permis de mener à bien cette tâche qui me tient à cœur. J’ai cependant fait parvenir une copie à un éditeur parisien, par l’intermédiaire d’un ami qui publie chez lui, mais je n’en ai jusqu’à maintenant reçu aucune nouvelle. Si vous désirez lire ce livre, j’en tiens une copie à votre disposition. J’irai la déposer moi-même rue de la Manutention.

Le temps, dites-vous, a passé depuis cette nuit valencienne, où vous avez connu les premières manifestations d’un peuple en révolution. Pour nous elle n’a jamais été qu’un extraordinaire poème épique que nous ont récité tout d’abord les exilés puis ceux qui, tels les troyens, sont restés enfermés dans la citadelle avec leurs geôliers. Ce qui nous étonne le plus, c’est l’extraordinaire faculté qu’ont nos amis espagnols d’oublier toutes ces misères et atrocités pour ne se souvenir ou ne vouloir se souvenir que de leurs enthousiasmes.

Aujourd’hui, nous sommes loin de ces temps d’héroïsme, où il suffisait, semble-t-il, de vouloir pour accomplir.

Michèle et moi rejoindrons nos amis castillans et valenciens le mois prochain. Nous ne pouvons guère leur consacrer plus que ce mois de juillet, car il me faudra penser déjà à l’Agrégation de l’année prochaine.

Veuillez agréer, Monsieur, nos respectueuses salutations,

Michel Garcia

 

 

 

Paris, 4 juillet 1965

Dimanche.

Cher Monsieur,

J’ai reçu une lettre admirable de Juan Gil-Albert, bouleversante, vraiment. Et quel beau style, en effet ! Quelle belle langue espagnole, précise et acérée ! Je voudrais beaucoup lire ce pamphlet dont vous me parlez. Oui, faites-le déposer ici, pas rue de la Manutention, mais à la Conservation, avenue du Président Wilson. J’aimerais aussi vous voir tous les deux, et il me serait agréable que vous me l’apportiez et que nous causions un peu. Mais je n’ose vous proposer de rendez-vous, car sans doute partez-vous pour les vacances, comme je vais partir moi-même ; et les derniers jours sont très occupés. Essayez de me téléphoner un matin ici. Sinon, promettons-nous de nous rencontrer à la rentrée d’octobre. En tout cas, j’attends le panfleto.

Je vois justement à la fin de votre lettre que vous parlez de votre départ prochain pour Valence. Alors ne manquez pas d’embrasser notre ami, nos amis. Je suis en profonde communion […] avec vous deux,

Jean Cassou

 

 

 

31 janvier 1966

Chère madame,

Téléphonez-moi un de ces jours, à l’heure des repas, ici afin que nous prenions un jour et une heure et que vous veniez me voir avec votre mari. Vous avez beaucoup de choses à me dire. J’ai bien reçu De oscura transparencia, qui me semble plein de très belles choses, et j’ai le mot de Juan Gil-Albert. Nous perlerons de tout cela. A bientôt donc, n’est-ce pas ? Et partagez, je vous prie, avec votre mari, l’assurance de ma bien cordiale sympathie, à quoi je joins, pour vous, chère madame, mes meilleurs hommages,

Jean Cassou

 

 

 

Valencia s.f. [mayo de 1966

Mon cher couple :

Recibiré vuestros libros con alegría infantil -ya que uno sigue siendo un niño- pero no es este el trato. Si me tratáis demasiado bien impediréis que, de vez en cuando, os haga encargos. Procuradme, ahora -cuando podáis- el folleto a que alude este recorte de Le Monde. El otro libro era Le Tsar Nicolas II en las Ediciones Berger-Levrault, olvidé al autor. No corre prisa.

Ayer comí con José en La Caña,

du “toujours angoissé”,

Juan

 

 

 

Valencia, 18 de mayo de 1966

Mes chers enfants:

Si no hubiera tenido siempre la gran devoción que tengo por vuestro país, bastarían vuestras atenciones para que me rindiera a los pies de Francia. No es ya que cumplís estrictamente los encargos, sino que servís a domicilio, y sin dilaciones, la mercancía. Y ¡qué mercancía! El libro sobre Proust es extraordinario, como informe, y el referente al Zar, un resumen excelente de todo cuanto se ha publicado sobre esa materia. Son dos temas que domino y que me permiten juzgar con conocimiento de causa. Tuve también el envío de editor de Saint-Simon, el primer volumen de los veinte que compondrán su obra completa: la edición es preciosa, pero he dejado de ser rico y no voy a poder permitirme satisfacer un gusto: repararemos así las superfluidades pasadas.

Un amigo me trae la invitación que he recibido para participar en el homenaje a Alberti, -que tendrá lugar en París-; me extraña que Cassou no me haya tenido en cuenta dada nuestra reciente reanudación de relaciones. Tal vez, a pesar del olvido, me decida a enviar unas palabras a Rafael, fuera de concurso. -Os gustaron mis prosas? Parece que la de la Revista de Occidente ha producido una cierta sensación. He escrito mucha poesía e inicié unas memorias, llamémoslas así, con el título de: No salir de mi asombro. Fuera de esto, leo, salgo poco, veo a algún amigo joven, rara vez a José y Juan Miguel, y paso constante revista al pasado no como tal pasado sino como permanencia de mi eternidad. Somos lo que hemos sido.

A bientôt, puesto que supongo que vuestro viaje se acerca. Aquí encontraréis siempre a un amigo vieillissant et rajeuni. ¿No es una buena fórmula poética?

Grandes abrazos de

Juan

 

 

 

Valencia, noviembre de 1967

Querido Michel:

Gracias por el envío de tus notas sobre sobre Jorge Guillén que he leído con detenimiento y que, aunque no tengo a la vista el libro que comentas, encuentro, como trabajo, de factura irreprochable. Es curioso que haya coincidido su llegada con una carta mía al mismo Guillén al que debía contestación, desde junio, por otra suya, escrita desde Málaga, y en la que me hablaba con verdadero entusiasmo de mi librito Concierto en mi menor al que califica de obra maestra. Tengo otro entusiasta del mismo en un profesor holandés [Juan Lechner] que piensa traducirlo y que parece que prepara un estudio serio sobre mí. También, nota simpática, una alumna de la Sorbona ha presentado su tesis, de fin de carrera creo, con el título Juan Gil-Albert, un écrivain levantin de la génération de 1936. Ahí tienes pues la lista de mis últimos laureles.

Comencé mis memorias bajo la frase hecha de “No salir de mi asombro”, pero las he abandonado, de momento, por falta de estímulo. En realidad, he pensado últimamente que no debí haber vuelto de América donde mi vida de escritor se hubiera desenvuelto con más normalidad; claro que algunas páginas escritas aquí no existirían, aunque estén en los cajones. Es horrible que se le haya pasado a uno su tiempo: dispersos los de fuera, silenciados los que volvimos, somos una generación flotante y, más que olvidada, ignorada. Mi caso es singular, para los conservadores soy una oveja descarriada, para los del progreso un intimista. Y así se queda uno sin unos ni otros, sí, con algún que otro, con alguna que otra estrella que late al unísono. Inútil, a estas alturas, de tratar de enmendarle la plana a nuestro destino. Como dijo Gide: “Le jeux sont faits”.

Te agradecería una comisión: comunícate, en mi nombre, con la revista Mundo nuevo, al teléfono 744-23-20 y pregunta por Fernández Moreno, poeta argentino, o por el director de la revista, Rodríguez Monegal. Les escribí rogándoles una copia de un poema mío, Homenaje a Oppenheimer, cuyo original he traspapelado y que necesito para sumarlo a una serie de posible publicación: hace dos semanas que espero su respuesta. ¿Lo habrán perdido a su vez?

Lo de la niña fue atroz. ¡Qué exabrupto en nuestra vida! Medio mes de agosto pasado en una zozobra angustiosa. Todo parece pasado ya, pero la vida confirma, en estos casos de prueba, su aterradora inestabilidad. Algo de ese sentir se traduce en el poema que os adjunto aunque su motivación parece ser otra. ¿Qué es de vuestro pequeño? Os imagino felices si bien muy ocupados. No descuidéis nada, no desechéis nada: en cada momento alienta ese recuerdo del que habremos de vivir más tarde, no tanto como pasado sino como realidad; forjémoslo pues verdadero para que nos sirva.

Michel – Michèle, hombre – mujer de una misma moneda, abrazos de vuestro solitario

Juan

Puse en Aguilar, prólogo al volumen dedicado a Cocteau; ¿lo habéis visto por ahí? Me interesaría que lo leyerais.

 

    IN PROMPTU n° 10

            -Susana-

Oigo lejos, sumido entre mis libros,

sonar esos pasitos incipientes,

esa voz sostenida en las escalas

que apenas utilizan los pianistas

porque es apenas voz, un balbuceo,

la mínima expresión de una persona

que está muy honda aún, de una promesa

que no veré cuajada, un mundo ajeno

que no me pertenece y que me envía

desde su latitud, bajo los techos

familiares, la onda persistente

de que la vida sigue, sigue, sigue,

mientras yo duermo ya, mientras la niña

cruza como una ráfaga y se extingue,

mientras pasamos todos rumorosos

de vida propia, ajena, sin un freno

que nos detenga, un mundo fugitivo

en que suenan, eternos, momentáneos,

estos breves pasitos infantiles,

esta resurrección siempre animosa,

un eco nuevo, voz, voz que se acerca,

que nos confirma, un lastre, un sueño, nada.

                                                    J. G. A.

Este poema está escrito esta mañana

y no lo conoce nadie, niño, está más

que inédito.

 

 

 

Valencia, 27 de marzo de 1968

Mis queridos amigos:

Escribo desde mi nueva casa en la que estamos instalados desde hace un mes: la operación traslado ha revestido caracteres de epopeya ya que no se desarraigan tan fácilmente cuarenta años de existencia con sus bártulos anexos. A mí me pilló, además, con las energías mermadas a consecuencia de un percance que no os relato hoy por no convertirme en un permanente trasmisor de desdichas: el pathos familiar no nos concede tregua. Pero todo pasó, de momento. No me siento mal aquí; desde mi balcón tengo, muy cerca, unas palmeras, y esto me centra en mi mediterráneo local y espiritual. Las ilusiones sobreviven pero la vieillesse aproche…

Os escribo concretamente, -en función de que sois mis embajadores en París, para lo siguiente: a mediados de abril, mi mes preferido, recibiréis mi nuevo libro; quisiera enviar unos ejemplares, para la venta, a la librería des Editions espagnoles, 72 rue de Seine, supongamos que 25; podríais ocuparos de ello dejándolos allí previa entrega de una nota y esperaremos el resultado. Imaginaros que me financio la edición. ¡Una locura! Y necesito que los amigos me ayudéis a que tamaño esfuerzo no resulte totalmente baldío. Decidme, además, si queréis que dedique algún ejemplar a alguien a quien pueda interesarle: uno será para Cassou. Me interesaría tener la dirección de Bergamín que vive, como debéis saber, ahí y, -última petición-, que preguntéis en la embajada mexicana, -inexistente en Madrid-, si Octavio Paz sigue en Nueva Delhi. ¿Son muchas molestias? Vuestra amabilidad, que siempre me pareció tan espontánea, justifica mi abuso, o lo explica al menos. Veremos qué os parece el libro: lleva prosa, poesía y crítica; he pretendido dar una visión conjunta de mi mundo literario, de mi visión, y participación en él, del mundo. Si algunos pueden hablar de “torre de marfil” habrán de reconocer que está bien plantada en medio de la vorágine, lo que quiere decir que “nada humano me es ajeno”; solo que uno es fiel a su razón temperamental sin lo que toda obra resulta artificial o vana. Imposible, a estas alturas, corregir una posición irrigada por la savia de toda una vida anterior. Si, a través de los cambios, hemos conseguido apresar lo esencial, nuestra página podrá seguir siendo actual, siempre. He ahí nuestra ambición: pocos lo consiguen, pero para ello es necesario que muchos otros lo afronten. Y basta por hoy.

Para vosotros y para vuestro crío el afecto de

Juan

 

 

 

Valencia, s.f. [abril de 1968]

Amigo Michel:

Recibo tu carta seguida de la siguiente antes y después de vuestra gira holandesa. Creí que encontraríais ya a Lechner con mi libro, al que envié un ejemplar el quince de abril; a vosotros lo remití hará una semana por correo ordinario; supongo que pronto será vuestro huésped; de aspecto es francamente simpático y parece respirar claridad. El precio, en España, 150 ptas; que ahí le fijen el que más les convenga; me parece indispensable que haya ahí unos ejemplares a la venta y […] que no lo aceptarán; no creo que, a diario, se publique un libro de esa especie. Espero, con ansiedad, t criterio, y el de Lechner. Gracias por la adquisición de la estudiante; habrá que darle un ejemplar del último; también le interesaría leer el prólogo que puse al Cocteau de la editorial Aguilar. Aquí, en Valencia, persiste el silencio como consigna, respecto a mí, condenado de muerte civil; son unos miserables.

Abrazos a los tres,

Juan

 

 

 

Valencia, 13 de septiembre de 1968

Querido Michel:

Por fin te ves libre del yugo militar, lo que no les ocurre, en Europa, a todos. Cuando los acontecimientos de Francia nos sorprendieron, por lo inesperados, hace algún tiempo que la esperanza tenía puesta su atención en los checos, cuya actitud decidida y responsable, extremadamente simpática, ponía en el mundo de hoy, despótico, por un lado, a la manera liberal norteamericana, despótico, por el otro, a la manera rusa zarista, un como balbuceante deseo de luz. ¿Cómo no sentirse con los chicos que en París propugnan “l’imagination au pouvoir”? ¿Cómo no sentirse con los dirigentes checoeslovacos que declaran: “el paso que vamos a dar es inédito”? Son dos actitudes aventuradas pero, por ello mismo, atrayentes. Fuera de ellas no existe más que vulgaridad, burocracia, servidumbre, militarotes, plutócratas y fuerza bruta. En un campo con capitalistas, en otro con el Partido, no digo socialistas. Y toda nuestra vida disimulando a los unos, desenmascarando a los otros. ¡Basta! La vida es corta y no nos permite, por tanto, esperar unos resultados que, por lo que se ve, pertenecen, según ciertos señores, a un porvenir tan lejano como el juicio final. No puedo esperar tanto, sobre todo cuando veo tan comprometido el final. Por pequeño burgués que se sea, tiene uno sus ilusiones entre las que no entra el pertenecer a un país que aspira a dominar el mundo; luego de Roma, de Inglaterra, no tiene ningún atractivo, -nosotros, los españoles, tampoco somos ajenos a esas glorias pretéritas-, y como hijos de grandes nos permitimos poner nuestros anhelos en otra parte, vueltos de espaldas a la grandeza y reclamando de la vida algo más que apariencias, cañones, y fraternidad universal a mazazo limpio. No sé si al proletariado esto le interesa, como novedad, aunque lo dudo. Dicho lo cual, te pido mil excusas por el sermón. Ya ves que, a pesar de todo, de la fama de intimismo que uno goza, coloco lo público antes que lo privado.

Me alegra que mi libro os interese y os sea, por lo que dices, “útil”. ¿Qué más puede desear el poeta que ver realizada, en los otros, su utilidad extra-utilitaria? Ese asentimiento le hace sentirse los pies en la tierra. Llegó tu alumna y tuvo conmigo un cambio de impresión; no sé la que se llevaría de mí; no la fuerces. Le di a leer un trabajo sobre mí de otra muchacha estudiante de la Sorbona; le regalé La Trama. Y estuvo entre parlanchina y, es natural, cohibida. Ya me dirás sobre los ejemplares para la venta, al precio de, lo que corresponda en francos, 150 ptas. ¿Lo crees mucho o poco?

Hasta vuestras noticias.

Para ti, Michèle y Patricio, a quien debemos, en sus primicias, iniciar en los goces de la amistad,

abrazos de vuestro levantino

Juan

Lechner mandó tarjeta desde México; estará ya en casa; lee, dentro de unos días, su tesina sobre España.

 

 

 

Valencia, 25 de marzo de 1969

Querido amigo Miguel:

Acaba de marcharse tu alumna y te escribo en el acto; hace tiempo que no nos comunicamos y esta puede ser la ocasión. Parece que continúa con la idea de dedicarme su atención y la he provisto de libros y publicaciones; me trajo a un compañero, a un chico de Castellón, que medio me comprometió para que vaya a recitarles en su residencia estudiantil; curioso que, hasta en esos pequeños detalles de mi vida profesional, tengan que llegarme de fuera. Tú y Lechner parecéis los dos pilares sobre los que me sustento. A Lechner le debo carta; su trabajo me emocionó. Guillén me escribe: “¡gracias a Dios que alguien le hace a usted sacar el pecho!”. Dejemos este asunto molesto e irremediable ya. El destino existe y no se le puede forzar.

Necesito hacerte un encargo: entérate de qué editorial ha podido publicar, en la fecha que fuese, un Mayakovski. ¿Gallimard? No importa cuál que ofrezca garantías. ¿Lo sabrá Cassou? En los medios marxistas jóvenes estarán al corriente. Me han encargado una traducción, del italiano, de un libro sobre él, en el que figuran sus manifiestos, pero quieren que se añadan poemas. Cuando des con el libro, veas si la editorial puede enviar un ejemplar, con portes pagados, a Difusora de cultura, Cabillers 3, Valencia (3). Te agradeceré mucho la gestión.

Te supongo dispuesto a gozar la distensión de las próximas vacaciones; más que nunca la vida atenaza al hombre y estos breves respiros son lo único que le hacen recordar el paraíso originario, aunque se producen de un modo nervioso y esquemático, imperfecto, es decir, sin dar precisamente pie para una verdadera distensión. La humanidad se ha metido por un camino difícil, sí, pero no sé si prometedor. No me tengas por pesimista. Soy un crítico y ¡doblado de poeta! Un pie en las sementeras y otro en las nubes: de labrador a astronauta. Pero eso es lo que pregunto, si las verdaderas siembras y las verdaderas estrellas cuentan para algo en el mundo actual. La “técnica” ¡qué gran devoradora! Conservo toda mi simpatía por la juventud… rebelde. Que suele, a veces, tener setenta años; esa es mi ruta.

¿Qué es de Michèle y de su vástago? Os espero algún día. Contad siempre con el afecto y la amistad de

Juan

 

 

 

Valencia, s.f. [26 de marzo de 1969]

Miguel: En la carta que te envié ayer cometí un lapso calami, al pedirte que le pidieras el Maïakovski por portes pagados en lugar de decir: a reembolso. Lo primero no se comprende ya que el libro no es para mí, pero aún sin ser petición hubiera sido abusiva.

Me di cuenta de la … apenas echada la carta.

Quede pues enmendado.

Abrazos de Juan

 

 

 

Valencia, s.f.

Querido Michel,

Ha llegado el Maïakovski: muchas gracias. Es estupendo que resulte traducido y comentado por Elsa Triolet, hermana de la mujer del poeta y a la que conocí, junto a Aragon, cuando vinieron a visitarnos durante la guerra civil. Las fotos de M. son impresionantes: se diría un semi-dios del proletariado.

Tu estudiante estuvo conmigo una tarde y se fue cargada de papeles; es bonita y expresiva.

Creo que venís este verano y esto nos dará ocasión de tomar contacto de nuevo; hablaremos de Lechner y de algo que hay en su libro que me pilló de sorpresa y que es más para hablado. Tengo por él un gran afecto.

Para Michèle y para ti un cariñoso saludo de vuestro

Juan

El viaje a La Rochela de Pero López de Ayala

 

De todas las obras de Pero López de Ayala, su tratado de cetrería, que compuso durante su cautiverio en Obidos entre 1384 y 1386, es el que contiene más menciones relativas a su vida personal, lo cual, pensándolo bien, no tiene por qué sorprender, en la medida en que la materia de esa obra se basa en buena parte en su propia experiencia. De sus años juveniles en la Corte de Pedro I, recuerda lo que aprendió de don Juan Núñez de Villazán, Fernando Gómez de Albornoz o Juan Alfonso de Guzmán, pero también de halconeros del rey, como como Juan Fernández Burriello y Ruy González de Illescas, y también de un personal subalterno como Alfonso Méndez, Juan Criado o Fernán García el Romo. Por otra parte, menciona por su nombre, casi siempre pintoresco (‘donzella’, ‘Botafuego’, ‘Picafigo’) ciertas aves dotadas de características sobresalientes. Otra serie de recuerdos se nutre de expediciones marítimas, una de ellas correspondiente a la campaña naval contra Aragón en 1359, la otra en época no definida, que es el tema de esta nota, en que hizo un viaje de ida y vuelta desde Bermeo hasta La Rochelle. Por fin, sus embajadas al reino de Francia y Aviñón le dieron la oportunidad de conocer a personalides muy versadas en la arte cetrera y de conocer ciertas prácticas cinegéticas así como el entramado del comercio de las aves.

Conservamos suficientes datos para poder situar si no la fecha precisa, por lo menos las circunstancias de su vida que dieron lugar a los hechos referidos. La relación con Gonzalo de Mena remite a una adolescencia toledana y se explica también por la proximidad de los dos feudos familiares, la Tierra de Mena y la de Ayala. Las anécdotas de la corte de Pedro I, incluida la expedición naval contra Aragón, encuentran fácilmente su sitio en sus años de paje y, luego, de familiar del rey. Las cuatro embajadas que llevó a cabo a la corte francesa, en 1378, 1380, desde 1381 hasta 1382, y en 1384 ofrecen datos suficientes para explicar cómo pudo conocer a las personalidades a las que cita en su tratado, trátese del rey Carlos V y de su hijo, de los duques de Anjou, Borgoña, Borbón y Bretaña, de un valido como Bureau de la Rivière, pero también de los halconeros brabanzones. Del mismo modo, sabiendo que, en la mayoría de los casos, el viaje a París se hacía por vía terrestre, Ayala tuvo la oportunidad de conocer a expertos cazadores aragoneses, como el vizconde Illa, y familiarizarse con las lagunas del Languedoc.

El único hecho que cuesta situar cronológicamente es el viaje que hizo de Bermeo a La Rochelle. Se refiere a él dos veces en el capítulo 45:

Otrosy vi en el camino de la trauiessa de la mar que se faze entre vermeo villa de vizcaya & la Rochela que pueden ser ochenta leguas poco mas yo yendo en una galea a media via de mar que podien ser .xl. leguas de tierra de cada parte falle garças que llevavan aquella via mesma E asy andan buscando su via & su passo las aves por sua naturaleza E assy los neblis siguen estas aves & atraviessan todo el mundo

Et otrossi vi viniendo de la Rochela en españa bien a .xx. leguas de tierra venir a mi galea vn cernigolo & muy muchos passarillos . pequeños . & posauan enel arbol dela vela & luego que calauan & baxauan el maste bolauan vn poco fuera dela gallea por sobre la mar Et desi tornauan ala galea & tomauan los a manos . & estos non se si passauan en otra tierra

Tratándose de un viaje a tierras francesas, lo natural es asociarlo a una embajada a ese país. Aunque no se conservan todos los documentos relacionados con esas misiones diplomáticas, tales como fechas precisas e itinerarios de ida y vuelta, lo que se sabe es suficiente para afirmar que ninguna de las cuatro embajadas mencionadas más arriba siguió la vía marítima. Sin embargo, los datos precisos que aporta el testimonio reproducido son, sin lugar a dudas, el fruto de una observación directa que no se puede poner en tela de juicio.

Dos posibilidades se ofrecen para aclarar esa incógnita: situar el viaje en una o varias de las embajadas posteriores a 1384; suponer que se trata de un episodio desconocido de la vida de Ayala e intentar situarlo en su biografía.

Entre 1395 y 1396, se señala la presencia de Pero López en la corte francesa no se sabe si en dos ocasiones distintas o durante un período largo, como el que le tocó vivir en 1381-1382. No consta documentalmente por qué vía realizó el viaje. Pero lo más probable es que se dirigiera a París por vía terrestre desde Aviñón, puesto que en el otoño de 1394 está en la ciudad papal como jefe de la embajada castellana para la celebración del pontífice nuevamente elegido (Benedicto XIII), y en la primavera siguiente está en la corte francesa con ocasión del conflicto entre el conde de Noreña y el rey de Castilla que el de Francia se había comprometido a dirimir. Resulta poco probable que, entre esas dos fechas, haya vuelto a Castilla para emprender poco después un viaje por mar hacia el reino vecino. Además, es dudoso que el conflicto entre el el rey de Castilla y el conde Alfonso necesitara el envío de una embajada especial, siendo más probable que se aprovechara la presencia de Ayala en París para intervenir en el asunto.

Por otra parte, es lícito suponer, basándose en la relación extremadamente detallada que hace de los dos eventos para la futura crónica de Enrique III que no llegó a concluir, que, en la primavera de 1395, fue testigo presencial de la vida de la corte papal, y, el 26 de octubre de 1396, en Calais, de la entrevista de los reyes de Francia e Inglaterra con ocasión del matrimonio entre Ricardo y la infanta Isabel de Francia, como se deduce del relato extremadamente detallado del evento que redactó.

Que los viajes se hicieran por Aragón, es decir por vía de tierra, es tanto más credible que la elección de Pedro de Luna en 1394 hizo de Aviñón una etapa casi obligada camino de París.

De todo lo expuesto se deduce que no existe constancia de que Ayala, como embajador, fuera por mar desde Bermeo a La Rochela para alcanzar la capital francesa, y menos en un viaje de ida y vuelta, como el descrito en el tratado. Esto no excluye que fuera el caso en otra ocasión.

 

Embajada de 1375

En el año 1375, sale de Bermeo para La Rochela una embajada encabezada por el camarero mayor Pedro Fernández de Velasco y el obispo de Salamanca, Alfonso de Barrasa, con el fin de unirse en Brujas con una delegación francesa de alto rango encargada de negociar un tratado de paz con el reino de Inglaterra. Aquí el relato que hace Ayala en su Crónica de Enrique II.

El rrey […] ouo cartas del rrey de Françia commo sobre los tratos de la paz entre el rrey de Françia e el rrey de Ingla terra se auian a ayuntar en la villa de Brujas, qu es en el condado de Flandes, e el duc de Angeu e el duc de Bergoña, sus hermanos del rrey de Françia, e de la parte de Ingla terra, el duc de Alencastre e mossen Aymon duc de York, sus tios del rrey de Ingla terra.

E el rrey don Enrrique enbio alla por sus procuradores e enbaxadores a Pero Ferrandez de Velasco su camarero mayor e al obispo de Salamanca que dizian don Alfonso de Barrasa. E los dichos enbaxadores del rrey fueron para vna villa de Vizcaya que dizian Bermeo para aparejar y las naos e pasar a la Rochela.” Crónica de Enrique II, año X (1375), cap. 3.

La indicación resulta clara, no solo para el viaje de ida sino también par el de vuelta.

Despues que Pero Ferrandez de Velasco e el obispo de Salamanca, mensajeros del rrey don Enrrique, llegaron a Bermeo, entraron en la mar, e lleuauan tres naos armadas e encontraron con otras dos naos que partian de Burdeus, en las quales yua vn señor de tierra de Gujana que dizian el señor del Esparra, que yua en Ingla terra, e tomaron lo. E el señor del Esparra dizia que yua por treguas que fueran puestas entre Françia e Castilla e Ingla terra de çierto tienpo. E Pero Ferrandez de Velasco dizia que el señor del Esparra veniera a el por le tomar sus naos e el le acometiera primero e que el defendiosele e en defendiendosele, que lo tomara preso. E commo quier que fue, el señor del Esparra ouo de seer preso. E tornosse Pero Ferrandez de Velasco para Castilla.” Crónica de Enrique II, año X (1375), cap. 4.

El episodio es uno de los numerosos encuentros bélicos en los que tomaron parte marinos castellanos durante la Guerra de los Cien Años. Pero éste tiene una significación especial por las graves consecuencias políticas y diplomáticas que provocó. Florimont de Lesparre, como señor de un feudo en Guyenne, era súbdito del rey de Inglaterra, hecho que los castellanos al parecer no tomaron demasiado en consideración, a pesar de la misión diplomática que se les había confiado. Aunque ese enfrentamiento no opusiera a las dos partes más poderosas del conflicto, -la corona de Francia y la de Inglaterra-, equivalía de hecho a un casus belli y hacía imposible la prosecución de la negociación proyectada. Así lo interpretó la parte castellana que cursó a los embajadores la orden de interrumpir su misión y de volver al reino. Hay quien opina que el incidente bélico fuera iniciativa de la realeza castellana que quiso aprovechar la oportunidad para marcar su oposición a un tratado de paz que no la favorecía o, por lo menos, para mostrarse poco dispuesta a aceptar cualquier concesión importante. Tampoco es de creer que el señor de Lesparre quisiera toma cartas en un asunto que excedía con mucho su capacidad tanto militar como política. Es lo que sugiere el cronista, al no tomar partido sobre la responsabilidad de unos u otros (“E commo quier que fue”), aunque es de suponer que, si la responsabilidad hubiera sido de Florimont, no hubiera dejado de dejarlo claro. Añadase que el infeliz caballero de Guyenne tuvo la mala suerte de topar con personas poco dispuestas a tratarlo bien, por cuanto había participado a la batalla de Nájera bajo el mando del Príncipe Negro, es decir del lado del rey don Pedro. Se le ofrecía a Fernández de Velasco la posibilidad de vengarse del mal rato de 1367.

Si el de Lesparre salió del puerto de Burdeos zarpando para Inglaterra, el encuentro tuvo lugar no lejos de La Rochela, término previsto para el viaje de los castellanos. Esto no les impidió, muy al contrario, de acogerse a ese puerto, tanto más cuanto que no podían cargar con las dos naos de los vencidos además de las suyas. Allí la delegación castellana tardaría cierto tiempo, unas semanas por lo menos, a la espera de las órdenes del rey, antes de volver con su preso a Castilla.

En resumidas cuentas, la embajada no se llevó a cabo y la delegación castellana reanudó el viaje de vuelta en las mismas embarcaciones que la habían llevado hasta La Rochela, se supone que al puerto de partida, Bermeo, donde las naos estaban encaladas.

 

Función de Pedro López en la embajada

Las referencias geográficas proporcionadas por el relato de la crónica coinciden con las de los dos pasajes del capítulo 45 del tratado de cetrería. Teniendo en cuenta que no se puede negar que lo que adelanta Ayala es el testimonio auténtico de una experiencia vivida por él, queda por averiguar si existe algún argumento serio para descartar su presencia en la expedición de 1375.

Si participó en ella como diplomático, ¿por qué no lo mencionan los documentos? La explicación más evidente es porque Ayala no formaba parte aun del personal diplomático de primera fila del reino, entre los que se elegía a los jefes de embajadas. Su primera misión diplomática personal documentada es la del año 1378 y es de poca importancia, como conviene a un primerizo. Por lo tanto, si figura en la embajada de 1375, será a lo sumo como colaborador de Velasco y no había por qué citarlo nominalmente.

Otra posibilidad es que participara en el episodio con otro título que el de diplomático, el de capitán de tropa embarcada, como el que asumió en la campaña de 1359 contra Aragón. Hacia esa interpretación apunta la doble mención de la galea en la que anduvo en aquella ocasión, que introduce en la anécdota del tratado.

Otro dato que hay que tomar en cuenta son las posibilidades de que alguna otra embajada castellana a Francia, distinta de la del año 1375, eligiera la vía marítima en vida de Ayala. Tengo mis dudas al respecto. Lo uno porque el fracaso de la de 1375 demuestra que era aventurado surcar unos parajes en los que los malos encuentros, no solo de ingleses sino también de mercaderes del Báltico, obligaban a recurrir a una protección armada costosa. Lo otro porque, desde el momento en que se establece una paz duradera con Aragón, a partir de abril de aquel mismo año de 1375, lo más fácil es alcanzar Francia cruzando ese reino. Por fin, la elección de Pedro de Luna al papado en 1394 hizo de Aviñón una etapa casi obligada hacia París. Descarto, pues, que hubiera otra embajada que la de 1375 que fuera de Bermeo a La Rochela y menos en un viaje de ida y vuelta.

También conviene averiguar en qué medida la época del año en que se realizó esa embajada es compatible con las observaciones ornitológicas de Ayala.

La cronología de las conferencias de Brujas de 1375-1376 es confusa. Los primeros tratos se sitúan en marzo pero las discusiones fueron aplazadas al mes de septiembre. En la primera fecha, Velasco no estaba en condiciones de viajar porque estuvo en Almazán para la firma del tratado de paz con Aragón en abril de aquel año. Por otra parte, en los primeros momentos de la conferencia de Brujas, la delegación francesa estaba dirigida por el duque de Borgoña y no, como lo señala Ayala, por el de Anjou acompañado de su hermano Borgoña. El de Anjou se desplazó solo a principios de octubre para asumir el mando. Se supone que el capítulo de la Crónica se refiere a ese momento. Con las dilaciones habituales en esos casos, los embajadores de ambas partes se reunieron solo en la fiesta de Todos Santos.

Para volver a nuestros castellanos, firmada la paz con Aragón, hubo que armar las naos, por lo que se supone que no pudieron embarcar antes de muy entrado el verano. Y la vuelta, como ya he señalado antes, se llevaría a cabo ya en otoño. Me parece que esta cronología cuadra bastante bien con las observaciones ornitológicas de Ayala, lo que da aún más crédito a la hipótesis. De todos modos, un viaje marítimo de esa índole difícilmente podría darse fuera de la estación buena del año, dado el peligro de cruzar el golfo de Gascuña.

 

Conclusión

La carrera diplomática de Pero López de Ayala, iniciada tímidamente en 1378, se desarrollará bastante más tarde, con toda seguridad después de su cautiverio en Obidos (1388). No consta que, en ninguna de sus embajadas a la corte de Francia, hiciera el viaje por vía marítima, sino por vía terrestre cruzando el territorio de la corona de Aragón y haciendo etapa en la corte papal de Aviñón. En cambio, la travesía de Bermeo a La Rochela con vuelta a Bermeo, aludida en su tratado de cetrería coincide con la embajada fallida de 1375, en la que participó no tanto como diplomática sino como capitán de hombres de armas. Los que aduce en su tratado son hechos vividos por él unos diez años antes, lo cual no tiene nada sorprendente, teniendo en cuenta que algunos de los hechos que cita, como los que remiten a la corte de Pedro I, son muy anteriores. Por consiguiente, no es necesario imaginar que esos recuerdos fueran un añadido posterior, como lo sugiere la hipótesis de una revisión del texto del tratado, basada en algunas particularidades del código conservado en el Museo de la Caza de París.

 

Bibliografía somera

Ayala (Pero López de), Crónica de Enrique II, Año 10.

Ayala (Pero López de), Libro de la caza de las aves. Versión y prólogo de José Fradejas Lebrero y José Fradejas Rueda, Barcelona, Ed. Castalia, 2016 (Col. Odres Nuevos).

Fradejas Rueda (José Manuel), “La traviesa de la mar que se faze entre Vermeo y La Rochelle”.Un viaje de Ayala y su influencia en el Libro de la caza de las aves, en Antes se agotan la mano y la pluma que su historia. Homenajea Carlos Alvar, Fundación San Millán de la Cogolla, 2016, p. 631-642.

Perroy (Édouard), “Louis de Male et les négociations de paix franco-anglaise”. Revue belge de philologie et d’histoire, année 1949, vol 27, n° 1, pp. 138-150.

Rabanis (J.), Notice sur Florimont sire de Lesparre. Bordeaux: M. Faye, 1843.

Valdeón Baruque (Julio), Enrique II, Ediciones Trea, S. L., 1996.

La teatralidad en Celestina (Autónoma de Barcelona, 2005)

La teatralidad en Celestina

 

Apuntes de una ponencia dada en la Autónoma de Barcelona, el 17 de octubre del 2005, por invitación del Profesor Antoni Rossell

 

Conceptos aplicados a la literatura

– los que sirven para definir un género: lírico o épico aplicado a cierta poesía; novelesco o didáctico o sapiencial aplicado a cierta prosa.

– los que designan un atributo de cierta obra: narrativo para cierta clase de poesía; realista o ficcional aplicado a cierta prosa. Entran también en esta categoría los términos usados fuera de su campo habitual: v. gr. lírico o dramático para cierta clase de prosa.

La diferencia esencial entre esas dos categorías es que la primera, por su mero enunciado, genera ciertas características esenciales de la obra concernida, mientras que la segunda afecta ciertos rasgos de escritura a tal o cual obra.

Caracterizar de épica una obra poética tiene como consecuencia ofrecer de antemano un marco de contenido y formal de la misma: temática, prosodia, recursos expresivos (formulismo, paralelismos, etc.). El lector sabe de antemano a qué atenerse.

En cambio, la segunda clase anuncia que la obra presenta una peculiaridad fuera de norma. La indicación funciona como un toque de alerta hacia el lector. Éste sabe perfectamente en qué consiste la categoría lírica pero no está en condiciones de imaginar qué efecto puede producir en una obra en prosa, como la que se dispone a leer.

Quede bien claro que, para mí, ambas formas de categorizar son legítimas; pero también que no pueden confundirse ni usarse una por otra, en la medida en que suponen un acercamiento fundamentalmente distinto a la obra.

– En el primer caso, se parte de un conocimiento intrínseco, es decir que se aprecia la obra según criterios que se inspiran en un canon establecido, basado en una experiencia indiscutible de la forma estudiada.

– En el otro, se trata de una hipótesis, que puede resultar fecunda, pero que supone una aproximación extrínseca a la obra, es decir la aplicación a la misma de unos criterios que son ajenos, en principio, al género al que pertenece.

 

Concepto de teatralidad aplicado a Celestina

¿A cuál de esas dos clases corresponde el concepto de teatralidad aplicado a Celestina?

* Características teatrales que se suelen reconocer en esa obra

– forma dialogada;

– uso del monólogo en momentos particulares;

– “juegos de escena”: apartes, referencias implícitas a la actuación de ciertos personajes por otros (acotaciones), etc.;

– división de la acción siguiendo de cerca una cronología temporal;

– cierto tratamiento del espacio.

Todas esas manifestaciones coinciden efectivamente con lo que hoy día entendemos por teatralidad: remiten a una forma de literatura, la teatral, que nos es familiar. Los efectos que producen son similares a los que experimentamos ante una representación; más aún, son manifestaciones que echaríamos de menos si la obra de teatro que viéramos no las ofreciera.

Pero, ¿en qué medida la presencia de esos rasgos sirve para caracterizar Celestina como obra teatral?

a) Cada uno de esos rasgos no se basta por sí mismo: el género se define gracias a la suma de todos sus componentes formales. La enumeración que antecede ¿puede considerarse, si no como exhaustiva, por lo menos como suficiente?

b) Cada rasgo admite modalidades diferentes, que no responden todas a la definición que exige el género. V. gr. el diálogo: ¿hasta qué punto el diálogo usado en la obra es el teatral y no una modalidad distinta, como la que se practica en cierta forma de tratado humanístico? Sabemos, por haberlo experimentado como espectador, lo que cuesta a un dramaturgo adaptar al escenario como diálogo los numerosos y larguísimos ‘parlamentos’ celestinescos. Lo mismo se podría decir de los otros aspectos enumerados (trataremos aparte el concepto de espacio).

 

Concluyendo

Cuando se señala la teatralidad de Celestina, se dice:

-o que es una obra que pertenece al género teatro, y, dados los pocos antecedentes en la época en que se compuso que, de algún modo, inicia una nueva vida de ese género en la literatura castellana;

-o bien que su autor ha aprovechado los recursos propios del género teatro para enriquecer una escritura que, en principio, no se prestaba a ello.

 

Celestina como obra teatral

[Tengo plena conciencia de andar en terreno peligroso, ya que, que yo sepa, la crítica no ha puesto verdaderamente nunca en tela de juicio la pertenencia de Celestina al género teatral. Yo mismo, en cierta circunstancia, no me atreví a decir todo lo que opinaba al respecto, por no pasar por un iconoclasta o, peor aún, por un ignorante que busca a valerse adelantando tesis indefendibles. Éste no es el único caso en que he observado que se dan algunas verdades por tan evidentes y tan sabidas que someterlas a crítica resulta un acto sacrílego, más aún cuando la crítica emana de un especialista de fuera, por mucho que lleve un apellido archicastellano.

De verdad, uno no se siente muy tranquilo al cuestionar por iniciativa propia un capítulo tan sobresaliente de la literatura castellana. Si lo hace, es con la secreta esperanza de que le demostrarán que se equivoca y que tiene que revisar sus juicios y conocimientos. Ojalá esto se me ocurra hoy, y pueda volver a la grey para tranquilidad de mi ánimo].

Cualquiera que sea la hipótesis adoptada en este caso, parece difícil, por no decir imposible, no suponer la existencia anterior o, por lo menos, concomitante con la obra Celestina, de un género teatral en Castilla. Si no fuera así, las hipótesis dejarían de ser pertinentes, ya que las dos suponen dicha existencia, aunque sólo sea (en el caso de la primera) en una forma elemental.

Estas observaciones parecerán impertinentes a los que opinen que el género teatro ha existido, bajo distintas formas, desde la Antigüedad, y que, con esa permanencia, se mantuvo vigente a lo largo de los siglos, un mismo concepto de la teatralidad. Pero, por otra parte, sabemos que las artes no siempre forman un continuum, que algunas pueden desaparecer para reaparecer más adelante, sobre una base muy distinta a la de sus primitivas manifestaciones (pintura, escultura, música, etc.).

 

¿Un teatro medieval castellano?

La existencia o no de un teatro a lo largo de la Edad Media es tema muy debatido. Se suele considerar que, en el este de la Península, como en Francia y otros países de Occidente más septentrionales, la religiosidad ha mantenido una forma de representación que se mantuvo fiel a las normas elementales de lo teatral, tal como lo dejó la antigua Roma. También se suele admitir que dicho fenómeno no se dio en el oeste de la Península, Castilla incluida, y que esas zonas desconocieron todo tipo de espectáculo teatral.

 

Yo me atengo a algunos testimonios muy convincentes de la ignorancia en que estaban los castellanos del siglo XV de lo que era teatro. He aquí el más elocuente, con fecha 1457.

no es ygual la sumptuosidad del patrón de la galera y del que exhibía los juegos de los theatros… era en los tiempos antiguos vnas tales salas como la vuestra en las quales se fazían señalados juegos y fiestas (p. 150).”

así como aquellos que la scena recitan… ante los romanos era el juego de farças que agora fazemos después de scena, y por ende le dieron los antiguos este nombre (p. 193).”

[Glosas a las Eticas del Aristotel del príncipe de Viana (1457) in “La Morale du Prince Charles de Viana”, ed. C. Heusch. Atalaya, 4 (1993), p. 93-226.]

La glosa dize a las claras que Carlos de Viana no sospechaba lo que era una representación de teatro: en la primera cita, explicita theatro valiéndose de la palabra juegos que la precede; en la segunda, recurre a una etimología fantasiosa, que no es más que una escapatoria.

 

[Otro ejemplo. Santillana, en el Prohemio-carta, hablando de su abuelo Pero González de Mendoza: “Usó una manera de decir cantares así como çénicos plautinos y terençianos, tan bien en estrinbotes como en serranas”]

 

El y sus contemporáneos no desconocían la literatura teatral latina: algunas obras de Plauto y Terencio, así como varias tragedias de Séneca. Pero ignoraban las condiciones de representación de esas obras. Las leían como una forma de literatura sin saber a qué clase de performance estaban sometidas.

De ahí una paradoja:

-por una parte, no pudieron dejar de captar algunos rasgos de escritura típicos de la teatralidad y ceder a latentación de imitarlos;

-por otra, es muy dudoso que imaginaran en qué consistía su función en la realidad.

Por lo tanto, -ésa es mi tesis principal-, creo que debemos admitir la doble posibilidad de que percibían ciertas modalidades no exclusivamente “literarias” de la escritura y que las imitaron; pero que las dotaron dentro de su propia creación de aspectos que no tuvieran realmente que ver con una representación. Quiero ilustrar este hecho con la forma de utilizar el espacio.

 

El espacio en Celestina

Espacio y tiempo son objeto de un tratamiento particular, como se ha demostrado, desde el primer Auto, si bien se observan algunas diferencias en la continuación de Rojas. No es necesario retomer lo que se ha escrito muy bien al respecto. Lo que me interesa es la naturaleza exacta de ese tratamiento, que se manifiesta bajo dos aspectos:

– la elección de los lugares y su permanencia a lo largo de la obra (sobre todo Rojas);

– la toma en cuenta de esos espacios en el mismo desarrollo de la acción.

En los dos casos, la presencia del espacio aporta cierto valors significativo: enmarca y acompaña la acción y los intercambios verbales; facilita la identificación de los personajes; etc. Todo ello en pro de la verosimilitud, es decir de la creación ficticia de una realidad admisible dentro del contexto social y cultural compartido por los lectores u oyentes. Dicho de otro modo, el objetivo principal asignado al espacio consiste en servir de referencia posible; para ello, tiene que quedar reconocible, identificable. Cuando un personaje evoluciona dentro de tal o cual espacio, lo hará en función de la realidad del mismo, si quiere el autor mantener esa ficción de verosimilitud. Para ilustrar ese hecho, se podrían multiplicar los ejemplos: el papel no sólo anecdótico que desempeña la disposición de la casa de Calixto en el primer intercambio com Parmeno, o con ocasión de la primera visita de Celestina; el ritmo entrecortado del parlamento de Celestina subiendo a la cámara de Areúsa; o la necesaria conciencia de que Pármeno oye todo lo que dicen las mujeres desde su escondite; el jardín de Melibea, su proximidad con la calle y la pared que lo separa de ella; etc.

El autor utiliza el espacio como un elemento eficaz de su escritura. Pero ese espacio no cambia de naturaleza, sigue siendo lo que era y lo que seguiría siendo, aún si no se aprovechara.

 

El espacio teatral

¿Es eso un espacio teatral?

En la misma época en que Rojas concluye la Comedia, Juan del Encina compone sus Églogas. En ellas hace un uso muy peculiar del espacio. Este es doble:

a) el espacio de la representación (la sala de los duques de Alba et al.);

b) dentro de ese espacio, el espacio de lo representado, llamémosla ‘escenario’.

a) El primer espacio crea unas condiciones inéditas dentro de la literatura (no sólo castellana): la de poner en contacto, físicamente, a las personas presentes con un acto artístico-verbal, creando así un lugar de nuevo cuño, que pone entre paréntesis cualquier otro lugar concreto (incluido el que comparten) fuera de aquellos que pudieran ser evocados verbalmente dentro de la representación.

b) El segundo se concretiza en un vacío momentáneo que, al quedar ocupado por los actores, y gracias a lo que pronuncien éstos, tomará una realidad particular. Lo teatral, en ese caso, reside en la transformación de un hueco dentro de la sala de los duques en un espacio dotado por convención de todas las potencialidades representativas.

La mejor ilustración de este estado de cosas reside en el prólogo de la égloga 8. A lo largo de esos 200 versos, el rústico Mingo duda si pasará o no a la sala como le invita a hacerlo su amigo y escudero Gil. Durante ese lapso de tiempo, Encina mantiene la ficción paradógica de una obra en vilo. Mientras el campesino Mingo, hechura y sustituto del autor, no se atreve a presentarse ante sus señores los duques, nos las habemos con un episodio de la vida cotidiana de la residencia ducal de Alba de Tormes. Cuando salta el paso y entra en escena, al mismo tiempo que deja de representar a Encina, se transforma en un personaje de la égloga, interlocutor del escudero, su amigo.

La conciencia que tiene Encina de un espacio de tipo especial propio de la creación de una ficción se expresa en fórmulas geniales tales como la que pone en boca de Gil, que no acaba de reanudar con su personaje : “estoy ageno de mi” (v. 20).

La ficción teatral, – la teatralidad? –, pasa por la transformación del espacio real: se apoya en él para modificar radicalmente su realidad a través de la función que se le asigna. No lo explota, como lo hace Rojas, sino que lo transmuta.

 

Conclusión

Eso ¿significa que no existe espacio teatral en Celestina? Puede que sí: el de la primera escena, que tanto ha suscitado perplejidad en los lectores y críticos. El primer autor no proporciona ninguna indicación sobre el lugar de encuentro entre Calixto y Melibea. De hecho, sería un perfecto espacio de teatralidad, si el primer autor, en caso de que fuera él, no hubiera añadido esa frasecilla aparentemente inocua al final del argumento de la obra: “Para comienço de lo qual dispuso el adversa Fortuna lugar oportuno donde a la presencia de Calisto se presentó la deseada Melibea.” Esa frase responde a un deseo de verosimilitud y abre la vía a las preocupaciones en ese sentido del autor del argumento del primer auto. Cabe la duda si esa frase no fue añadida por Rojas inspirándose en las palabras de Calixto: “por este lugar alcançar…” Con todo, aún en este caso, demuestra a continuación el primer autor compartir una visión “realista” del espacio, y no teatral.

 

Lo que se dice aquí del espacio podría decirse también de otros aspectos definitorios de la teatralidad, como son los personajes, la acción y los diálogos. Pero, en estos dos casos, el análisis nos llevaría por derroteros muy distintos y, a veces paradójicos.

Tomemos el ejemplo de los diálogos. Los de Celestina se acercan a la idea que nos hacemos hoy mismo del diálogo teatral, así como de otra de las manifestaciones habituales del verbum teatralum, a saber el monólogo, infinitamente más que los de la Églogas de Encina. Éstas no hacen más que seguir el patrón de la copla narrativa habitual en la poesía cancioneril. Sin embargo, la técnica usada en Celestina no cuajará en el teatro moderno, con la excepción de su propia descendencia (por mucho que se la pueda clasificar de ‘teatral’), mientras que la de Encina conlleva las formas que explotarán a lo largo de varios siglos sus émulos castellanos: cuarteta, quintilla, etc. La herencia se manifestará hasta en el modo de recortar, dentro del molde de la estrofa base, los intercambios verbales entre personajes.

La paradoja está en que la herencia del teatro latino, que constituye una norma para nuestros tiempos, en Celestina no es más que una supervivencia y está condenada a caducar y a desaparecer de la producción hasta una fecha reciente; mientras que una forma adaptada de otro campo de la literatura (la poesía cancioneril o hímnica), totalmente ajeno al género teatral, servirá de base formal, para una enorme y larga producción venidera.

Este hecho me parece encerrar la clave del contrasentido que se comete al calificar la obra acabada por Rojas de teatral, sin tener en cuenta datos tan fundamentales como el contexto de su época y las leyes de transmisión de los criterios estéticos en el campo de la literatura (como en otros).

Los poemas gallegos en las colecciones poéticas españolas de París (1991)

Como preliminar al proyecto Xacobeo 93, concebido para reactualizar el Camino de Santiago, principalmente fuera de España, la Xunta de Galicia me encargó organizar un coloquio internacional en la Sorbonne. Las sesiones tuvieron lugar en la salle Louis Liard, del 19 al 22 de noviembre de 1991. Allí hablaron eminentes especialistas : Giuseppe Tavani, Alison Stones, José Da Silva, Léon Pressouyre, Serafín Moralejo, Carlos Alvar, John Williams, Lucia Gai, Vicente Beltrán, Marie-Madeleine Gauthier, Manuel Díaz y Díaz, Anders Arfwedson. No se publicaron Actas. Aquí transcibo el texto de mi propia conferencia.

 

Los poemas gallegos en las colecciones poéticas españolas de París.

Michel GARCIA

Universidad de la Nueva Sorbonne

 

Cuando, accediendo a la amistosa insistencia de los organizadores, acepté elaborar una comunicación con ocasión de estas jornadas sobre el Camino de Santiago, me encontré ante una labor bastante difícil. Precisaba tener en cuenta, en efecto, además de mi relativa incompetencia sobre el asunto tratado, la necesidad de asociar París a este homenaje a Galicia y a su peregrinación, a imitación de lo que tan bien han sabido hacer nuestros colegas historiadores del arte, bajo la sabia dirección de Léon Pressouyre. Dirigí, pues, mis pasos hacia este Cluny bibliográfico que es, para un hispanista medievalista, la Biblioteca Nacional y, concretamente, al fondo de manuscritos, que guarda inestimables tesoros literarios españoles. Allí encontré a dos viejos compañeros, estos "cancioneros" o  colecciones poéticas que, aunque tardíos -ya que datan del siglo XV- y en su mayor parte de origen castellano, contienen más de una composición en gallego.

Esta referencia me pareció, pues, excelente ocasión de insistir, después de otras críticas, sobre la importancia y la naturaleza de esta contribución gallega a la literatura castellana de finales de la Edad Media, en la medida en que puede ser valorada a partir de los manuscritos conservados en nuestra BN. El tema no es nuevo. Todos aquellos que se han interesado más o menos por la poesía castellana de finales del siglo XIV y principios del XV dieron cuenta de esta producción en lengua gallega. No pretendo aquí renovar la interpretación que los lingüistas y los historiadores de la literatura nos han dejado de tales obras[1]. Deseo al menos realizar, a partir de una lectura atenta de estos cancioneros en la que uniré observaciones sociológicas y análisis formal, una tentativa de valoración de esta producción en el contexto de la época. Como se tendrá ocasión de ver, la elección del material no resulta tan arbitraria ya que ofrece, a fin de cuentas, una información apreciable sobre la dimensión de la aportación gallega en la nueva escuela trovadoresca castellana y sobre las razones tanto de su permanencia como de su futura desaparición.

Empecemos pues, si les parece bien, con una evaluación cuantitativa de esta contribución. De las doce colecciones conservadas, únicamente dos nos interesan aquí, ya que las otras no contienen obras en gallego, a no ser como citas de poemas en esta lengua. Se trata del Ms 37 del fondo español o Cancionero de Baena[2], y del Ms 216, colección de texto en que domina la prosa que denominaremos aquí, para mayor comodidad, el pequeño cancionero[3]. Este último no contiene más que un poema en gallego, debido a Ruy Gonçález de Clavijo, pero su originalidad es tal que merece nos detengamos en él. Lo vamos a hacer al final de esta exposición. Por ahora, dirigimos nuestra atención al Cancionero de Baena.

Juan Alfonso se Baena, funcionario encargado de las escrituras de la Corte del rey Juan II, acabó de reunir esta colección, que dedica al soberano, entorno a 1430. Reúne las obras de catorce poetas que  "habían florecido" entre 1370 y 1430. El mismo figura en el índice. El manuscrito que se conserva en la BN es una copia del original, y presenta, en relación a éste último, algunas lagunas compensadas por el añadido de algunas poesías. La composición del conjunto fue sensiblemente modificada, en un momento que ignoramos, por la inversión de cuadernos, lo que torna complejo un estudio del índice, al no existir la seguridad de que el contexto de un poema sea efectivamente aquel que el compilador había ideado inicialmente.[4]

Este cancionero aporta una información esencial sobre una producción de la cual, sin su testimonio, se ignoraría prácticamente todo. El compilador asigna a su trabajo un objetivo ambicioso, el de reunir toda la producción poética escrita en arte de la poesía y del gai saber, -según la terminología tomada de los miembros del Consistorio de Toulouse (1323)-, hasta el momento en que él decide recogerla.[5] La información es importante, pues nos invita a leer el Cancionero de Baena no como una antología de obras efectuada por un amateur, según sus gustos e intereses, sino como una verdadera enciclopedia de la poesía de la época anterior a Juan II de Castilla (1406-1454) o contemporánea de los primeros años de su reinado.[6]

El cancionero evidencia el nacimiento de una "escuela poética" castellana, que dará frutos abundantes y de calidad a lo largo del siglo XV. Hasta este momento, el castellano se había mostrado de forma muy discreta en la poesía. Prácticamente no se había manifestado más que en algunos géneros precisos, por razones sin duda diversas que sería muy largo analizar aquí.  Si no tiene más que una tímida aparición en el género épico -aunque dando lugar a una perfecta obra maestra, el Mío Cid,- inviste, en cambio, desde el siglo XIII, el género erudito del mester de clerecía. Ahora bien es en el momento en que esta inspiración y esta técnica clerical caen en desuso, a finales del siglo XIV, cuando aparecen poetas, en cantidad consiguiente, listos para ocupar otros territorios: el dicho narrativo, la canción, el debate.

Nos está permitido pues, hablar de una nueva escuela ya que los poetas castellanos amplían su campo de inspiración y técnicas. Seria, sin embargo, falso pensar que los hombres del rey de Castilla no habían cultivado jamás el jardín de la poesía lírica. Simplemente, hasta ese momento, lo habían hecho en gallego. En efecto, uno de los aspectos más originales de la poesía gallego-portuguesa es el de haber constituido, desde el siglo XIII, un lugar de encuentro para creadores de diverso origen geográfico. Las razones históricas susceptibles de explicar este fenómeno son múltiples: no tenemos tiempo para exponerlas en esta ocasión. Recordemos simplemente que la constitución de un Estado unitario castellano-leonés no se hizo por la absorción pura y simple del reino de León por el de Castilla, sino que el primero conservó durante un largo período de tiempo una especificidad cultural de la cual la poesía es testimonio bien patente. El uso del gallego constituye pues una obligación para todo poeta castellano que practique el género lírico, hasta fecha tardía.[7] El análisis del sumario del Cancionero de Baena nos ofrece valiosas indicaciones al respecto.

 

Espero me perdonen por aportar cifras, pero son muy significativas para que se pueda prescindir de su cita. Disponemos hoy, gracias a los trabajos del Profesor Brian Dutton, de un herramienta que nos permite aprehender con la mayor seguridad la enorme producción cancioneril del siglo XV.[8] Ahora bien, ¿qué podemos observar?  De los 6000 poemas inventariados por él, -si queremos excluir las 1000 composiciones portuguesas del cancionero de García de Resende conservado, por otro lado, en una edición de 1516-, la inmensa mayoría están compuestos en castellano. Entre las otras lenguas utilizadas, francés, catalán, italiano y latín lo son en proporciones infinitesimales y alternan a menudo con el castellano en el poema. El gallego, por su parte, dispone de un status particular: es el de mayor presencia y alterna raramente con el castellano.[9]

 

Esta presencia continúa siendo modesta, pues no se cuentan más de 66 poemas en gallego en toda la producción recogida por los cancioneros castellanos. Pero 49 de ellos figuran en las dos colecciones de París que nos interesan, esto es, cerca del 75 %. Si añadimos que, de los 49 poemas, 36 fueron conservados únicamente en la versión parisina, podremos determinar el interés de nuestros cancioneros como medio de evaluar la importancia del gallego en la poesía castellana de finales de la Edad Media.

 

Pero ¿quienes fueron esos poetas que continuaron componiendo en gallego? En el Cancionero de Baena, son seis: Alfonso Alvarez de Villasandino, el más prolífico de ellos (22 poemas): Macías (5 poemas); Gonzalo Rodríguez, Arcediano de Toro (5 poemas); Pero González de Mendoza (2 poemas); Pero Vélez de Guevara (1 poema); Garci Fernández de Gerena (7 poemas).

Alfonso Alvarez de Villasandino es el gran hombre del cancionero, dejando a parte al compilador, como se puede comprender. Tiene el honor de abrir el catálogo y 96 de sus poesías aparecen reproducidas en él.

Es lícito afirmar que la colección se hizo a partir de lo que podemos considerar un cancionero particular de este poeta, que Baena debía considerar como un precursor pero también como un talento particularmente representativo de la producción poética de su tiempo. Y además está igualmente fuera de duda que el compilador organiza la producción poética de cada trovador según un orden inmutable, que se inspira en los géneros practicados por Villasandino: en primer lugar las cantigas (canciones), después las preguntas y respuestas, y finalmente los dezires.[10]

La distinción entre estas diversas formas poéticas se apoya tanto en la temática y la tonalidad como en las estructuras formales.

– Los decires son de naturaleza narrativa, sea haciendo el elogio de un rey o de un amigo querido o refiriéndose a aspectos de la vida cotidiana del poeta, siempre como es habitual, mal de dinero. Utilizan tanto el verso de arte mayor, con dos hemistíquios, como el octosílabo.

-El juego de preguntas y respuestas toma mucho del espíritu y la forma de los dichos. Por otro lado, a menudo estas composiciones son designadas como tales en las rúbricas que las preceden. Demuestran la existencia de una comunidad de poetas, incluso si varios intercambios testimonian conflictos entre algunos de ellos. Confiriendo, si todavía fuese necesario, a esta poesía una evidente dimensión social y son las únicas que rompen a veces los tópicos de forma y pensamiento que modelan generalmente la inspiración de los poetas.

– Las cantigas son de dos maneras: la cantiga de meestria, estructura abierta de dos a seis coplas sin refrán ni repetición; la cantiga de refrán, generalmente más breve, reproduce al final de cada copla algunos elementos del refrán inicial. Provienen ambas del género lírico.

Fue la forma de la cantiga la preferida por Villasandino para componer en gallego. El Cancionero de Baena ha conservado 20, cantidad considerable, si tenemos en cuenta que sólo retiene 26 en castellano, del mismo autor. Se trata, en la mayor parte de los casos, de canciones encomiásticas dirigidas a las damas, ya sea por iniciativa del poeta, sea respondiendo al deseo de algunos de sus amigos. En el primer caso, los destinatarios son Juana de Sousa "mançeba del rrey don Enrrique" (9 cantigas), la reina de Navarra, hermana del rey Juan I (4 cantigas), María Cárcamo, otra "mançeba del rrey don Enrrique" (1 cantiga); en el segundo caso, doña Beatriz, esposa del conde don Pero Niño (2 cantigas).

 ¿Existen indicios que permitan precisar las razones del uso de una lengua u otra? La disposición de las poesías puede ofrecernos algunos. Se observan, en efecto, tres concentraciones de cantigas en gallego.

-a) De 10 a 19. La serie empieza con una cantiga dedicada a doña Beatriz y es seguida por 10 cantigas dedicadas a Juana de Sosa, de las cuales solamente 3 usan el castellano (12, 16 y 18).

-b) De 22 a 27. Sigue una serie de 6 cantigas en gallego dedicadas respectivamente al rey don Juan (22), a doña Juana de Sossa o ala reina de Navarra -el compilador duda- (23), a María Cárcamo (24), y finalmente, a la reina de Navarra (25 a 27).

-c) De 43 a 47. 4 cantigas dedicadas a doña Juana de Sosa (43 y 45) y a la reina de Navarra (46 y 47), entre las cuales se intercala una cantiga en castellano dedicada a una dama anónima.

Este cuadro sobre la situación de las cantigas en gallego, dentro del corpus de obras de Villasandino, requiere algunas aclaraciones. Sabemos, por los trabajos de Barclay Tittmann y Alberto Blecua, que el contenido del Cancionero de Baena sufrió algunas modificaciones. Es muy posible, por ejemplo, que la serie c) haya sido desplazada de su posición original. Encontramos allí, en efecto, la única mención de la cualidad de Juana de Sossa "mançeba del rrey don Enrrique" (43), mientras que las rúbricas de las otras cantigas dedicadas a esta dama, incluso cuando figuran antes de ésta en el Cancionero, ya la dan por conocida ("la dicha doña Juana de Sossa" o "la dicha doña Juana"). En buena lógica, la composición 43 debería pues encontrarse antes del poema 11. Lo que nos podría llevar a situar la serie c) exactamente antes de la serie a). Las consecuencias de tal transposición, sin ser improductivas, son poco importantes para el análisis que efectuamos aquí. Como mucho, esto tendría como efecto reducir las series a dos y aumentar sensiblemente la primera.

La segunda precisión que es necesario hacer se refiere a los motivos de este acomodo ¿A que normas responde? La identidad del destinatario  es un criterio visible en la constitución de las series: serie de cantigas de elogio a la ciudad de Sevilla (28 a 31 bis), a la Virgen (1 y 2) e a doña Mayor, segunda esposa del poeta (5 y 2 -y tal vez más, teniendo en cuenta que el manuscrito presenta en ese lugar una laguna). Este criterio actúa también en las series de mayoría gallega en favor de doña Juana de Sossa (11 a 19, a excepción de la 12) y, en menor grado, en favor de doña Beatriz y de la reina de Navarra.

Otro criterio contemplado en alguna ocasión sería de carácter temático y formal. La muestra más clara viene constituida por las cantigas 40 a 42, cuyos primeros versos presentan una analogía verbal evidente:

  40: "Por vna floresta estraña / yendo triste muy pensoso"

  41: "Por vna floresta escura / muy açerca de vna presa"

  42: "En muy esquiuas montañas / apres vna alta floresta".

Se podría decir lo mismo para las dos composiciones que siguen:

  43: "Amorosso rryso angelical"

  44: "Vysso amoroso / duelete de my".

Se ha visto también en esta acomodación, y gracias a la lectura de las rúbricas de los poemas, una clasificación cronológica de las obras de Villasandino.[11] No se puede desdeñar la hipótesis en relación a las cantigas, pues el pequeño número de damas aludidas resulta compatible con un período de escasa producción. Sin embargo, el argumento no vale una vez que situamos a las damas en el tiempo. Doña Juana de Sossa, si acreditamos en Azáceta, fue una amante del rey Enrique II y se habría retirado de la vida cortesana a la muerte de éste último. Los poemas que se le dedican serían pues anteriores a 1379. La infante Leonor, hija de este rey, pasó a ser reina de Navarra en 1387, cuando su marido, Carlos III, accedió al trono. La cantiga 26 es probablemente de 1375, fecha de su boda con el príncipe navarro. Sin embargo es delicado dar una fecha para las otras, incluso si la mención "reina de Navarra" que presentan las rúbricas nos conduce a situarlas después de 1387: puede tratarse, efectivamente, de una expresión fácil del compilador, que trabaja en una época en que la turbulenta Leonor es conocida como "la reina de Navarra".[12] Nadie duda que en esta época su posición le hubiese permitido mantener a su lado numerosos pretendientes de buena familia capaces de inspirar versos elogiosos a Villasandino (41). El autor de la Crónica de don Pero Niño[13] afirma que ella todavía participa  en los divertimientos públicos en la época de la regencia de su sobrino, Fernando de Antequera, entre 1406 y 1412. Otra dama celebrada por Villasandino, Beatriz, aparece en la misma crónica, cuyo héroe será su marido, alrededor de 1409. Finalmente, juzgando por el tono desengañado de la cantiga 6, nuestro poeta ya pasó la edad de los entusiasmos amorosos cuando dedica este poema a su "última" mujer.

Todo nos lleva a pensar, en consecuencia,  que Villasandino utiliza el género de la cantiga durante la mayor parte de su vida como poeta. Ahora bien, en las series descritas anteriormente, el gallego coexiste con el castellano. Es, pues, necesario buscar otro motivo diferente a la cronología de la escritura para explicar la razón de ser de esta lengua dentro de su producción.

 

La presencia simultánea de composiciones del mismo tipo, dedicadas a las mismas personas, puede darnos alguna luz al respecto ¿Qué distingue, por ejemplo, la cantiga 12, escrita en castellano, de las cantigas escritas en gallego que la rodean? ¿Qué pudo llevar al poeta a alejar cuidadosamente cualquier galleguismo de expresión? Nada en el tema, ni en el tono; tal vez simplemente un deseo de respetar la verosimilitud, ya que la escena se suponía acontecer "cerca del Guadalquivir". Es este mismo deseo de verosimilitud lo que parece presidir la elección del castellano para los poemas dedicados a la ciudad de Sevilla (28-3 bis). De la misma manera, para las composiciones 5 a 9, se podría descubrir el

conocimiento del origen familiar de los destinatarios: tanto Juana de Sossa como Beatriz pertenecen a familias venidas de Portugal. Pero ¿cómo explicar entonces que el poeta dedique numerosas cantigas en gallego a la reina de Navarra, y que utilice esta lengua para dirigir una recuesta al rey don Juan de Castilla? Que este último desposase en segundas nupcias a una princesa portuguesa no constituye una explicación suficiente, estaremos de acuerdo: que se sepa, el poeta nunca hizo uso del navarro a propósito de la reina Leonor.

Hay que rendirse ante la evidencia, Villasandino manifiesta, el lo referente al género cantiga una cierta predilección por el gallego. Esta predilección se manifiesta igualmente en el plano formal por una mayor diversidad de formas métricas en las composiciones compuestas en esta lengua que en aquellas compuestas en castellano. Debemos ser prudentes, pues el corpus no es demasiado amplio para autorizarnos conclusiones indiscutibles, pero se percibe una tendencia neta, por parte del poeta, a reservar el gallego para las innovaciones métricas, que son a veces de una considerable complejidad.[14]

 

¿Se pueden aplicar estas consideraciones a los decires narrativos? He aquí un inventario descriptivo (Utilizo la numeración de conjunto de las composiciones de Villasandino).

 

21. Amigo señor franqueza desdeña: bollicios nin guerra por sen enlocados. 3×8, 3. Arte mayor.

Respuesta a una pregunta, también en gallego de "un bachiller en artes de Salamanca".

 

22. Pues de cada dia nascen: deitadores. 5×9,5. (octos + 1 tetra).

Dezir a manera de pregunta e rrecuesta contra los trobadores.

 

23. Garcia amigo ninguno te espante: ganaste vileza en canbio astroso. 4×8…arte mayor.

Dezir contra Garcia Fernández de Gerena quando se torno moro.

 

24. Andando cuydando en meu ben cuyde: de meu gran cuydado porque me lexasse. 1×8.

Copla (de arte mayor) de consonantes doblados "por escura"

 

25. Conselladme ora amigo: como me mandays que syga. 8,4 octos

Dezir fecho por arte de macho e fenbra.

 

26. Amor poys que vos vejo os boos fugyr: porque me fazedes morrer nin penar. 4,8×4

Dezir contra el amor (responde al anterior, en castellano, "loando al amor")

 

27. A quen ajuda o rey ensalçado: fugir mays vn mago cuytado. 4×8

Autoría dudosa. A don Gutierre de Toledo quando fue electo de Toledo (?)

 

La poesía 21 es una respuesta. Concluye en un largo intercambio entre un bachiller en artes y nuestro poeta (B84-95). Este intercambio se hace en castellano a excepción de la última pregunta del bachiller que está compuesta en gallego, lo que provoca, naturalmente, una respuesta en la misma lengua. La misma tonalidad, a la vez erudita y polémica se continua con la 22, una recuesta contra los rimadores de todo género, encuentra un ataque contra los malos poetas y, al mismo tiempo, una defensa e ilustración del oficio y del talento del autor.

El decir contra García Fernández de Gerena, aunque se corresponde a la misma vena burlesca y polémica, ofrece, debido a su tema, una posible justificación en la elección del gallego. Utilizar la lengua donde reposa el Apóstol Matamoros no es algo fortuito cuando lo que se pretende es denunciar una apostasía en beneficio del Islam.

El "decir contra el amor" (25) no puede ser separado del anterior, dedicado, a hacer elogio del dios. La relación entre estos dos poemas es tanto más evidente cuanto que los dos presentan analogías formales: la misma estrofa; la misma disposición de rima; y finalmente, la rima a (ar), constante a lo largo de todo el primero, la reencontramos en la clausura del segundo. Sin embargo, solamente el segundo está compuesto en gallego ¿Debemos interpretar este hecho como una manifestación de la propensión del poeta a recurrir al gallego cada vez que hace uso de la invectiva?[15]

Las composiciones 24 y 25 tienen en común el hecho de ser puros ejercicios de virtuosismo. La primera, que se basa en la figura etimológica a partir de la raíz cuydar, se inscribe en la doble tradición del trobar clus admirado por los trovadores, y también a los grandes retóricos. Para la segunda, el juego consiste en asociar a la rima dos palabras idénticas con tal que una acabe en -o y la otra en -a, de donde las palabras de la rúbrica que habla "de arte de macho y hembra".

El número demasiado pequeño de poemas afectados, la variedad de temas así como la diversidad de las circunstancias de escritura no permiten, a partir de la elección lingüística de composición, sacar conclusiones más seguras que lo que nos permite el análisis de las cantigas. No podemos dejar de mostrar la relativa originalidad de una composición dada en relación con el contexto: así el poema 24, que se inscribe en una serie de cuatro poemas considerados enigmáticos por el compilador, de los cuales tres están escritos en castellano. Sin embargo, podemos descubrir dos motivaciones principales en el poeta, cuando decide expresarse en gallego: ya sea por una actitud polémica, sea por un deseo de virtuosismo. Esto nos lleva, como era destacado anteriormente, a dos grandes corrientes de la poesía provenzal francesa: la corriente satírica representada por el sirventés y la corriente de escritura hermética que tantas veces tentó a los poetas eruditos. ¿Nos causaría admiración que a finales del siglo XIV y principios del XV, un imitador castellano prefiera a veces usar la lengua gallega para retomar esas prácticas y ese espíritu poético? Ciertamente no, si considerásemos que la producción en esta lengua sirvió, en la Península, de receptáculo y aposento para la poesía de los trovadores.

Pero igualmente significativo de la especificidad del gallego, como lengua poética, para Villasandino, es el inventario de géneros y temas en que esta lengua no aparece. Destacaría dos casos particularmente "elocuentes". El primero concierne a la poesía "política", esto es la que hace un elogio de un protector, rey, príncipe, grande del reino a quien se pueden dirigir los elogios fúnebres y epitafios poéticos de ilustres desaparecidos. Esta vena poética, lenta en su manifestación durante los reinados de los tres primeros Trastámaras, adquiere proporciones más considerables, -por causa de la necesidad-, al final de la vida de Villasandino. Pero la inspiración que da lugar al mayor número de obras en que el gallego está ausente, es aquella que induce al poeta a solicitar la ayuda de estos protectores. Esta literatura literalmente "alimenticia" está exclusivamente en castellano.

 

A pesar de lo limitado del corpus, como fue señalado, vemos, pues, dibujarse ciertas tendencias en el uso que Villasandino hace del gallego. La ausencia de inspiración trivial tiende a conferir a esta lengua el status de lengua noble, "poética". Su dominio predilecto es la alabanza del amor y de la mujer amada. Pero también asume una parte de la herencia de la poesía de los trovadores, que se utilizó en la península desde el siglo XII, lo que le permite introducirse en el dominio de la sátira, sin llegar al de la picardía, el erotismo o la escatología. Finalmente digamos que aparentemente tampoco manifiesta demasiada predilección por los poemas largos, como si temiese agotar en breve la capacidad de recepción de los oyentes. Lengua de la tradición que había dejado de ser familiar, interpreta el papel de esas viejas primas a las cuales se continua, en las casas antiguas, dejando el cuidado de ciertos labores, reduciéndoselos para confiarlos a brazos más vigorosos. Lo que parece evidente, en todo caso, es que Villasandino vivió este arrinconamiento de la lengua poética gallega a un dominio cada vez más reducido. No podemos descartar que el mismo haya tenido consciencia de ello y que la importancia relativa de su producción en esta lengua sea el resultado de un deseo de prolongar su permanencia.

 

Pero volvamos nuestra atención al resto de los poetas del cancionero que compusieron en esta lengua, e intentemos verificar si se repiten en ellos las tendencias detectadas en la obra de Villasandino.

No vamos a poder obtener mucha luz de la obra de Gonzalo Rodríguez, ya que sus cuatro cantigas así como su decir-testamento están compuestas en gallego. Tratándose del archidiácono de Toro, villa del reino de León, talvez podamos ver en este hecho el simple recurso a la lengua naturalmente usada por este personaje, aunque su gallego no ofrezca mayor autenticidad de la que hacen gala los poetas de origen castellano.

El gallego Macías, poeta enamorado por antonomasia, cuenta con cinco cantigas. Solamente dos fueron compuestas en su lengua natal. Se distinguen de aquellas que las acompañan por analogías formales evidentes: coplas de 7 versos seguidos de un pareado; la misma disposición para las rimas: los pareados corresponden a inserción de proverbios, en un caso, citas (trebellos), en el otro. Ambas nos remiten a un corpus de textos preexistentes, que, creemos, determinaría la elección lingüística de la composición.

De Pero González de Mendoza el compilador nos ha trasmitido cuatro poemas, todos de inspiración amorosa[16]. Dos están en gallego: se trata de desfechas o canciones que prolongan o ilustran líricamente un tema tratado anteriormente de manera más narrativa. Pero abstengámonos de sacar conclusiones apresuradas, pues el poema que sigue a estas dos desfechas es una pastorela, cuya tradición gallego-portuguesa habría podido justificar su redacción en gallego y no en castellano, como es el caso.

Análogo es también el caso de Garci Fernández de Jerena, incluso si el número de poemas reproducidos es superior: doce en total. La elección de la lengua no parece responder a una necesidad claramente perceptible. La transformación del poeta en ermita, sus plegarias y súplicas dirigidas a Dios en el mismo momento en que se preparaba para traicionarlo por el amor de una bella musulmana, después -circunstancia agravante- por los bonitos ojos de la hermana de ésta, dan lugar a composiciones en una u otra lengua. El último poema reproducido merece una mención especial. Se trata de una canción de condenado hecha con ocasión de la ejecución pública en Segovia de un cierto Fernán Rodríguez[17]. La elección de la lengua puede venir determinada por un deseo de realismo si el condenado fuese gallego o leonés.

Finalmente, de Pero Vélez de Guevara, tenemos seis poemas, cuatro dichos y una cantiga. Sólo un dicho está compuesto en gallego. Se trata de una composición satírica contra una dama de la nobleza entrada en años, muy fea y demasiado pobre para poder pretender encontrar un marido.

La contribución de estos poetas en el cancionero no contradice pues las hipótesis lanzadas a partir del análisis de las obras de Villasandino. Los géneros que no fueron practicados por Villasandino en los poemas en gallego tampoco lo fueron por sus contemporáneos: ni composición política, ni literatura "alimentaria"; un posibilidad de elección, por el contrario para el impulso lírico o la sátira.

 

Hasta ahora, para designar la lengua empleada por estos poetas, he utilizado el adjetivo "gallego", mientras que los lingüistas que se interesaron por estos textos destacan el carácter híbrido de esta lengua, que sería mejor caracterizado como castellano mezclado con gallego. De la misma manera se han podido definir diferentes grados de galleguismo según el origen de los poetas[18] El debate lingüístico es perfectamente respetable y no intentamos ocultarlo. Pero es de poca utilidad en una aproximación no estrictamente ligüística a esta producción. Lo que está en causa no es el grado mayor o menor de galleguismo de estos poemas, sino la presencia de características lingüísticas que rompen la norma castellana. Pues esta sola presencia, por modesta que sea, resulta significativa de la voluntad de ligar esta poesía a una tradición que, en ocurrencia, es más sociológica y literaria que lingüística. Con que hubiese un único elemento de fonética gallega en cada poema sería suficiente para obligarnos a tener en cuenta el fenómeno y reconocer que no se trata de literatura castellana. Y esto nos llevaría a interrogarnos sobre las razones de una separación en relación a la norma lingüística del castellano. Estas divergencias tienen el valor de signos y tenemos que interpretarlas[19]. ¿Señal de un origen geográfico? ¿De una reivindicación de "patria" literaria peninsular, frente, al castellano-centralismo y a la influencia, considerada excesiva, de la literatura ultrapirenaica? ¿Indicio de una identificación generacional frente a la nueva escuela castellana? ¿O todo ello a la vez? He aquí lo que convendría estudiar detalladamente.

 

Para cerrar esta exposición, me propongo presentarles rápidamente otro texto contenido en el Pequeño cancionero de Paris. Tendremos así la ocasión de verificar si ciertas conclusiones propuestas anteriormente son aceptables fuera de la producción contenida en el Cancionero de Baena o si se trata de una característica específica de este último.

 

Podemos suponer que esta colección fue compuesta en el scriptorium de la familia del Canciller Ayala. Lo esencial de las obras y documentos que contienen datan de los primeros años del siglo XV y algunas pertenecen a poetas que figuran entre los de la primera generación del Cancionero de Baena.[20] La obra que nos interesa aquí es un poema de 5 octavas de octosílabos de la pluma de Ruy González de Clavijo, cuando se prepara para embarcar, en 1403, con intención de dirigir una embajada del rey Enrique III de Castilla al Tamerlán. Su mujer, doña Arias Mayor, dedica una súplica al mar no exenta de amenazas, pidiéndole que cuide a su marido durante una expedición tan peligrosa. Se trata, de hecho, de una imitación de un villancico popular, como lo ha demostrado Jane Whetnall.[21]

En esta composición, la joven mujer deja entrever algunas notas de sinceridad tanto más perceptibles cuanto su estilo es a menudo torpe y ajeno. Su marido le responde en un tono más ligero, no sin algún conformismo de escritura o torpezas formales, defectos que denotan también un aprendiz de rimador. Estas composiciones no merecerían figurar en lugar destacado dentro de la poesía castellana si no presentasen algunas características extraliterarias dignas de mención. La principal es, sin duda, que el poema de Doña Mayor Arias es una de las raras obras que testimonian una creación femenina. Pero es otra característica lo que me hace mencionarla aquí: el hecho de que el marido responda en gallego.

Henos aquí sumergidos de nuevo en una problemática bastante próxima de la que encontramos en la colección de Baena. La asociación de dos obras compuestas una en castellano, -la de la dama-, la otra en gallego, -la del marido- lleva a preguntarnos sobre esta dualidad y esta coincidencia de dos lenguas diferentes en un único contexto. Jane Whetnall cree descubrir, en estas dos preferencias opuestas, una contradicción simbólica: la adesión a la moda por parte del hombre; la misión de conservar la tradición autóctona en la mujer. En suma, el hombre, que detenta el poder, se ligaría a una cultura erudita, cortesana, mientras que la mujer, sometida a la imagen de las clases inferiores, sería guardián del templo de la cultura popular. Sería lo mismo que la elección de Clavijo revelaría aquí un simple snobismo en la escritura. La hipótesis de J. Whetnall tiene la ventaja de interesarse por la dimensión sociológica de la creación literaria que convendria no olvidar, pero me parece que peca de perspectiva histórica. Pues supone, de hecho, la anterioridad del castellano a respecto del gallego y, indirectamente, la anterioridad del poema de Clavijo en relación al de su mujer.[22]

Esta escoge componer en castellano su vigorosa puesta en guardia contra un mar personificado. Que lo único que haga sea prolongar así el modelo poético que se ha impuesto no aporta ninguna explicación convincente, pues habría que explicar también la elección primordial del villancico en castellano. ¿Porqué recurre su marido al castellano? Nadie sin duda lo sabrá jamás. Observemos, no obstante, que su poema no es propiamente hablando, una respuesta al de su mujer ya que éste no había sido propiamente dirigido a ella. Como mucho se apoya en la evidente tristeza de su mujer en el momento de su partida para asegurarle fidelidad durante su larga empresa. Pero no olvidemos sobre todo que se trata de una literatura servil, que no hubiese tenido derecho de presencia en un cancionero tal como el de Baena, incluso si la notoriedad de Clavijo, autor de una narración de su expedición muy apreciada, lo tornaba digno. Probablemente se trata de una práctica profunda de la poesía, a un reflejo de escritura anclado en comportamientos literarios de toda una generación de lectores.

Ahora bien, ¿qué observamos? De las cuatro coplas de su poema, Clavijo compone cuatro en gallego y uno, el último, en castellano. ¿Simple relajamiento de la atención del autor cuya capacidad de llevar a buen término un poema en gallego sobrepasaría sus fuerzas?[23]  La razón es sin duda más simple. En las dos últimas coplas, en efecto, el poeta acaba con proverbios. Ahora bien el que incluye en la copla 5 está en castellano. Talvez Clavijo haya simplemente puesto de acuerdo su texto con la conclusión. Lo que nos llevaría a concluir que la alternancia de castellano y gallego demuestra que a los ojos del poeta no existe una verdadera contradicción entre estas dos lenguas poéticas, una vez que es capaz de asociarlas en el mismo poema.

No estamos, pues, tan lejos, en consecuencia, de la problemática levantada por la presencia de una poesía gallega en el Cancionero de Baena. Si el desarrollo posterior de la producción poética en Castilla nos muestra que el gallego está cayendo en desuso, continúa, a principios del siglo XV, ocupando un lugar no desdeñable en la práctica de los poetas castellanos. No constituye en absoluto un corpus extraño en   trance de expulsión sino, al contrario, un recurso útil en ciertas circunstancias de género o tema. Mientras que los poetas continuaron practicando ciertas formas tradicionales o creyeron continuar una cierta tradición poética, no dudaron en utilizar la lengua de los poetas del reino leonés. Será, a fin de cuentas, la aparición de nuevas corrientes, principalmente la de la poesía alegórica inspirada en los italianos, lo que los llevó a abandonar una lengua que no tenía ninguna carta de nobleza que hacer valer en este dominio. Y si hubo snobismo, sospecho que debió funcionar como un factor de rechazo por parte de los poetas que antes intentaban imitar a un Francisco Imperial y a sus discípulos que mantener una tradición que los podía hacer pasar por retrógrados.

Nada nos permite, en todo caso, pensar que los poetas de finales del siglo XIV y principios del XV viviesen de forma pasiva esta coexistencia de las dos lenguas. Tuvieron que asumir a las dos y se separaron de una de ellas cuando les pareció que ésta había dejado de ser vigente.

 

Poemas de Alfonso Alvarez de Villasandino

1-2: dedicadas à la Vierge

3. La novela esperança : adorando el seu pendon. 7×4 octos.

Cantiga. en loores del rrey don Juan, fijo del rrey don Enrrique el viejo, quando rreyno nuevamente.

4: dezir al Infant Ferdinand

5-6: cantigas a doña Mayor, "última" esposa del poeta

7-9: cantigas a diversas damas

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Série a)

10. La que syenpre obedeçi: sy es doña nin donzella 3×8 octos + Tris en 5.

Cantiga por ruego del cond don Pero Niño por amor e loores de doña Beatriz su muger

11. Entre Doyro y Miño estando: que no mundo muyto mal 6×8 octos.

Cantiga por amor e loores de doña Juana de Sossa.

 

12: a doña Juana de Sossa

13. Poys me non val seruir nin al: que ten meu cor. 4 (octo-penta), 4×10 (4 octos + 6 pentas.)

Cantiga por amor e loores de doña Juana de Sossa

 

14. Desque de vos me parti: elo non cessan chorando. 3×8 octos Cantiga por amores e loores de vna señora.

 

15. Bien aia miña ventura: muytas vezes he folgura. 4,5×8 octos.

Cantiga por amor e loores de doña Juana de Sossa.

 

15bis. Ay meus ollos que quisistes: mellor non vy. 4×11 (2 octos + 2 pentas).

 

16. Acabada ffermosura: loare ssempre de grado. 4×8 octos.

Cantiga a Juana de Sossa.

 

17. As doncelas denle onor: por quen nonbrar non oso. 4×9 (4 octos + 3 tetras-pentas + 3 octos), 5 (2 tetras-pentas + 3 octos)

Cantiga por amor e loores de doña Juana de Sossa.

 

18. Crueldat e trocamento / morrey sin meresçimento

Cantiga por amor e loores de Juana de Sossa

 

19. Tempo ha que muyto affane:de meus ollos non vos ver. 4×8 octos.

Cantiga por amor e loores de doña Juana de Sossa.

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20: id. 15

21: contra el amor

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Serie b)

22. Triste ando de convento: non entendo ser guarydo. 4×14 octos-tetras-pentas.

Cantiga de loores del rey don Juan como a manera de petición

23. Syn fallia me conquiso: desta señora mia. 6,4×13 octos-tetras-pentas.

Cantiga por amor e loores de doña Juana de Sossa o a la reina de Navarra.

24. Byua senpre ensalçado: y heu ledo e muy pagado. 4,5×8 octos.

Cantiga por amor e loores de doña Maria de Carcamo, mançeba del rrey don Enrrique.

25. Ay que mal aconsellado:bon parescer acabado. 4,5×8 octos.

Cantiga por amor e loores de la reina de Navarra, hermana del rrey don Juan.

26. Tryste soy por la partida: poys non so nin fuy fallida. 4,3×8 octos.

Cantiga quando desposaron la rreyna de Navarra con don Carlos porque sse yua.

27. Poys me non val: vos mandade guarirme. 4,3×8 pentas-octos-alternos.

Cantiga por manera de desfecha a la cantiga anterior. A la reina de Navarra.

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28-31bis: à la ville de Séville

32: a Beatriz

33. Loado sejas amor : tu sejas meu judgador. 4, 4×8 octos.

Cantiga al conde don Pero Niño por amor e loores de la dicha doña Beatriz

34-39bis: dezires à la mort d’Henri III

__________________________________________

33. Loado sejas amor: tu sejas meu judgador. 4,4×8 octos.

Cantiga al conde don Pero Niño por amor e loores de la dicha doña Beatriz.

34-39bis: dezires à la mort d’Henri III

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Serie c)

40-42: cantigas a diversas damas

(anónima; del séquito de la reina de Navarra y Beatriz)

43. Amorosso risso angelical: dolor e grant cuyta mortal. 4,2×8 octos.

Cantiga por amor e loores de doña Juana de Sossa, mançeba del rrey don Enrrique.

44: a una dama anónima

45. De grant cuyta sofridor: ande e ando e andare. 4×8 octos.

Cantiga por amor e loores de la dicha doña Juana de Sossa.

46. Por amores de vn estrella: certo soy por seu talante. 4×8 octos.

Cantiga en loores e alabança de la señora reyna de Navarra.

47. Desseoso con desseo: desseando todavya. 4×6 octos.

Cantiga por desfecha de la anterior (19)

48-51: à doña Juana de Sossa

Preguntas y respuestas, Dezires.

21. Amigo señor franqueza desdeña : bollicios nin guerra por ser enlocados. 3×8, 3. Arte mayor. Respuesta a una pregunta, también en gallego de « un bachiller en artes de Salamanca ».

22. Pues de cada dia nascen : deitadores. 5×9, 5. (8 octos+ 1 tétra). Dezir a manera de pregunta e rrecuesta contra los trobadores.

23. Garcia amigo ninguno te espante : ganaste vileza e canbio astroso. 4×8… arte mayor. Dezir contra Garcia Fernández de Gerena quando se torno moro.

24. Andando cuydando en meu ben cuyde : de meu grant cuydado porque me lexasse. 1×8. Copla (de arte mayor) de consonantes doblados « por escura ».

25. Conselladme ora amigo : como me mandays que syga. 8,4 octos. Dezir fecho por arte de macho e fenbra. Le suivant, en castillan, aussi.

26. Amor poys que vejo os boos fugyr : porque me fazades morer nin penar. 4,8×4. Dezir contra el amor (responde al anterior, en castellano, "loando al amor")

27. A quen ajuda o rey ensalçado : fugir canto mays vn mago cuytado. 4×8. Autoría dudosa. A don Gutierre de Toledo quando fue electo de Toledo (?)

 

 

Poys me boy sin falimento

onde Deus touer por ven

de vos Deus consolamiento

que todo el mundo manten

Señora de prez loada

do meu cor faze morada

con que falledes plazer.

Deus vos tena en seu encomenda

porque sejades guardada

de todo mal syn contienda

de alegria aconpañada

de lealtad bien guardada

porque en toda vosa vida

amedes muy puramenta mi que soy voso seruiente.

Que por donde quier que fore

boso serie syn dudança

menbrandou de gentil flor

de bosa gentil senblança

por la qual mi coraçon

sufrira tribulaçion

fasta que seja tornado

ver voso viso adonado.

 

Meus amigos toda ora

quantos me queredes ben

confortad a mi señora

que non cure de otro rren

synon de lexar tristura

et veuir en grand folgura

que el que ben atende auer

non deue quexoso ser.

Que non fare demudança

della en ninguna guisa

que por firme lealtança

amor me dio por deuisa

por lo qual a Deus plaziendo

escreui asy diziendo

que el que bien esta e se muda

non faz como Rex ssesuda.

 



[1] La síntesis más reciente es la de Claudine POTVIN, Illusion et pouvoir. La poétique du Cancionero de Baena, Montréal-Paris, 1989. Debemos añadir el excelente trabajo de Giovanni CARAVAGGI « Villasandino et les derniers troubadours de Castille ». Mélanges offerts à Rita Lejeune, Gembloux: éd. J. Duculot, 1969. Vol.I.P.397-421.

[2] Lo he consultado directamente. He utilizado igualmente la edición de José María AZACETA. Madrid, 1966.

[3] Una edición del cual se encuentra en curso por D. Severin y yo mismo.

[4] Alberto BLECUA, « Perdióse un quadernoSobre los cancioneros de Baena ». Anuario de Estudios Medievales. Barcelona, 1974-1979. P. 229-226.

[5] « en el qual libro generalmente son escriptas e puestas e asentadas todas las cantigas […] e todas las preguntas […] e todos los otros muy gentiles dezires […] e todos los otros muy agradables e fundados proçessos e requestas que en todos los tiempos passados fasta aqui fizieron e ordenaron e composieron e metrificaron el muy esmerado e famoso poeta maestro e patron de la dicha arte Alfonso Aluarez de Villasandino e todos los otros poetas frayles e religiosos maestros en theologia e cavalleros e escuderos e otras muchas personas sotiles que fueron es son muy grandes dezidores e omnes muy discretos e bien entendidos en la dicha graciosa arte » (el subrayado es nuestro).

[6] Para ser más exacto, deberíamos precisar que Baena no se interesó por cualquier tipo de poesía. Solamente la poesía culta, la que se escribía, y a condición de que respetase las reglas de composiciones establecidas por los cultivadores del gai saber. Pero, dentro de estos estrictos límites, podemos pensar que el compilador no quiso hacer una selección. Un estudio cuantitativo de la importancia relativa de las producciones, en función de la lengua utilizada, me parece pues perfectamente justificable.

[7] Cf. un precioso testimonio, que data de ca 1449, del Marqués de Santillana : « E despues fallaron esta arte que mayor se llama e el arte comun creo en los reynos de Galizia e de Portogal donde no es de dubdar quel exerçicio destas sçiencias mas que en ningunas otras regiones e provinçias de la España se acostumbro en tanto grado que non ha mucho tienpo qualesquier dezidores e trobadores destas partes agora fuesen castellanos andaluzes o de la Estremadura todas sus obras componian en lengua gallega o portuguesa […] ». (El subrayado es nuestro). Cara-Prohemio al Condestable de Portugal. Obras Completas. Ed. A. Gómez Moreno et M.P.A.M. Kerkhof. Barcelona: ed. Planeta, 1988. P.448.

[8] B. DUTTON, Catálogo-índice de la poesía cancioneril del siglo XV. Madison, 1982. Este catálogo se completa con una edición del contenido de estos manuscritos debida al mismo autor: El cancionero del siglo XV. Salamanca: Biblioteca española del siglo XV. En prensa.

[9] Tendremos, sin embargo, que precisar este último punto ya que intentaremos concretar la naturaleza lingüística de este gallego poético.

[10] A propósito de la importancia de Villasandino en el Cancionero de Baena, véase la contribución siempre esencial de Giovanni CARAVAGGI, « Villasandino et les derniers troubadours de Castille ».

[11] Según A. Blecua, p. 263 n.41, Baena debió utilizar « una colección de poemas de Villasandino ordenada por el propio poeta, de ahí que mantenga con tanta exactitud el orden cronológico dentro de cada género y tema ». Pero el orden original de estos poemas fue modificado en la copia que nos ha llegado, lo que invita a sacar conclusiones prudentes del lugar que ocupan las composiciones en gallego en relación a las que las rodean. Pero, podemos admitir que el orden general de las obras de Villasandino era el siguiente: cantigas, preguntas y respuestas, dezires.

[12] Recordemos, a este respecto, que ella se negó a volver al reino de su marido, y que vive en la Corte de Castilla, donde juega un papel activo en el Consejo de regencia puesto en funcionamiento a la muerte de su hermano, de 1387 a 1395.

[13] El Victorial. Crónica de don Pero Niño. Ed. Juan de Mata CARRIAZO. Madrid, 1940. Cap. XCII, p. 301.

     [14] Se podrá juzgar por el inventario que doy en anexo donde se señalan esquemáticamente las formas métricas adoptadas por el poeta para cada una de sus poemas.

[15] G. CARAVAGGI, « Villasandino et les derniers trobadours de Castille », p. 404, subraya el carácter notable de este poema: « bien plus qu’une reprise per contrario du dezir précédent, […] il ne tient pas seulement dans le jeu habituel des antithèses, mais renferme la protestation la plus vigoureuse et la plus décidée exprimée par un troubadour castillan ». Tanto más asombroso es el hecho de que lo diga en gallego.

[16] Pero es posible que el cancionero primitivo contuviese mas poemas de suyos. Cf. Alberto BLECUA, « Perdiose un quaderno… Sobre los cancioneros de Baena ». P. 260.

[17] « Esta escritura fizo e ordeno el dicho Garçi Fernandez de Gerena a manera de cantiga como que la cantava por sy Ffernan Rrodriguez que degollaron en Segouia ». Cancionero de Baena. Ed. Azáceta. Poema 566, p. 1132-1133.

[18] Se puede encontrar una síntesis útil sobre los debates relativos a la cuestión ligüística en el cancionero de Baena, en Claudine POTVIN, Illusion et pouvoir. La poétique du Cancionero de Baena, P. 69-73.

[19] La prueba de que se trata de un signo, es que este galleguismo no impide la comprensión de los textos por parte de los no gallegos. Se trata más bien de un indicio de reconocimiento que de una vestidura completa. Hay materia de reflexión en este lenguaje híbrido, que sería abusivo -podemos estar fácilmente de acuerdo- calificar de « bilinguismo ». Y talvez podamos adquirir conocimientos a partir del estudio de este fenómeno para aplicarlos a otras lenguas literarias, como el sayagués, o a las pretendidas jarchas « mozarabes », cuyo bilingüísmo ha sido proclamado de manera tan precipitada como en mi humilde opinión poco justificada.

[20] Contiene sobre todo textos en prosa: una versión de las « cartas de un moro de Granada al rey don Pedro », que figuran también, en una versión modificada, en la Crónica de este rey; una dirigida por el rey Juan I a las cortes del reino; textos relativos a la regencia de Fernando de Antequera; una narración del asesinato del duque de Orleans en París. Los textos en verso son: un fragmento del « Tratado del Cismo » perteneciente al Rimado de Palacio del Canciller Ayala, continuado por un autor anónimo; un poema de Villasandino; otro de Pedro Velaz de Guevara; una composición sobre la elección de Pedro de Luna para la sede de Toledo y los dos poemas que estudiamos aquí.

[21] Este poema fue analizado por Jane Whetnel, en su Tesis de Doctorado. Retomó la sustancia de su análisis en « Lírica femenina in the early manuscripts cancioneros ». What’s Past is Prologue. Edinburgh, 1984. Concretamente, p. 160-171.

[22] « […] that ladies, no less than present girls, were guardians of the vernacular and of a lyric tradition that enshrined the culture of their own sex, unaffected by changing linguistic trends at court ». « Lirica femenina… » P. 170.

[23] Cf. Whetnall : « As the poem progresses, however, the author’s resolution seems to falter and by the fifth and final stanza the language is entirely Castilian ». P. 175, n.36.