Categoría: Español

Festejos públicos y privados II

BANQUETES

 

Como bien se sabe, la Crónica de la minoría de Juan II dedica más espacio al Infante Fernando, como regente del reino de Castilla y luego como rey de Aragón, que a cualquier otro personaje de la corte castellana, incluida la reina Catalina [véase Crónica del rey Juan II de Castilla: minoría y primeros años de reinado (1406-1420), edición y estudio de Michel Garcia, Salamanca: Ediciones Universitarias, 2019. Col. Textos recuperados, XXXIV, 2 vols.]. La adhesión sin reservas a la persona del príncipe que caracteriza al cronista se traduce por una atención al menor detalle de su actuación y una prolixidad narrativa que un lector moderno no puede dejar de agradecer, porque le aporta una información de una gran riqueza documental, no solo sobre los acontecimientos sobresalientes de esos años, sino también sobre muchos aspectos más secundarios pero significativos de unas prácticas que nos resultan ignoradas o mal conocidas.

En lo que se refiere a lo que he llamado en mi edición “la materia de Aragón”, para una justa apreciación del testimonio proporcionado por el cronista sobre la elección del nuevo rey y su corto reinado, conviene no olvidar que bien poco conocía de ese reino antes de la elección del Infante en Caspe: ignoraba su geografía, su historia y costumbres, su lengua, y empezó a familiarizarse con él solo cuando el rey le confió algunas misiones en ese territorio nuevo.

Esta consideración conviene aún más al episodio de la coronación de Fernando I, por cuanto un súbdito castellano de la época no tenía ninguna experiencia al respecto, ya que ninguno de los cuatro sucesores de Alfonso XI – Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III – se preocupó de reproducir las ceremonias ordenadas por aquel para su coronación en 1332, o estuvo en condiciones de hacerlo (sin duda habría que matizar: es un tema que retomaré más adelante). Vale tanto como decir que, para el cronista, era una ceremonia inédita. La descripción que nos ofrece del ritual fijado en la corte aragonesa por las Ordinacions de Pedro el Ceremonioso, así como de los festejos que la acompañaban, es la de un espectador ignorante, que procura comunicar, con cierta ingenuidad, la emoción que le produjo ese espectáculo.

Sin perder de vista estas limitaciones, para quien desea conocer esa historia y sus actores esta crónica es una mina de informaciones que merece ser explotada. Así lo entendió Jerónimo e Zurita, quien trancribió la totalidad del texto y lo aprovechó en sus Anales de Aragón (5). Su sucesor en el cargo de cronista de la Corona, Andrés de Uztarroz, insertó el capítulo 38 de la crónica dedicado a las ceremonias de la coronación de FernandoI y de su esposa, la reina Leonor, en Coronaciones de los serenisimos reyes de Aragon, escritas por Geronimo de Blancas (Zaragoza, Año MDCXLI), con el siguiente encabezamiento:

Aunque Geronimo de Blancas refiere con mucha puntualidad la coronacion del Rey Don Fernando propondremos vna relacion tan copiosa, que llenarà los deseos de los curiosos.

 

BANQUETES DE LA CORONACIÓN

La elección de Fernando como rey de Aragón se hizo pública en Caspe el 23 de junio de 1412. La coronación interviene más de año y medio después, el domingo 11 de febrero de 1414. El dilatado espacio de tiempo que corre entre esas dos fechas tiene varias causas. Una de ellas es la necesaria adaptación a una realidad política que el nuevo rey, por ser castellano, ignora en muchos aspectos. Darse a conocer por los poderes fácticos de la Corona y familiarizarse con ellos, así como con el funcionamiento de una administración tan distinta de la castellana, debió de ocuparlo de modo permanente. Por cierto, estuvo lejos de conseguirlo a juzgar por los obstáculos que encontró en las primeras cortes que convocó en Montblanch, de finales de septiembre a principios de diciembre de 1414, es decir más de dos años depués de su elección. Además, dentro de ese período, desde principios de agosto hasta principios de noviembre de 1413, estuvo inmovilizado ante Balaguer, combatiendo al conde de Urgel que se había hecho fuerte en la plaza. Que esas circunstancias hayan retrasado la celebración de la coronación lo confirma el que, en enero de 1413, ya se preocupaba de habilitar el palacio de la Aljafería en Zaragoza para las fiestas correspondientes, ordenando al merino llevar a cabo las obras necesarias a su rehabilitación (Elena Paulino, Pedro I. Sobradiel La Aljafería 1188-1583. El Palacio de los Reyes de Aragón), también la documentación conservada en el Archivo de la Corona para la preparación de las festividades (.

Las ceremonias de la coronación en Zaragoza duraron doce días, desde el jueves 8 hasta el lunes 19 de febrero de 1414 incluidos. Su desarrollo, tales como las narra el conista, sigue a la letra la ordenació oficial. Sin embargo, fuera del ritual propiamente dicho de la coronación, existía la posibilidad de que el nuevo rey incluyera algunas festividades más acordes con su gusto personal y el del numeroso séquito de caballeros castellanos que le acompañó en esa ocasión.

Entre las manifestaciones más sobresalientes, merecen señalarse los banquetes organizados en la “grande sala” de la Aljafería después del ritual de la coronación en la iglesia mayor: la del rey, el domingo 11; la de la reina, el jueves 15. Para los asistentes aragoneses, no se trataba de algo inédito, ya que el de la coronación de Pedro IV quedó famoso, al reunir una muchedumbre de dos mil personas, según algún testimonio, sino que esa manifestación, en contra de la coronación propiamente dicha, se prestaba a un margen de personalización y a la introducción de algunas costumbres castellanas.

 

Banquete de la coronación del rey (11 de febrero de 1414)

Los banquetes se organizaron en el patio del palacio (“corral” lo llama el cronista), un espacio de 54 pasos de largo y 44 de ancho (más o menos 35 m por 30 m) convenientemente arreglado: techo de madera cubierto de tejas del que colgaba un cielo de paños de lana, en los que alternaban el color rojo y el amarillo, con sus lumbreras; las paredes cubiertas de paños franceses, algunos bordados de oro.

A algo más de las cuatro de la tarde, el rey, coronado y “vestido de vn manto de oro enforrado en armiños”, precedido por sus dos hijos mayores que llevaban la manzana y el cetro de oro, alumbrado por cien hachas de cera blanca, fue a sentarse en su “muy rrica silla”. Los convidados estaban colocados según una rigurosa disposición: en la mesa del rey, a su derecha los prelados, a su izquierda sus hijos y “todos los otros grandes condes e vizcondes e nobles señores”. En mesas separadas comían “las otras gentes e en cada canto de mesa vn perlado e despues los caualleros.”

Cada plato venía acompañado de juglares y precedido de “juegos”, encargados de hacer resaltar el lujo de su presentación y de abrir paso entre la muchedumbre que atestaba la “grande sala”. El primero era especialmente aparatoso:

Delante del primero manjar venia vn muy fermoso grifo todo dorado tan grande como vn rroçin, e traya vna corona de oro al pescuesço e yva todavia echando fuego, faziendo lugar entre las gentes por do pasasen los manjares, que en otra manera no pudieran pasar tan ayna entre las gentes. […]

La escenografía se caracteriza por la desproporción de los elementos aducidos, de los que conviene preguntarse, aún a riesgo de pasar por inocente, cómo podían caber en un espacio cerrado, por grande que fuera, el cual estaba además atestado de gente, las cien hachas, el grifo del tamaño de un rocín, echando fuego para abrirse paso. Si se añaden los juglares “faziendo gran rroydo, que vnos a otros no se oyan”, todo concurre a sugerir un espectáculo cuya desmesura era la justificación primera. Sin embargo, bajo ese aparato extravagante, que no hace más que reproducir una tradición de la corona aragonesa (el banquete organizado para la coronación de Pedro IV reunió, según la tradición, en aquel mismo espacio más de dos mil personas), se manifiesta una simbología que no remite ya solo a la tradición de la corona, sino que concierne también a la personalidad del nuevo rey.

La presencia del grifo, animal fabuloso, medio águila medio león, para abrir la presentación de los manjares tiene un valor simbólico evidente  porque era uno de los atributos de la orden creada en 1403 por el mismo Fernando, siendo Infante de Castilla, la de las Jarras y el Grifo, cuya imagen los titulares de la misma llevaban pendiente de un collar.

Otro objeto con claro valor simbólico es el primer “manjar” que se sirvió a la mesa del recién coronado:

E venian en los tajadores pauones con sus colas alçadas, cobiertos los cuerpos dellos con foja de oro a sus armas de Aragon, e tenian los sus cuellos altos e con la su deuisa de la estola.

La presencia del pavón en un banquete tiene conocidos antecedentes en la literatura medieval [Bautista, Francisco, “El motivo de los ‘Nueve de la Fama’ en El Victorial y el poema de Los Votos del Pavón”, Atalaya, 11 (2009)]. Los tiene también en la Corte aragonesa, ya que, en el banquete de la coronación de Sibilia de Fortià, esposa de Pedro IV, en 1381, se sirvió un pavón que llevaba colgado en el pecho un cartel con ciertos versos que se referían a la obra de Jacques de Longuyon [Ibid.]. Por consiguiente, no hay motivo para sorprenderse de que se sirviera esa ave en el banquete de la coronación de Fernando I, ni tampoco que llevara su cresta y cola, en la medida en que el estar reducido a “manjar” no le privaba de sus atributos naturales, conservándole así la dimensión metafórica de la realeza. En cuanto al oro que cubre el cuerpo de los pavos es reminiscencia directa del poema de Longuyon, donde la poncela Edée se compromete à “restaurar” el pavo con el mejor oro de Arabia, voto que inspiró la primera continuación del poema, el Restor du paon.

Por ese mismo motivo, se entiende que llevara encima del cuerpo las armas de Aragón. En cuanto a la estola, es otra divisa de la orden de las Jarras y el Grifo, una faja blanca sin bordado evocadora de la virginidad de María.

El segundo manjar incluía “muchos capones e pasteles dorados e pasteles de diversas aues biuas[1] e otros muchos manjares”. Estos datos imprecisos no permiten hacerse una idea clara de la comida que se sirvió en esos dos servicios, sino que fue abundante y espectacular en su presentación.

Nada dice el cronista de los servicios siguientes. Es de sospechar que, si menciona a los dos primeros, no fue tanto para ofrecer a sus lectores una descripción detallada de lo que se comió en esos banquetes, sino porque fueron los únicos que se acompañaron con juegos y entremeses, y que ese era el aspecto de la ceremonia que le pareció digno de ser referido. Por lo demás, parece sugerir que lo que se ofreció a continuación, donde cabrían por lo menos dulces y bebidas, no merecía resaltarse porque no se distinguía de la práctica habitual en esa clase de actos, aunque se dieran en circunstancias excepcionales[2].

 

Banquete de la coronación de la reina (14 de febrero de 1414)

El cronista ahorra detalles de la ceremonia por ser idéntica a la del rey, tres días antes. La única innovación concierne el cambio en la distribución de los asistentes:

E todas las solenidades e çirimonias que al rrey fizieron, asy en el camino como en casa, le fueron fechas en la sala como el rrey, saluo que ouo mejor hordenança, que no entro ninguno en el palenque do comio saluo los que seruian e dos caualleros, que estauan a los cantos de la mesa con dos hachas de çera blanca açendidas para alunbrar la mesa, maguer que estauan las lxiiii° hachas ardiendo en el çielo de la sala, e las çiento blancas antella deyuso del palenque por do venian los manjares.

El protocolo resultó mucho más ligero que el anterior, señal de que el que presidió el rey estuvo en parte pensado sin tener en cuenta algunos inconvenientes que pudieron tener consecuencias dañosas y se corrigieron ha quedado tajantemente aligerado: desparecidas las cien hachas llevadas en procesión, también la muchedumbre en torno al palenque e incluso los comensales en la misma mesa que la reina. Si el rey está presente “mirando el comer de la rreyna”, no es en lugar privilegiado sino “en vna ventana”.

 

La escenificación del banquete presta poca atención a los manjares y mucho más a la escenografía que los acompañó. Esta denota varias influencias. Por una parte, remite a una antigua tradición literaria artúrica, lo que le reviste de un carácter eminentemente caballeresco, heredado de una tradición franco-borgoñona de la que no parecen quedar muestras en la corte castellana contemporánea. La impronta literaria se traduce por la presencia del pavón y su aderezo, aunque la relación no derive directamente de la obra de Jacques de Longuyon sino, más bien, de una vulgarización de la misma sin relación directa con el texto. Por otra parte, la puesta en escena recoge la herencia de ciertas prácticas avaladas en la Corona de Aragón y el antecedente de 1381 deja suponer que esa presentación se remonta a una tradición antigua de la corte aragonesa. Por fin, se introducen elementos que corresponden en propio a la persona de Fernando, como todo lo que pertenece a la orden que había fundado en otros tiempos, cuando era Infante de Castilla. El nuevo rey de Aragón no rompe con sus antecedentes castellanos, aún a riesgo de pasar por un intruso en una ceremonia tan altamente simbólica como la de la coronación.

 

OTROS BANQUETES

La crónica ofrece el relato de otros tres banquetes. Los dos primeros tuvieron lugar en Morella, con ocasión de la entrevista entre el rey Fernando y el papa Benedicto XIII (julio de 1414), el primero a invitación del rey, el segundo, a invitación del papa. El tercero fue una cena de aparato que el rey ofreció al emperador Segismundo, el día en que hizo su entrada solemne en Perpignan, el 13 de septiembre de 1415.

 

Entrevista de Morella. Convite del rey

El “solene conbite” que el rey hizo al papa fue compartido por todo su séquito: cardenales, arzobispos, obispos, abades, frailes, maestros en santa teología, lo que supuso una organización bastante similar al banquete de la coronación. Hubo que “aparejar” una sala grande del convento franciscano en el que estaban alojados Benedicto y sus acompañantes, ya que el rey se preocupó de que el sumo pontífice no tuviera que desplazarse a otro lugar, sea en atención a su edad avanzada, sea porque él mismo no disponía en aquella villa de un aposentamiento digno de acoger a tan ilustre visitante. Los muros fueron cubiertos de paños franceses y se acomodó un lugar apartado para el papa, cubierto con el mismo dosel que se usó para la coronación del rey. En medio de la sala estaba un aparador (“aparejador”, escribe el cronista y transcribe Zurita) con la plata del rey de la que el cronista ofrece una enumeración minuciosa, sólo equiparable a la que proporciona el Arcipreste de Hita (Buen Amor 1174-1175):

asy cañadas e picheles e jarros e aguamaniles e copas e taças e platos e plateles e escodillas e saleros e dos naos, vna con dos castillos, toda esta baxilla de plata dorada e muy rrica e bien obrada.

Además del aparejador real, el papa y los cardenales disponían de sendos taceros, versión reducida del aparador, adaptada a las limitaciones que imponía el viaje desde Peñíscola. A pesar de ello, no podía faltar esa exhibición aparatosa, exigida por el protocolo al que el papa Benedicto concedió siempre una atención particular, más aún en un momento en que su legitimidad estaba en tela de juicio.

Una precisión importante es que el rey no comió en ese convite, sino que lo hizo en su posada y se presentó en San Francisco en el momento en que la comida del papa iba a empezar. Fernando fue quien “le dio el agua a las manos”, de pie, y luego le sirvió como mayordomo. El cronista subraya lo excepcional de ese acto. En efecto, semejante convite “no lo suelen tomar los Santos Padres de los reyes”, lo que significa que, si el papa accedió a torcer el protocolo, lo que iba a decidirse en esas vistas presentaba para él una importancia mayúscula. Por otra parte, el rey había contraído una deuda tal hacia Benedicto en la campaña de su elección, que no perdió la oportunidad de agradecérselo en el primer encuentro que tuvieron después de Caspe con manifestaciones extremadas de humildad, de la que el servicio de la mesa es una muestra significativa.

El menú, si bien se transcribe también, como para la coronación, bajo forma de una enumeración, proporciona una idea más clara de la sucesión de los manjares. No faltan los pavones y demás aves, pero se añaden las frutas y, sobre todo, los vinos. Estos fueron “de muchas maneras, de vinos castellanos de Madrigal e de Ocaña e Sant Martin e de los lomos de Madrid, e griego e de maluazia e de clarea”. Resulta sorprendente que, en la mesa del rey, se sirviera mayoritariamente vinos castellanos (Madrigal de las Altas Torres, Ocaña, San Martín de Valdeiglesias, Lomos de Madrid), cultivados en zonas muy alejadas del reino de Valencia, al mismo tiempo que vinos tan míticos como el griego, la malvasía y el hipocrás, coincidencia que realza aún el renombre de aquellos. Ignoro a qué se debe que no se sirviera ningún vino de Aragón. Puede que el evento exigiera un toque de exotismo o que la elección de vinos castellanos deba interpretarse como un homenaje personal del rey.

 

Entrevista de Morella. Convite del Papa

El domingo 5 de agosto, el papa devuelve la invitación al rey en la misma sala del convento de San Francisco. Al coincidir los dos personajes en la comida, el aparato es algo distinto que en la primera. Para la decoración de la sala se utilizan paños franceses aportados por el papa. Ambos comen en un andamio, lo que les coloca en posición más alta respecto a los otros comensales, siendo el del rey algo más bajo que el del papa. En contra del protocolo habitual, el rey no está colocado entre dos cardenales, sino cerca del sumo pontífice, aunque en una mesa separada. El lugar que se le ha reservado se distingue por una decoración particular:

a las espaldas le fue puesto vn paño de tapete verde de tres palmos en ancho [unos 60 cms] e, aderredor del tapete, vn palmo de paño de oro clemesyn, e el paño hera de luengo fasta quatro o çinco barras [en torno a 3 metros]. E, en el tapete, tenia tres coronas de oro, la vna ençima de la otra, arredrada la vna de la otra.

El cronista presta una atención especial a la nave que ya estaba expuesta en el aparador del rey en la primera comida, solo que esta vez se colocó en su mesa:

hera fecho vn castillo de abante [castillo de proa] e otro derrera [castillo de popa]; estaua asentada sobre dos grifos que estauan veuiendo en vna fuente que estaua al pie de vna jarra de Santa Maria con sus lirios, la qual jarra hera el pie [de la] nao e, ençima de los castillos, en cada vno en medio, vna jarra de Santa Maria con sus lirios.

La nave de mesa, cuyo uso queda mal conocido (conservar el cubierto personal de su dueño o las especias, pero muchas acabaron en reliquiarios), era ante todo un objeto de arte recargado de símbolos, destinado a ensalzar a su dueño, en este caso, por medio de los símbolos de la orden de las Jarras y del Grifo, ya mencionados en el banquete de la coronación.

Los manjares de “muchas viandas” fueron acompañados nuevamente de vinos castellanos. Dicha una oración por el papa y demás clérigos “como lo avian de costunbre”, se dio una “colaçion”, compuesta de espeçias e vino, encargándose el rey de presentar el confitero al pontífice, catando primero los dulces (“faziendole la salua”), en señal de sumisión.

 

Entrevista de Perpignan

Con el aval del Concilio de Constanza, el emperador Segismundo convocó una conferencia para conseguir la renunciación del papa Benedicto y abrir la posibilidad de elegir a un nuevo pontífice y poner fin al Cisma que duraba desde el año 1378. Este miniconcilio debía reunirse en Niza, pero el mal estado de salud del rey Fernando no lo permitió y finalmente fue en Perpiñán, ciudad de la Corona de Aragón, donde se juntaron el emperador, el papa y el rey. Las circunstancias trágicas que vivía la cristiandad no se prestaban a la celebración de festejos, sin embargo, el protocolo exigía que la presencia simultánea de las dos más altas autoridades morales de la cristiandad, el emperador del Sacro Imperio y el Sumo Pontífice, fuera celebrada dignamente.

Entre los actos, destaca un convite ofrecido a Segismundo por el rey.

El día de su llegada a Perpignan, en el convento de San Francisco donde les tocó alojarse, a él y a sus acompañantes, el claustro estaba preparado para crear la ilusión de una sala. Dos amplias piezas de tela, una blanca y otra verde, cosidas una con otra, formaban el cielo y colgaban hasta el suelo, cubierto este de ramas verdes entrelazadas “que pareçia alcatifa [alfombra] texida”. En medio de la sala, el acostumbrado “aparejador” con su exposición de ustensilios de plata dorada, “porque paresçia mejor la plata”, aunque también las había de oro. En contraste con ese lujo, Segismundo comió en vajilla de vidrio “por duelo de la Yglesia”.

Para adornar el asiento del emperador colocado sobre gradas se utilizaron los dos doseles que habían servido en el banquete de la coronación del rey y de la reina, e los que colgaban unos paños franceses, cubierto el suelo de ricas alfombras. La botillería “de muy estraños vinos de Madrigal castellanos e de Yepes” era una casa de madera colocada en una esquina de la sala.

No se satisfizo el emperador de la disposición de las mesas y mandó que las colocasen de manera que pudiese ver comer a sus acompañantes, los más ilustres en su misma mesa, colocados según el grado que les correspondía.

De los manjares, no dice nada el cronista, sino que fueron muchos. En cambio, se muestra más explícito cuando enumera lo que el rey ordenó proveer para la alimentación de la delegación que acompañó al emperador, durante su estancia en la ciudad.

E desta guisa, despues dio el Rey de comer al enperador L dias, a el e a los de su familia de su casa, que estouo en Perpiñan, e le mando dar todas las cosas que menester les heran, asy fachas [hachas] de çera e confites e aves e carnes e vacas e carnes saladas e todas las cosas que avian menester.

 

Conclusión

Los cinco banquetes o “solemnes conbites” relatados por el cronista se distinguen, entre las otras celebraciones de la Corte durante el corto reinado de Fernando I, por su escaso número y por una escenificación que se repite en todos ellos.

El lugar que las acoge es amplio y ricamente decorado, con el fin de crear la ilusión de un espacio palaciego. El “asentamiento” del invitado principal está circunscrito dentro de un volumen separado, cuidadosamente adornado y colocado en una posición elevada con relación con los otros asientos. Las mesas llevan manteles. Se coloca unos “aparejadores” con el solo fin de exhibir una vajilla de oro y plata. Por fin, los manjares se distinguen por su abundancia y lo insólito de su presentación.

A pesar de ello, ese aparato, asimilable a un ritual, oculta diferencias notables en el desarrollo y finalidad de cada uno. No puede interpretarse con el mismo criterio los banquetes de la coronación, los convites cruzados entre el rey y el Papa en Morella, y la cena ofrecida al emperador, el día de su llegada.

Esta es un acto privado, reservado exclusivamente a la delegación del Concilio, presidida por el emperador. Imperativos diplomáticos impedían cualquier encuentro con otros participantes antes de la apertura oficial de las negociaciones. El rey de Aragón, como huésped, se limitó, por tanto, a ofrecer la mejor acogida. Así lo entiende el emperador, que modifica, motu proprio, la disposición de las mesas para hacerla más conforme a su personalidad.

Los convites intercambiados en Morella por el Sumo pontífice y el rey son manifestaciones de cortesía mutua, en las que se observa la diferencia de estatuto entre ambos. El rey no comparte la comida que ofrece al Papa, sino que en ella le sirve de mayordomo. En cambio, coinciden los dos en el banquete ofrecido por Benedicto, aunque Fernando está sentado a una mesa separada y en una posición inferior (“en vn andamio de yuso”) para conformarse con el protocolo de la Iglesia.

Frente a estos tres banquetes, unívocos en su intencionalidad, los de la coronación se prestan a más de una interpretación.

La primera y más evidente consiste en presentar en majestad a las personas del rey y de la reina, visión que prolonga, dentro del marco del palacio, la que se dio en la ceremonia religiosa, donde no faltan los momentos en los que se ofrece a la admiración de todos los presentes la visión del cuerpo consagrado del rey o de la reina, revestido de los atributos de la realeza. Es la razón por la que el rey ostenta el mismo aparato cuando entra en el lugar del banquete[3]:

E el dicho señor rrey salio de su camara vestido de vn manto de oro enforrado en armiños e su corona en la cabeça e el Prinçipe e el duque, sus fijos, lleuauan delante la mançana e el çebtro de oro e delante del, çient hachas de çera blancas ardiendo. E asy se fue asentar a la tabla do avia de comer asentado en su muy rrica sylla.

 

Otra dimensión es la que se deduce de los entremesos que intervinieron por lo menos en dos momentos del banquete. Su concepción y contenido fueron inspirados por el mismo rey, como lo demuestra la documentación conservada en el Archivo de la Corona [Salicrù i Lluch, Roser, “La coronació i els prepatius de la festa”, Anuario de estudios medievales, 25:2 (1995)]. Los símbolos y los textos ofrecidos por los personajes que intervienen en las representaciones corresponden a algo equivalente a un discurso del trono, en el que el rey impone indirectamente una visión de sí mismo, desde la confirmación de su legitimidad hasta su intención de contribuir a la resolución del Cisma, tarea para la que se siente particularmente destinado.

Por fin, entre el público de esas manifestaciones se contaba, además de los ricos hombres y autoridades eclesiásticas y civiles de la Corona de Aragón, una delegación de Navarros y otra, muy numerosa, de Castellanos, que comprendía, además de los hijos de la pareja real, uno destinado a ser rey de Navarra y otros dos como Maestres de Santiago y Alcántara, los cargos más importantes del reino: condestable, almirante mayor, justicia mayor, adelantado mayor, etc. ¿Qué mejor prueba de que el nuevo rey de Aragón no había renunciado a influir, de una manera más o menos directa, en la política de Castilla y que la coronación le dio la oportunidad, ya resueltos los conflictos ligados a su elección, para manifestarlo de manera ostensible a sus antiguos coterráneos?

 



[1] “pasteles de aves vivas”. Dentro del pastel se solía colocar unos animales vivos, generalmente pájaros, que echaban a volar o a correr, cuando se cortaba la corteza. Lo precisa más abajo el cronista: “abrieron los pasteles e salieron aves volando por la sala”.

[2] Cf. cap. 340, el banquete ofrecido al papa Benedicto en Morella: “E maravilla hera como fueron seruidos todos de muchos manjares e de potajes de diversas maneras e pauones e otras muchas abes de diversas guisas adouados e frutas, e todo bien sazonado e bien hordenado.”

[3] Aunque no lo precisa el cronista, es de suponer que la reina acudió con el mismo aparato al banquete organizado en su honor.

Testamento y codicilo de Pedro de Escavias

Texto de presentación de la edición del testamento y del codicilo de Pedro de Escavias

 

El 28 de septiembre de este año 2023, el Instituto de Estudios Giennenses y la Asociación Amigos del Patrimonio de Andújar organizaron, en la sala de caballerizas del Palacio de los Niños de don Gome de Andújar, un acto de presentación de la obra: Pedro de Escavias, Testamento (1485) y codicilo (1488). Transcripción y edición comentada por Michel Garcia, Prólogo de Rosalía Calzado Chamorro. Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 2003. No me fue posible asistir personalmente al acto, por lo que mi intervención se hizo por visioconferencia. Este fue el texto de la ponencia que leí en aquella ocasión.

 

Proceso de publicación

 

Juan Vicente Córcoles me dio la noticia de la localización del testamento, el 3 de octubre de 2019, y me hizo llegar su reproducción fotográfica el 14 de octubre. Sin demorarme, me dediqué a transcribir los documentos, tarea que terminé el 23.

Si proporciono estas fechas, no es por un prurito de historiador o de archivero, sino para convencerles del entusiasmo que me provocó ese descubrimiento. Les confieso que, a lo largo del medio siglo que llevo interesándome por la figura de Pedro de Escavias, más de una vez había soñado que su testamento aparecía, olvidado dentro de algún baúl, en el desván de alguna casa de la provincia. Son esas ilusiones las que mantienen viva la atención del investigador, aunque, en el fondo, esté convencido de que eso no llegará nunca. ¿Cómo iba a pensar que lo conservaba un archivo de tanto prestigio como el Histórico de Zaragoza y que Rosalía Calzado tendría la espléndida idea de escudriñar en sus fondos? Nunca sabré agradecerle como se merece la constancia que la llevó, como me explicó, a interrogar todos los archivos que visitaba por si cobijaban algunos documentos sobre la historia de Andújar.

La transcripción fue un momento muy excitante. Es un ejercicio que aprecio: familiarizarme con la letra, las abreviaturas, la práctica del copista; luego aislar las fórmulas recurrentes y el vocabulario técnico, jurídico y económico, en este caso; transcribir el texto línea a línea, para facilitar la localización de las palabras de difícil interpretación, contando con el contexto para conseguirlo.

Hecha la transcripción literal, se impone introducir capítulos para hacer resaltar los diferentes temas abordados en previsión del comentario, delimitar párrafos e incluir una puntuación moderna para facilitar la lectura y evitar errores de interpretación.

El 23 de octubre, pude mandar a Juan Vicente y a Rosalía la transcripción literal (conservando la grafía) puntuada del testamento de Pedro de Escavias y, el 1 de noviembre, el codicilo. Tardé unos días más para los otros documentos que, ya desde un principio, me parecieron relativamente secundarios y solo merecían figurar en un anejo a la edición del testamento y del codicilo.

Gracias al contacto con el AHP que me facilitó Rosalía Calzado, pude dirigir algunas preguntas a los archiveros para hacerme una idea clara del contenido del legajo y explicar alguna anomalía que la reproducción fotográfica no permitía aclarar. Un transcriptor siempre experimenta una frustración cuando no ha manejado, en el sentido literal de la palabra, los documentos que transcribe, porque la lectura directa es indispensable y a menudo depara gratas sorpresas. Desgraciadamente, hacer el viaje de Zaragoza para una sesión de trabajo de unas dos horas me resultó desproporcionado. Con todo, sigo echando de menos el no haber tenido en mis manos los distintos documentos y no puedo asegurar que algo, aunque solo sea algún detalle, no se me haya escapado.

Paralelamente a la transcripción, empecé a solicitar a colegas españoles para que me aclararan algunos conceptos que, al no ser jurista ni economista, me resultaban oscuros -juros de heredad, tercio de mejoría, etc.- o la identificación de un alto personaje o de una institución eclesiástica. Así fui reuniendo una bibliografía que me ayudó mucho y me permitió andar en terreno sólido al redactar mi comentario.

También solicité a mis corresponsales andujareños para que me explicaran algunos términos que yo desconocía (v. gr. “posadas”), la localización de algún edificio dentro de la ciudad o algún topónimo de la zona. Estas gestiones me hicieron sentirme algo así como un intruso en un asunto que no me correspondía del todo, por ignorar ciertas realidades que a Ustedes resultan evidentes. No lo digo por excesiva modestia sino para convenceros de que, en ningún momento, he pensado que mi intervención se justificaba por otra cosa que por mi saber libresco, y que debía contar con Ustedes para todo lo demás, que no es poco.

El largo paréntesis de la COVID ha interrumpido el proceso de la edición cuando se estaba pensando en el contenido del libro, incluidos documentos anejos e ilustraciones, que solo se resolvió a finales del año 2021. Mientras tanto, había podido dedicarme al comentario, que me exigió más tiempo de lo pensado, ya que empecé por aquellos meses a pensar seriamente en realizar una nueva edición del Reportorio del mismo Escavias, para la que la del testamento y del codicilo me sirvió de aliciente. Les anuncio que esta ha avanzado mucho y que tengo buena esperanza de que esté lista de aquí al final de este año.

Para el comentario, también recurrí a alguna ayuda, como la de mi amigo, el catedrático de la Universidad de Salamanca, Pedro Cátedra García, muy versado en la literatura testamentaria, que añadió, dentro del contexto de la época, una perspectiva más amplia a la redacción de Escavias.

En abril del pasado año de 2022, Luis Pedro Pérez García, presidente de vuestra Asociación, me informó de que el IEG estaba dispuesto a publicar el volumen. Conocida esa grata noticia, revisé el texto, añadí un índice general detallado para facilitar el trabajo del impresor. Las semanas que siguieron fueron dedicadas a la elección de ilustraciones, que nos llevó hasta enero de este año, a Luis Pedro, a Rosalía, a Manuel Rodrigo Figueroa y a mí.

Por fin, el proceso de impresión propiamente dicho terminó en mayo, demasiado tarde para programar una presentación antes del verano. Por eso se ha fijado en estas fechas. Pero he podido disfrutar durante estos meses con la preciosa edición encuadernada que ha costeado vuestra Asociación, de la que mi antiguo alumno y actual catedrático de España medieval en la ENS de Lyon, Carlos Heusch, ha sacado este retrato a dos caras (la del libro y la mía) que les dedico.

 

Balance

El balance que puedo hacer de la lectura del testamento y del codicilo de Pedro de Escavias es muy positivo, desde la perspectiva de un conocimiento más exacto de su vida pero también porque proporciona datos interesantes sobre el contexto sociológico, geográfico y cultural de Andújar y su comarca en la segunda mitad del siglo XV.

Sobre el entorno familiar del personaje, esos documentos constituyen una prueba indiscutible de que lo que se había publicado hasta ahora, prestando fe a los escritos de genealogistas que, desde el siglo XVI, dejaron libre curso a su imaginación, era muy imperfecto, por no decir lleno de falsedades y deducciones abusivas.

Un testamento no miente, porque se escribe cuando su autor está en trance de morir, y porque se lee en presencia de testigos que están en condiciones de confirmar o invalidar la veracidad de su contenido. Por lo tanto, gracias a esos documentos, podemos dibujar, sin riesgo de equivocarnos, el árbol de cuatro generaciones de Escavias, desde la de los padres del testador hasta la de sus nietos, e incluso su primer bisnieto.

Este testimonio va mucho más allá de una simple enumeración de personas, porque el reparto de bienes entre ellos dibuja una suerte de jerarquía: entre la viuda y sus hijos; entre el hijo mayor y sus hermanas; entre varones y hembras (tres de las nietas religiosas; nieto privilegiado en el codicilo). Se percibe, por lo tanto, una caracterización no solo económica sino sociológica de la parentela.

Contribuye también a un mejor conocimiento del estamento eclesiástico de Andújar, identificando dignidades y monumentos. Se confirma que, en aquellos años, la ciudad solo contaba con una orden femenina y otra masculina, es decir que el panorama apenas había cambiado desde la época de la conquista y que las fundaciones religiosas se multiplicaron solo al final del siglo XV, no antes.

La personalidad de Pedro de Escavias queda mejor dibujada, aunque de manera alusiva. Había recuperado entonces parte de la autoridad que había ostentado durante el reinado anterior, el de Enrique IV, así como su prestigio, a juzgar por la calidad de sus interlocutores y por la solemnidad de su entierro en la iglesia de Santa María. Su caballerosidad se manifiesta en la armadura lujosa de la que hereda su hijo. Ejerce plenamente hasta el final su papel de pariente mayor (jefe de linaje), lo que le sitúa a la cabeza de un personal numeroso, no solo de sus hijos y nietos sino doméstico.

Por fin, los documentos autógrafos que contiene el legajo, redactados en dos momentos distintos, el primero bajo el efecto de una enfermedad que se consideraba mortal, el segundo, el del codicilo, años después, cuando había recobrado la salud, merecen considerarse como un precioso testimonio indirecto de su cultura: el trazo vigoroso de una escritura cursiva no exenta de adornos (‘i’ largas) y una evidente familiaridad con la grafía diplomática al uso, incluida las abreviaturas.

Me resulta un precioso documento porque, gracias a él, he podido atribuir al propio Pedro de Escavias la última línea del Reportorio y, por vía de consecuencia, que el volumen de esa obra conservado en la Biblioteca Nacional de Lisboa era de su propiedad y había sido transcrito bajo su control. Nada menos que eso.

Dentro del capítulo de las decepciones, mencionaré el hecho de que esos documentos se muestren tan prolijos encuanto a la dimensión monetaria de la herencia (rentas, juros, dinero) y tan parcos sobre los otros bienes (casas, haciendas, molinos, ganado, etc.) y sobre los servidores que los explotaban. Es un aspecto de la vida cuotidiana de ese linaje que se nos sigue escapando.

La otra decepción concierne su archivo y su biblioteca. Escavias se muestra orgulloso de detener documentos provenientes de altos personajes y de poseer un fondo de libros que confía expresamente a la guarda de su heredero, con la obligación de conservarlo íntegro. Sin embargo, se echa de menos una lista, aunque incompleta, de los papeles y volúmenes que los constituían. El trabajo que he llevado a cabo sobre la identificación de las fuentes del Reportorio de Príncipes de España dejan suponer que Escavias disponía de un conjunto de volúmenes de tema historiográfico apreciable, sin hablar de los textos poéticos que le sirvieron para formar el Cancionero de Oñate.

Me temo que, si esa lista existió, no fue objeto de una legalización ante notario y que, por consiguiente, conoció la suerte que se suele reservar a papeles de familia cuando los descendientes han perdido el rastro de los antepasados que los reunieron.

 

Conclusión

 

Diré que el descubrimiento del testamento y su publicación no agotan la posibilidad de nuevas investigaciones sobre Pedro de Escavias. Aparte de la documentación que queda por descubrir, lo cual resulta siempre aleatorio, estos documentos abren nuevas vías de investigación en diversos campos: biográfíco, económico, sociológico, cultural. La publicación del Reportorio también contribuirá a ello.

Pero, para mí, lo más positivo ha sido haber conseguido llevar a cabo una tarea colectiva como esta con los compañeros de la Asociación, a pesar de los obstáculos impuestos por la necesidad de comunicar via e-mail o por teléfono. También me alegra sumamente que el IEG haya colaborado tan generosamente a esta realización, y me hace sentir más cercano que nunca a esa institución.

Nota sobre la elaboración de El Viaje de Turquía

Nota sobre la elaboración de El Viaje de Turquía

 

La prioridad que se suele conceder, para las obras de un pasado lejano, al establecimiento de una edición “crítica” hace perder de vista que la creación literaria puede resultar de un proceso largo y a veces complejo, del que el término final no rinde exacta cuenta. Esta consideración se impone aún más rotundamente cuando ese proceso no ha llegado a buen fin, sino que fue interrumpido y abandonado. Este fue el triste destino de la obra llamada Viaje de Turquía, que no alcanzó a imprimirse en su tiempo.

Su tradición manuscrita es escasísima, pero en ella despunta el Ms 3871 de la BN de Madrid, no solo porque es el más antiguo de los pocos conservados y pudo pertenecer a su autor, sino porque un análisis detenido proporciona una información muy rica sobre los avatares que sufrió la obra en su proceso de creación y también en su difusión. El objeto de este trabajo no va más allá de este códice, aunque también recurriré puntualmente a otros tres, el Ms. 6395 de la BN, el Ms. 259 de Toledo y el 7112 de la RAE, a pesar de ser copias posteriores y de no estar tan estrechamente ligados al proceso creativo. Me interesan en la medida en que permiten colmar algunas lagunas, compensar algunas deturpaciones que el paso del tiempo provocó en el Ms 3871 e incluso dejar constancia de una etapa intermedia del proceso no documentada en el Ms 3871.

 

Manipulaciones codicológicas

Fols. 11-13

El texto de la obra empieza en el fol. 11 del códice Ms 3871, siendo ocupados los folios anteriores por la dedicatoria (fols. 1-3) y la “tabla muy copiosa de todas las cosas que en este libro se contienen. El número señala la plana” (fols. 4-10).

La copia del texto se interrumpe en lo alto del fol. 12 vuelto, después de 5 líneas, incompleta la quinta, que reproducen el inicio del parlamento de Panurgo (Matalascallando): “Llamo cosas grabes también os de importancia […] pensáis que en las aldeas no saben zebar las gallinas con el pan del zurron y tomarles la cabeza debaxo del pie?”. A continuación, se lee un reclamo: saltar “al pie”.

Viene luego un fol. en blanco. El siguiente, numerado fol. 13, empieza con un párrafo de 16 líneas que han sido tachadas, aunque las tachaduras no impiden leerlas. Al final del pasaje tachado, reanuda el texto de la obra interrumpido en el fol. 12 v, después de la palabra “pie”, subrayada, que remite al reclamo de aquel lugar: “Bien podeis creer que no se dexan morir …”. En el margen, […]sier aqui / ojo] con un índice apuntando.

Las 16 líneas, a pesar de interrumpir el curso del diálogo, no son totalmente ajenas a la obra, sino que ofrecen una versión menos extensa del texto contenido en el fol. 12, desde las palabras de Panurgo (Matalascallando): “Mejor me ayude Dios que yo los teng[a] por cristianos quanto mas por buenos. Ni precepto de todos los de la lei guardan”, hasta la interrupción del fol. 12 v.

En la columna A, reproduzco el pasaje tachado y, en la B, el texto de ese mismo pasaje que figura en el códice en los fols. 12r y v, colocando frente a frente los pasajes da cada versión que comparten elementos comunes.

 

A

que yo los tengo por christianos quanto mas por buenos, ni precepto de todos los de la lei ellos guardan.

 

 

 

Sino dezidme ¿quantas vezes los habeis visto confesar y oir missa?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

pues en lo de la rrestitucion nos (sic por “uos”) querria  preguntar quanto os han restituido porque no tienen que pues tan poco les habeis dado. Pero quando les habeis visto o oido.

Juan. Restituir no les he visto, pero vender muchas camisas y pañizuelos que mugeres devotas les dan, infinitas vezes, entre las quales, sin ir mas lexos, esta semana vendio vno tres y se andaba con todo el frio que hazia en viuas carnes.

Mata. El medio camino tenian andado si la justicia supiera hazer su oficio.

Juan. [con p…] por que para darse los çiento azotes que meresçia no hera menester desnudar.

Juan. Son tan ipocritas los jueces que pensarian que pecaban en ello.

Mata. Quantas vezes se deben por [esas?] ypocresias de descuidar en hazer su ofiçio.

 

 

 

 

Y estos otros bordoneros, pensais que no saben en las aldeas zebar las gallinas con el pan del zurron y tomarles la cabeza debajo el pie

B

que yo los tengo por xpianos quanto mas por buenos. ni preçeptos de todos los de la lei guardan.

Apat. eso es mal juzgar sin mas saber.

Pan. ellos primeramente no son naturales de ningun pueblo. y jamas los vi confesar, ni oir misa, de (?) antes sus boçes ordinarias son a la puerta de la iglesia en la misa mayor. y en las menores de persona en persona que avn de la deboçion que quitan tienen bien que rrestituir y no mespantan estos tanto como el no advertir en ello los que tienen cargo del (?) que jamas ubo obispo ni probisor ni visitador, ni cura. ni governador, ni corregidor que cayese en la quenta de ver como nunca estos que piden por las iglesias oyen misa y si las oyen quando. al menos yo en todas las horas que se dizen mirando en ello todo lo posible no lo e podido descubrir avn quando alzan apenas se ponen de rrodillas ni miran alla. pues en lo de que dexistes de la rrestituçion querria preguntaros no quanto os an rrestituido por que no tienen que pues tampoco les aveis dado. pero ¿quanto aveis visto u oido que an rrestituido?

Apat. rrestituir no les vi jamas. pero vender hartas camisas y pañizuelos que mugeres devotas les dan infinitas vezes entre las quales por no ir lexos esta semana vendio vno tres y se andaba con todo el frio que hazia en bibas carnes.

 

Pan. que bien andada tenia la mitad del camino para los çient azotes que meresçia si el corregidor lo supiera hazer. mas ai algunos ministros destos quel rey tiene para la justiçia tan ipocritas en estos pequeños negoçios que pensarian que pecaban gravisimamente en ellos avnque mas acostumbrados esten a pasar sobre peine casos mas /12v/ graues

Apat. no es poco grave este.

Pan. llamo casos graves como ellos tambien los de importançia que ai en que ganar y de que sacar las costas. y estos otros bordoneros ¿pensais que en las aldeas no saben zebar las gallinas con el pan del zurron y tomarles la cabeza debaxo el pie?

 

 

El pasaje tachado en lo alto del fol. 13r del Ms 3871 tiene una extensión equivalente al 47% del pasaje correspondiente de la versión B: 1027 / 2168 espacios [Las dos versiones (fols. 11-12 y texto tachado) se deben al mismo amanuense, el cual reproduce el tamaño de las letras así como la disposición y número de líneas, lo que hace posible la comparación.]. Si aplicamos esa proporción a la totalidad del texto que encabeza la obra, el cual alcanza 6855 espacios en la versión B, se obtiene para la versión A la cifra de 3220 espacios, el 42,5% de aquella.

La totalidad de la versión B cubre dos folios y medio + 4,5 líneas en el verso del segundo folio. Para la parte del texto A que no se conserva, en caso de mantener esa versión con la B la misma proporción que en la del pasaje tachado, cubriría algo más de 1 folio (1,17), lo que coincide, si se sustraen las líneas reproducidas en el fol. 13r, a un folio.

Según esta hipótesis, el texto que antecede el pasaje tachado estaría copiado en un solo folio. Este debía de estar entero, porque una vez suprimido y sustituido por los dos nuevos folios, quedaba el final de la versión descartada que se conserva, aunque tachado, al principio del fol. 13r.

Esta hipótesis queda reforzada por la numeración que aparece en el verso de cada folio e indica el número de la plana correspondiente al verso de cada folio. La sucesión de cifras visibles, todas pares como corresponde al verso del folio, empieza con un 4, en fol. 13v, lo que significa que la numeración de los fols. 12v y 13r era 2. De ello se deduce que el primer folio del texto era el actual folio 12r, que se limitaría a esa cara de folio, sin numeración propia. Por lo tanto, la conclusión verosímil es que el texto de los folios 11r-12v sustituye a un texto más breve que cubría un solo folio más el fragmento tachado en lo alto del fol. 13r [Para completar este examen codicológico, conviene apuntar que los folios 11 y 12 se señalan por una tinta más oscura que la que se usa en el resto de los códices].

Esa primera redacción de las primeras páginas del diálogo fue arrancada del Ms 3871 antes de que los otros manuscritos conservados realizaran la copia del apógrafo.

 

Fols. 58v-59r (45r del Ms. 6395)

El final del fol. 58v ofrece otro caso nada fácil de dilucidar, tanto más cuanto que los folios de esa parte están muy deturpados.

Las dos palabras que cierran la línea 36 y última, (“vendes vna”), están tachadas y se han añadido, fuera de la caja de escritura, dos líneas más de un texto que no se conserva en los demás códices. Este texto añadido prosigue en el margen interior del folio siguiente (59r). Lo reproduzco aquí:

58v/ hagote saber que si no te vuelves cristiano y te encomiendas a dios yo no te hallo cura y de hacer esto se te seguirá provecho en el cuerpo y en el alma. Mata. Pues ¿tan indiscreto eras que le deçias cosa con que / 59r margen/ aconsejas / al pagano / …. / …. / .. lo que le / conviene / y si no lo / hiziere / .. irse con / sus peca/dos / … / … / … ter. / … / al infier/no enfin / el murio / y ubo tan/tas ciri/monias / y llantos / quanto te po/dre en/carecer de manera / que en mu/ … / riendo / … / Pedro. estaua / tenblan/do

El texto del MS 3871 (fol. 58v) se interrumpe en la línea 13 del fol. 45r del Ms. 6395 [El lugar viene señalado con un corchete a lápiz, debido sin duda a un lector moderno] y se reanuda a la altura de la línea 7 del fol. 46r [Lugar igualmente señalado con un corchete a lápiz]. Teniendo en cuenta la densidad de texto dentro de la caja de escritura en cada uno de esos códices (algo mayor en el Ms. 3871 que en el Ms. 6395), se puede afirmar que lo que se ha perdido del Ms. 3871 ocupaba 1 folio y no es atrevido suponer que el fragmento perdido del Ms. 3871 es el mismo que el conservado en el Ms. 6395 (y los Mss de la RAE y de Toledo que son idénticos al Ms 6395).

 

La pérdida de ese folio no interrumpe la continuidad del texto en el Ms. 3871. Del mismo modo que no se observa ninguna ruptura entre el añadido del final del fol. 58v y el del margen del fol. 59r: “Pues ¿tan indiscreto eras que le deçias cosa con que / 59r margen/ aconsejas / al pagano […]”, tampoco la hay entre el final de ese inciso marginal y el texto copiado a continuación, aunque aquel no hubiera alcanzado quizás su redacción final: “enfin / el murio / y ubo tan/tas ciri/monias / y llantos / quanto te po/dre en/carecer de manera / que en mu/ … / riendo / … / Pedro. estaua / tenblan/do 59r/ de miedo que algun turco no me diese algo que no me supiese bien […]”.

La conclusión lógica es que el folio fue suprimido voluntariamente, sin duda por considerar el autor que se podía prescindir del episodio en el que Pedro se atreve, en contra de toda verosimilitud, a convencer al Pachá de arrepentirse en trance de muerte.

 

Es interesante observar que el Ms. 3871 ha sido objeto hasta aquí de dos manipulaciones de signo contrario: un añadido al principio del texto y una supresión en este pasaje. Se deduce que el mismo códice sirvió de ejemplar de trabajo en un momento dado.

Si es posible encontrar una explicación satisfactoria a esas dos intervenciones, no se entiende por qué la numeración de las planas conoce, a partir de ese lugar, un desorden notable.

Esta se mantiene regular hasta el fol. 58v del Ms. 3871, donde alcanza la cifra de 94. La numeración del fol. 59v se ha perdido por degradación del papel. La numeración se reanuda con la cifra 101 en el fol. 60v. Si el salto no resulta de un error, habría que suponer que se ha perdido el texto de las dos planas numeradas 96 y 98 más la de una hoja suelta, necesaria para enlazar con el número 101 que viene a continuación y explicar cómo se pasa de una numeración par a una impar. Por mucho que se busque, ninguno de los códices de la tradición textual de la obra contiene rastro de una pérdida de tal extensión en el texto que conservan. O habría que suponer que esos dos folios y medio supuestamente perdidos contenían un episodio completo que luego se retiró, lo que es mucho suponer. Lo más probable es que la numeración de las tablas se hiciera después de la supresión de este folio y que el encargado de ponerla, que ni fue el autor ni tampoco el copista, confundió la pérdida de un folio con la de un cuaderno, e incluso perdió los estribos hasta sustituir la numeración par por la impar, lo que es absurdo, tratándose de numerar dos caras de folio enfrentadas.

Para concluir este apartado, conviene señalar que las dos líneas finales del fol. 58v y la nota marginal del siguiente parecen no haber alcanzado el mismo grado de elaboración. El de las dos líneas del fol. 58v es copia imperfecta de un texto ya elaborado, como lo demuestra el añadido interlineado de “a dios”, elemento imprescindible si lo hubo (“encomendarse a dios”). En cambio, la nota marginal es un “premier jet” que el autor iba emendando a medida, de ahí las numerosas palabras tachadas que he dejado en blanco en la transcripción.

 

Del fol. 100v al fol. 101r

Cuadernos desplazados

A pesar de que la numeración de los folios no presenta ningún salto, la de las planas, que pasa de la cifra 181 a la de 219, indica que desaparecieron 18 folios de ese lugar del códice.

Identificar el contenido de esos 18 folios cuyas planas llevaban la numeración 183-217 no resulta demasiado difícil, por cuanto el capítulo (o como se le quiera llamar) Turcarum origo ocupa una extensión similar al final del MS. 3871 y del Ms. 6395.

Los cuadernos del Turcarum origo, tal como se conservan en el Ms. 3871, no llevan numeración de planas, lo que significa que no son los que fueron arrancados de su lugar primitivo, sino que resultan de una copia ulterior, que es la que fue colocada al final del volumen.

Esa nueva intervención es distinta de las dos ya comentadas, en la medida en que no incide tanto en el texto de la obra como en la disposición de su contenido, lo que confirma que el Ms. 3871 sirvió de copia de trabajo a su autor. [La nueva copia de esta sección presenta enmiendas similares a las de lo demás del códice, pero por su estado de conservación bastante degradado se ha perdido algunos fragmentos. Ana Vian y Florencio Sevilla los han compensado en su edición, recurriendo a otros códices.]

 

  Nueva distribución del Ms. 3871

El folio 100v se interrumpe con estas palabras: “que me habeis dado vna cama con sabanas del/” a las que siguen por lo menos tres líneas en letra distinta, ligeramente fuera de la caja de escritura:

/gadas y olorosas y todo lo demas tan agusto que me ha hecho perder el Regaloder el con que me vi en el cautiverio que / [habeis oido] y demomento a momento doy y e dado mil gracias a dios que de tanto trauajo me libro y en tanto con comen/ [……….] muy ocupados al presente [quiero que]

[De la tercera línea solo pueden leerse las últimas palabras. Bajo estas, se percibe el rastro de algunas letras, que podrían ayudar a colmar la breve laguna entre “al presente” y “me saqueis”. Por eso las incluyo, aunque entre corchetes, al final de este fragmento.]

 

Las cinco primeras líneas del folio siguiente (101r actual), que sustituyen a las que iniciaban el folio, están copiadas sobre una banderilla que ha sido pegada por encima del texto preexistente:

me saqueis de vna duda en que me tiene puesto mi entendimiento y es que quando / vn turco pide a vn cristiano se buelua a su peruersa seta de que suerte / se lo pide y el orden que tienen que estaran seguros de el / para le tomar [una línea tachada] / y la legalidad y juramento que conforme a su seta [tachado] le toman / da. Pedro. Toda su seta consiste en que alçado el dedo…

 

Los códices Ms. 6395 (fol. 91r) y el de la RAE (fol. 85r) nos permiten conocer en qué consistía ese texto de principios del fol. 101r antes de su modificación. Lo que viene a continuación de “que me aueis dado una cama con sabanas del/” [“sabanas del” termina la línea, pero se supone que es mera casualidad.], dice así:

que quiere deçir salomon soltan çelim prinçipe de paz murato desseado mustafa mo. y son de señores ybrain çenam. rustan pirino apostanes ma mima hemet, alli hahamat, caziom, rustieph a los otros esean. der pherrat a moços llaman siempre. cheremet que quiere deçir agudo y del dia que se çircunçida. no paga mas tributo al Rey. Juan. Pues no se diçen algunas palabras ni nada. Pedro. Toda su seta consiste en que alçado el dedo…

En los dos códices, el texto no ofrece ninguna interrupción, siendo el único detalle que distingue a uno de otro que el de la RAE ha transcrito la última palabra del fol. 100v en “de”, en lugar de “del” y la ha unido a la secuencia siguiente: “vna cama con sabanas. de que quiere deçir salomon”. Aparentemente, el copista ha querido restituir un mínimo de coherencia sintáctica al pasaje, sin que se pueda deducir cual de los dos códices (3871 o 6395) está copiando.

El testimonio del Ms de Toledo (fol. 144r), en cambio, propone una lectura original de las últimas palabras del fol 100v: “Pedro. ¿como lo habia de pasar sino muy bien que me habeis dado vna cama con sabanas que no ha sido para mi poco regalo?”. A continuación el texto reproduce la intervención de Juan: “Es tanto el gusto […]”. El contraste con la redacción de Ms 3871 no puede ser más flagrante: la mayor brevedad frente a una formulación enfática; una frase perfecta frente a un borrador. Paradójicamente, ese mismo contraste no excluye, ni mucho menos, que las dos redacciones tengan que ver una con otra como lo sugiere la presencia del vocablo “regalo” en las dos, pero también su común carácter conclusivo. Es lícito pensar que la del Ms 3871 es el borrador que desembocó en la del Ms de Toledo. En un primer momento, el autor cede a la tentación algo lúdica de prolongar el diálogo lo más posible. Luego le parece más urgente concluir.

 

Comentario

En el Ms. 3871, el texto ha sufrido una doble manipulación: se ha completado la frase interrumpida en “sabanas del”; y se ha recompuesto el breve fragmento que encabeza el folio siguiente para reanudar con el texto compartido por ambos (“Pedro. Toda su seta consiste en que alçado el dedo…”). Es un fenómeno similar al enlace entre los fols. 58 y 59: después de suprimir varios folios del texto, se redacta una breve transición entre los dos fragmentos que, por sustracción del folio arrancado, se habían vueltos contiguos.

Los copistas del Ms. 6395 y del de la RAE reproducen mecánicamente lo que se les ofrece, sin percatarse de la evidente laguna que supone la interrupción de una frase al final de un folio y la falta de conexión con el texto que encabezaba el folio siguiente. De otro modo, hubieran indicado, aunque solo fuera con una línea en blanco, que faltaba algo entre folio y folio. Con todo, se les debe agradecer su ciega fidelidad al modelo, porque nos ofrecen una referencia exacta del contenido del códice que iban reproduciendo.

El copista del Ms de Toledo ha tenido acceso a un modelo distinto del Ms 3871 actual: primero porque no se había sustraído aún el primer folio del capítulo sobre la religión de los Turcos; y también porque la frase puesta en boca de Pedro de Urdemalas se concluía con siete palabras más allá del final del fol. 58v actual y que, del texto primitivo, se había suprimido todo lo que sigue a “sabanas”, incluido “del”, inicio de “delgadas”, que se mantiene hoy al final del folio. De todo ello se deduce que la disposición del texto no coincidía entre ese modelo seguido por el copista de Toledo y el Ms 3871 y, si fue una copia de éste, se hizo antes de la sustracción del folio siguiente, lo que añade mayor profundidad cronológica al proceso que llevaría hacia la versión final de la obra.

Lo que importa subrayar es que el autor sustrajo de su obra algunos pasajes que no le convenía conservar. Los motivos exactos, los desconocemos, y solo podemos emitir hipótesis, como la que he enunciado más arriba en el comentario de los fols. 58-59. La mejor explicación reside en el carácter monotemático del pasaje concernido, el cual facilita su supresión al no influir en la continuidad de la obra, sino, al contrario, al interpretarlo como un inciso. En este caso, el tema es la práctica de la circuncisión y el ritual que la rodea, que en un momento dado pensó el autor que no merecía que se le concediera tanta importancia, por la razón que fuera. Además, la transcripción de términos y nombres árabes ofrecía tal dificultad, como lo demuestran de sobra las deficiencias del Ms. 6395, que pudo incitar al autor a renunciar a conservarla.

 

Tabla

Este índice temático fue compuesto cuando el Turcarum origo seguía en su sitio inicial, después de las andanzas de Pedro de Urdemalas. Así se explica que las menciones de Bayaceto, que inicialmente se encontraban en la plana 189, en la composición actual del códice estén situadas en los fols. 146v y 147r, donde falta la numeración de plana.

 

Dedicatoria

La reproducen todos los códices.

Un detalle curioso, interesante para relacionar los códices entre sí, consiste en que el copista del Ms 6395 dejó un blanco al final, porque no supo interpretar la palabra “europa”: “y lo poco que de ….pa le queda”. La misma dificultad encontró el copista de la RAE, aunque intentó colmar la laguna: “y lo poco quedel. evřo pale queda”.

Por otra parte, los copistas del Ms 6395 y el de Toledo inician el texto del diálogo a continuación, al final del folio con la fórmula “Initium sapientiae timor Domini” y la mención del nombre de los tres protagonistas. Los dos prescinden de la tabla (también el de la RAE).

El exemplum de Artaxerxes se reproduce en el Ms 3871 y en el de la RAE inmediatamente después de la dedicatoria y de su fecha. De esta el Ms 3871 precisa el año 1557, aunque tachándolo; el de la RAE, no lo menciona, ¿interpretando al pie de la letra la tachadura de su modelo?

 

Enmiendas textuales

 

Como suele ocurrir en cualquier texto manuscrito, este lleva correcciones o enmiendas de varios tipos.

 

            Errores de copista

Las menos significativas son los fallos del transcriptor. Los errores se corrigen bien tachando la palabra que sobra, bien sustituyéndola sobre línea, o compensando en el margen alguna laguna, fenómeno que se da en muy contados casos. He aquí una enumeración de las enmiendas más frecuentes, cada una ilustrada por algunos ejemplos:

– Palabra mal interpretada (“negras” por “mitras”, 34r; “aqui” por “a que”, 34r; “con toda la ber breuedad”, 110r);

– Vocablo transcrito de manera anticipada (“de man mata. de manera”, 28r; “otro medico judio catalan dezia enemigo suyo dezia”, 108v);

– Palabra omitida (“mata”, 34r);

– Palabra indebidamente repetida.

Alguno que otro de esos errores es un acto reflejo, como el divertido fallo en la transcripción del refrán italiano que dice “aqui somos como dizen los italianos, padre, hijo y pregonero”, en el que el copista sustituye mecánicamente a la última palabra “spiritu santo”, 17v.

Esos fallos son habituales y relativamente poco frecuentes, como corresponde a una copia cuidada, que sin duda fue revisada atentamente.

 

            Enmiendas redaccionales

Mucho más interesantes son algunas correcciones que sugieren que la copia pudo también hacerse bajo dictado, porque algunas enmiendas parecen introducidas al filo de la pluma, como si el autor estuviera en condiciones de modificar, a medida que se copiaba, una redacción anterior que tenía bajo los ojos: “porque a los parleros que dirían fueron la causa”, 33v; “allende de mas de que seriamos”, 118r; los capitanes patrones dellos, 78v; “se benden dos mill dellas de todas”, “y alli donde las mete”, 119r; “el qual le y tomar se ha la residencia y residira en su lugar” 126r (sobre el alojamiento de un nuevo embajador recién nombrado); “tiene de ser de lado. la plater no tengais miedo”, 136r (el autor renuncia a hablar de la platería en aquel lugar; más abajo evocará “La plateria mejor y mas caudalososa que la de nuestra corte”.

La gran mayoría de las enmiendas atañen al estilo. El revisor tiene especial interés en evitar repeticiones de palabras en una misma frase o a unas pocas líneas de diferencia: “El baxa al cabo destos días”, 34v (“Zinan baxa” en la línea anterior); “pues aina”, 115r (“pues” ya en la línea anterior); “quinientas ropas de brocado”, 121v (“ropas” dos líneas más arriba); “que como la sabana toma la mayor parte que buelue a la parte de afuera”, 124v; “a proposito deste juan maria lo que vi”, 125r (“juan maria” en la línea anterior). Especial atención presta el revisor a algunas fórmulas que debían ser habituales bajo la pluma del autor, como “por cierto”. La utiliza tres veces en el fol. 84v, de las que solo se conservará una: “P. no se por çierto al menos / l. 23: P. de la sancta mucha por çierto … P. desa no por çierto”.

También se preocupa por aligerar la formulación, suprimiendo elementos que no juzga imprescindibles. Esas enmiendas tienden a favorecer la viveza del estilo, como lo exige la forma del diálogo, sin obstaculizar la comprensión: “en vn cofrecito de marfil. solamente no nos falta sino pluma de las alas”, 20r; “y nada cumplen. Luego dezir os an”, 27v; “y que entre todos”, 29r; “que no saldrá de alli”, 33r; no falta mucho e buen pan a comprar barato y la merçed de dios”, “y vesele el pie, y luego tras el la mano”, 34v;40r; “que les curase algunos males viejos”, 48r; “Juan. abraham dizen que edifico aquel templo? P. si hallan escrito”, 106r.

Otras enmiendas consisten en sustituir una palabra por otra, con vista a mejorar el estilo (cuando la nueva lección viene interlineada, la transcribo en cursiva): “como tiene la cola grande ciega va zegando el camino” 26r; “començaron a tomar me comigo doblado odio”, 27v; “juan. que es despalmar? Pedro. vntarlas darles por debaxo con sebo”, 29r; “y traya venia cargado”, 35v; “y cargados molidos”, 39v; “dezilde añado digo tambien … todo lo que digo dicho ser verdad”, 45r; “verdaderamente çierto”, 49r; “a medio ducado de paga cadal dia”, 113v; “de abril de año del su nasçimiento de christo”, 126r; “tiene de ir va el baxa”, 126r.

También hay algún que otro añadido que no pasó del intento [Por ese motivo, no ha sido recogido en los otros códices]. Así, en el margen inferior del fol. 44v, se ha copiado el inicio de una intervención de Juan, que no llegará a completarse (en cursiva el texto añadido): “y despues de dezir que el xpiano lo habia muerto.// mata. ¿hera hermosa? P. ni como diana no la hai de aqui alla mas no habeis visto por. los judios ya yo sabia que / 45r/ sin haberme visto”. Parece ser que el autor quiso cortar el soliloquio de Pedro de Urdemalas que juzgaría excesivamente extenso y finalmente renunció.

 

Posibles casos de censura

Capítulo aparte merecen las enmiendas que consisten en supresiones sin sustitución ni compensación de ninguna forma. Los pasajes concernidos generalmente están tachados de manera que no se puedan leer; solo se conoce su contenido por el Ms. 6395 que fue copiado antes de esas intervenciones.

En el fol. 103r se lee: “y beberan para matar la sed vnas aguas dulzes como azucar y cristalinas con las que se les cresçera la vista y el entendimiento y veran de vn polo a otro. Mata. y si comen y beben ¿no cagaran en el paraiso? P. maravillabame como no saliais ya. toda la superfluidad ha de ir por sudor de mill delicados manjares que tienen de comer y han de tener muchas moças […]”. Se suprime la réplica de Mata, no tanto, supongo, por atentar a la religión, que al fin y al cabo es la musulmana, como por ser trivial y escatológica. El autor pudo o debió tachar lo que sigue, hasta “comer” para borrar todo el pasaje en cuestión; no lo hace aún a riesgo de desconcertar al lector ante esas “superfluidades” no anunciadas en el texto censurado.

Dos referencias al arcángel Gabriel han sido tachadas, aunque en contextos distintos. En una de ellas (fol. 102r), se suprime la referencia a la entrega del Corán a Mahoma: “Juan. ¿con quien diçen que se le embio dios? P. con el angel gabriel. En otra, se ha sustituido la mención del arcángel por otra mucho menos comprometida (en cursiva, el texto de sustitución): “en vn cofrecito de marfil. solamente no nos falta sino pluma de las alas del arcángel sant Gabriel esas del gallo de santo domingo/ Pe. esas […]”.

El tema de las reliquias que aquí se toca es de los que han dado lugar a más intervenciones de esta clase, como en el fol. 20r (en cursiva, el texto de sustitución): “Mata. por amor de dios no hablemos mas sobresto. sino de aquellas reliquias grandes que dize Los cabellos de nra sra la leche la espina de Xpo el dinero las otras reliquias de los sanctos  al rio que dize que lo traxo el mesmo de donde estaba. pedro. es verdad”.

La más sustanciosa es esta (en cursiva el texto tachado):

por que el templo de salomon avnque den mil escudos no se dexaran ver: ni demás desto a los devotos no faltan algunos fraires modorros que les muestran çiertas piedras con vnas pintas coloradas en el camino del calvario, las quales dicen que son de la sangre de Christo que avn se esta alli y çiertas pedreçillas blancas como de yeso dicen que es leche de Nra Señora, y en vna de las espinas esta también çierta cosa roja en la punta que diçen que es de la mesma sangre, e otras cosas que no quiero al presente decir […], 18v

La supresión del texto tachado, que se conserva en la copia del Ms 6395, no incide en la comprensión ni en la estructura de la frase. Lo que se suprime es una ampliación que pudo juzgarse a posteriori como innecesaria. Sin embargo, para el lector que conozca la versión amplia, la ausencia del pasaje se deja notar, en la medida en que se podría esperar una enumeración y esta queda confirmada en las primeras palabras siguientes “y otras cosas”).

 

Repentirs del autor

Se da un caso en que un pasaje fue tachado y luego repuesto sin cambio interlineado para conservarlo: “que lo he visto en vn ospital de los sumptuosos de España que el qual no le quiero nombrar pero se que es real pero se que es real”, fol. 16v.

Más sorprendentemente, en el fol. 103r la tachadura se produce dos veces: “Y los que llamaren a dios por tiempo al fin saldran avnque tarde, los que le blasfemaren quedaran por siempre jamas”. Después de tachada, la frase ha sido repuesta sobre línea, y este añadido tachado a su vez.

Estas intervenciones pueden traducir cierta duda, por no decir perplejidad, por parte del autor, pero también puede significar que el censor no era el autor, y que, en muy contados casos, este quiso oponerse a la decisión radical del revisor. De estos dos ejemplos se podría deducir que las tachaduras señaladas más arriba se debieran también a una persona distinta del autor, si bien fueron aceptadas por él.

 

 

Consideraciones finales

Se ha escrito y repetido que el Ms. 3871 no es un borrador. Es una discusión bastante vana porque el término es demasiado impreciso y el borrador único es una entelequia. En cierta medida resulta vano también descubrir si es autógrafo, salvo si se quiere identificar al autor de una obra anónima por medio de su grafía. La pretensión no deja de ser exorbitante y, en realidad, solo sirve para rechazar ciertas atribuciones, al no coincidir la grafía del manuscrito con la del autor supuesto. Esas dos posibilidades no agotan las relaciones del autor con un manuscrito, como parece demostrarlo el inventario de correcciones del que doy aquí una muestra. Esta permite identificar tres clases de interventores: dos visibles, uno individual más otros plurales; uno virtual. El primero es el copista; los otros, los que introducen observaciones al margen o subrayan pasajes. Entre esas dos clases de interventores, que no coinciden cronológicamente, está el autor, interventor eficiente en la medida en que se observa muchas veces su presencia en el texto, aunque no se haya manifestado con su propia mano. No descarto que el copista y el autor se confundan, aunque lo dudo, porque varias erratas se corresponden demasiado con los avatares de la reproducción de un modelo como para poder atribuirse al mismo autor. Además, habría que demostrar que la letra del amanuense no es la de un profesional y que el autor había alcanzado un dominio práctico tan alto como el que se observa en el Ms. 3871. Basta con comparar con Ms. 6395, aun admitiendo que fuera algo posterior lo que puede haber influido en el tipo de escritura.

No comparto el punto de vista enunciado por Marcel Bataillon (Erasmo y España, n. 2 de las págs 669-670). Las tachaduras no son pocas, sino consecuentes, porque no hay folio que no la tenga. Por otra parte, en contra de lo que escribe, esos “arrepentimientos de composición” no pueden atribuirse a ningún copista. En cuanto a “los ligeros retoques que consisten en suprimir una o varias palabras inútiles”, su acumulación compensa el que sean ligeros y no se entiende cómo un copista podría intervenir en ese campo sin incurrir en una fulminante condena por parte del autor, al meterse en lo que no le corresponde. El revisor, que para mí es el mismo autor, manifiesta allí un prurito de estilista innegable, como quien sabe que el demonio está en los detalles.

En cambio, estoy conforme con la hipótesis que adelanta Bataillon según la cual “esta copia se hizo bajo la vigilancia del autor que completaba y retocaba su texto”, hipótesis de la que no podemos dejar de constatar que contradice radicalmente sus afirmaciones anteriores. Es la posibilidad mejor para conciliar las aparentes contradicciones que contiene el códice.

El proceso de creación de una obra literaria da lugar a sucesivas etapas, desde la reunión de un material de base o la redacción de unos primeros fragmentos, hasta la puesta en limpio de una redacción preliminar considerada como suficientemente elaborada para adquirir vida propia. Lo que interesa es reconstruir ese proceso en cada una de sus etapas. El análisis de los manuscritos en su materialidad ofrece una información no desdeñable al respecto. Del Ms. 3871 se puede afirmar que nos permite conocer el proceso de composición de la obra a través de la constitución material del volumen.

 

  Concepción de la obra

Nos consta que la concepción de la obra ha conocido varias etapas. La primera secuencia de texto, que cubre el relato que hace Pedro de Urdemalas de su cautiverio y de su vuelta a Burgos, tiene un estatuto aparte. Es el núcleo de la obra y por sí solo justifica la existencia de esta. La versión que se copia en este códice, si bien ha alcanzado un grado de elaboración avanzado, será objeto de varias modificaciones ulteriores destinadas a mejorarla según un criterio que solo puede pertenecer al autor. Por consiguiente, más exacto sería caracterizar el códice como “manuscrito de autor”, por cuanto la mano de quien concibió la obra ha dejado rastros identificables. La reescritura del principio del diálogo es la más clara de esas intervenciones, ya que se materializa en una redacción ampliada del principio del texto (fols. 11-13). De hecho, es un pasaje que exige una atención especial por parte del autor, porque es un diálogo “puro”, entre dos personajes de similar importancia y que se dan a conocer a través de los temas que tratan y de su manera de considerarlos. La composición del diálogo no exige tanto cuidado desde el momento en que interviene el tercer protagonista, ya que la voz de Pedro de Urdemalas se impone a la de los otros dos. Las intervenciones de Juan y Mata, breves y generalmente expresadas bajo forma de preguntas, tienen como objeto principal conseguir una aclaración o una precisión y su mayor efecto consiste en interrumpir a trechos el soliloquio de Pedro, que amenaza ser farragoso. Esa reescritura del principio, puede que traduzca también, por parte del autor, cierta falta de familiaridad hacia un género literario no tan fácil de manejar, y quizás también, la toma de conciencia de que, una vez acabado, el texto merecía un pórtico más elaborado que el inicialmente redactado.

Este hecho manifiesta también ciertas vacilaciones estilísticas, siendo la más patente la atribución de nombres griegos o romances a los personajes. Bajo la sentencia Initium sapientiae / timor domini que encabeza el primer fol. del texto, el 11 r, el autor indica los nombres de los personajes del diálogo: “Apatilo, Panurgo Pollítropo”. A lo largo de los fols. 11 y 12, se designa a cada locutor alternativamente por Apa. (Apatilo) y Pan. (Panurgo) [Pollítropo no aparece en ese fragmento]. Desde el fol. 13, los nombres griegos quedan sustituídos por los de Juan de Votoadiós (Apatilo), Mátalascallando (Panurgo) y Pedro de Urdemalas (Pollítropo). Lo lógico es suponer que inicialmente el autor había pensado en darles nombres griegos, idea que abandonaría más adelante para optar por otros, romances. Pero esta explicación cuadra mal con la materialidad del códice. En efecto, el cambio se produce primero en el fragmento de 16 líneas tachadas al principio del fol. 13 para mantenerse sin solución de continuidad en la totalidad del códice. Por consiguiente habrá que suponer que la versión del principio del diálogo de la que solo se conserva el final (las 16 líneas tachadas) fue la que impuso esa opción onomástica. El hecho no deja de ser sorprendente, porque contradice la cronología de las dos versiones, en la medida en que lo que se supone ser una versión inicial, por la doble característica de ser fragmentaria y haber sido abandonada a favor de la versión nueva, es la que avala ese cambio mayor y definitivo, característica que conviene más a una revisión ulterior. Este hecho concede una dimensión literaria inesperada a lo que parecía ser solo una pérdida material del soporte.

Como corolario, habrá que suponer que el folio perdido del que solo se conservan las 16 líneas finales venía encabezado por los tres nombres romances de los personajes, y no los griegos. En efecto, la característica más notable de los nombres de los personajes del diálogo, es que no no se reproducen in extenso dentro el texto, sino reducidos a un elemento del nombre o a un diminutivo: Juan, Mata y P. El único lugar en que aparecen completos, es al principio del texto, lo que confirma el fol. 11 del Ms 3871 (y las ediciones posteriores). Es un hecho sorprendente en sí, que podría acarrear graves consecuencias: en caso de que el apógrafo hubiera perdido su plana inicial, el copista y el lector estarían condenados a ignorar el nombre completo de esos personajes.

Otra consecuencia es que los Mss 6395 y 259 de Toledo no reproducen al 3871.

 

Turcarum origo

Este capítulo seguía inicialmente al de las andanzas de Pedro de Urdemalas, como lo demuestran la numeración del códice y la tabla, que apuntan entradas situadas entre 183 y 217. A pesar de mantener la forma del diálogo, su idiosincrasia complica su inclusión dentro de una obra que ya había cobrado cierta identidad. En efecto, abandona la temática del cautiverio y tiene una extensión relativamente reducida comparada con lo que antecede, lo que le confiere una clara autonomía. Además, desde las primeras palabras, Pedro aborda de lleno el tema. Dadas esas características, es de suponer que el capítulo estaría precedido de una introducción encargada de facilitar una transición con lo que antecede. La última réplica de Juan (“Toda esta semana le hare estar aqui avnque le pese. la venida ha sido en su mano. la ida en la nuestra”), con su carácter conclusivo, no sirve para eso.

Una comparación con el tratamiento reservado a la secuencia sobre la religión puede ayudar a aclarar la duda. No habla primero Pedro, como en el Turcarum origo, sino Juan, quien solicita a este, a la par que introduce el tema (“la religion y costumbres de los turcos”). La preocupación que manifiesta así el autor por favorecer una transición entre el cuerpo de la obra y el nuevo fragmento no se concibe fuera de un hilo narrativo mínimo, encargado de introducir ciertas referencias cronológicas. Este es el papel que corresponde al diálogo entre Juan y Mata, que llena un hueco temporal a la espera de que Pedro se despierte y se reúna con ellos (fols. 100-100v). Al haberse perdido el final de ese intermedio y el inicio de la secuencia siguiente en el Ms. 3871, es imposible reconstruir la redacción primitiva, cuando el Turcarum origo venía después de las andanzas de Pedro de Urdemalas. Sin embargo, adelantaré una hipótesis.

Si bien la laguna final de dicho intermedio (el diálogo entre Juan y Mata) no permite afirmar que no estuviera ya compuesto cuando se desplazó el Turcarum origo, una hipótesis sería que la primera redacción de la obra se acababa con las palabras de Juan que transcribo más arriba, las cuales, aun dejando abierta la posibilidad de que prosiguiera la obra, forman un cierre momentáneo. Más adelante, el autor redactó, a modo de complemento, una historia de los Turcos, manteniendo la forma del diálogo, lo que no deja de ser una ficción porque Pedro de Urdemalas, por el mero hecho de haber sido cautivo, no tenía capacidad para transformarse en historiador del imperio otomán. Que se haya concebido como capítulo aparte, lo demuestra el que haya sido desplazado a otro lugar de la obra sin aparato explicativo. De otro modo, el intermedio dialogado hubiera sido desplazado también.

Apunta justamente Meregalli (“Partes inéditas”) las lagunas del Turcarum origo incorporado al final del códice, basándose en un inventario de las remisiones de la tabla a ciertos folios que han desaparecido (“Esta tabla representa de manera inequívoca el estado que el autor o el amanuense consideraba definitivo, en el momento de su redacción, …”). Sorprende la importancia concedida en esas páginas a asuntos castellanos o de actualidad, varios de ellos de tipo cultural. De ahí nace la sospecha de que fue la razón por la que no se transcribieron en la segunda copia (la que se añadió al final del códice) o se quitaron antes de que fuera copiada. Puede que sea un rasgo de autocensura, pero no forzosamente porque eso expusiera al autor a ciertas medidas represivas sino por quedar fuera de la temática del capítulo. Con todo, uno queda frustrado por no saber en qué términos precisos el autor se expresaba y qué revelarían de su personalidad.

Del texto del Turcarum origo que se conserva, el largo desarrollo sobre la suerte terrible de Bayaceto en manos de Tamorlán, después de su derrota, es el que parece haber inspirado parte de la materia que debía figurar en los folios perdidos, según la tabla temática: “212: El rey don Pedro no fue cruel; mas crueles hombres hay agora que nunca […]”

 

Cómo se enlazaba el Turcarum origo con lo que le antecedía.

Las primeras palabras de Pedro (“No puede ser menos sino que sobre el origen, vida y costumbres de los turcos haya muy varias opiniones) solo se conciben como la respuesta a una pregunta de uno de sus dos compañeros. Del contenido de esta, nos podemos hacernos una idea con la que introduce al capítulo de la religión de los Turcos. A las palabras de Juan (“[…] querria nos contasedes algo de lo que anoche nos prometistes de la religion y costumbres de los turcos”) hacen eco las de Pedro (“Eso hare yo de muy buena gana y para que desde el principio sepais todo lo que cerca de la religion y costumbres tienen […]”. Algo similar se podría imaginar para la introducción del capítulo del Turcarum origo, solo que, al no disponer de la pregunta de Juan o Mata, debemos basarnos en las de Pedro: “No puede ser menos […]”. Esta respuesta es compatible con las palabras de Juan citadas más arriba, introduciendo un mínimo de cambio: “[…] querria nos contasedes algo de lo que anoche nos prometistes del origen, religion y costumbres de los turcos”. De ello se pueden sacar varias conclusiones.

– La inserción del capítulo sobre la religión en lugar del de los orígenes pudo realizarse sin introducir cambios importantes en el contexto.

– El título de ese capítulo (Turcarum origo) no rinde cuenta exacta de su contenido, que es, en realidad, “el origen, vida y costumbres” de los Turcos, el cual se confunde casi con el de la religión (“religión y costumbres” de los Turcos).

– Si se reproduce ese título en los códices (también los críticos, incluido yo mismo), es por comodidad, porque sirve para diferenciar los dos capítulos, y no sería otro el motivo por el que lo adoptara el mismo autor.

– En el enlace, lo que debe llamar nuestra atención no es tanto la introducción del capítulo como la conclusión del intermedio que precede al nuevo capítulo (primero el Turcarum origo, luego, sustituyendo a este, el de la religión y costumbres).

– La redacción que se conserva en T es sin duda la que se eligió para introducir el nuevo capítulo (religión y costumbres), mientras que la que conserva el Ms 3871 es la que correspondía al Turcarum origo.

– Esta resultó obsoleta cuando se desplazó este capítulo, y posiblemente sea lo que explica que no quedó rastro de ella en la tradición textual.

 

Religión de los Turcos

Basándonos de nuevo en la numeración general de las planas y en la tabla, podemos afirmar que este capítulo fue colocado, en un primer momento, a continuación del Turcarum origo. Los cambios ocurridos más adelante pueden interpretarse de dos maneras: la historia de los Turcos fue suprimida de la obra y el nuevo capítulo vino a sustituirla; la supresión de esa historia solo fue momentánea, ya que volvió a ser incorporada al volumen posteriormente, en una copia distinta de la anterior.

Lo más significativo de la operación es que el capítulo sobre la religión de los Turcos recibió un tratamiento preferente en detrimento del anterior, hasta el extremo de ocupar su sitio con todo el aparato que le correspondía. Otra opción sería que, cuando se le ocurrió al autor introducir un capítulo sobre la religión de los Turcos, pensó aprovechar el intermedio introductivo existente, aunque modificando su final para que encajara con la nueva temática. Su preferencia por un capítulo sobre otro es suficiente para hacer plausible esa traslación así como el aparato nulo que acompaña al capítulo desplazado dentro de su nuevo contexto. Simbólico resulta el que, del Turcarum origo, no se hayan conservado los cuadernos primitivos, sino que el texto fuera copiado de nuevo antes de reinsertarlo en el códice.

Queda por aclarar si la inclusión del capítulo de la religión y la sustracción del de la historia de los Turcos fue concomitante o se realizó en momentos distintos. El estado del último folio del capítulo dedicado a la religión de los Turcos (fol. 138) induce a pensar que, durante cierto tiempo, fue el último del códice y, por esa razón, estaba expuesto a sufrir una degradación mayor que los anteriores, como lo atestigua el estado del que ocupa el mismo lugar en el códice actual. Esto sugiere que corrió cierto tiempo entre el momento en que se retiraron los 18 folios del Turcarum origo y se añadió una copia nueva al final del códice.

 

Dedicatoria y tabla

Desde un punto de vista codicológico, la presencia de la dedicatoria y de la tabla señala una etapa precisa en la constitución del volumen. En ella culmina el proyecto, al reunir todos sus componentes y hacerlos preceder por una piezas liminares, con el fin de dotar la obra de cierta solemnidad (dedicatoria al rey) y de un instrumento práctico (la tabla). El orden de sucesión de esos componentes parece fijado definitivamente: andanzas de Pedro de Urdemalas, Turcarum origo, religión de los Turcos. La tabla confirma que ese desorden de las partes y sus entradas son las del Ms. 3871.

Las piezas liminares indican que el autor había pensado en la posible difusión del volumen, sin duda bajo forma impresa. El motivo por el que no llegó a concretarlo cae fuera de este estudio, pero algunos elementos materiales pueden ayudar a conocerlo. La suerte que ha sufrido el capítulo Turcarum origo lleva a pensar que su presencia pudo ser un obstáculo a la publicación. Lo mismo sugiere la supresión, al principio del capítulo dedicado a la religión de los Turcos, del pasaje que describe la práctica de la circuncisión.

Por otra parte, varias enmiendas del texto evocan una forma de censura aplicada mayoritariamente a pasajes en que el autor se refiere a la religión.

La distribución interna actual del volumen, con la supresión de un capítulo que se realizó posteriormente, no fue suficiente para abrir a la obra el camino de una difusión impresa. Desde ese momento, el códice pasa a ser de uso exclusivamente privado. Algunos de sus lectores se manifiestan en sus márgenes o subrayando ciertos pasajes. Las copias que se hicieron de él sugieren una mínima difusión y, en el caso de las que conserva el fondo del conde de Gondomar, una afición propia de un gran bibliófilo.

El Ms. 3871 es testimonio de un fracaso no solo editorial, sino también literario e ideológico. Sin duda también personal. A pesar de la distancia temporal, nos conmueve pensar en la frustración y la desilusión que pudo experimentar su autor, al ver que el entusiasmo que le había animado en la redacción de una obra de esa envergadura y la perspectiva de verla difundida se habían quedado en agua de borrajas, sin hablar de la posible humillación sufrida a lo largo de las distintas censuras a las que fue sometida.

Febrero de 2022 / octubre de 2024

Festejos públicos y privados I

FESTEJOS PÚBLICOS Y PRIVADOS (I)

 

ENTRADAS SOLEMNES EN TIEMPOS

DEL REGENTE FERNANDO, LUEGO REY FERNANDO I DE ARAGÓN

 

Excepto en algunas malas novelas históricas, donde no es raro que, asomándose por casualidad al portal de su tienda, un mercante se tope con el rey, camino de Notre-Dame, en los siglos medievales y hasta una fecha reciente, cualquier contacto visual y menos físico con la persona del rey es denegado a la inmensa mayoría de sus súbditos. Si bien el rey de Castilla y su corte suelen desplazarse, lo hacen dentro de un perímetro limitado a las dos Castillas y en ciudades o instituciones (monasterios y conventos) con capacidad para alojarlos y facilitar la ejecución de actos administrativos. Un caso extremado al respecto lo ilustra la actitud de la reina Catalina, que mantuvo a su hijo, Juan II, aislado en Valladolid durante toda su minoría, con la excepción de un viaje a Salamanca para ponerlo a salvo de un brote de peste (1412-1413). La presencia del rey es permanente en la vida de sus súbditos, pero se ejerce a través de una mediación humana (ejecución de la justicia, tasación, etc.) o material (efigies de toda clase, empezando por las monedas). Ese alejamiento tiende a favorecer una concepción mítica del monarca. Siendo escasísimas las oportunidades de ver al rey, cuando ocurre una, la conmoción que provocaría en los espectadores ha tenido que ser muy grande. [véase Textos inéditos / Trabajos críticos, conferencias, ponencias / Aguasvivas].

Trataré aquí de una de las manifestaciones más habituales de esa convivencia momentánea entre el rey y sus súbditos, las entradas más o menos solemnes a villas o ciudades que hizo el Infante Fernando siendo regente de Catilla y luego rey de Aragón (1407-1416).

 

Segovia (7 de enero de 1407)

Todas las entradas reales no son solemnes ni acompañadas con fiestas y regocijos populares. Algunas pueden ser incluso humillantes. Todos los reyes castellanos medievales, hasta Enrique IV e Isabel incluidos, han sufrido, en un momento u otro, la vergonzosa prueba de un acceso impedido a una población o fortaleza por sus defensores.

Semejante accidente le ocurrió a Fernando, recién designado regente del reino a la muerte de su hermano, Enrique III. Cuando se presentó ante la ciudad de Segovia para reunirse con la reina Catalina y proceder a la lectura pública del testamento del rey difunto, su corregenta le negó la entrada, bajo el pretexto de que no quería dar paso a Juan de Velasco y a Diego Lopez de Estúñiga, tutores designados del joven rey. En vista de que “tenia el alcaçar bien basteçido de gente de armas e de lo que menester le fazia, e fazialo muy bien guardar de dia e de noche”, Fernando no tuvo más remedio que hospedarse en el convento de franciscanos, fuera de la ciudad (cap. 5) y negociar su entrada y la de sus acompañantes.

 

Sevilla (10 de noviembre de 1407)

Después de levantar el asedio de Setenil, fracaso compensado solo parcialmente por la consolidación de la presencia cristiana en otras plazas de menor importancia como Torre Alháquime, Fernando se dirige hacia Sevilla para devolver la espada de Fernando III, que había recogido solemnemente unos meses antes, el 7 de septiembre (cap. 48). El regreso a la ciudad nos da la oportunidad de descubrir el ritual de una solemne entrada.

De una manifestación de esa clase se trata, en efecto, como lo señala, aunque de pasada, el cronista, “según que suelen fazer a rrei nuevo”. Esta fórmula merece un comentario. Fernando no es el rey ni consta que actúe en representación de este, ya que en ningún momento de las ceremonias se evoca un encargo oficial ni el documento que debería avalarlo. No se nos oculta tampoco que el motivo de la entrada es devolver la espada de san Fernando que el Infante había recogido antes de emprender una campaña que, aunque aprobada por la corregenta y por las Cortes, fue compromiso personal suyo, si bien la presentó como la realización de una decisión de su hermano difunto. La fórmula da a entender que la persona del regente y la del rey son equiparables y sustituibles una por otra, lo que parece del todo inconcebible. Al comentarista, siempre le queda la posibilidad de recurrir a una explicación simbólica, considerando que el regente encarna la figura del poder in absentia, dada la imposibilidad de su titular de hacer acto de presencia física. La explicación me parece algo forzada. Tendería a pensar, más bien, que Fernando aprovecha que el arzobispado de Sevilla estuviera bajo su administración para cometer un abuso, aprovechando indebidamente una titulación que no le corresponde.

Por qué se organizó el acto en ese momento y no cuando vino Fernando por primera vez a Sevilla después de su nombramiento, no lo dice el cronista (cap. 83). Puede que sea porque las circunstancias eran más favorables que en medio de la agitación provocada por los preparativos de una campaña militar, y también, porque, un año después de la muerte del rey Enrique, la situación política había vuelto a cierta normalidad en el reino. Lo cierto es que la fórmula es ambigua.

El regente, montado en un caballo castaño, viene lujosamente ataviado: “armado de cota e braçales, e llevaua vnas sobrevistas de vn açeituni blanco villotado con lauores de oro, muy rrico”. Entre los acompañantes, el adelantado Pedro Afán de Ribera, a su derecha, lleva la espada, al sonido de “menistreles y trompetas”. En el cruce de los caminos que van a Alcalá de Guadaira y a Carmona, le alcanza desde Sevilla un grupo de caballeros, que había participado en la campaña, más las autoridades de la ciudad (“los alcaldes e alguazil e veinte e quatros, caballeros e jurados”) y muchos moradores. Estos son los dos primeros requisitos de una entrada: el equipaje lujoso del visitante y de su séquito y su recepción por una delegación de la ciudad, “por el camino” (en el límite del término municipal), antes de llegar a las puertas de la ciudad. Los dos cortejos se unen y caminan de consuno.

Se detienen ante la puerta de la muralla, en este caso, la de San Agustín. El regente descabalga, “do dan agua a las bestias”, detalle tomado en vivo por el cronista, y se dirige hacia un altar montado por los frailes para esa ocasión. Fernando se arrodilla y reza ante la cruz de plata allí colocada.

Vuelve a cabalgar y alcanza la catedral. Delante la Puerta del Perdón, es acogido por la clerecía “con cantos de alegria e dando graçias a Dios porque le diera la vitoria de los enemigos de la Fe”. Se humilla ante la cruz y dice una oración.

Las demás ceremonias ya no conciernen la entrada propiamente dicha sino el acto de entrega de la espada.

 

Antequera (1 de octubre de 1410)

La entrada del Infante vencedor en Antequera se hizo varios días después de que los moros de la villa aceptaran la “pleitesía” que se les impuso, a saber, entregar el castillo y los cautivos cristianos, y salir con todo lo suyo, salvo el pan (el trigo) y demás abastecimiento. A cambio, se les daba 1100 bestias para llevar a los ancianos y niños, así como el bagaje, a Archidona. Eso fue el 22 de septiembre.

En el proceso de la toma de posesión demostró el Infante ciertos fallos que crearon malestar entre los cristianos. En efecto, el 23, ordenó al obispo de Palencia y al conde Fadrique de Trastámara entrar en la villa y subir al castillo donde les fue entregada la torre del homenaje. De inmediato el prelado y el conde colocaron en ella sendas banderas. Esta iniciativa disgustó a los demás caballeros que veían con mal ojo como parecían atribuirse el mérito exclusivo de la victoria. Ante el enojo de los demás caballeros, el Infante no tuvo más remedio que dejar que cada uno pusiese su bandera, aunque algunos se negaron por considerarse definitivamente desairados.

Instruido el Infante de que, como escribe el cronista, “los rreyes sienpre deben hazer en manera que los caualleros no ayan continente vno mas que otro”, procuró evitar otro disgusto en la ceremonia de su propia entrada que hizo una semana más adelante, con la población mora ya en Archidona y después de tomar otros tres castillos que amenazaban la villa conquistada, Aznalmara, Cauche y Jebar. Optó por resaltar simbólicamente dos poderes indiscutibles, el de la Iglesia y el de la realeza. La entrada se hizo en procesión, encabezada por los clérigos presentes en el asedio, que llevaban “las cruzes e rreliquias” de su capilla y, por únicas banderas, los pendones de la Cruzada, de San Isidro de León y de Santiago, más sus propios pendones. La ceremonia consistió en el acto de cristianización de la mezquita mayor, que fue bendecida y dedicada a San Salvador.

 

Calatayud, Zaragoza y Lérida (1412)

El rey permaneció en Cuenca a la espera del fallo de Caspe. Cuando hubo recibido la noticia de su elección, se desplazó a Guadalajara, donde dejó instalado el Consejo encargado de administrar en su nombre el reino de Castilla, junto con la reina Catalina, y después de atribuir los cargos principales. Desde allí se dirigió a su nuevo reino, camino de Zaragoza, pasando por Calatayud [véase Textos inéditos / Trabajos críticos, conferencias, ponencias / Aguasvivas]. Huelga decir que este viaje (agosto de 1412) fue un momento privilegiado para celebrar la unión entre el rey y sus nuevos súbditos, entre cuyas manifestaciones ocupan lugar privilegiado las entradas solemnes. Sin embargo, el cronista no relata ninguna. Zurita (XII.1 1412) evoca dos de ellas, y es posible que no hubiera otras:

Y con este acompañamiento fue recibido en Calatayud y después en Zaragoza con mayor triunfo y fiesta de lo que se acostumbraba en la nueva sucesión de los reyes por ser esta más nueva y extraña que se hubiese visto jamás Fue esta entrada en el principio del mes de agosto.

Si el cronista no menciona siquiera las entradas, no será por falta de interés por esa clase de ceremonia, como lo manifestará más adelante con las entradas siguientes. Tampoco será porque las juzgó de poco relieve, cosa imposible de creer (véase el comentario de Zurita, al respecto). Opino que se trata de una laguna del relato y que esta se debe al sencillo motivo de que el cronista no formó parte del séquito del rey durante el viaje ni estuvo presente en Zaragoza cuando se reunieron las cortes. Tocamos aquí uno de los aspectos más peculiares de esta crónica y uno de los límites de su aportación informativa. La misión de redactar la crónica del reino fue iniciativa exclusiva del Infante Fernando y la confió a un individuo elegido por él. Esta personalización de la composición de la crónica explica mucho de sus defectos y, en particular, las lagunas que presenta la narración, porque basta con que el encargado esté ausente de la corte para que no se relate lo que ocurre en ella en ese espacio de tiempo.

Una de esas lagunas corresponde a la reunión de las cortes en Zaragoza, y se sitúa entre los cap. 240 y 241. Al final del capítulo 240, el cronista cuenta que el rey se dispone a entrar en sus reinos acompañado de hombres de armas castellanos pero desiste de ello ante la adhesión de “muchos de los grandes señores del rreino de Aragon” a los que prefiere confiar su protección, después de restituirles los cargos que ejercían bajo Martín el Humano. Resume el viaje en una frase: “E partio por sus jornadas fasta que llego a Çaragoça y marauilla hera como hera muy bien rreçeuido en las çiudades e villas do llegaua” . En cambio, no perdona detalle acerca de las negociaciones, que, en ese momento, llevaban a cabo en Tortosa los del principado de Cataluña y el conde de Urgel, para conseguir de este que pronunciara el juramento de fidelidad al rey. El cap. 241 está enteramente dedicado a referirlas así como las negociaciones entre los miembros del Consejo y los embajadores del Conde y la reacción el rey que acabó por acceder a lo que estos pedían, como si el cronista hubiera estado en Tortosa con “los del prinçipado de Cataluña” cuando estos recibieron la respuesta del conde de Urgel y hubiera ido con ellos a Zaragoza, donde fue testigo de la reacción del reyel 30 de agosto y días siguientes. Lo que pasó en las cortes, no lo relata a pesar de ser un momento importantísimo si lo hubo, porque fue cuando el rey electo juró, en poder del Justicia de Aragón y en presencia de los ricos hombres y demás “caballeros, mesnaderos e infanzones” (dice Zurita) de Aragón, respetar los “fueros, privilegios, usos y costumbres” del reino y recibió el juramento de fidelidad de los cuatro estados de la Corona. El cronista no dice ni una palabra de este acto solemne, ni de las entradas que lo precedieron..

Fue en el curso de esas negociaciones cuando el rey, descontento por la actitud del conde de Urgel, decidió incautar los lugares de los que era señor e hizo su entrada en Lérida, acto que el cronista resume en pocas palabras: “en la qual çiudad fue el rrei solenemente rreçibido”.

 

Tortosa (noviembre de 1412)

Durante la tregua que resultó entre el rey y el conde de Urgel, Fernando visitó al Papa en Tortosa en noviembre de 1412 (cap. 242). El motivo de la entrevista es sumamente grave, ya que en el nuevo rey recae la enorme responsabilidad de decidir qué partido optará la Corona y, por vía de consecuencia, la “nación española”, para la resolución del Cisma. Benedicto XIII, muy debilitado, espera poder contar con el apoyo de Fernando por la ayuda que le prestó en la elección en Caspe.

Como bien dice el cronista, “El rrei partiose para Tortosa donde estaua el Papa Benedito, que lo deseaua ver”. Entiéndase que el Papa invitó al rey a visitarle a Tortosa, donde residía de manera permanente. En esa ciudad, en efecto, ya había convocado la Disputa entre cristianos y judíos prevista para el inicio del año siguiente (7 de febrero de 1413 – 13 de noviembre de 1314), que presidiría activamente. Así que se da una situación harto paradójica, ya que el rey cumple su primera visita a una importante ciudad de su reino, pero esta, en parte, queda fuera de su autoridad al hacer función momentáneamente de sede pontificia. [Más adelante, la ciudad conservará este carácter particular, como lo demuestra el que Jorge de Ornos, desde Constanza (31 de marzo de 1418), la propondrá a Alfonso V como posible sede de concilio, junto con Valencia, Tarragona y Perpiñán]. Por lo tanto, no sería excesivo afirmar que el rey Fernando no hace sino acceder a la invitación del Papa, quien lo acoge en su residencia de Tortosa.

Estas circunstancias introducen cierta ambigüedad en el desarrollo de las ceremonias, que se observa desde el primer acto protocolar habitual, el recibimiento “por el camino”. El rey se detiene en un lugar no identificado por el cronista, a dos leguas de Tortosa y, en ese lugar, “todos los cardenales e prelados lo salieron a rreçeuir e a le fazer rreuerençia”. No se menciona a ninguna autoridad municipal, por lo que hay que entender que los que se desplazan son los miembros del Sacro Colegio, lo que indica que las principales protagonistas son, hasta ese momento, en exclusivo el rey y el Santo Padre, sin intervención de la ciudad de Tortosa.

Al día siguiente, la ceremonia recobra su curso normal, ya que van al encuentro del rey, fuera de las puertas de la villa, “otra vez los cardenales e perlados” pero acompañados por “la ciudad”, es decir las autoridades ciudadanas y sin duda parte de la población, no se sabe si por iniciativa personal o mediante instituciones, por ejemplo los gremios. También, se completa con una dimensión lúdica evocada, aunque muy elípticamente, por el cronista (“con grande alegría”). Sin embargo, es un paréntesis que pronto se cierra, reanudándose la relación exclusiva entre el rey y el Santo Padre: “E el Papa lo rreçiuio muy solenemente, estando el Papa en su catedra muy solepne. E este dia estuuo el rrey con Papa e todos los caualleros que con el yban”. Este es el desarrollo habitual de las audiencias concedidas por el Papa con el fin de tratar de asuntos graves. Habrá varias en los capítulos dedicados a la entrevista de Perpiñán.

La entrada de la reina y de sus hijos presentes, los Infantes don Pedro y doña María, se celebra el día siguiente, según el proceso habitual, en presencia de los magistrados municipales y de la población, para acabarse en una suerte de reunión familiar: “E [estudo] el rrei e su muger, la rreina, e sus fijos quinze dias en su solaz con el Papa, el qual avia muy grande alegria en los ver, que los tenia como tiene padre a fijos.”

 

Barcelona (28 de noviembre de 1412)

Desde Tortosa, el 19 de noviembre, el rey convocó cortes en Barcelona para el 15 de diciembre siguiente. Su entrada en la capital condal ocurrió el 28 de ese mes de noviembre. Aunque el cronista no relate el evento en sus pormenores, señala la recepción calurosa y lucida que le ofreció la población: “marauilla hera del rreçibimiento que le fue fecho con las maiores alegrias del mundo, saliendolos a rreçibir todos los naturales de la çiudad, e los grandes ombres vestidos de nobles paños de sirgo, e dellos de librea con colores e cadenas de oro e de plata” (cap. 243). La originalidad de ese recibimiento consiste en que no aparece ninguna otra autoridad que la ciudadana, cuyos representantes demuestran ser el interlocutor si no único, por lo menos privilegiado, del soberano.

De hecho, las cortes se habían convocado, en pleno conflicto con el conde de Urgel, para que el rey confirmara de nuevo, habiéndolo hecho ya en Lérida, las constituciones, costumbres y privilegios de los catalanes. La ida del rey a Barcelona tenía, por lo tanto, un significado altamente político. Fernando estaba dispuesto a multiplicar las pruebas de su adhesión a la tradición condal, hasta el extremo, como lo escribe Zurita, de confirmarla dos veces, una en la iglesia mayor, otra en las cortes. Los catalanes le hicieron juramento de fidelidad solo después de esa doble declaración real (V, XII; ix, p. 312). La celebración ofrecida por la ciudad en esa entrada puede verse como una manifestación habitual, sin que pudiera interpretarse como una adhesión entusiástica a la persona del nuevo rey. El laconismo del cronista (el capítulo 243 se limita a esa única frase) traduce quizás la tibieza de las relaciones entre catalanes y el soberano. Esta ya se había manifestado de manera espectacular desde el primer momento, poco después de la elección, cuando los miembros de la delegación condal se negaron a cruzar la raya de Castilla y a humillarse ante él ni siquiera a bajarse de sus caballos, como lo hicieron los embajadores aragoneses y valencianos, que iban con ellos (Lorenzo Valla, II, XI, 1-4).

 

Balaguer (5 de noviembre de 1413)

Son circunstancias muy distintas de las anteriores las que presidieron a la entrada del rey en Balaguer (cap. 311), después de tres meses de asedio (5 de agosto – 5 de noviembre de 1413). Como lo hizo para la entrada en Sevilla, el cronista encabeza su narración con una consideración sobre la naturaleza y el alcance del acto: “ordeno de entrar a ver la çiudat de Valaguer con solenidad, segun pertenesçe a los rreyes quando entran a las çiudades e lugares que ganan”. No sé de dónde saca el cronista los antecedentes a que se refiere. Desde luego, no de la historia reciente de Castilla, que es la que menos desconoce, porque tengo serias dudas de que remita a una tradición aragonesa. Habría que remontarse al reinado de Alfonso XI para encontrar un caso equivalente, que correspone a la toma de Algeciras en 1344, es decir casi tres cuartos de siglos antes de la toma de Balaguer. Huelga decir que la comparación con la toma de plazas moras resulta harto discutible e incluso de mal gusto, porque equivaldría a confundir la toma de Balaguer con la de Antequera. De peor gusto aún, si un devoto cristiano como Fernando no hace ninguna diferencia entre las dos poblaciones asediadas. De pésimo gusto en fin, si le anima la voluntad de demostrar a sus súbditos aragoneses las virtudes heredadas de sus antecesores castellanos. Sin embargo, no descarto que para el cronista la comparación fuera justificada desde uno o varios de esos prejuicios.

La ceremonia se resumió a un desfile de la victoria. Lo encabezaban los cincuenta combatientes que iban a recibir la orden de caballería, seguidos por el rey, que venía rodeado de pendones: delante, el de la Creu (“que es de los rreyes de Aragon, que hera vna cruz vermeja”), y la Divisa de Santa María (“que hera el canpo blanco e vn collar de las jarras de Santa María”); detrás, las armas reales de Aragón, la divisa de la Jarra (la orden que había creado Fernando siendo Infante de Castilla), y las armas reales de Sicilia (“dos aguilas prietas y bastones”). Los símbolos exhibidos, como fue el caso en la entrada en Antequera, resaltan los dos pilares de la autoridad, la religiosa y la real, y, para esta, una insistencia evidente en la persona de Fernando, a través de la orden de la Jarra.

Salen a recibirlo “los de la çibdad”, “según es costunbre de fazer a los rreyes”, con un palio (“vn paño de syrgo con sus varas”). El ritual de la armazón queda reducido al mínimo, limitándose el rey a dar con una espada desnuda “ençima de los baçinetes”. La población acompañó al rey con danzas y manifestaciones de alegría hasta la iglesia mayor donde oyó misa. Entregó la divisa del collar de las Jarras “a bien ochenta caualleros e escuderos catalanes e castellanos”.

En la ceremonia, se conjuga, pues, la recompensa recibida por los caballeros y escuderos vencedores con la celebración de la persona de Fernando, como rey pero también como dechado de caballería. Si el cronista no hubiera tomado la iniciativa de presentar el acto como una solemne entrada, el lector lo hubiera interpretado como una manifestación de regocijo propio de guerreros vencedores después de la dura prueba del asedio a una plaza fuerte.

 

Entrada del papa Benedicto XIII en Morella (18 de julio de 1414)

Fernando I y el papa Benedicto XIII habían concertado entrevistarse “sobre dar rrespuesta al enperador de Alemaña e al rrey de Françia sobre la vnion de la Yglesia.” (cap. 336), a consecuencia de la embajada del 30 de mayo anterior por la que se pedía al rey de Aragón se uniera al partido favorable a la sustracción de obediencia a Benedicto XIII. El lugar elegido para el encuentro fue la villa de Morella. Fernando la alcanzó el 1 de julio y esperó al Papa que tardó en llegar hasta el día 18. Proveniente muy probablemente de Peñíscola, este hizo etapa en Sant Mateu, que dejó, el 16, yendo hacia Morella.

El séquito papal se detiene en una “casería”, cuyo nombre omite el cronista como lo hiciera para la entrada del rey en Tortosa, a media legua de Morella, pero aún antes de llegar allí, a imitación del que le hizo el Sacro Colegio en la entrada a Tortosa, se le honra con un recibimiento a cargo de una delegación encabezada por el Infante don Sancho, hijo del rey y maestre de Calatrava, el almirante de Castilla, y los condes de Osona y Cardona.

El mismo rey se desplaza al caserío, ese mismo día después de comer, para visitar al Papa. El cronista se detiene en los pormenores de la entrevista, delatando que estuvo presente en ella, como lo demuestra el hecho de situar el asentamiento del santo Padre en el sobrado del portal de una pequeña casa, detalle que solo un testigo visual podía recordar. Esa primera toma de contacto entre los dos personajes se resume a un alarde de cortesías mutuas también protocolares: el rey hace la reverencia; el Papa se levanta de su silla (cubierta de un paño de oro) y se dirige andando hacia el rey; este le besa pie y mano; el Papa le “da paz”, besándole en el rostro, y le invita a sentarse entre dos cardenales. Luego, el Papa ofrece confites y vino a los visitantes, encargándose de servir al santo Padre, de confites, “por mayordomo el rrey”, y de vino, “de copa” su hijo, el maestre de Alcántara; y al rey, de confites, el conde de Trastámara y de copa, el conde de Cardona.

La entrada tiene lugar el miércoles 18 de julio. El rey, acompañado por su corte y por moradores de Morella, se adelanta para alcanzar al Papa antes de que llegue a las puertas de la villa. En ese momento empieza el relato detallado que hace el cronista del ritual que rige las “çirimonias que traen los Santos Padres”.

El Papa viene precedido por caballos blancos, mulas con mantas de escarlata cargadas con sus sombreros. En otra mula,

el cuerpo consagrado de Nuestro Señor Ihu Xpo en vna arca que podia ser de luengo de quatro palmos, que venia muy bien asentada de luengo ençima de la mula, que hera fecha como munimiento toda colorada de paño de grana e las guarniçiones de plata e, ençima della en el comedio, vna cruz pequeña de plata blanca muy bien asentada. E, ençima de la çerradura, venian dos llaues a rremenbrança de las que tenian san Pedro e san Pablo e, de yuso de la vna, vna luna e, entre las lunas, la señal por do abren la arca.

El rey y sus acompañantes se arrodillan cuando pasan el arca y el clérigo cargado con una cruz que preceden al Santo Padre y, a continuación, el rey hace reverencia al Papa: le besa la mano y este le da paz.

Detrás de la mula y su arca vienen doce hombres que llevan hachas de cera ardiendo (de día, en pleno mes de julio) y un sacristán del Papa en otra mula. Luego, montado en un caballo, un hombre alza la bandera o pabellón del Papa, que al cronista le cuesta identificar y describir (“un como tendejon […] a que dezian pauillon”). Sigue otra mula, blanca esta, con la zapatilla (también designada por “mula”, de ahí los equívocos entre “mula” y “mula” del Papa), cubierta de un paño de escarlata, a imitación del mulleo de los antiguos senadores romanos.

Al pie de la cuesta de Morella, el séquito se detiene ante una casa, dentro de la cual al Papa le quitan el manto de escarlata, el capirote y el sombrero que llebaba puestos hasta ese punto, para vestirlo de pontifical, es decir con los ornamentos que sirven para celebrar el oficio divino, “e ençima vna capa de sirgo vermeja e vna mitra blanca en la cabeça con aljófar”. Montado en su mula, viene precedido por otra mula también blanca que lleva otros tres sombreros colocados sobre palos. Con ese aparato, camina hasta cierto punto de la subida, donde le espera una procesión formada por “los capellanes del rrey e de la villa e asy frailes e clerigos con las cruzes de la villa e de la capilla del rrey muy solenemente hordenadas”, que se une al séquito y le acompaña con sus cantos. El rey y los altos señores que vienen con él se encargan de llevar el palio (“vn paño de syrgo que ende tenian çerca de la proçesion los ofiçiales de la villa con sus baras”) para abrigar al Papa hasta la puerta de la villa. Completan el séquito doce hombres llevando hachas de cera blancas que se reúnen con los que ya precedían el arca.

En otro punto más delante de la subida, se ha instalado un monumento “do estaua vn altar cubierto de paño de syrgo e, antel altar, estaua sobre vnas almuadas e vn paño de oro vna cruz muy rrica de plata”. Descabalga el Papa y, mientras el rey mantiene la falda de su capa, se arrodilla ante la cruz y la besa “con la boca e con los ojos”.

El último ramo de la subida, hasta la puerta de la villa, el rey lo recorre a caballo, a instancias del Papa, sin duda informado del mal estado de salud del rey.

Desde la puerta de la villa hasta la catedral, el ambiente cambia de signo. El aspecto religioso se mantiene (“toda la clerecía cantando”), pero aparecen manifestaciones de un jolgorio más popular: “troxieron al Papa muchos juegos por lo honrar […] e muchos juglares”.

Después de la adoración de la cruz y la concesión de perdones (“que oviesen los que con el venian syete años e syete quarentenas de perdon los confesados o que confesasen dende a ocho días”), Benedicto vuelve a cabalgar y se retira al convento franciscano en el que se hospeda.

 

Entradas en Valencia (diciembre de 1414 y junio de 1415)

 

Entrada del Papa y del rey (diciembre de 1414)

La reunión en Valencia del Papa y del rey tenía como objetivo principal preparar el posible matrimonio del Infante don Juan con la reina Juana de Nápoles, que acababa de suceder a su difunto hermano Ladislao. Este proyecto interesaba sumamente a Benedicto, porque Nápoles era uno de los pocos reinos que le mantenían la obediencia y la ciudad de Roma estaba bajo su protección. En aquel momento, el rey compartía su opinión al respecto: “enían casar su fijo porque fuese rrey de Napol, porque dezian que, sy el rreyno de Napol fuese en poder de su fijo, el ternia a Roma e pornia a nuestro señor el Papa en Roma”.

Ante la perspectiva de una doble entrada solemne, el rey cedió el primer lugar al Papa. Si se toma a la letra el texto de la crónica, se sucedieron con un día de diferencia la entrada del Papa, la del rey y la de la reina con el Príncipe. El cronista no escatima superlativos acerca de las ceremonias que acompañaron las entradas, que tenían fama de ser señaladas en la ciudad de Valencia, pero se muestra desgraciadamente poco más que alusivo al describirlas: “E fizieron vn dia muy gran rreçiuimiento al Papa con muy estrañas çerimonias e juegos que en Valençia fazen a los rreyes, los quales enían muy muchas mas de las que solian para rreçiuir al Papa e al rrey” (cap. 355).

 

Entrada de la Infanta de Castilla (junio de 1415)

Se había cumplido el plazo previsto para celebrar las bodas del Príncipe Alfonso con su prima, la Infanta María, hija mayor de Enrique III de Castilla y de la reina Catalina. El Príncipe tenía 19 años y la Infanta iba a cumplir los 14, el 1 de septiembre. La reina Catalina hubiera preferido que esta ceremonia se hiciera en Castilla, pero “por conplazer al rrey de Aragon”, se conformó con el deseo de éste. Debió influir en su decisión que la unión fuera bendecida por el Santo Padre, cosa que no hubiera sido posible, dada la avanzada edad del pontífice, si el matrimonio se hubiera celebrado en Castilla, y también porque la unión de dos primos hermanos exigía por lo menos el aval de la Santa sede.

La Infanta fue recibida por el rey con todo el boato que se solía reservar a altos personajes, pero a tono con la poca edad de los futuros esposos. El rey fue a recogerla “allende de Requena”, es decir en la raya de Castilla y para su entrada en el reino se desarrollaron “justas e torneos e otras çirimonias”, ordenadas por la reina que fue quien, al parecer, se hizo cargo de la organización de los festejos. De creer al cronista, la entrada en Valencia fue digna de la que se había celebrado cuando entró el propio rey, en el mes de diciembre anterior.

 

Entrada del emperador Segismundo en Perpiñán (13 de septiembre de 1415)

Las vistas de Perpiñán (cap. 368) son el acontecimiento diplomático culminante del corto reinado de Fernando y en buena medida el canto del cisne de un rey moribundo. La presencia simultánea en el territorio de la Corona del emperador Segismundo y del Papa Benedicto exigió una rigurosa logística, complicada por la débil salud de Fernando y los caprichos de sus huéspedes.

Inicialmente estaba previsto que las vistas se hicieran en Niza. Ya a punto de zarpar del Grao de Valencia las naves que tenía preparadas para alcanzar aquella ciudad, el rey tuvo un ataque grave de la enfermedad de la que sufría y de la que moriría pocos meses después (“el açidente de su dolençia”, dice el cronista), lo que le impidió honrar la cita. A consecuencia de ese contratiempo, propuso que las vistas se hicieran en Perpiñán, lo que terminaron por aceptar el emperador y el Papa.

El cronista no relata cómo se hizo la entrada de Benedicto a Perpiñán, sino que allí llegó primero, antes que el rey que tuvo que desembarcar por fuerza en Collioure y seguir en andas hasta el lugar de la cita. Mientras tanto, el emperador se alojó en Narbona, ciudad francesa, y luego navegó hasta el Canet, donde empezó la ceremonia del recibimiento presidida por el príncipe Alfonso en nombre de su padre.

La llegada del emperador por mar, aunque complicó algo el protocolo, dio la oportunidad a los aragoneses de añadir actos inesperados en los que pudieron lucirse. Se improvisó un campamento de tiendas, entre otras “la su [del rey] gran tienda de las torres” que supongo sería la más amplia y lujosa que tuviera, en las que el emperador y sus acompañantes pudieron comer y dormir, quizás en la misma playa, ya que la acogida tuvo lugar el miércoles 18 de septiembre, como apunta precisamente el cronista, época del año en que alojarse al aire libre era fácil e incluso agradable. El Príncipe estaba acompañado por su hermano Pedro, por varios obispos aragoneses y castellanos (de Tarragona, de Palencia y de Zamora) y altos señores (Enríquez Pérez de Guzmán, conde de Niebla es el único nombrado). La composición de la delegación era acertada (y probablemente concertada con el Papa, que se mostraba muy exigente en cuestiones de protocolo), al favorecer a la representación eclesiástica e incluir a obispos castellanos, como si toda la nación española participara en las vistas y no solo la Iglesia de la Corona. Esto tranquilizaría sin duda al emperador dejándole esperar una solución definitiva del Cisma, ya que esa nación formaba el grupo más fuerte que seguía oponiéndose a la sustracción de obediencia.

Cuando emprendió su camino hacia Perpiñán, el emperador vio venir a él varias delegaciones, una tras otra, según un orden nada improvisado: “quanto a media legua de Perpiñán”, los embajadores del rey de Castilla; el maestre de la Montesa; el Príncipe Alfonso y los ricos hombres y caballeros aragoneses que le habían acompañado en Canet; una delegación pontificia numerosa, encabezada por el camarlengo, seguidos e los cinco cardenales. Así se completaba el protocolo, al reunirse simbólicamente las tres entidades, – Imperio, Santo Padre e Iglesia española – que iban a participar en las negociaciones.

En la Puerta de la Paz, donde habían salido los moradores a honrarle con juegos, se había montado un cadalso con una silla, la misma en la que el rey solía jurar los privilegios de la ciudad. El emperador no quiso sentarse, sino que se mantuvo de pie junto con las otras autoridades. Allí recibió del rey el obsequio, habitual y reservado a los visitantes ilustres, de “vn cauallo castellano con sus guarniçiones de plata, dorado el freno, e la sylla cubierta de plata dorada, el freno e la silla cubiertos de tapete de velud clemesyn”. Luego Sigismundo recorrió la ciudad por calles cubiertas a modo de cielo con paños blancos de lana y las paredes de las casas guarnecidas de paños de diversos colores hasta entrar en el convento de San Francisco en el que iba a hospedarse.

El cronista se explaya en la descripción de los hábitos del emperador y de su caballo, en el que dominaba el color negro para demostrar que “traya duelo por la Yglesia”, y el considerable acompañamiento de hombres de armas: treinta y siete pajes, trecientos caballeros, cuarenta con armadura dorada y los demás con arcos y ballestas.

 

CONCLUSIÓN

No consta en la Crónica que el rey visitara Tarragona (a pesar del mes que pasó en las cortes de Montblanch) ni Gerona. Pudo haberlo hecho yendo a Perpiñán, desde Valencia, de donde salió, pero optó por la vía marítima, lo que le apartaba de las ciudades de la costa. No creo que fuera intencionado, sino que tenía la flota preparada para ir a Niza y la aprovechó para acercarse por mar, hasta donde se lo permitió su enfermedad, concretamente a Collioure. Por otra parte, Luis Panzán nos informa que, conquistada Balaguer, estuvo en Calatayud y Daroca, y luego en Teruel para ordenar la administración de esas comarcas. Es muy posible que esas estancias dieran lugar también a una recepción solemne.

A lo largo de los escasos cuatro años que duró su reinado – 29 de junio de 1412 – 2 de abril de 1416 -, y de los grandes asuntos que tuvo que tratar – toma de posesión, sitio de Balaguer, negociaciones en torno al Cisma, cortes de Zaragoza y de Montblanch, bodas de sus hijos Juan y Alfonso, etc. – se entiende que no tuviera tiempo para más. Con todo, ha sacrificado al rito con cierta constancia, como correspondía a un rey nuevo, pero también y quizás, sobre todo, porque era requisito imprescindible para dejarse ver por unos súbditos que no lo conocían, al haber nacido y haberse criado en otro reino. También le convenía familiarizarse con las costumbres y prácticas sociales de la Corona de Aragón y ese era un medio adecuado para conseguirlo.

Si el testimonio del cronista es bastante fidedigno tratándose de señalar las entradas solemnes celebradas, lo es menos en lo que interesa su desarrollo preciso. A medida que avanza el relato, se muestra cada vez más elusivo, lo que se comprende en la medida en que esas ceremonias van haciéndose más rituales al repetirse. Hace falta un elemento nuevo para que el cronista se tome el trabajo de comunicar los detalles de las ceremonias. Al ser la primera, relata con precisión la entrada en Sevilla (1412), pero las siguientes revisten un carácter más rutinario, dentro de lo que cabe. El principal elemento novedoso aparece cuando el rey ya no es el protagonista único, sino que comparte esa calidad con otros personajes fuera de lo común, concretamente el Papa Benedicto y el emperador. La irrupción de estos provoca una verdadera conmoción de la que el cronista se hace eco.

La presencia física del Pontífice ya de por sí es un hecho poco menos que milagroso, pero creo que más peso aún tiene la personalidad de Benedicto XIII. Impresiona su edad provecta. Su longevidad hace de él el testigo de un pasado tan lejano que la mayoría ni siquiera lo puede recordar. Cuando nació, Alfonso XI de Castilla apenas había alcanzado los 18 años y el rey de Aragón era Alfonso IV, abuelo del difunto Martín el Humano. Benedicto solía usar a modo de argumento de autoridad, no desprovisto de cierto sarcasmo (por ejemplo, a expensas del emperador en Perpiñán), esa enorme diferencia de años que llevaba con sus interlocutores. Como Papa, además de la autoridad que su unción le otorgaba, ostentaba la de depositario de una tradición inmemorial, que se preocupaba de mantener en su rigor protocolar y a cuyos signos no cesaba de recurrir en público como en privado. Es evidente que el cronista interpretó la entrada del Pontífice a Morella como un acontecimiento excepcional y quizás sin equivalente en su vida.

La entrada del emperador Segismundo a Perpiñán es otro gran acontecimiento al que el cronista prestó una atención particular. No podía ser menos, tratándose del título civil más alto de la cristiandad, aunque entonces solo tuviera el de Rey de Roma, a lo que hay que añadir el carácter a la vez imponente e insólito o exótico (concepto sin duda anacrónico) de ese personaje y de los que le rodeaban. El emperador era muy consciente de ello, como lo demuestra la burla que montó con uno de sus privados, como lo comentaré en “Dos figuras de bufones en la corte de Fernando I”.

Uno de los rasgos más sobresalientes de esas entradas reales es la gran diferencia de tratamiento que el cronista reserva a la parte protocolar, por la que no escatima detalles, y a las manifestaciones populares, que resume en unas pocas palabras, repetidas casi idénticas: “juegos”, “juegos e alegrías”, “con grande alegría”, “las mayores alegrías del mundo”, “hera marauilla las alegrías que fazian”, “con las mayores alegrías del mundo”, etc. Por mucho que uno se afane, no hay manera de saber en qué consistían esas manifestaciones, si se limitaban a la participación de los moradores a agrupaciones multitudinarias y a una expresión espontánea de alegría, o si consistían en formas más elaboradas con la participación de profesionales e incluso de un decorado específico. La única mención de un personal cualificado concierne a “menestriles e juglares”, tanto del emperador como del rey, que participaron en la entrada de Segismundo en Perpiñán. La discreción del cronista me parece muy reveladora de que su testimonio está destinado a un lectorado cortesano poco interesado por las manifestaciones de carácter popular. En particular, resulta muy frustrante no saber más “muy estrañas çerimonias e juegos que en Valençia fazen a los rreyes, los quales tenian muy muchas mas de las que solian para rreçiuir al Papa e al rrey” (cap. 355), sabiendo que los festejos valencianos siempre han sido renombrados.

30 de julio de 2022

Aguasvivas

El topónimo “Aguasvivas”

 

(Libro de Buen Amor, 302a)

y un episodio de la Crónica de Juan II (junio-julio de 1429)

 

Si no impenetrables, a menudo sorprendentes son las vías por las que la inspiración del momento suscita el interés del investigador por un tema insospechado. Me siento incapaz de decir qué circunstancias me llevaron a redactar algunos títulos que figuran en mi bibliografía personal. Supongo que esto habrá ocurrido a muchos. A veces, la lectura de un artículo nos incita a someter a nuevo enfoque algún tema familiar. Esta oportunidad, acaba de dármela, hace unos días, la recepción del sexto volumen de Actas de los Congresos homenajes que el Ayuntamiento de Alcalá la Real va dedicando a eminentes especialistas de la obra del Arcipreste de Hita, por iniciativa y al cuidado del excelente Francisco Toro Ceballos. Hojeando el que acaba de ofrecerse a mi admirada colega Folke Genaert, me detuve, como no podía dejar de hacerlo, en la contribución del Profesor Jacques Joset y me llevé una sorpresa garrafal. En la primera de sus dos “Notas ruicianas”, en la que intenta desentrañar el significado de la expresión “a aguas vivas” que aparece en el verso 302a del Libro de Buen Amor, se refiere a un pasaje del Reportorio de Príncipes de Pedro de Escavias. No me resulta tan habitual ver mencionada esta obra primeriza mía y menos para aclarar un punto tan alejado cronológica y temáticamente de las preocupaciones del caballero andujareño. Además, el hecho de utilizarla como instrumento para aclarar un topónimo oscuro no deja de abrumarme – y de emocionarme el que el amigo Jacques maneje con cierta frecuencia esa obra -, aunque coincida con la idea que fue la mía desde un principio, de que el Reportorio podía servir de útil manual para un mejor conocimiento de la realidad castellana de la Baja Edad Media. Confieso además que, si bien la he utilizado con ese fin en numerosos casos, no creo que se me hubiera ocurrido hacerlo de encontrarme en el trance de aclarar el sentido de ese verso del Libro de Buen Amor. Mi sincera enhorabuena y profundo reconocimiento a don Jacques por este detalle que me llega al corazón.

El pasaje de Escavias citado resume un episodio del reinado de Juan II, concretamente el intento de invasión del territorio castellano por las tropas de Alfonso V, de su hermano don Juan, rey de Navarra, y de su otro hermano, don Enrique, maestre de Santiago, con el fin de alejar a Alvaro de Luna del poder. Estos acontecimientos, como es bien sabido, se sitúan en junio y julio de 1429. La cita de Jacques Joset ha despertado mi curiosidad porque coincide con una preocupación que voy llevando, desde años atrás, la de mejorar la identificación de las fuentes del Reportorio que realicé para mi edición de 1972, y que me resulta a todas luces insuficiente, después de tantas novedades que, a lo largo de estos cincuenta años (se dice pronto), se han publicado para mejor conocimiento de las fuentes cronísticas castellanas. Hasta la fecha, no he podido afrontar tamaña empresa, pero no descarto la posibilidad de analizar algún elemento aislado.

Mi interés por este episodio histórico se debe también a que la comarca concernida fue la cuna de mi familia, tanto materna (Medinaceli, Utrilla, Arcos de Jalón, Santa María de Huerta) como de mi familia paterna (Judes, Arcos de Jalón), y a que la he recorrido en numerosas ocasiones desde que la descubrí, siendo niño, en 1955. Al respecto, remito a Histoire de ma famille maternelle, bajo Textes inédits en la parte francesa de esta misma página web.

 

Resumen de los hechos

Los reyes de Aragón, Alfonso V, y de Navarra, Juan II, entraron en Castilla el 23 de junio de 1429 desde Ariza y se reunieron con su hermano, el maestre de Santiago don Enrique, cerca de Hita. Allí los alcanzó Álvaro de Luna con la vanguardia del ejército castellano que el rey Juan II estaba reuniendo a toda prisa. El enfrentamiento entre los dos bandos no pasó de unas escaramuzas y se acabó después de la intercesión, primero del cardenal de Foix, legado de Benedicto XIII, luego de la reina María, hermana del rey don Juan y esposa de Alfonso V, que consiguió la retirada de los reyes de Aragón y Navarra a cambio de un seguro de cuatro días, que era el tiempo necesario para abandonar el territorio del reino. Los reyes se habían convencido del peligro que corrían, lejos de sus bases, al no recibir la ayuda esperada por parte de ciertos señores castellanos y ante la llegada cada vez más numerosa de tropas frescas castellanas. En el camino de vuelta, con Álvaro de Luna pisándoles los talones, “fuéronse camino de Aragón a más largo paso que a la venida”, en términos del cronista Alvar García de Santa María. De lo que dicen las crónicas, se deduce que en su vuelta siguieron el camino de ida, y cruzaron la raya de Aragón por Santa María de Huerta, hacia Ariza.

El maestre de Santiago acompañó a sus hermanos, no se sabe si por cortesía o para protegerse, ya que contaba con demasiadas pocas lanzas para andar por territorios hóstiles. Lo que interesa aquí es identificar el lugar en el que se separa de sus hermanos para volver a las tierras del maestrazgo donde se sentía más seguro.

 

Se despide el maestre Enrique

El Halconero es el que proporciona más detalles sobre el momento y lugar en que el maestre se separa de sus hermanos. Proporciona una fecha, el domingo 3 de julio, es decir al término de los cuatro días de plazo aceptados por los Castellanos, ya que el trato conseguido por la reina María lo fue el miércoles anterior, 30 de junio. Se supone, por consiguiente, que dicha separación tuvo lugar en la raya de Aragón. Lo confirma el camino que, según aquel cronista, siguió don Enrique, camino de Uclés: Medinaceli, Canrredondo (al este de Cifuentes), Escanillas (léase Escamilla), la puente de Alcocer y la ribera del río Maya (léase río Mayor, que cruzaría en Huete). Sin embargo, no designa el lugar preciso.

Alvar García de Santa María confirma por donde los reyes volvieron a entrar en Aragón:

El Infante don Enrique llegó con los Reyes a Huerta, que era en los confines de Castilla e de Aragón, e volvióse para su Maestrazgo a donde estaba la Infante doña Catalina, su mujer, al tiempo que lo sobredicho se concordó.

Hasta este punto, el Reportorio de Pedro de Escavias se atiene fielmente a las reglas del resumen cronístico, aportando el mínimo de información necesaria para que el lector pueda seguir el desarrollo de la narración, – datos geográficos imprescindibles, un párrafo para explicar el motivo alegado por los reyes para entrar en Castilla, etc. – todo ello sacado de las fuentes de que dispone, elegidas con criterio seguro. De pronto, irrumpe con un dato ausente de las crónicas, el topónimo Aguasbivas. En realidad, es la segunda vez que Escavias añade un dato por su cuenta, siendo el anterior la designación del alto, el ‘Cerro de los Infantes’ cerca de Hita, en el que Alvaro de Luna se había hecho fuerte para hacer frente a las tropas invasoras, mucho más numerosas. Si bien ese Cerro de los Infantes sigue siendo un enigma, no así Aguasvivas que, con la variante del singular por el plural, se documenta en algunos mapas. Aprovecho esta oportunidad para resaltar la ayuda preciosa que me ha prestado y sigue prestándome, como editor, el Mapa oficial de carreteras del MOPU (Ministerio de Obras Públicas), al recoger muchos topónimos antiguos, sobre todo desde el momento en que sus autores tuvieron el acierto de añadirle un índice de lugares (edición 34, 1999).

A pesar de su novedad, la versión proporcionada por Escavias no contradice fundamentalmente los testimonios conocidos, si bien difiere en la destinación final del maestre: “Y llegando a Aguas Biuas, que es el mojon de los rreynos, el ynfante don Enrique, su hermano, bolviose con su gente para Ocaña”. La lección Ocaña sería aceptable si el Halconero no hubiera detallado tan precisamente el camino seguido por el maestre hacia Uclés. Escavias pudo haberse confundido de buena fe, no solo por ser Ocaña cabeza de una encomienda mayor de la orden de Santiago, sino porque al parecer, don Enrique había salido de allí para reunirse con sus hermanos en Sopetrán. Por lo tanto, ya dispuestos a seguir la opinión de nuestro andujareño, ¿en qué medida podemos hacerlo cuando designa a Aguas Vivas como lugar de la separación?

El lugar existe. Madoz lo incluye en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico (T. I, p. 127-128) y lo localiza en la provincia de Soria, partido judicial de Medinaceli y diócesis de Sigüenza, características administrativas que corresponden a todos los pueblos de la comarca cruzada por el río Jalón desde su fuente hasta Santa María de Huerta. Añade: “Su término confina por norte con el de Taroda, por este con el de Utrilla, por sur con el de Somaén y por oeste con el de Badona”. En el mapa del MOPU, aparece bajo el nombre de Aguaviva de la Vega y está situado a 19 kms (algo más de 3 leguas castellanas) de Santa María de Huerta, pasando por Utrilla y Almaluez. Esta distancia no contradice el que se la designe como mojón entre los dos reinos y, en buena medida, corresponde a la distancia prudencial que un señor castellano de la importancia de don Enrique debía mantener con un territorio extranjero, aunque el monarca fuera su propio hermano.

Concluyo que el lugar designado no es una invención de Pedro de Escavias sino una aportación digna de tomarse en cuenta, por llenar el vacío del Halconero y la Refundición, y ser más plausible que ‘Huerta’ (Alvar García) que sirve más para indicar una comarca indeterminada en torno a un monasterio famoso que un lugar preciso, como ese modesto pueblo soriano, desprovisto de cualquier importancia, aparte su localización.

Saber de donde sacó esta información el autor del Reportorio es empresa harto difícil. Suponer una fuente desconocida es la primera hipótesis que a uno se le ocurre, pero es poco verosímil, por cuanto Escavias ha demostrado de sobras que no se aparta de las que conocemos. También descarto que lo deba a un testimonio ajeno, porque me cuesta trabajo imaginar que, cuando redacta el resumen de ese reinado, treinta o cuarenta años después de los sucesos, recurriría a un testigo presencial. Otra hipótesis consiste en suponer que es un dato que le venía de su propia experiencia. En efecto, lo más probable es que haya participado en el episodio. La biografía de Pedro de Escavias presenta lagunas que la documentación al alcance no permite colmar. Con todo, parece seguro que estuvo en la corte real hasta por lo menos el año 1437, momento en que redacta la elegía fúnebre al joven conde de Mayorga, como lo señala en el encabezamiento de sus poesías recogidas en el Cancionero de Oñate. La poca distancia temporal que separa este suceso y los acontecimientos de 1429 aboga por una participación personal de nuestro andujareño en la empresa, al lado del rey don Juan quien tuvo una parte muy activa en ella.

Esta hipótesis queda reforzada por la aparente anomalía de la mención del Cerro de los Infantes ya señalada. Es un dato que no reproducen los cronistas y su omisión no incide en la comprensión del pasaje, sino más bien lo aligera de un elemento innecesario. Paradójicamente, esa dimensión meramente anecdótica es la que induce a pensar que Escavias no quiso dejar de aprovechar un dato que solo podía recordar a tan larga distancia un testigo presencial. Incluso sospecho un rasgo de humor por su parte, porque el topónimo designa el lugar en que había acampado justamente el enemigo de los Infantes, como se designaron a los hijos de Fernando de Antequera antes de que alcanzaran sus títulos posteriores.

 

Aguasvivas en la obra del Arcipreste

De todo ello resulta que el Aguasvivas del verso 302a del Libro de Buen Amor no debe tomarse literalmente sino que apunta, como lo sospecha Jacques Joset, hacia un topónimo usado metafóricamente: “salir corriendo hacia un lugar muy lejano”. Es una expresión coloquial no exclusivamente castellana. En mi niñez landesa, ese punto inasequible a la que condenábamos al compañero expulsado era ‘Pampelune’, una ciudad que para nosotros era más legendaria que real. Noto como una extraordinaria coincidencia que la mención de este pueblo mojón entre los reinos de Castilla y Aragón pertenezca al relato de un acontecimiento histórico que concierne también la villa de Hita. Pensándolo bien, dudo que sea una casualidad si el camino seguido por las tropas en retirada fuera el mismo que el que asigna el dicho popular a los que huyen, desde esa zona (entre Cogolludo al norte y Torre del Burgo, al sur), hacia Aragón, aunque solo sea porque Huerta y su comarca era el punto más asequible para quien quisiera alcanzar el territorio del reino vecino. Esta realidad era la misma, un siglo antes, y el Arcipreste de Hita, si es que el autor del Libro de Buen Amor lo fuera, como familiar de esos lugares, no podía ignorarlo. Se lo recordaba oportunamente una expresión coloquial que formaba parte de su bagage lingüístico.

 

Conclusión

Podría concluir aquí estas divagaciones, contentándome con subrayar una coincidencia geográfica compartida por los castellanos de mediados del siglo XIV con los de 1429. Pero, ya dispuesto a dejar rienda suelta a mi imaginación, la explicación se me queda algo corta. ¿Qué necesidad tenía Pedro de Escavias de poner su grano de sal en un plato lo suficientemente condimentado? ¿Quería lucirse? Supongamos que quiso demostrar que había leido al Arcipreste. ¿Qué mejor medio tenía de hacerlo que una alusión más que discreta a un verso de su obra? Ya he sugerido que la indicación del Cerro de los Ynfantes puede interpretarse como un rasgo irónico dirigido contra los que fueron los Infantes por antonomasia. La mención de Aguaviva parece responder al mismo talante humorístico. Es como si los dos topónimos “inventados” por Escavias tuvieran más objeto que el de informar de la realidad de los hechos, el de facilitar una intrusión personal del cronista que rompe así con la monotonía de su tarea, aún a riesgo de ser entendido por pocos.

Semejante hipótesis parecerá descabellada. Sin embargo, en un trabajo anterior (“La noción de género en el corpus cancioneril: el caso de la serrana”, Padova 2005), al estudiar las serranas del Marqués de Santillana, he señalado que éste fue el iniciador de un movimiento de recuperación de las serranas del Arcipreste de Hita que dio lugar, en la corte de Juan II, a unos intercambios entre Iñigo López de Mendoza y algunos jóvenes trovadores. Fue en esas circunstancias cuando Pedro de Escavias compuso la primera versión de su serrana, al mismo tiempo que otro joven émulo del Marqués, Fernando de la Torre, compuso su serranica. No parece admisible que Escavias no conociera la obra del Arcipreste si la imitó, aunque fuera por mediación del Marqués. Me imagino que las obras de Santillana servirían más bien de lazo con el Libro de Buen Amor que de pantalla opaca entre aquél y sus imitadores.

Creo que acertó el Profesor Joset al reunir en un misma nota a Juan Ruiz y a Pedro de Escavias, y opino que esa coincidencia no es ocasional.

[A punto de publicarse: edición y comentario del testamento de Pedro de Escavias (1485)].

 

Anejo

Copla que compuso mi abuelo Alejandro Muñoz para celebrar su pueblo de Utrilla y que, bien mirada, es el esbozo de un romance fronterizo:

Cuatro cosas tiene Utrilla

que no las tiene Aragón

la plaza y la plazuela

la Puerta Encima, la Hondón.

 

31 de mayo de 2022

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El topónimoAguasvivas” (II)

 

En mi nota anterior, admito no saber identificar el topónimo Çerro de los Ynfantes mencionado por Pedro de Escavias en su Reportorio de Prinçipes dEspaña. Mi amiga Rosalía Calzado Chamorro, experta en el manejo de fondos documentales disponibles en internet, ha localizado el lugar. Por otra parte, ha conseguido también situar otro topónimo por mí desconocido, el de Puente de los Roderos. Esta doble hazaña documental me obliga a revisar la versión anterior que di del episodio guerrero que enfrentó a los reyes de Aragón y Navarra con el condestable Álvaro de Luna en junio y julio de 1429.

 

Los dos partidos se preparan

Vale la pena retomar paso a paso el relato de Alvar García de Santa María, el más completo conservado. Como cronista oficial, enfoca los hechos desde la perspectiva del poder, alternando la narración de los actos del rey con los del condestable. En la corte, se sabía de fuente segura desde el mes de abril que los reyes de Aragón y de Navarra se preparaban para entrar en el reino de Castilla, aunque lo ocultaran bajo pretextos poco creíbles:

Decíase por çierto como el Rey de Aragón facía algunas novedades en su reino de apercibimientos de gente e bastecimientos e reparamientos de castillos, e que eso mismo facía el Rey de Navarra, e que enviaba sus cartas de apercibimiento a algunos caballeros e escuderos de este reino, que de él tenían tierras e acostamientos. E asi el Rey de Aragón como el Rey de Navarra, queriendo encubrir la razón porque facían estos apercibimientos e llamamientos, decían que habían de enviar cierta gente de armas en ayuda del Rey de Francia para la guerra que había con los ingleses. E tanto cuanto más disimulaban e buscaban razones para encubrir su venida por esta manera, más había razón el Rey sospechar de ella; e que porque para estas cosas cumplía más la estada del Rey de aquende los puertos que allende, acordó de partir de Illescas para aquende los puertos, e partió en comienzo del mes de Abril de este año que fabla la historia. También la Reina e el Príncipe partieron, e pasaron los puertos.

La mención de una petición de ayuda al rey de Aragón desde el reino de Francia pudo no ser imaginaria, por cuanto coincide con un momento clave para el Delfín Carlos, cuando decide, a instancias de la Poncela, de intentar romper el asedio de Orléans por las tropas inglesas. Juana llega a Chinon a finales de febrero de 1429 y su primera entrevista con Carlos se suele situar el 25 de febrero, pero la decisión de mandar tropas hacia Orléans no se toma antes de finales de marzo y primeros días de abril. La llegada de la joven lorena a la ciudad con el convoy encargado de avituallar a la población tiene lugar el 28 de abril y las tropas inglesas levantan el asedio el 8 de mayo. Es un calendario muy apretado y, de suponer que la petición de ayuda por el Delfín concerniera esa campaña, resulta poco factible que el rey de Aragón consiguiera hacer llegar tropas suyas hasta el Loira. Todo lo más que podemos suponer es que la comunicación entre Aragoneses y Franceses era constante y, en la Península, se seguía de cerca lo que ocurría en el reino vecino.

El motivo alegado por los reyes era, según Alvar García, “[…] por poner la mano en los negocios del reino, e echar de la corte a aquellos que el Rey quería cerca de si, ó poner otros que ellos quisiesen”, formulación que Escavias expresa en términos más directos: “la yntençion de los Reyes de aragon e de nauarra e del ynfante don enrrique era apartar del Rey al condestable don aluaro de luna e dar otra orden en la goverrnaçion de sus Reynos”. No es una posición nueva la que defienden los reyes, sino que ésta reanuda o pretende reanudar con la que el Infante Juan pudo imponer dos años antes, al conseguir aislar al condestable dentro del Consejo real. Si la maniobra del Infante había alcanzado en septiembre de 1427 un éxito inmediato, obligando al valido a retirarse de la Corte, no fue suficiente para mantener más que unos meses la ilusión de un poder eficiente compartido con la oligarquía del reino, lo que se tradujo por exilio del Infante fuera de Castilla y el retorno del condestable (enero de 1428) con una posición fortalecida en el Consejo.

En la primavera de 1429, no parecía sino que las condiciones de un golpe similar al de 1427 estaban de nuevo reunidas y que el rey de Navarra, que disfrutaba además del sostén presencial y militar de su hermano, el rey de Aragón, que se comprometió personalmente en el asunto, podría renovar su éxito anterior. Al principio del capítulo que dedica al reinado, Escavias comete un fallo que denota como, después de muchos años, percibía ese conflicto en torno a la persona del condestable:

desque [el rey] fue de hedad de doze años salio de alli [de Valladolid] e andubo por algunos lugares de la comarca en poder de Juan Furtado de Mendoça que ya era su ayo el qual Juan Furtado era casado con doña Maria de Luna e ella traxo de Aragon a vn sobrino suyo que llamauan Aluaro de Luna e a causa suya el dicho Juan Furtado le puso en la camara del Rey. El qual tomo tanto amor con el e fue tan grande privado que, como quier que el ynfante don Juan que fue Rey de Nauarra e despues de Aragon e el ynfante don Enrrique su hermano maestre de Santiago, primos del Rey e hermanos de la Reyna doña Maria, su mujer, e otros grandes del Reyno le fizieron desterrar de la corte por dos o tres veces, tan grandes privança fue la suya que no lo pudieron escusar que el Rey no le fiziese el mayor onbre de sus Reynos.

A no ser que se incluya en esas “dos o tres veces” la condena final de Álvaro de Luna, lo cual tiene poco sentido, ya que ocurre veinticinco años más adelante y los actores de su caída no son los mismos que los que intervinieron en 1427, lo que recuerda Escavias es la sensación de un tira y afloja entre el condestable y sus enemigos que volvía a manifestarse episódicamente sin resolverse de una vez para todas. La reanudación del conflicto abierto, dos años apenas después de su resolución en principio definitiva, hace que este cobre en su recuerdo un carácter recurrente que caracteriza y, en cierta medida, resume la política interior del reinado de Juan II.

Sin embargo, entre los dos episodios existe una enorme diferencia, en la medida en que el partido del rey de Navarra renuncia, por esta vez, a una solución política y le sustituye una intervención armada. En este punto, el historiador moderno sabe que tiene que andar con pies de plomo para no caer en esquemas explicativos anacrónicos. ¿Cómo definir, en efecto, la naturaleza de la entrada militar de los reyes, desde el punto de vista de cada partido?

Tal como la transcribe Alvar García, la reacción del rey de Castilla consiste en denunciar un acto ofensivo hacia el reino y degradante hacia la  persona del rey, cuya justeza convence sin dificultad a un lector de hoy:

[…] e diciendo de su parte que escribiese al Rey de Navarra que cesase al presente esta venida por esta manera, e que non la ficiese con el Rey de Aragon, ni sin él, ca habría de ello muy gran enojo, e con razón, porque él podía bien entender si le podía ser fecha mayor injuria que venir ellos, ó cualquier dellos en su reino con gente de armas, ó contra su voluntad. [cap. III]

Es cierto que los reyes no hacen preceder su intervención con una declaración de guerra oficial, sin embargo, el mero hecho de amenazar cruzar la raya al frente de un ejército aragonés se asemeja indudablemente a un acto de guerra. Así lo entendió el rey de Castilla y toda la acción que llevaría a cabo el condestable está inspirada por la convicción de oponerse a una invasión y la necesidad de plantar batalla al invasor.

Carecemos de una información precisa para conocer el punto de vista de los invasores, por lo que no hay más remedio que deducirla de su comportamiento a lo largo de esa semana larga. Se supone que el rey de Navarra no está conforme con la visión del rey de Castilla. Lo que ambiciona es volver a un territorio del que ha sido expulsado injustamente y que, como señor de bienes y vasallos en Castilla, no considera como extranjero. Por otra parte, pretende querer entrevistarse con el rey para ponerlo en situación de gobernar por sí mismo, sin percatarse de que, de ese modo, niega que el monarca tuviera cualquier opinión al respecto. Después de dos años de exilio, parece no haber entendido que la situación no era la misma que en 1427, y que no podía actuar e imponer su parecer con los mismos argumentos que entonces. Más aún, parece haber convencido a su hermano, el rey de Aragón, de que podría conseguirlo.

Admitido esto, ¿qué papel corresponde a las tropas que le acompañan? Cuesta trabajo considerarlas solo como una protección de su persona y de la del rey de Aragón. No cabe la menor duda de que son una demostración de fuerza, de la que se espera que disuada cualquier intento de resistencia por parte del ejército castellano y de su jefe, el condestable, y que incite a ciertos señores castellanos a unirse a ellos con sus propias tropas.

El enfrentamiento opone, por lo tanto, dos enfoques opuestos, lo que no dejará de acarrear consecuencias en la resolución del conflicto.

 

Una planificación contrariada

El plan inicial de los reyes de Aragón y Navarra parece claro. A la espera de que el rey de Castilla concediera un hipotético lugar para una entrevista, las tropas aragonesas debían atravesar un territorio seguro hasta alcanzar el dominio del rey de Navarra, la comarca de Medina del Campo y Peñafiel.

Por otra parte, habiendo convencido al rey que debía prepararse a una expedición guerrera y reunir tropas al efecto, Álvaro de Luna pone manos en el asunto y toma la iniciativa, aún sin haber reunido las fuerzas suficientes, para oponerse o, por lo menos, perturbar la entrada de los reyes a Castilla. Actuando así, está convencido de no dejar a estos otra salida que la del enfrentamiento armado. Por eso, cuando sale de la Corte, Álvaro de Luna se dirige hacia Almazán, porque era lugar de paso obligado hacia Peñafiel, siguiendo el valle del Duero. Pero, al llegar a esa villa, el condestable constata que los reyes han desviado su camino más al sur y penetrado ya dentro del territorio castellano. Al parecer, ignoraba que el conde de Castro, que administraba los dominios del rey de Navarra, acababa de ceder Peñafiel al rey de Castilla, noticia que parece haber llegado a los reyes en el mismo momento en que cruzaban la frontera o pocas horas después.

Esta noticia les obliga a cambiar sus planes, sin que por ello desistieran de proseguir su proyecto inicial. Deciden dirigirse hacia los dominios de uno de sus supuestos aliados, Iñigo López de Mendoza, señor de Hita y Buitrago, que no había firmado el juramento de fidelidad que el rey de Castilla había exigido de los nobles en Palencia, el 30 de mayo. Esto explica posiblemente el codo hacia el sur que toma el recorrido de los reyes descrito detalladamente por El Halconero y la Refundición:

E entraron por Hariza e por la Torre de Martin Gonzalez e a Valdecubo e a Vaydes e dende a Fita e al monasterio de Sopetran a rreçebir al ynfante don Enrrique, maestre de Santiago su hermano, que les estaba esperando en Daganço.

El recorrido se ajusta al cauce de los ríos, fácilmente vadeables en aquel período (finales de junio) y cuya (¿escasa?) agua era indispensable para satisfacer las necesidades tanto de hombres como de bestias en un período de fuertes calores. Es así como, hasta Valdelcubo, las tropas siguen el valle del Jalón pero, desde ese punto, tuercen hacia el sur por el valle del río Salado, hasta Baides, donde confluye con el Henares y, a continuación, siguiente este hacia Hita, pasando por Jadraque.

Descartada la idea de alojar tanta gente armada dentro de poblaciones pequeña, la elección del lugar donde se asentaban los campamentos dependía de un espacio dilatado y fácil de proteger.

Llegados cerca de Hita, no consta que los reyes entraran en la fortaleza. Por otra parte, se llevarían un gran disgusto al constatar que su hermano Enrique, maestre de Santiago, acudía con solo cien lanzas y ciento veinte jinetes, lo que demostraba el débil apoyo con que pudo contar, dentro y fuera de la orden. Ante un panorama tan poco alentador, resulta lógico que los reyes hayan pensado regresar al reino de Aragón. Pero, en ese momento, interviene un acontecimiento que modifica radicalmente sus planes, la llegada de Álvaro de Luna al frente de sus tropas y su voluntad de enfrentarse con los invasores.

 

 

Recorrido (NE / SO) desde Huerta hasta Espinosa de Henares y Cogolludo (IGN)

 

Enfrentamiento armado

El enfrentamiento era doblemente inevitable. Por una parte, está la voluntad del condestable de dirimir el conflicto por la fuerza, voluntad que ha manifestado desde un principio y que ha conseguido imponer al rey. Es una actitud atrevida, teniendo en cuenta las escasas fuerzas de que dispone en aquel momento, pero los motivos que le inspira el deseo de revancha después de la humillación sufrida dos años antes pudieron servirle de aliciente y, hasta cierto punto, mermar su lucidez. No hay que descartar, sin embargo, consideraciones menos aleatorias. Sabía que recibiría dentro de un corto plazo unos refuerzos que le colocarían en posición de superioridad frente a sus contrincantes. Sobre todo, no podía ignorar que el campo era suyo, en la medida en que las tropas aragonesas tendrían que luchar en territorio enemigo, sin poder contar con más apoyo que el de sus armas.

En cuanto al rey de Navarra y al Infante Enrique, se les ofrecía una oportunidad única de librarse de una vez para siempre de su íntimo enemigo, venciéndolo, imponiéndole una afrentosa derrota, o incluso matándolo, ya que estaba físicamente presente y al alcance de sus armas.

Enterado del camino que seguían los reyes, según Alvar García, el condestable “tomolos adelante e fue en pos de ellos cuanto dos o tres leguas arredrado”, maniobra eficaz por cuanto cortaba la vía de una eventual retirada sin entablar el combate. ¿Hasta dónde llegó el condestable en la persecución? Siempre según el cronista, la última etapa del recorrido fue la siguiente:

Levantando los Reyes del Real que asentaran cerca de Xadraque, fuéronle poner a legua e media de Cogolludo e a la sazón el Condestable don Alvaro de Luna asentó su Real donde los Reyes le levantaran, cerca de Xadraque.

Es dato compartido por El Halconero y la Refundición de que el condestable seguía a los reyes guardando las distancias y acampando en el mismo lugar que habían ocupado el día anterior. No sé hasta qué punto este detalle, no desprovisto de algún tinte humorístico (los castellanos se cobijan como el cuco en nido ajeno), no ha sido exagerado y fue tan repetido como lo sugieren los cronistas, dado el escaso espacio de tiempo que corrió entre el momento en que el condestable conoció por dónde iban los reyes y se acercó a ellos y el abandono por estos de su posición ante Hita y su intento por conectar con él.

Lo que interesa es situar el último campamento de ambos ejércitos, después de dejar Jadraque, y de donde no se movieron durante los tratos llevados a cabo primero por el legado de Benedicto XIII y después por la reina Leonor.

El testimonio de Alvar García es bastante aproximativo:

Dicho habernos como el Condestable don Alvaro de Luna pusiera su Real cerca de Xadraque, cuando los Reyes de Aragón e de Navarra le pusieran a legua y media de Cogolludo. Después de esto, el Condestable partió de este Real, e fuéle poner de otra parte de Cogolludo, a legua y media donde estaban los Reyes e el Infante don Enrique ya con ellos. [Alvar García, cap. XVI]

El ejército de los reyes acampa a legua y media de Cogolludo y el del condestable a legua y media de él, aunque “de otra parte”. Partiendo del principio según el que el condestable se quedó siempre a la zaga de los invasores, esto significaría que los dos ejércitos se situaron los dos dentro del término de la villa de Cogolludo, el segundo al este del primero.

El Halconero ofrece un dato suplementario:

Fasta en tanto que se llegaron a asentar los rreales a dos trechos de ballesta el vno del otro; ca estaba el real de los castellanos a par de Espinosa, fazia Cogolludo, e el rreal de los rreyes e del ynfante don Enrrique vaxo de la puente de Roderos. [El Halconero, cap. XIX, p. 38]

Por lo tanto, el ejército del condestable está entre Espinosa y Cogolludo y el de los reyes en un lugar denominado “Puente de Roderos”. Mi amiga Rosalía Chamorro ha logrado identificar este topónimo gracias a un documento del año 1669 conservado en el AHN (Sección Nobleza, Legajo 11, n°45) citado por el cronista de la villa, Juan Luis Pérez Arribas, en su obra Narraciones de aquí y de allí (Cogolludo 2016, págs. 166-168). La cita está acompañada por un plano “bastante esquemático”, como bien dice ese autor, pero legible. La ubicación de los Roderos viene avalada además por el hecho de que de esa zona se extrajeron a finales del siglo XV las piedras que sirvieron para edificar la muralla de la villa, y que se denominó en aquel momento bajo el vocablo de “canteras de la Puente Roderos”. Por lo tanto, la identificación parece segura.

 

Legajo 11, n° 45, Sección Nobleza. AHN 1669

“puente roderos” se lee a la izquierda del plano junto al río

 

El lugar así denominado se encuentra el margen derecho del Henares, al oeste del puente actual a la salida de Espinosa y se prolonga al norte por una vega, espacio adecuado para acomodar un campamento. Legua y media río arriba, la vega no es tan extensa porque el paisaje se vuelve fragoso y las condiciones para la instalación de un campamento menos adecuadas.

Las tropas enfrentadas eran muy desiguales. Alvar García cifra la de los reyes en “2800 de caballo, muy de avantaja armados y encabalgados, e mil omes de pie bien armados” y la de los castellanos en “1700 omes de armas e cuatrocientos omes de pie”. En consecuencia, el condestable tenía que elegir un lugar mejor protegido, que incluía un “recuesto […] en el cual ficieron su palenque de carretas e de otras cosas, como pudieron”. De hecho, en el plano del AHN, algo más al norte queda representado un relieve arbolado de forma circular que podría corresponder a ese recuesto.

Los castellanos no se movieron de esa posición un tanto favorable. Fueron los reyes los que se desplazaron el 1 de julio hasta llegar “bien acerca del real del condestable”, con la intención de asaltarlo. Las condiciones del combate exponían a los aragoneses a graves pérdidas, como suele ocurrir en el asalto de una posición favorecida. Por su parte, los castellanos no podían contar demasiado con tan ligera protección. Además, con razón el legado hizo valer que “como de lo mejor de los tres regnos estoviese ende gran partida” resultaría “gran destruimiento de si misma”, refiriéndose a la calidad de las personas enfrentadas.

Suspendida la pelea por una noche, la mañana siguiente, se volvieron a ordenar las batallas, pero interrumpió el enfrentamiento la llegada de la reina María de Aragón que se interpuso físicamente entre los dos reales, alojándose en una tienda que pidió prestada al condestable, y consiguió convencer a los dos bandos que renunciasen a combatir.

Así terminó lo que pudo ser un episodio de gravísimas consecuencias para los tres reinos, aunque quizás mayor para los de Aragón y de Navarra, por la eventualidad de la muerte de sus reyes.

Los testimonios cronísticos concuerdan para confirmar que fue la comarca situada entre Espinosa de Henares y Cogolludo y motivo hay para aceptar que ese fue el teatro de las operaciones finales. Los moradores de las dos villas fueron los espectadores privilegiados de ese magno evento. Resulta fácil imaginar que, ante tan impresionante despliegue de hombres, armas, caballos, carros, tiendas, habituales en ejércitos en campaña, se llevarían un susto mayúsculo. Para compensar, más adelante podrán ufanarse de haber tenido a la vista, durante unos días, a dos reyes, a una reina, a un cardenal, a un maestre de Santiago, a un almirante, a un adelantado de Castilla y a otros grandes señores tanto castellanos como aragoneses. Es un episodio que merecería figurar entre los momentos sobresalientes de la historia de esas dos villas y no dudo de que, si esta nota llega a ser leída por los correspondientes municipios, dará lugar a una reconstitución con fines turísticos del mayor interés.

 

El cerro de los Infantes

Frente a la coherencia del testimonio de los cronistas, el de Pedro de Escavias resulta cuanto menos dudoso. Antes de descartarlo como una confusión suya explicable para quien redacta ese capítulo de sus obras años más tarde que Alvar García, el Halconero y Lope Barrientos, conviene analizarlo más detenidamente, aunque solo sea para descubrir a qué atribuir ese posible error. Este es el pasaje del Repertorio que interesa:

En tanto que [el rey de Castilla] rrecogia su exerçito en la comarca de la çibdad de Palençia, enbio al condestable don Alvaro de Luna con quatro mil lanças e muy buenos caualleros la via por donde el rrey de Aragon y sus hermanos venían. El qual asento su rreal en vn çerro alto questava a dos leguas del rreal del rrey de Aragon, que llamavan el Çerro de los Ynfantes, los quales, como supieron la venida del condestable, luego levantaron su rreal y movieron sus batallas hordenadas contra dondestava. Y pensando que aquel dia se diera la batalla, los vnos y los otros se confesaron. Pero el condestable no deçendio del çerro ni de la ventaja que tenia. El rrey de Aragon sento su rreal en lo llano, cerca del çerro. Y de ora en ora llegava mucha gente al condestable y el rrey don Juan venia enpos della con toda su gente. E quando el rrey de Aragon conoçio que los cavalleros de Castilla, en quien tenia fuzia que se avian de juntar con el, non le acudieron, antes se fueron al rrey, movieronse tratos esa noche que el rrey de Aragon saliese de Castilla y se fuese para su rreyno de Aragon. Y asi lo fizo ca, luego otro dia, se levanto de do estaba y tomo su camino para Aragon.

La cita es extensa porque interesa conocer precisamente lo que Escavias dice de ese episodio. Se ve claramente que, en su resumen, omite todo lo que ocurre entre el momento en que el Condestable sale para cortar el camino a los reyes y el enfrentamiento final. La localización de este se deduce de lo que cuenta anteriormente del recorrido seguido por los reyes:

[…] el rrey de Aragon entro poderosamente en el rreyno de Castilla. Y luego se juntaron con el el rrey don Juan de Navarra y el ynfante don Enrrique, sus hermanos. Y llegaron con su gente hasta Santa Maria de Sopetran que es çerca de la villa e fortaleza de Hita a fuzia de otros señores e cavalleros que se dezia se avian de juntar con ellos.

La mención del monasterio de Sopetrán se lee en El Halconero y en la Refundición, pero no en Alvar García, lo que puede indicar a qué fuentes recurrió el autor del Reportorio. Si bien difiere en la estimación de las fuerzas castellanas, muy superiores, según él, a lo que indican las otras fuentes (4000 lanças /vs/ 2000, sumando “omes de armas” y “omes de pie”), por lo demás, los datos que aporta son los mismos que en los demás testimonios: los dos reales están a corta distancia uno de otro; el condestable elige un cerro para colocar sus tropas y no se mueve de él, obligando a los reyes a acercarse a esa posición para librar batalla.

La única diferencia de bulto resulta ser, pues, el nombre que atribuye al cerro que permanece anónimo en las crónicas.

Buscando si se podía identificar ese topónimo por esa zona, en un mapa del Instituto Geográfico Nacional mi amiga Rosalía Chamorro ha descubierto un Cerro de los Infantes, cerca del pueblo de Solanillos del Extremo (Guadalajara), equidistante de Brihuega, al oeste, y Cifuentes, al este. El sitio se encuentra a unos cuarenta kilómetros de Hita en línea recta. El hecho es llamativo, pero la distancia que separa ese cerro de Hita es importante y, sobre todos, el lugar queda muy apartado de la ruta (el río Henares) seguida por las dos tropas. Bien es verdad que Jadraque es la villa de esa ruta más cercana a este punto y que El Halconero y la Refundición sitúan a proximidad de ella (“cerca de Xadraque”) una etapa anterior al término del recorrido de ambas tropas, pero la situación de esa villa a media distancia precisamente entre Baides y Espinosa/Cogolludo la designa más bien como la etapa penúltima del recorrido.

 

 

Localización del Cerro de los Infantes en Solomillos de los Extremos (IGN)

 

Por consiguiente, no parece plausible que el condestable haya aprovechado ese relieve protector en aquella empresa. Como Escavias no ha podido inventar un dato tan preciso, es de suponer que se ha confundido con otra campaña, en la que el Tajuña desempeñaría la función que, en la de 1429, fuera la del Henares, y Brihuega la que correspondió entonces a Espinosa y Cogolludo.

Antes de llegar a esa conclusión, sugiero una última averiguación en la memoria colectiva de los habitantes de Espinosa y Cogolludo, no vaya a ser que, en un momento dado, el cerro mencionado llegó a llamarse “Cerro de los Infantes”.

 

 

ANEJO

1. “vino a jornadas non de Reina, mas de trotero”

Estando así, vino al Condestable la Reina doña María de Aragon, hermana del Rey, e mujer del Rey de Aragón, a la cual pesaba mucho de la entrada de los Reyes en Castilla, tanto por la una parte, como por la otra; e como aquella que tenía doblado el cuidado, vino a jornadas non de Reina, mas de trotero. Pudiérase decir de Reina cuitada, como dicen en su regno por los troteros van muy apresurados, que les dicen correros cuitados (1). Al margen, de mano de Zurita: Bien jugó del nombre Alvar Garcia, como aquel que sabía mucho del lenguaje aragonés.

Los reyes de Aragón y de Navarra cruzaron la raya de Aragón el 23 de junio. El 30 de junio, la reina María se interponía físicamente entre los contrincantes. Se sabe que estuvo con Alfonso en Ariza, pero en ningún momento se dice que estuviera con él desde el inicio de su recorrido por tierras castellanas. Dado el objetivo guerrero de la empresa, no cabe duda, por el contrario, que permaneció en territorio aragonés, por lo menos en los primeros días. Esto no impidiría que estuviera informada del desarrollo de los hechos por medio de mensajeros. En vista del mal cariz que iban tomando las cosas para su marido y su cuñado, tomó la decisión de personarse en el campo para impedir la catástrofe que les amenazaba.

Que emprendiera camino en compañía del cardenal legado parece plausible, aunque solo sea para la seguridad de ambos, pero llegó el momento en que este se adelantó, ya que su intervención tiene lugar el día antes de la de la reina.

A vuelo de pájaro, unos 90 kms separan Ariza de Cogolludo, y algo más de 100 kms siguiendo los valles de los ríos. El camino que las tropas recorrieron en 6 días exigiría un par de días menos a lo sumo a la reina y al cardenal que irían con un equipaje ligero. Este lapso de tiempo incluye lo que tardaron los mensajeros a volver a Ariza para comunicar sus noticias y la toma de decisión de ambos. Esto significa que el cardenal y la reina anduvieron jornadas de 25 a 30 kms, que es la distancia que un caballo suele recorrer en un día. Tanta prontitud no deja de ser asombrosa en una persona como la reina y así lo interpreta Alvar García en un arranque medio admirativo medio irónico.

La ironía reside en comparar a la reina con un trotero, es decir con un oficial, el correo, cuyo estatuto social está en total oposición con la de una reina. El cronista demuestra aquí, a través de esta pulla dirigida contre la reina María, una agresividad poco caballeresca hacia el partido aragonés, inspiraba más bien por el deseo de complacer al condestable, aún a riesgo de disgustar al rey, al atreverse con su propia hermana.

Alvar García prosigue hilando su metáfora, jugando con el significado de “cuitada”. La reina María lo era doblemente, porque el conflicto atañía a su marido y a su hermano, los reyes de Aragón y de Castilla (o triplemente si se incluye a su hermano Enrique). Pero, como no deja de subrayarlo Zurita, la expresión “correo cuitado” remite a una expresión usual en la Corona aragonesa. De paso, el cronista aragonés aprovecha la oportunidad para expresar su admiración por la finura y la erudición del castellano.

 

2. “fuéronse camino de Aragón a más largo paso que a la venida”

[…] Los Reyes levantaron luego su Real e fuéronse camino de Aragón a más largo paso que a la venida. En toda esta tierra que por Castilla pasaron, asi a la entrada como a la salida, non ficieron daño ninguno, ca todas las viandas que tomaban pagaban muy bien, e aún más de lo que valían. Sentían que el Rey venía sobre ellos, e que non les cumplía tardar.

Alvar García sigue con su vena irónica que, en este caso, frisa el sarcasmo, al proporcionar una idea poco halagüeña de la retirada del rey de Aragón hacia su reino. Las negociaciones llevadas a cabo por la reina María tuvieron lugar el viernes dos de julio, empezando a primera hora del día, cuando los ejércitos ya estaban listos para el combate. El único dato cronológico posterior, lo proporciona El Halconero, que sitúa el día 3 de julio junto a la frontera el momento en que el maestre de Santiago se separa de sus hermanos y describe detalladamente el camino que seguiría hasta Uclés, lo que conforta que la separación tuvo lugar en la misma frontera, probablemente en Aguasvivas, como lo señala Escavias. Según la Refundición, “El ynfante se partio de los rreyes sus hermanos en la primera jornada”, lo que parece contradecir la versión del Halconero, pero en realidad la confirma si se acepta la idea de que las tropas no hicieron etapa en el viaje de vuelta, sino que anduvieron de día y de noche entre el mediodía del 2 y la tarde del 3 de julio. No sé si la cosa resulta factible. Lo que sí no deja lugar a dudas es que la retirada fue muy precipitada, tanto que los cronistas no pudieron resistir al placer de acentuar aún más este aspecto poco glorioso de la expedición de los reyes.

4 de julio de 2022

 

Gerardo Rueda

Gerardo Rueda, leyendo, en su primera visita a L’Olive (1965). Estoy a su lado; de espaldas, Paul y Suzon Enjolras, padres de Michèle
Biografía de Gerardo Rueda

Para redactar su biografía de Gerardo Rueda, del que había sido el asistente, (Gerardo Rueda, sensible y moderno. Una biografía artística. Ediciones del Umnbral, Madrid 2006) Alfonso de la Torre, crítico de arte y comisario de exposiciones, me sometió unas preguntas sobre la relación que tuvimos, Michèle y yo, con aquel gran artista y entrañable amigo. Las aprovechó en las páginas 52 y 53 de su libro. Reproduzco aquí la integralidad de la comunicación que hice a Antonio.

 

Conforme a tu petición, te mando unos apuntes sobre lo que recuerdo de Gerardo en los años que te interesan.

Acerca de las preguntas concretas que me haces, sabemos poco.

-Sobre la presencia de Rueda en París, años cincuenta-sesenta

– dónde se alojaba Gerardo. Supongo que en casa de sus primos Cabillon ;

– cómo se llamaba el instituto de cultura latina en el que trabajaba madame Sarrailh : Michèle S. era secretaria general del Institut d’Etudes d’Amérique Latine, que había creado su padre, Jean Sarrailh, siendo rector en torno a 1960. Está ubicado en la rue Saint-Guillaume (barrio de Saint-Germain-des-Prés, frente à Sciences Politiques, donde, por cierto, Pepi Cabillon trabajaba).

– Los Sarrailh y los Cabillon se conocieron en Madrid (durante la primera Guerra Mundial), donde Jean Sarrailh era Profesor del Instituto francés y Cabillon, director del Liceo francés. Se hicieron amigos, quizás también porque eran casi coterráneos : Jean Sarrailh, del Béarn, y Cabillon, de Bayona. Al final de su vida, los Sarrailh tuvieron piso en Bayona y se veían, creo, con frecuencia. Jean Sarrailh se hizo famoso con su libro La España ilustrada de la Segunda mitad del siglo 18. Supongo que Cabillon fue primero profesor de español y luego se dedicó a la administración y a la inspección genaral.

– cómo era el mundo francés que Gerardo encuentra en París en esos años. Me resulta difícil contestarte, en la medida en que sólo llegué a París en 1960, como estudiante, y no tengo la pretensión de haber vivido la vida cultural de la capital desde muy cerca. Michèle vivió en Madrid los años 1961-1962. Lo que sí se puede decir es que, para un joven español de entonces, ir a París significaba un cambio inmenso con el triste ambiente de la España de entonces. Para un artista, París, aunque hubiera perdido algo de su preeminencia de antes de la guerra, seguía siendo un foco importante de creación. No sé qué decirte más que no sepas.

Añado algunas notas sobre mis primeros contactos personales con Gerardo y el grupo de artistas españoles que frecuentaba.

Conocí a Gerardo el año de nuestra estancia en España (1963-1964). Michèle, que había pasado los años 1960-1962 en Madrid, ya lo había conocido antes por mediación de su prima Michèle Sarrailh. Los padres Sarrailh estaban muy relacionados con los Cabillon, y la madre de Gerardo era hermana de la señora de Cabillon. Creo que Michèle Sarrailh se interesó muy pronto por la pintura de Gerardo, aunque tardó algo en señalar a su prima la existencia de Gerardo. Este se enfadó mucho cuando descubrió, en un encuentro fortuito, que Michèle Enjolras llevaba meses en Madrid sin que Michèle Sarrailh le hubiera dicho nada al respecto. Michèle Enjolras y Gerardo se vieron a partir de ese momento con cierta frecuencia. El invierno del 62, Gerardo, Fernando Zóbel y Antonio Lorenzo hicieron un viaje a París. Michèle les guió por algunos monumentos, especialmente Versailles. Queda constancia de ello en algunas fotos que conservamos.

El curso 1963-1964, lo pasamos, ya casados, Michèle y yo en España, principalmente en Madrid, disfrutando de una beca de la Escuela Normal Superior. No recuerdo que hayamos visto con mucha frecuencia a Gerrado aquel año, en el que viajamos mucho, sin embargo, fue suficiente para trabar una amistad que se confirmó en los años siguientes. De aquel año conservo pocos recuerdos de Gerardo. Creo que estuvimos juntos en la inauguración de una exposición de Miguel Herrero, que estaba casado con una chica francesa (Françoise Hay) a la que Michèle había tratado como bibliotecaria del Instituto francés de Madrid. Es un recuerdo muy vago pero que te permitirá quizás situar el momento. Fue mi primer verdadero contacto con la comunidad de pintores de aquella generación. También visité con Michèle, no sé por qué razón, el piso de sus padres en Bravo Murillo y donde, creo, Gerardo seguía teniendo su habitación. Fue cuando me enteré, por boca de Ana, que Gerardo había cursado una carrera de derecho. Hay un detalle, sin embargo, que me hace pensar que nos tratábamos con cierta asiduidad, y es que recurrimos a él para que nos recomendara un abogado amigo suyo para intentar recobrar la cantidad correspondiente a la venta de un coche. Ese abogado no fue muy formal y le pesó mucho a Gerardo, que nos recordó el trance varias veces, los años siguientes.

Al final del curso, nos invitó Gerardo a pasar una temporada con él en Cuenca. Yo aproveché la invitación (en julio sería) y Michèle se unió a nosotros más adelante. Gerardo ocupaba el segundo piso de una casa, calle de las Armas 1, en cuya planta baja vivía Fernando Zóbel y en el entresuelo, Antonio Lorenzo, con su mujer Margarita (Margaret) y su hija. Para mí fue una iniciación en muchos sentidos. Aprendí a conocer mejor al grupo de artistas. Se veía poco a Carlos Saura que vivía allí permanentemente, pero alternábamos con Gustavo Torner, Manolo Millares, su mujer Enriqueta y su hija, quizás Eusebio Sempere, aunque creo recordar que se hizo conquense algo más tarde. Descubrí el estilo de vida de Fernando Zóbel, su modo de sacar provecho de esas casas pueblerinas, usando el duro yeso de la comarca pintado en blanco, el ladrillo para estanterías, muebles rústicos para colocar sus cosas. Se notaba una constante preocupación por compaginar lo popular con el más exquisito gusto. La influencia de Fernando en ese sentido me pareció evidente y se hizo más palpable aún cuando los propios pintores conquenses adoptaron esos mismos criterios. Sospeché también que sin la generosidad de Fernando, Gerardo ni, menos aún, Antonio Lorenzo, hubieran podido adquirir sus pisos respectivos y lanzarse a esa aventura. Se manifestaban agradecidos en detalles que me llamaron la atención. El ambiente general era de gran confianza y respeto mutuo.

Esos pintores se interesaban mucho por dar vida a la Cuenca de entonces, que se había vaciado de sus pobladores. Las actividades se concentraban en la parte baja. Era chocante ver como los indígenas (dicho sea sin desprecio) desconocían el tesoro de su casco viejo : maldita la gracia que tenía la parte baja que conformaba, por contraste, una de las más siniestras capitales de provincia. Los pintores se sintieron a gusto de inmediato en ese recinto que apenas había cambiado desde la época de los Austrias. La fachada de la catedral, que un terremoto había derrumbado, seguía en obras. Recuerdo, que, unos pocos años después, coincidí con el I. S. Revah, que luego fue Profesor del Collège de France, especializado en la historia de los marranos españoles y portugueses, que estaba investigando en el riquísimo archivo de la Inquisición conservado en la catedral. Lo presenté a Gerardo. Nos contó que sentía una emoción intensa cuando pisaba la plaza mayor, porque ésta conservaba intacto el aspecto que tenía cuando se celebraban en ella los autos de fe (no las ejecuciones que se hacían tradicionalmente fuera del recinto de las ciudades). Ni el suelo había cambiado, ya que seguía de tierra más o menos bien aplanada. Otro elemento me daba personalmente escalofríos, era la cruz de los Caídos, pintada en la fachada del convento, y ante la que tuve la oportunidad, por única vez en mi vida, de presenciar un acto con saludos fascistas. Pocos años después, pasaron el monumento a la plazoleta que está bajando hacia el museo. Cuenca era una ciudad carquísima, a la que cayó en suerte (o en desgracia) pasar toda la guerra en el campo republicano. Hizo todo lo posible, después de la contienda, para desquitarse de esa mala imagen. Sin los pintores, yo no me hubiera sentido a gusto en ese ambiente de mogigatería.

Es verdad que también tenía sus encantos, los de una ciudad pequeña, muy bien conservada en su parte antigua, con sus fachadas pintadas, y una extraña disposición urbana, debida a las dos hoces, del Huécar y del Júcar, que hacía que el piso bajo de una casa, dando a la calle, resultaba ser el tercero o el cuarto hacia la bajada. Como no había restaurantes en la parte vieja, había que bajar cada día a la ciudad moderna. Lo hacíamos, usando de ese subterfugio para ahorrarnos andanadas por la calle empinada que bajaba al puente del Huécar. Era divertido entrar en una casa de pisos, bajar una escalera y desembocar al aire libre en la mitad del acantillado, en un sendero polvoriento. Otro de los encantos consistía en las tiendas de antigüedades que había por entonces, una de ellas cerca del puente del Huécar. Allí Gerardo compró algunas de las piezas de alfarería que luego irían a parar en las vitrinas de su casa de la calle San Pedro.

El grupo había hecho suyo un restaurante, el Alaska (o Nebraska ?), en el que se les reservaba unas mesas en la sala interior, que habían decorado (creo recordar que pintada de negro). El dueño fue sin duda uno de los primeros conquenses en adquirir obras de esos pintores. Le conocí, cuando ya había dejado el negocio a su hijo, si bien recuerdo, siempre tan aficionado. Fue uno de los éxitos más rotundos de esos pintores conseguir hacer que los adoptara una gente humilde, que supo captar el interés de las obras que pintaban, aunque su estética estuviera alejadísima del gusto corriente.

En toda esa parte antigua, no había más comercio que una panadería y una tienda de frutas y ultramarinos, unos pasos más abajo de la Casa consistorial dieciochesca. Además estaba, yendo hacia el castillo, el taller de carpinteros de los Garrote, que fueron colaboradores permanentes de los pintores, arreglando muebles y enmarcando cuadros. El panadero era poco formal. Como había conseguido ganar algún dinerillo con sus nuevos parroquianos, se compró una moto, lo que dio lugar a una escena que encantaba a Fernando Zóbel, que la contó a doquier durante meses. Resulta que cuando su chófer (Felipe) o quien fuera fue a comprar el pan cierta mañana, la panadera le dijo que ese día su marido no había cocido. Cuando se le preguntó por qué, contestó : « porque ha comprado una moto ». Fernando se desternillaba de risa. Pasando los años, esa parte vieja recobró vida. Buena señal fue cuando abrió el bar Los Arcos que irrisoriamente, por lo rústico del marco, fue denominado por los pintores « El Saint-Trop » (por Saint-Tropez).

Insisto en la importancia de Cuenca, no sólo porque allí tuve la oportunidad de familiarizarme con Gerardo y sus amigos, sino porque considero que la empresa de montar el museo de arte abstracto contemporáneo español es única, en la medida en que es expresión de una colectividad que aspiraba a un mínimo de reconocimiento en un ambiente político poco propicio a la creación de vanguardia. Hizo mucho por el renombre de esa pequeña capital, que quizás no se merecía tanta suerte. Mejor para ella.

El piso de la calle de las Armas, ahora que lo voy pensando, era demasiado pequeño para que Gerardo se montara allí un taller, aunque fuera mínimo. No recuerdo haberlo visto trabajar, pero no descarto que tuviera un cuarto para sus obras en algún otro sitio. Aparte de Fernando Zóbel, que disfrutaba de un buen espacio y Gustavo Torner, que tenía casa, no creo que los pintores entonces trabajaran mucho en sus estancias en Cuenca. Se veían a diario, intercambiaban pareceres, se comunicaban sus experiencias. Formaban realmente un grupo y de esa vida colectiva nació una parte no despreciable de su obra. A pesar de que sus creaciones eran de muy distinto signo, estoy convencido de que se dejan ver las influencias mutuas en las obras que producieron por aquellos años, de ahí que no me parezca exagerado hablar de Grupo de Cuenca.

Las cosas cambiaron cuando Gerardo adquirió la nueva casa, un poco más lejos en la misma calle, frente a la esquina del convento. Tenía jardín, era amplia y con un desván imponente. En ésa, estaba en condiciones de trabajar. Pero mis recuerdos de esa época son escasos, en parte porque Gerardo se deshizo de ella muy pronto para comprar la de la calle San Pedro.

En aquellos años nos vimos con cierta frecuencia. Quizás el mismo año 64, o sino el 65, Gerardo vino durante el verano a Chinon. Se alojaba con nosotros en la parte que habían comprado mis suegros pero donde no vivían aún. Al contrario, la casa principal seguía ocupada por unos inquilinos, que tenían un perro, siempre atado, que no paraba de ladrar. Se llamaba Capi y Gerardo lo bautizó Capicojones. Durante esa estancia, él y Michèle pasaron muchas horas hurgando en « brocantes » buscando objetos o muebles a su gusto. En particular, Gerrado conservaba un recuerdo enternecido, ya que lo evocó en muchas ocasiones, de una tienda de Montsoreau (entre Chinon y Saumur) que llevaban tres hermanos, bastante parecidos entre sí, además de redomados borrachos y fumadores empedernidos. Se daban nombres diminutivos bastante ridículos, que en boca de Gerardo terminaron en « Titi », « Toto » y « Lolo ». Alfonso de la Torre recuerda esas dos anécdotas en su libro.

Gerardo ocupaba entonces casi todo su tiempo en arreglar pisos y casas, lo que le obligaba a almacenar mucho material. Fue su época « anticuaria » que se amplió luego con un comercio, no sólo suyo sino donde compartía intereses, de un almacén de cuadros antiguos. Yo lo veía ejercer ese oficio con dedicación plena y me daba, en cierta medida, lástima, porque iba camino de ser un artista frustrado, por falta de tiempo y, paradójicamente, por tener éxito en todo lo que emprendía. Gerardo tenía una doble personalidad : artista y empresario. No siempre se compaginaron bien las dos actividades, sino que a veces se hacían mutuamente sombra. Me alegré mucho cuando pudo dedicarse casi de pleno a la creación. Verdad es que supo aprovechar, en su última etapa, la práctica que había adquirido en la anterior, al organizar su taller de artista como el de un artesano, como bien sabes. Fue algo que siempre me impresionó, ver cómo sabía limitar su intervención en la creación artística a momentos claves : la idea de partida, tal o cual momento de la realización, que requería un cambio de rumbo o una adaptación. También supo dominar perfectamente la técnica de la serie, que supone saber organizar la labor de los colaboradores encargados de la realización material.

Para volver a la cronología, en calle de la Armas 1, bautizamos en julio del 67 a nuestro hijo Patrice, de 7 meses, con un excelente vino de Chinon del 1964. Una anécdota más : esas vacaciones coincidimos con la prima de Michèle que tenía un perro feo y sin gracia, pero al que cuidaba como un niño, lo que nos parecía algo ridículo, y hasta pesado cuando exigía que le dieran de comer en los restaurantes. Un día, salimos de casa de Gerardo, él y yo llevando el capazo donde descansaba el bebé y Michèle S. con su perro. Gerardo hizo notar, con su humor tan genuino, que justamente lo que más temía del matrimonio, niños y perros, se habían conjurado contra él en aquella ocasión.

A pesar de ser muy educado y capaz de frenar sus impulsos, Gerardo tenía lo que se llama un carácter fuerte. En cierto modo, yo temía sus reacciones y procuraba hacerme lo más discreto posible cuando estaba con él. Verdad que yo era un niño (tenía 22 años cuando lo conocí), sin embargo me manifestaba cierto afecto, al que yo sabía apreciar, viniendo como venía de un descendiente de vascos y segovianos, dos genios poco expansivos. Era fiel en la amistad y mi relación con las dos Michèle era, para él, un viático suficiente para que me aceptara en su círculo. También le interesaba no limitarse al mundo de los pintores y yo, como otros en otros campos, le proporcionaba la posibilidad de hablar de cultura en sentido amplio. Uno de nuestros temas de conversación predilectos concernía las diferencias de criterios de comportamiento entre pueblos distintos. En estas ocasiones, se mostraba muy crítico hacia lo español y muy afín a las costumbres francesas. Le gustaba poder practicar el francés y sentirse francés también. Supongo que diría lo mismo su primo Etienne Cabillon.

 

27-8-2004

Tristes tardes de toros en Madrid

Tristes tardes de toros en Madrid

Sábado 15 de mayo

Hace casi frío. ¡Ojalá no llueva! Se echaría a perder la corrida a la que pienso ir con mi colega Barrère de la Universidad de Pau.

Andrés Vázquez tiene innegables detalles toreros, no como esas figuras que solo conocen una faena, cualquiera que sea el toro que tienen delante. Procura variar los pases, también su modo de emprender a la res. Además, demuestra tener un temple enorme. Pero ¡ay de los toros! El primero solo aguantó una vara: se cayó nada más topar el caparazón del caballo. A pesar de ello, se ha concedido una oreja al torero por su faena ante un animal tan débil. El cuarto, cojo, y el quinto, mansísimo, fueron devueltos al corral. Uno de ellos era ya un sustituto. Barrère estaba encantado de volver a vivir momentos de su estancia en Madrid en 1950 y 1951. El público estaba animado y en el tendido 8, el de los aficionados de pro, hubo una pelea y tuvieron que expulsar, no sin dificultades, a un par de tíos excitados.

El monumento a Antonio Bienvenida es horroroso.

 

Domingo 22 de mayo

Barrère viene a recogerme y nos vamos a Las Ventas. En la reventa pagamos 425 pesetas por unos billetes que valían 250. El espectáculo se salvó gracias a los rejoneadores: Alvaro Domecq, sobrio y elegante, eficiente con la espada; al joven portugués, Moura, muy nervioso, le tocó en suerte un toro muy parado. Sus caballos recibieron algunos arañazos pero consiguió lances soberbios, fijando la res, provocándola para que se lanzara. Sin embargo, no se apea para matar. Para ello, recorre a un subalterno, aunque esta vez no fue necesario llegar a tal extremo.

Lo demás de la corrida apenas merece mencionarse. Los tuliovázquez fueron rechazados por los veterinarios y sustituidos por un lote pasable, en todo caso no peor que los que se suelen ver. Malos, los toreros: Tini, Calatraveño (tan amedrentado que no dio un pase), El Puno que se salvó a medias, porque es algo menos mediocre. Sin embargo, no me duele haber gastado ese dinero. Me resulta mil veces más triste sufrir el fraude que las figuras Camino y El Viti infligieron al público frente a los victorinos.

Sábado 15 y domingo 22 y domingo de mayo de 1978

 

Recepción de Andrés Segovia

INGRESO DE ANDRES SEGOVIA EN LA ACADEMIA

DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

Domingo 8 de enero de 1978

 

Aquel domingo, vinieron a comer a nuestro piso de la calle Juan Bravo José Antonio Bonilla, director del Instituto de Estudios Giennenses (cf. En torno a la edición de la Tesis sobre Pedro de Escavias), y su esposa, la deliciosa María, tan graciosa como siempre con su acento granadino. Nos invitaron a acompañarlos por la tarde a la recepción de Andrés Segovia en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El acto tuvo lugar en el salón de la Real Academia Española, por estar en obras el de Bellas Artes. Presidieron el acto los recién coronados reyes (Franco había muerto en noviembre del 75).

En el salón abarrotado de gente, como era de suponer, estaban presentes la joven esposa de Segovia y su hijo de nueve años de edad, detalle que no podía dejar de llamarnos la atención, estando su padre a punto de celebrar sus 85 años.

El padrino fue Joaquín Rodrigo. El ritual de ingreso exige que el padrino salga a buscar al académico novel para introducirlo ante sus pares. Al ser ciego aquél, lo acompañó otro músico, el director Rafael Frühbeck de Burgos. El encargado de recibir a Andrés Segovia fue el maestro Federico Moreno Torroba, también muy anciano, ya que solo llevaba dos años al impetrante. Ver reunidos a tantos músicos famosos fue algo impresionante. Regino Saínz de la Maza, otro guitarrista célebre, debió también estar, ya que era miembro de la academia desde 1958 y solo murió en 1981, pero Andrés Segovia no señala su presencia. También faltaban los compositores de la generación siguiente, los cuales ingresarían unos años más tarde, Cristóbal Hálffter en 1983 y Luis de Pablo en 1989.

Estábamos deseando oír a Andrés Segovia tocar la guitarra, aunque dudábamos si el protocolo lo permitiría o solo admitía un discurso. Nos tranquilizó ver que llevaba su instrumento consigo. De hecho, lo primero que hizo fue ofrecer un concierto, con tres obras, de S. L. Weiss, J. S. Bach y H. Villa-Lobos. A continuación, leyó su discurso titulado, sin falsa modestia, La guitarra y yo.

En él despachó a su antecesor, Oscar Esplá, con unas palabras de elogio para la persona y su carrera de músico, pero sin dejar de manifestar que no supo componer para guitarra:

[…] pues allá por el año 1920 me dio la alegría de dedicarme una espléndida sonata, pero, ¡ay!, compuesta directamente por él para la guitarra. Mi contento se convirtió en amarga desilusión.

No tuvo en cuenta el Maestro que la guitarra es como cantero de sendas abruptas y laberínticas. Precisa el compositor que desee penetrar en él un experto guía que lo acompañe y dirija en su siembra, si quiere que fructifique.

En general se mostró complaciente hacia sí mismo, sin dejar por ello de usar de un estilo florido y de un humor típicamente andaluces:

Unos me hacen nacer en Granada, y ni que decir tiene que agradezco vivamente ese obsequio. Otros en Jaén, y hasta apoyándose en mi apellido, me han hecho ver la luz en Segovia. […] Finalmente, han dado en el clavo: soy hijo de Linares, lo que me enorgullece sobremanera. También hay discrepancia en cuanto a la fecha de mi nacimiento. Se ha publicado que he venido al mundo en 1882, y creo, sin vanagloria, que no aparento ser tan viejo. […]

También evocó los principales momentos de su carrera, iniciada desde muy joven:

Mi completo despertar a la belleza heterogénea de la música ocurrió cuando por vez primera escuché uno de los conciertos de orquesta que don Tomás Bretón solía dirigir en el palacio de Carlos V, de Granada. […] Me había sentado en un banco de los jardines cercanos, sin recursos para presenciar más cerca aquel milagro sonoro; pero desde mi asiento, quieto y en éxtasis, se abrían todos los poros de mi ser para que penetrase en mi alma el misterio de la música. Mi vocación estalló en llamaradas.

Cuenta sus primeros conciertos públicos en Granada en 1909 y 1910 y, al llegar a Madrid, en 1913, cómo consiguió su primer instrumento de concierto que le regaló el “luthier” del Real Conservatorio, Manuel Ramírez, en una escena que habría contado mil veces y tenía entonces los visos de haberse vuelto mítica.

Después de recordar a los músicos a los que pidió que escribieran para su instrumento y salvarlo así de un repertorio compuesto esencialmente de adaptaciones, el primero de los cuales fue el mismo Federico Moreno Torroba, concluyó del siguiente modo.

Concluyo con el temor de que mi discurso os haya producido irreprimible somnolencia por lo inhábil y porque a los casi ochenta y cinco años no se alojan ya en mi mente sino imágenes retrospectivas de mi vida.

Este colofón nos hizo mucha gracia, y no solo a nosotros, porque a muchos no se les escapó que el rey intentó reprimir en varios momentos unos bostezos, confirmando, lo que era un secreto a voces, que la cultura le interesaba menos que otras actividades lúdicas.

Otro detalle de la ceremonia fue que, al finalizar el acto, el servicio de seguridad no supo tomar las medidas idóneas para la salida de los reyes, y estos tuvieron que cruzar el salón en medio del público. Lo hicieron por el lado en el que estábamos sentados y nos rozaran al pasar junto a nosotros. Aunque en aquellos ya lejanos años la paranoia no fuera la de hoy, nos chocó el grado de improvisación que se manifestó en ese caso.

Fuente

La guitarra y yo. Discurso leído por el Excmo. Sr. Don ANDRÉS SEGOVIA TORRES con motivo de su recepción pública el día 8 de enero de 1978 y contestación del Excmo. Sr. Don FEDERICO MORENO TORROBA. Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, MCMLXXVIII.

En torno a la edición de la Tesis sobre Pedro de Escavias a cargo del Instituto de Estudios Giennenses 1969-1972

En torno a la edición de la Tesis sobre Pedro de Escavias

a cargo del Instituto de Estudios Giennenses

1969-1972

 

Después de sacar las oposiciones (Agrégation) en 1966 y cumplir mi último año en la Escuela Normal Superior de Saint-Cloud (1966-1967), fui nombrado asistente en la Universidad de Lille. Decidí emprender investigaciones sobre literatura medieval castellana como tesis de Tercer ciclo (tesis secundaria, siendo la principal la tesis de Estado). Pensaba dedicar ese primer trabajo a la edición comentada de un texto inédito. No recuerdo quién me orientó hacia Pedro de Escavias y sus poesías, el caso es que el Profesor Michel Darbord, conocido por su tesis sobre la poesía religiosa desde los Reyes Católicos hasta Felipe II, aceptó el encargo de dirigirme. Sobre las poesías de Escavias existía un trabajo ya antiguo de Fr. Uhagón, que fue, en su tiempo, director de la Real Academia de la Historia. Luego descubrí que había sido posesor del Cancionero de Oñate, que le ofreciera la condesa de Castañeda, y que se deshizo de él a favor de un comprador inglés, detalle que afea mucho la personalidad de ese erudito y tuvo como consecuencia que quedara inasequible desde entonces y quizás para siempre ese monumento de la poesía cancioneril castellana. Transcribí las poesías y empecé a estudiarlas basándome en el trabajo de Fr. Uhagón. Pedro de Escavias era además el autor de un resumen cronístico, el Repertorio de Príncipes de España (sería más exacto decir Reportorio), lo que, añadido a las poesías, ofrecía una materia suficiente para una tesis. La única versión conocida del Reportorio estaba custodiada en los fondos de la Biblioteca del Escorial (Muchos años más tarde descubrí que existía otra versión de la obra en la Biblioteca Nacional de Lisboa, con el agravante de que fuera la que sirvió de modelo a la copia que se conservaba en el Escorial). A principios de julio de 1969, estuve unos días en El Escorial. Como ya había estudiado las poesías de Escavias, visité a Rafael Lapesa que estaba veraneando allí, y coincidí con Juan López-Morillas, que ejercía de catedrático en la estadounidense Brown University de Providence (Rhode Island), al que comuniqué la imposibilidad de conseguir una copia del Cancionero de Oñate y Castañeda, porque su propietario, Edwin Binney, Profesor en Harvard y coleccionista, se negaba a enseñarlo. Me prometió hacer alguna gestión a su vuelta a EEUU [cf. carta del 18 de enero de 1970].

En la Biblioteca del Real Monasterio, estuve consultando el códice del Repertorio y familiarizándome con su grafía. Conseguí que me sacaran un microfilm, y gracias a la generosa atención que me prestó el fotógrafo de la institución, a quien quiero mencionar aquí, José de Prado Herranz, el documento me llegó a finales del mismo mes. La transcripción del Reportorio me ocupó hasta el final de aquel año 1969.

Paralelamente me preocupé por reunir material para conocer mejor la personalidad de Pedro de Escavias. Con ese motivo, hice un recorrido por el santo reino en septiembre. En Jaén, visité el archivo histórico provincial, donde me enteré de la existencia del Instituto de Estudios Giennenses, entonces alojado, si bien recuerdo, en el palacio de la Diputación Provincial. Estando ausente su director, don José Antonio de Bonilla y Mir, me aconsejaron consultar a otro consejero, el canónigo Juan Montijano Chica, que me acogió amablemente en su piso de la calle de Los Olmos (entonces aprendí cómo había que pronunciar el nombre de la calle para ser comprendido por los vecinos: Lo (H)olmo(h)). Este se comprometió a introducirme cerca de don José Antonio. No quise dejar de visitar Andújar y allí me recibió muy amablemente el doctor Torres Laguna, aunque no me pudo proporcionar datos concretos sobre una posible documentación relativa a mi tema. El panorama, en cuanto a la dimensión histórica de la tesis, no era muy halagüeño cuando inicié la correspondencia que reproduzco a continuación.

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Correspondencia destinada a conseguir una reproducción de las poesías de Escavias en el Cancionero de Oñate y Castañeda y, más adelante, de la totalidad del códice.

 

Residencia de Profesores

Madrid, 31 de diciembre, 1969

Mi distinguido amigo:

Perdone mi retraso en contestarle. He tenido que resolver una serie de asuntos urgentes y ello ha perturbado mi correspondencia.

El profesor a quien V. conoció en nuestra casa de El Escorial es don Juan López-Morillas y enseña en la Brown University. Su dirección es 90 Brown Str. Providence, R.I. 02906.

Feliz año nuevo. Con nuestro saludo para Mme. Garcia, Mme. Rosenfeld y Mme. Sarrailh, reciba V. los muy cordiales de

Rafael Lapesa.

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[a Juan López-Morillas]

París, 11 de enero de 1970

Cuando les conocí, a Vsted y a su señora, en casa de los señores Lapesa, tuve la oportunidad de hablarles de la tesis que estoy preparando sobre Pedro de Escavias, escritor y hombre político del s. 15. Les dije, en particular, como su obra poética se encontraba en el Cancionero de Oñate y Castañeda, el cual, después de desaparecer durante medio siglo, había vuelto a aparecer en poder de un profesor americano, Edwin Binney, catedrático, al parecer, en Harvard.

Desde aquí, me resulta muy difícil entrar en contacto con el señor Binney. Imagino que será más fácil desde los mismos EE.UU. Por eso, me permito rogarle que me facilite esta gestión, localizando a este señor y, si fuera posible, entregándole la cuartilla que le mando aparte, en la que expongo más detenidamente el caso.

Hace tiempo que quería escribirle, pero no tenía su dirección. Se la he pedido al señor Lapesa y acabo de recibirla.

Le ruego me disculpe por la molestia que le causa y le mando un atto saludo,

Michel Garcia

 

[cuartilla adjunta]

Soy profesor en la Escuela Normal de Profesores de París-Saint-Cloud. Estoy preparando una tesis sobre Pedro de Escavias, en la que incluyo la edición de sus obras y, en particular, de sus poesías.

Estas eran conocidas por un artículo de Fr. de Uhagón (Rev. de Arch. Biblio. y Museos, Madrid 1900) que reproduce las poesías a partir del Cancionero de Oñate y Castañeda al que pudo consultar. Pero, aparte de que publicar unos poemas partiendo de una reseña cuando existe el original es poco deseable, el trabajo de Uhagón no parece ofrecer todas las garantías que pueden exigirse hoy de una edición crítica: hay dos lagunas y la ortografía no parece exacta.

Por esas razones, me sería muy útil poseer una fotocopia o un microfilm de los folios 426 hasta el final del Cancionero.

Me comprometo a no publicar ninguna de esas fotocopias. Lo único que haré es utilizar esos documentos para establecer una edición seria de las poesías de Pedro de Escavias.

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Brown University, Department of comparative literatura

18 de enero de 1970

Estimado amigo:

No nos habíamos olvidado del encargo que nos dio Vd. en El Escorial; solo que ni mi mujer ni yo habíamos tenido ocasión de ir a Cambridge desde nuestro regreso de Europa. Fue al día siguiente de recibir la carta de Vd. cuando mi mujer pudo por fin ir allá llevada por asuntos propios. Llamó por teléfono al Sr. Binney, quien mostró curiosidad por saber cómo se había enterado Vd. de que él había comprado el MS, ya que creía que era un secreto conocido de dos o tres personas solamente. El Sr. Binney dijo a mi mujer que había vendido a su vez el MS a la Houghton Library de Harvard, y que le convenía por tanto ponerse en contacto con el Sr. Bond, el bibliotecario. Esto fue lo que hizo ella el día siguiente durante su estancia en Cambridge. Se entrevistó con el Sr. Bond, que se mostró por cierto muy amable, le entregó la referencia que mandó Vd. y recibió del bibliotecario la impresión de que todo se arreglaría sin gran inconveniente al parecer. El Sr. Bond le escribirá a Vd. en breve.

Esperamos, pues, que todo quede arreglado como Vd. desea. Fue un placer conocerle en casa de los Lapesa. Y con muchos deseos de que el 1970 le sea un año próspero y venturoso, acepte un cordial saludo de su afmo. s.

Juan López-Morillas

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The Houghton Library, Harvard University

January 22, 1970

Dear Mr. Garcia:

I am enclosing an application form naming our Cancionero de Oñate y Castañeda. The charge por Xerox copies of the last 12 leaves would be our minimum one of $2.50, and you would be billed after we had done the work. If you Will complete and return the enclosed form I shall be happy to place your order.

Very truly yours,

Rodney G. Dennis

Curator of Manuscripts

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Correspondencia con el Instituto de Estudios Giennenses

 

[Estas dos cartas fueron revisadas y muy mejoradas en su estilo por mi amigo Fernando Baeza, como lo atestigua el borrador que conservo de ellas, enmendado de su puño y letra].

 

[al Padre Juan Montijano Chica, canónigo de la catedral de Jaén]

15 de octubre de 1969

Reverendo Padre Montijano Chica,

Como me lo había propuesto tan amablemente durante la grata conversación que mantuvimos en Jaén hace un mes, me permito mandarle adjunta una carta para don José Antonio de Bonilla y Mir en la que expongo las dificultades que encuentro en la realización de mi proyecto.

Le agradezco mucho haya aceptado introducirme cerca de dicho señor, pues sé que Usted podrá proporcionarle datos más precisos sobre el trabajo que he emprendido, tomándose así seguramente él más interés por mi ruego.

En espera de que me disculpe por las molestias que le ocasiono, me es grato reiterarme de Usted atto. s. s.

Michel Garcia

 

[a don José Antonio de Bonilla y Mir, director del Instituto de Estudios Giennenses]

15 de octubre de 1969,

Muy distinguido señor mío,

El Reverendo Padre Juan Montijano Chica ha aceptado con mucha amabilidad remitirle esta carta y a la vez presentarme a Usted, todo lo cual hubiera sido mucho más difícil por correspondencia.

Como hemos mantenido una larga conversación durante mi estancia en Jaén en el mes de septiembre, así podrá decirle cuál es mi plan de investigación y en qué sentido necesitaría de su reconocida competencia en la historia de la provincia de Jaén.

Pero, para fijar mejor el asunto, me permito enumerar con la mayor precisión posible lo que preparo y los obstáculos que he encontrado en mi labor.

1. Mi tesis consiste en la edición de las obras de Pedro de Escavias, alcaide de Andújar en la segunda mitad del siglo XV: edición de sus poesías con introducción y notas; edición de su Repertorio de Príncipes, todavía inédito, con introducción y comentario. Esta edición irá encabezada por una nota biográfica sobre el personaje. Esta constituye hasta ahora el mayor de los obstáculos de que le hablaba.

2. Lo poco que sé de Pedro de Escavias y de su familia es lo que se encuentra en: Argote de Molina, Nobleza del Andalucía; la Crónica del Condestable Miguel Lucas de Iranzo; los encabezamientos de sus poesías; los escasos datos biográficos que aparecen en su Repertorio.

3. En cambio, es mucho más lo que ignoro: fecha de nacimiento y muerte; cuándo dejó de ser alcaide y por qué razón (a este respecto, lo único que sé es lo que se lee en la Crónica de los Reyes Católicos, es decir que, en 1478, tomaron entre varios la fortaleza de Andújar y “pusieron en ellos alcaides a personas paçificas que las tuvieses por ellos”. Si se encontrase esa acta, tal vez tendríamos noticia de si Escavias fue alcaide hasta 1478 y por qué se le sustituyó); todo lo que concierne a su niñez y juventud (si vivió en la Corte de Juan II; cuándo fue nombrado alcaide; de su familia, mujer e hijos, sé muy poco. La Crónica del Condestable solo hace una alusión).

Estos son los datos importantísimos que desconozco.

Estuve en Andújar donde visité al doctor Torres Laguna, pero, por lo que me dijo, no posee más datos que los que mencionó en sus libros, lo cual resulta muy insuficiente.

Cuando fui a Jaén, lo hice con intención de visitarle a Usted, pero no pudimos coincidir allí, lo que siento muchísimo porque, desde mi primera visita al Archivo histórico de Madrid, en busca de datos sobre él, me aconsejaron muy encarecidamente que fuese a verle a Usted. Lo malo es que, cuando se es profesor, no queda más remedio que viajar durante las vacaciones, momento en que las personas que necesitaríamos ver se han ausentado de las ciudades, como es natural, y en que las bibliotecas apenas si abren.

Por ahora, en cuanto a la biografía de Pedro de Escavias, me hallo estancado. Y lo lamento mucho porque, como decía al Padre Juan, ese personaje ha dejado de ser para mí un tema de Tesis para convertirse en algo más próximo: le estoy tomando cariño. Es una lástima que un caballero al que todos los testimonios contemporáneos presentan como un varón virtuoso, un ejemplo de lealtad y rectitud siga siendo desconocido, tanto más cuanto que su obra no es nada desdeñable. Mi tesis se ha convertido en un verdadero desafío al olvido a la par que se está transformando en una obra impresionante por su volumen. Desprenderá Usted delo que precede lo agradecido que le estaría si me pudiera proporcionar los más mínimos datos sobre la vida de Pedro de Escavias, sin excluir otros aspectos relacionados con su obra.

Le ruego me perdone esta manera tan directa de recurrir a Usted y disponga de su reconocido y atto. s. s.

Michel Garcia

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Jaén, 6 de enero de 1970

Muy Sr. mío:

Ya es hora de que conteste su carta del 15 de octubre pasado, que recibí por medio de Don Juan Montijano. Supongo que este señor le diría que, al entregármela, le manifesté que tardaría algún tiempo en poder escribirle, ya que tenía proyectada una serie de viajes, que me iban a impedir buscarle los datos y antecedentes que tanto le interesan.

En primer lugar, quiero felicitarle por haber elegido ese tema, realmente fascinante, de la vida y obras de Pedro de Escavias. A mí, particularmente, todo cuanto concierne al siglo XV en España me interesa de modo extraordinario. Desgraciadamente, no puedo dedicarme a investigar a fondo, como sería mi deseo, tantos y tantos episodios de la historia de Jaén en esa época, que adquiere singular relieve con motivo de las últimas guerras de la Reconquista. La investigación histórica es para mí un recreo, casi mi único recreo, y como tal, apenas puedo disfrutarlo. Me considero más obligado a emplear mi poco tiempo libre en fomentar la alta cultura en mi provincia, a través del Instituto de Estudios Giennenses del C. S. I. C.

Pero vamos a su tema. Le envío una cuartilla con una serie de fichas, correspondientes a otros tantos documentos relacionados con Pedro de Escavias, que se encuentran en el Archivo General de Simancas, en la Sección titulado “Registro del Sello”. Esta Sección tiene un valor incalculable, ya que contiene los registros, con copia literal, de todos los documentos que se expedían sellados con el sello real. Creo le será fácil, dirigiéndose al archivo, obtener una copia literal de dcada uno de los documentos que le interesen. Casi puedo asegurarle que las fichas que le envío comprenden los únicos documentos que se conservan en el Registro del Sello, relativos a Pedro de Escavias.

Podrá Vd apreciar que, en 30 de marzo de 1478, se le llama alcaide y guarda mayor de Andújar. Sin embargo, en 3 de abril del mismo año se menciona a Pedro de Escavias diciendo “alcaide que fue” de la fortaleza de Andújar. Deduzco de aquí, salvo lo que nos diga el contenido pleno del documento original, que, si el 3 de abril había dejado de ser alcaide, y así se afirma en una ejecutoria de esa fecha, lógicamente tampoco lo era ya en 30 de marzo del mismo año. Es casi seguro que en dichas ejecutorias se refiera al cargo que tenía Pedro de Escavias cuando comenzó el pleito, y también es posible que en la segunda, se haga mención del dicho cargo, refiriéndola al momento en que la ejecutoria se expide. Creo, como antes le digo, que una transcripción literal y compmeta de ambos documentos puede darle plena luz sobre ello.

Parece que aun cuando cesó Pedro de Escavias en la tenencia de la alcaidía, conservó el otro cargo de guarda mayor, a que se refiere la carta receptoria fechada en Sevilla el 6 abril 1478.

Otros datos muy interesantes que se deducen de estos documentos son los relativos al pleito que tuvo con la familia Palomino, una de las más poderosas de Andújar y de Jaén, sobre el oficio de escribanía del concejo de Andújar, que al fin debió fallarese a favor de Pedro de Escavias, como se prueba por la ejecutoria de 10 abril 1478, y el hecho de que en 12 agosto 1479, obtuviese facultad de la reina Doña Isabel para renunciar dicho oficio en su hijo Francisco de Escavias.

Sobre todo, los documentos de 30 marzo y 3 abril de 1478, estimo que pueden ser de gran valor, por referirse a los movimientos provocados en la ciudad de Andújar por el partido del Maestre de Calatrava, en el reinado de Enrique IV.

De momento, no puedo facilitarle otros datos. Cuando vaya a Granada, buscaré en la Chancillería cualquier documento que pueda existir relacionado con esta familia. En la Academia de la Historia -colección Salazar y Castro- quiero recordar que existen datos genealógicos de los Escavias. También trataré de ver lo que hay, en algunos de mis viajes a Madrid. Tendría una verdadera satisfacción en poder proporcionarle nuevos materiales para su trabajo. ¿Piensa Vd. publicarlo en España? Mucho me interesará conocer cuanto se relacione con esta publicación, ya que tanto el Instituto de Estudios Giennenses como yo, nos preocupamos mucho por dar a conocer todas las figuras ilustres de nuestra provincia de Jaén.

Celebrando mucho haber entrado en relación con Vd., ya sabe que me tiene a su disposición, y haré cuanto pueda, como antes lo digo, por facilitarle nuevos datos para su trabajo. Muy atentamente le saluda y queda suyo affmo amigo

Firmado. José A. de Bonilla

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[Pedido de fotocopias al Archivo General de Simancas, servicio fotográfico]

París a 10 de enero de 1970

Soy profesor de español en la Escuela Normal Superior de Profesores de París (Saint-Cloud). Estoy preparando un libro sobre Pedro de Escavias que fue alcaide de Andújar en la segunda mitad del siglo 15.

Le quedaría agradecido si me pudiera mandar copia literal (en fotocopia o en microfilm) de los documentos cuyas fichas vienen en la cuartilla aparte que le mando aquí, con esta.

Le podré abonar el coste de este trabajo por mi cuenta corriente del Crédit Lyonnais de Madrid, en cuanto me lo haga conocer.

Tengo en mi poder una tarjeta nacional de investigador del Ministerio de Educación y Ciencia español, 307/69.

Muy atentamente le saluda y queda su atto s. s.

Michel Garcia

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[a don Juan Antonio de Bonilla y Mir]

París a 11 de enero de 1970

Muy distinguido señor mío,

No sé cómo agradecerle el interés que ha tomado por mi libro. Los documentos cuyas fichas me ha mandado son de un valor inestimable. Acabo de pedir fotocopia al Archivo General de Simancas. Esos datos contribuirán a llenar uno de los vacíos de mi biografía de Escavias, la que corresponde al final de su vida y al momento en que dejó de ser alcaide. Y si la colección Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia nos puede proporcionar datos genealógicos de los Escavias, pienso que se completarán los elementos dados a conocer por Argote de Molina.

Por ahora, estoy preparando la edición del Repertorio de Príncipes. Es un trabajo enorme de unas 400 páginas. Ya he copiado enteramente el manuscrito. Estoy corrigiendo la copia y pongo la puntuación.

En cuanto a la publicación, me gustaría mucho que se hiciera en España y más todavía, que fuera a cargo del Instituto de Estudios Giennenses. De todos modos, le pondré al corriente de cuanto concierne esa publicación. Pienso leer mi tesis a finales de este año 1970.

Esta pienso que será la composición que se titulará Pedro de Escavias, poeta e historiógrafo del siglo 15 (poco más o menos): 1. Biografía de Pedro de Escavias; 2. Una introducción sobre el personaje y la obra (estas dos primeras partes representarán unas 150 páginas); 3. Edición críticas de las poesías a partir del manuscrito de Oñate y Castañeda según la reseña de Fr. de Uhagón (RABM 1900), y del cancionero de Gallardo-San Román de la Academia de la Historia. Hoy mismo mando una carta a unos profesores españoles que se encuentran en América para intentar obtener una fotocopia de los poemas a partir de Cancionero de Oñate y Castañeda que, al parecer, pertenece a un profesor americano. El hecho es que este cancionero había desaparecido – por ello no quedaba más remedio que partir del artículo de Uhagón – pero se ha vuelto a tener noticia de él hace unos meses (la edición de las poesías, con notas, representará unas 60 páginas); edición del Repertorio de Príncipes de España a partir del manuscrito único de la Real Biblioteca del Escorial (el texto irá precedido por un inventario de las fuentes de que se ha valido Pedro de Escavias para redactar cada capítulo, a imitación de la edición de la Crónica alfonsí por el Seminario Menéndez Pidal).

Me encantaría que esto pudiera ayudarles, a Vd. y al Instituto de Estudios Giennenses en su magnífica labor para dar a conocer todas las altas figuras que han ilustrado la provincia de Jaén.

Permítame manifestarle a Usted todo el agradecimiento de su reconocido y atto. s. s.

Michel Garcia

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Jaén, 4 de febrero 1970

Mi distinguido amigo:

He regresado de Madrid recientemente, y tengo la gran satisfacción de poder darle importantísimos datos, que le servirán para enriquecer notablemente su biografía del alcaide Pedro de Escavias. En la Academia de la Historia, he hecho un hallazgo verdaderamente fabuloso. Nada menos que treinta y una cartas de los Reyes Juan 2° y Don Enrique 4°, amén de otra del Rey Don Fernando el Católico, dirigidas todas ellas a Pedro de Escavias. Se hallan copiadas literalmente, y lo que es mejor aún, autenticadas por un notario. Aparte de ello, otros documentos de enorme interés, como por ejemplo una real cédula de Enrique 4° en la que concede a Pedro de Escavias la merced de acrecentar con una orla blanca en rededor de su escudo de armas. Aparte de ello, se conservan también muchos datos genealógicos de Pedro de Escavias y de su familia. A continuación, le anoto los diversos manuscritos y sus signaturas, para que pueda Vd. pedir las fotocopias de ellos que desee, a cuyo efecto también le envío un impreso que con ese objeto me han facilitado en la Academia.

1°. Volumen manuscrito D-64 Folios 198 y siguientes. Son las consabidas cartas y otros documentos. Se trata de un testimonio hecho por el escribano Antonio Palomino en Andújar, el 5 febrero 1632.

2°. Volumen manuscrito C-20 Folios 376 a 379. Contiene genalogías muy completas y abundantes datos de la familia Escavias de Andújar y de Pedro de Escavias. Son ocho páginas tamaño folio, que contienen numerosos datos de esta familia a partir del siglo 13. Este manuscrito y el anterior son los más importantes y completos. Además de ellos, hay los tres siguientes:

3°. Volumen manuscrito D-19 Folio 279 vlto. Àrbol de costado de Escavias Carvajal, Sr. de Rui Sánchez, 4° nieto de Doña Leonor de Escavias, hija del célebre alcaide de Andújar, Pedro de Escavias.

4°. Volumen manuscrito D-26 Folio 265 vlto. Genealogía de los Escavias esde Juan González Priego de Escavias Sr. de Aldeguela, criado del Rey don Alonso, hasta el alcaide Pedro de Escavias y los sucesores de éste.

5°. Volumen manuscrito D-27 Folio 1 vlto. Descendencia de Lucas de Escavias.

Todos estos manuscritos pertenecen a la colección Salazar y Castro, y así debe Vd. indicarlo al pedir las fotocopias correspondientes.Recibí oportunamente su carta fecha 11 de enero, y no sabe cuánta satisfacción me ha producido ver lo útiles que le habían sido mis anteriores referencias. espero que encuentre aún más interesantes las que ahora envío.

Mucho le agradezco las noticias que me da sobre el trabajo que está realizando, y le agradezco también su ofrecimientode tenerme al corriente del mismo. Me gustaría asistir a la lectura de su tesis. ¿Dónde va a tener lugar? ¿Cuáles son los profesores que formarán el tribunal que ha de juzgarla?

Por supuesto, si a Vd. le parece bien, el Instituto de Estudios Giennenses se consideraría muy honrado de poder publicarla, como estamos haciendo con otras, y por supuesto con la intervención suya directa en la impresión del libro.

Muy afectuosamente le envía un atento saludo su buen amigo

Firmado. José A. de Bonilla

Estuve en el Archivo de Simancas el mes pasado, y me dijo el Director que ya habían recibido su petición.

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París, 9 de febrero de 1970

Apenas acabo de recibir el microfilm de los documentos del Archivo General de Simancas que Vd. me había indicado y sacado una foto sobre papel de los mismos, cuando me entero del formidable hallazgo que ha hecho en la colección Salazar y Castro de la RAH. Es Vd. para mí la misma Providencia. Ni que decir tengo que he pedido los microfilms a vuelta de correo. Y en cuanto haya terminado la edición de los textos, los estudiaré muy detenidamente. Lo único que siento es no haber estado con Vd. cuando encontró las cartas reales. Imagino que habrá sido un momento emocionante, por no haber tan solo encontrado lo que buscaba sino más de lo que podía esperar. Estos hallazgos van a cambiar del todo la redacción del capítulo dedicado a la biografía de Pedro de Escavias. De todos modos, estos documentos que habré utilizado para mi tesis, pienso que podrían publicarse después, bajo el amparo del Instituto de Estudios Giennenses para que pudieran servir para otros trabajos. Así intentaré compensar en parte la deuda que tengo para con su ilustre director.

Además, tengo la satisfacción de comunicarle – “un bonheur ne vient jamais seul” – que estoy esperando estos días una fotocopia de las poesías de Pedro de Escavias en el Cancionero de Oñate y Castañeda de la Houghton Library de Harvard. Parece mentira que un manuscrito del que no se tenía noticia desde casi medio siglo vuelva a parecer en el momento en que lo necesitaba. Así, la edición de las obras de Escavias se hará partiendo de los documentos originales.

Por ahora, no tengo más deseo que conocerle personalmente y reiterarle de palabra todo mi reconocimiento. Pero creo que, antes de las vacaciones de verano, no nos será posible ir a Jaén, a mi mujer y a mí, a no ser que nos animemos y vayamos en la primera semana de las vacaciones de Pascuas (del 20 al 27 de marzo). De todos modos, se lo confirmaríamos a tiempo. Y si no podemos ir por Pascuas, iré durante las vacaciones de verano y ya le podré entregar un ejemplar de los textos de Pedro de Escavias que estoy escribiendo a máquina sobre stencil. Pienso redactar la Introducción a partir de julio.

La fecha exacta de la lectura de mi tesis, no la sabré antes de octubre o noviembre. En cuanto la conozca, se la comunicaré. Pero, si Vd. tiene la oportunidad de venir a París, tendríamos mucho gusto en recibirle.

Mucho le agradezco la oferta que me hace de publicar mi tesis. Espero que será el inicio de una colaboración duradera.

Quedo atto. s. s.

Michel Garcia

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París, 7 de abril de 1970

No he podido realizar, durante estas fiestas de Pascuas, el viaje que había proyectado. No nos ha parecido conveniente emplear los pocos días de descanso que nos concedían para hacer un viaje tan largo.

He aprovechado esa temporada para estudiar los documentos del Archivo de Simancas. Su interés es fundamental. Dos de ellos nos proporcionan datos sobre la carrera política y los cargos oficiales de Escavias. Resulta de ellos que Pedro de Escavias dejó de ser alcaide de Andújar en 1476-1477. Consta además que disfrutaba del oficio de escribano del concejo de Andújar desde 1459. La reina Isabel le otorga la facultad de transmitirlo en 1479 a su hijo, Francisco.

Añadiré que otro aspecto muy importante de estas cartas es que nos dan a conocer el ambiente en que tuvo que desenvolverse Escavias después de la muerte de Enrique IV, ambiente que le era francamente hostil. Ha sufrido varios ataques personales – por parte de antiguos partidarios de Pedro Girón – al desaparecer su principal defensor, el rey. Pero hay que subrayar que el Consejo Real parece haberle defendido con mucha objetividad y cierta buena voluntad.

A partir de estas cartas, los rasgos del personaje se hacen más precisos y más matizados. Además, podrán completar útilmente ciertos datos de la Crónica de Miguel Lucas.

He recibido la fotocopia del Cancionero de Oñate y Castañeda y así he podido corregir ciertas imperfecciones del texto conocido de las obras poéticas de Escavias.

Aún no he recibido nada de la Real Academia de la Histora. Les hice el pedido en cuanto recibí las signaturas de los manuscritos que Vd. me embió. He vuelto a escribir el 10 del mes pasado y no he tenido respuesta aún.

El texto de las obras de Escavias estará listo (duplicación acabada) durante el mes de julio.

Me es grato saludarle muy atentamente,

Michel Garcia

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Jaén, 13 de mayo 1970

Mi distinguido amigo:

Le ruego me perdone por haber tardado tanto en contestar sus cartas últimas. Esperaba poder ir a Madrid, y hacer allí personalmente una gestión en la Real Academia de la Historia, para que le enviasen inmediatamente los microfilms que necesita. Realmente ha sido una pena que se hagan confundido y le hayan remitido otra cosa distinta de la pedida. Parece que no debido ocurrir una cosa de esas.

En vista de que no he podido marchar a Madrid todavía, he escrito al Académico Bibliotecario Perpetuo de la Academia, rogándole que se ocupe de indagar lo ocurrido activando el envío de los nuevos microfilms, si es que aún no ha tenido lugar. De todas maneras, tan pronto como vaya a Madrid, comprobaré si se los han emitido.

No sabe cuánto me alegra que todo el material que ha podido recoger hasta ahora por indicación mía le haya resultado tan provechoso.

Siento de verdad que no pudieran Vds. venir por Jaén durante la Semana Santa, pero pierdo las esperanzas de que puedan hacerlo más adelante, y tengamos el gusto de conocerles personalmente.

Le agradeceré que, al recibir los microfilms definitivos, me ponga unas líneas para mi tranquilidad.

Muy afectuosamente le saluda y queda suyo affmo y buen amigo

Firmado. José Antonio de Bonilla

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Instituto de Estudios Giennenses, C.S.I.C.

Jaén, 30 de junio 1970

Distinguido amigo:

He recibido su carta fecha 20 del cte., y me satisface mucho la idea de que podamos encontrarnos en España en fecha próxima.

Como me dice que piensa venir a partir del 20 de julio, más o menos, quiero que sepa que el citado 20 de julio y posiblemente el 19, pienso estar en Madrid, donde le recibiría con mucho gusto. Es posible que aun permanezca en Madrid el día 21, aunque no es seguro, ya que el 22 quiero embarcar en Valencia para Palma de Mallorca, donde pasaré, Dios mediante, la mayor parte del verano. Mi dirección en Madrid es Zurbano 4 y el teléfono 419-2455.

En Palma de Mallorca, mi dirección es Son Buit, La Bona nova, Palma de Mallorca; es una finca que se halla en las afueras de Palma, en el caserío de La Bonanova, y se llama Son Buit, como ates le digo, y mi teléfono es 23-03-83.

Hasta el 18 de julio, pienso estar en esta D. m.

Tendremos una gran satisfacción en conocerle, así como a su mujer, y espero que podamos hablar largo de todos sus trabajos relacionados con n uestra provincia de Jaén y con el alcaide Pedro de Escavias.

Entre tanto, queda suyo aftmo. buen amigo,

Firmado. José Antonio de Bonilla

Director

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París a 7 de diciembre de 1970

Excelentísimo señor,

He terminado de redactar mi tesis hace ya más de un mes. Todavía no sé cuándo la leeré. Hasta ahora, mi director no se ha manifestado, pero supongo que se leerá antes de Navidad.

Como ya le dije, la Introducción consiste en una presentación de los textos (Repertorio de Príncipes y Poesías) de Pedro de Escavias. He añadido un índice muy voluminoso de las fuentes de cada capítulo del Repertorio. Es lo que me ha costado más trabajo, pero, aunque no esté totalmente completo por razones que no dependen de mí, creo que será muy útil para el conocimiento de la historiografía castellana del siglo 15.

Al final, he añadido algunas notas para aclarar los puntos oscuros y para comentar el aspecto formal de los poemas.

Pienso poder mandarle una versión española de todo lo mío durante el mes de enero próximo.

Como ya Vd. lo habrá notado, en la transcripción de los textos me he atenido al criterio de la fidelidad al original. Si se llegan a editar, no sé si no tendré que aportar ciertas modificaciones como, por ejemplo, la de introducir la acentuación moderna o la de suprimir todas las –rr que no corresponden a la grafía actual. A este respecto, tendría gran interés en conocer las reglas adoptadas en la edición de la Nobleza del Andalucía de Argote de Molina que realizó el Instituto de Estudios Giennenses.

Me ha faltado tiempo para redactar el artículo que proyectaba sobre la carta del Condestable don Miguel Lucas. Pienso aprovechar las vacaciones de Navidad para hacerlo. Se lo mandaré en cuanto lo haya terminado.

Sigo muy interesado por una suscripción a la revista del Instituto. Le ruego tenga la bondad de encargar sus servicios de dirigírmela según las condiciones habituales.

Permítame manifestarle a Vd. todo el respeto de su reconocido y atto s. s.

Michel Garcia

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Cómo fue constituido el tribunal de tesis.

Las dos cartas que reproduzco aquí dicen a las claras las dificultades que suponía constituir un tribunal de medievalistas hispanistas en París por aquellas fechas, como en fechas posteriores (cuando leí mi tesis principal en 1980, la situación no había mejorado: el medievalismo seguía siendo el ‘parent pauvre’ del hispanismo en la Universidad francesa). Mi director, Michel Darbord, no era medievalista “puro”. Tampoco lo era Charles-Vincent Aubrun, aunque no me explico ni recuerdo por qué no participó en el tribunal ni, en cierta medida, por qué no fue mi director de tesis, a pesar de haber estudiado la Crónica de Miguel Lucas. Se me ocurre que fue porque acababa de jubilarse o estaba a punto de hacerlo (había nacido en 1906), La norma exigía que, en el tribunal formado por tres doctores, debían figurar dos de la misma Universidad que el director, en este caso, la Facultad de Nanterre. Fue designado Charles Minguet, americanista, que acababa de leer su tesis sobre Alexandre de Humboldt. Como M. Darbord tardaba en encontrar una solución satisfactoria para completar el jurado (de ahí que corriera tanto tiempo desde el momento en que deposité los ejemplares de la tesis terminada). Terminé por proponerle el nombre de Pierre Vilar, quien, como historiador de la Cataluña del final de la Edad Media y de los siglos modernos, era una figura respetada por los hispanistas. Yo le admiraba además porque era una persona ideológicamente comprometida y por su estilo de enorme calidad literaria.

 

[carta al Profesor Pierre Vilar]

París, le 24 décembre 1970

Monsieur,

Je me permets tout d’abord de me présenter à vous, en effet, vous avez eu tellement peu d’occasions de me voir que vous ne devez pas vous rappeler qui je suis. Nous avons dîné un soir chez Michèle Rosenfeld (née Sarrailh) dont ma femme est la cousine germaine, en compagnie, si mes souvenirs sont exacts, d’Arturo Serrano Plaja. Je suis actuellement Assistant d’Espagnol à l’ENS de Saint-Cloud.

J’ai réalisé, sous la direction de monsieur Darbord, une thèse de 3e cycle intitulée Pedro de Escavias, poète et historiographe castillan du XVe siècle. J’ai terminé mon travail et les exemplaires sont déposés.

Je m’adresse aussi directement à vous, contre toutes les règles de la bienséance, pour vous demander de bien vouloir accepter de siéger à mon jury. Monsieur Darbord m’a prié de vous dire qu’il serait très heureux d’être à vos côtés pour la circonstance.

Mon travail a consisté en une publication des œuvres de Pedro de Escavias, qui fut alcaide d’Andújar sous le règne d’Henri IV de Castille : à savoir un recueil de poésies et un Compendio histórico ou chronique générale résumée de l’Espagne depuis l’origine des temps jusqu’à la fin du règne d’Henri IV, intitulé Repertorio de Príncipes de España.

Certaines des poésies ainsi que la totalité du Repertorio, à l’exception du dernier chapitre consacré au règne d’Henri IV, sont inédits.

Je me suis donc attaché avant tout à mettre à jour ces textes, ce qui a représenté un travail assez considérable, puisque le manuscrit du Repertorio couvre à lui suel 147 folios d’une écriture assez serrée. Ceci explique les dimensions de me thèse : 690 pages environ.

J’ai rédigé parallèlement un index des sources de chaque chapitre du Repertorio et j’ai été ainsi amené à faire un recensement des textes « chronistiques » dont a pu se servir mon auteur. Cet index n’est pas aussi complet que je l’aurais souhaité, mais il permet déjà de mieux cerner la culture historique d’un écrivain de la fin du XVe siècle. J’ai ajouté quelques notes pour expliquer certaines citations ou termes obscurs et établi un index des noms cités.

Mon travail s’ouvre sur une Introduction générale de 75 pages dans laquelle je m’efforce de présenter les différents textes avec le plus de clarté possible et sans développement important, pour ne pas grossir excessivement ce trail. Je vous adresse ci-joint la table des matières pour vous permettre de mieux juger du contenu de ma thèse.

Je vous prie de bien vouloir pardonner la façon cavalière que j’ai de vous solliciter mais je serais très honoré si vous acceptiez de siéger à ce jury. Je suis évidemment très intéressé par les critiques que vous seriez amené à formuler sur mon travail.

J’ai cherché à vous joindre plusieurs fois par téléphone les 23 et 24 décembre. N’y étant pas parvenu, je vous envoie cette lettre.

Je vous prie d’agréer, Monsieur, l’expression de mes sentiments respectueux.

Michel Garcia

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Université de Paris. Faculté des Lettres et Sciences Humaines. Institut d’histoire économique et sociale

Paris, le 1-1-71

Cher monsieur,

Est-il besoin de dire que j’accepte volontiers, malgré mon incompétence sur la plupart des aspects que vous abordez, de faire partie du jury de votre thèse ?

Votre lettre m’a suivi en pays basque, d’où je partirai incessamment. Je vous envoie cependant ce mot pour que vous puissiez me joindre dès mon arrivée à Paris 272 44 60.

Je suis tout de même un peu inquiet de mes ignorances historiques sur votre période. Après une conversation avec vous et un coup d’œil sur le manuscrit, je vous dirai si les problèmes de méthode et les quelques aspects que je peux connaître justifient l’intervention que je peux prévoir.

Veuillez présenter à Madame Garcia mes respectueux hommages et croire à mon amical dévouement.

P. Vilar

 

Tuvimos una entrevista cuando volvió a París. Se dejó convencer de participar en el tribunal. La tesis se leyó el viernes 12 de febrero de 1971 a las 14h30 en la Sorbona (Salle des Commissions). La intervención de P. Vilar fue muy documentada y bastante elogiosa. En ningún momento me hizo sentir que mi trabajo no fuera el de un historiador, lo que me sorprendió, dado que mi formación era filológica y literaria, y me animó a proseguir por ese camino.

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Correspondencia con el Instituto de Estudios Giennenses y preparación de la edición

 

11 febrero 1971

Mi distinguido amigo:

Tengo que rogarle que me perdone por el retraso con que contesto sus dos cartas últimas, con una de las cuales me ha enviado su interesantísimo artículo relativo a la carta inédita del Condestable Miguel Lucas de Iranzo. He estado fuera de Jaén una larga temporada, y hace solo dos o tres días que me he incorporado a los trabajos del Instituto. Esta ha sido la razón de mi demora, que lamento muy de verdad.

He gozado – esa es la verdadera palabra – leyendo su precioso trabajo, que por sí solo me da una idea del valor de toda la obra que Vd. está realizando. Se refiere a la época para mí más apasionante de la Historia de España, y son tan atinadas y exactas sus observaciones que le dan un gran valor para el conocimiento de nuestra historia.

Espero con verdadera ilusión conocer la versión española de su trabajo íntegro que ofrece enviarme. Estoy seguro de que la lectura de su tesis se traducirá en un magnífico éxito, por el cual le felicito ya de antemano.

Por supuesto, si Vd. está conforme, nos gustará mucho llegar a editar la versión española de su tesis. En cuanto al criterio a seguir para la transcripción de los textos, me dirijo a nuestro Consejero D. Enrique Toral y Fernández de Peñaranda que dirigió la edición de la Nobleza de Andalucía de Argote de Molina, ya que deseo oír su opinión antes de contestarle.

Por lo que respecta a su artículo sobre la carta del Condestable, lo daré inmediatamente a la imprenta para que aparezca en uno de los próximos Boletines.

Me dicen en Secretaría que ya cumplimentaron su encargo en relación con la suscripción al Boletín de referencia.

Esperando sus siempre gratas noticias, le saluda muy afectuosamente su buen amigo

Fmd/. José Antonio de Bonilla y Mir

            Director.

[Respondido el 17 de febrero. Respuesta no conservada]

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París 15 de mayo de 1971

Excelentísimo señor,

No he cumplido con lo que me comprometí, poco después de leer la tesis, de enviarle el texto español a finales de abril. He tenido y tengo mucho que hacer en el Centro Audio Visual de la Escuela Normal Superior donde trabajo toda la semana. Me queda poco tiempo, no solo para redactar lo que me queda por hacer, sino también para hacerlo detenidamente como se requiere.

Sin embargo, la Introducción y los índices están traducidos. La biografía de Escavias está casi totalmente lista. No me queda, pues, nada más que traducir las notas, completarlas y colocarlas al pie de las páginas y no como en la versión francesa al final del texto.

Es poco lo que me queda por hacer. En el mes de junio estará todo terminado.

Si, por su parte, – en caso de que el Instituto de Estudios Giennenses obtuviera la ayuda necesaria para editar esta obra – es necesario respetar algunos plazos, le quedaría muy agradecido hacérmelo saber, así como todo lo que concierna una posible edición.

Esto es, pues, rápidamente expuesto, el estado en que se encuentra mi trabajo.

[Quedo su atto s. s.]

Michel Garcia

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Instituto de Estudios Giennenses, C.S.I.C.

24 mayo 1971

Mi distinguido amigo:

Contesto su carta fecha 16 del cte., y le agradezco mucho las noticias que me da sobre la marcha de su trabajo. No se preocupe por el retraso que ha sufrido, pues de sobra sabemos que estas cosas son lentas y requieren bastante tiempo hasta que aparece el libro en la calle.

Desde luego, el Instituto de Estudios Giennenses está dispuesto, si Vd. así lo desea, a llevar a cabo la edición de este trabajo. No es preciso respetar ningún plazo, y podemos empezar a trabajar sobre el libro en cualquier momento.

Claro que lo deal sería que tuviésemos una entrevista previa para tratar las características del mismo, y mi deseo sería que en todo caso estuviese Vd. en contacto con nosotros para dirigir la publicación y resolver los pequeños problemas que suelen presentarse al llevar a cabo trabajos de este género.

Confío en que tenga proyectado para antes del verano riguroso algún viaje a España, en cuyo caso podríamos concertar con tiempo nuestra entrevista.

Muy afectuosamente le saluda y queda suyo buen amigo

Fmd/. José Antonio de Bonilla y Mir

            Director

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Parí, 7 de junio de 1971

Excelentísimo señor,

Le quedo muy agradecido por la amable atención que dedica a mi trabajo. Ya le puedo anunciar que el texto definitivo de mi tesis está listo. Solo tengo que revisar las páginas recién añadidas.

En cuanto a la marcha de la edición, le confirmo que mi amigo editor de Madrid, el señor Baeza, se encarga de dirigirla. Si Vd. no ve ningún inconveniente, a mí me viene mucho mejor, por varias razones. Por su experiencia, el señor Baeza sabe mucho más que yo en materia de edición. Además, como reside en Madrid, le será más fácil dirigir la preparación de la publicación que a mí que vivo fuera. Creo que así todas las gestiones se verán muy simplificadas.

En fin, me resulta muy difícil poder ir a Madrid antes del verano: tengo que corregir unas oposiciones hasta el 15 de julio y luego estaré ocupado en mudanzas y otros trámites porque seguramente trabajaré en Tours a partir de octubre. Mi amigo Baeza permanece en Madrid los meses de junio y julio. Si Vd. desea conocerle cuando pase por Madrid, contestará a su llamada. He aquí su dirección y teléfono […].

Por mi parte, cuando el señor Baeza mande el ejemplar para la edición, añadiré una nota con las características que me parecen indispensables en el libro. Por lo demás, remitiré a la experiencia de mi amigo.

No desespero de poder visitarle al final del verano.

[Quedo su atto s. s.]

Michel Garcia

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Instituto de Estudios Giennenses, C.S.I.C.

5 julio 1971

Mi querido amigo:

Con mucho gusto contesto sus dos cartas de fecha 7 y 30 de junio pd°. Cuando llegó la primera, estaba ausente de Jaén por una temporada. Por eso les escribo con algún retraso.

Estoy contentísimo de ver que ya tiene el libro terminado, y más aún de saber que se lo ha enviado al Sr. Baeza en Madrid. Tengo verdadera ilusión por conocer su contenido, que no dudo ha de ser de enorme interés.

Antes de marchar a Mallorca, calculo que hacia el 20 de este mes, tengo que ir a Madrid y llamaré enseguida al Sr. Baeza para que podamos entrevistarnos y tener un cambio de impresiones. Los trabajos, habrá que dejarlos para comenzar a la vuelta del verano.

Reciba un afectuoso saludo de su buen amigo, que se alegraría mucho de ver confirmada la idea suya de entrevistarnos en otoño.

Fmd/. José Antonio de Bonilla y Mir

            Director

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París 25 de octubre de 1971

Excelentísimo señor,

Me ha sido imposible este verano ir a España. De todos modos, sabía que no le vería a Vd. así que he preferido retrasar el viaje para otro momento. Fernando Baeza me habló de la entrevista que tuvieron hace unos meses y me contó cómo se había llevado el ejemplar de mi tesis para estudiarlo durante sus vacaciones.

Siento un inmenso interés en conocer su parecer acerca de la obra acabada, aunque una obra no lo esté nunca del todo. Solo le diré que la Introducción mía merecería ciertas mejoras en la redacción. Pienso aportarlas, con la activa colaboración del señor Baeza, estas semanas próximas. Sea como sea, me parecería conveniente empezar la edición por el texto del Repertorio y de las poesías porque es evidente que el trabajo principal consistirá en la corrección de pruebas. Esta opción es fácil de llevar a cabo si se conserva la doble numeración de las páginas – árabe para los textos, latina para la Introducción –. eso nos daría tiempo para aportar todas las modificaciones necesarias al manuscrito de la Introducción.

Además, la revisión de pruebas, de la que se encargaría el señor Baeza, se podría hacer a medida que salieran. Esto quizás facilitaría la fabricación del libro.

Estas son las sugerencias que se me ocurren por ahora y me gustaría conocer lo que piensa Vd. sobre el particular.

Hace tiempo, le hablé de un próximo viaje a Jaén, pero hasta ahora no pudo realizarse. El año que viene, pensamos ir por Pascuas y recorrer todas las ciudades y lugares del antiguo reino. Espero que le podremos visitar entonces.

Quedo suyo atto s. s.

Michel Garcia

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10 de noviembre 1971

Mi distinguido amigo:

Le extrañará mi silencio tan continuado. Quiero explicarle lo ocurrido. Antes del verano al pasar por Madrid de camino para Mallorca vi efectivamente a Don Fernando Baeza, quien me entregó su trabajo. Regresé de Madrid hacia el 20 de septiembre, teniendo que ocuparme de la operación gravísima de mi administrador, persona a la que quería como de mi propia familia y que desgraciadamente murió el día 5 de octubre. Como el día 6 de ese mes empezaba el Congreso Nacional de Arqueología, organizado por nuestro Instituto, tuve que venirme a Jaén unos días, trayendo su libro para verlo aquí despacio. El día 10 de octubre recién terminado el Congreso, tuve que meterme en la cama por orden del médico, en vista de unos trastornos de circulación de la pierna derecha, que precisaban para su curación de quietud absoluta. Aunque estoy mejor gracias a Dios, no puedo hacer mi vida normal, ni ocuparme de tantos asuntos como sobre mí pesan, con la intensidad que fuera necesaria. En esas circunstancias recibí su carta, que paso a contestar, ahora que puedo trabajar algo en mi despacho.

He aprovechado mi enfermedad para leer mucho, y por supuesto para ver detenidamente su tesis, que, sinceramente le digo, encuentro magnífica y me confirma en la impresión tan buena que yo tenía, acerca del rigor científico de sus investigaciones. Desde luego, seguimos encantados de poder publicarla y dispuestos a ello lo antes posible. Mi proyecto era estar la segunda quincena de octubre en Madrid, y allí tratar de que un Consejero del Instituto, que ya dirigió la publicación de otras obras nuestras, se ocupase de llevar a cabo ésta, en un todo de acuerdo con el Sr. Baeza. Pero, como antes le digo, mi enfermedad ha echado por tierra todos mis planes. Aun no sé cuándo me autorizará el médico para viajar a Madrid. He tenido que excusarme de asistir a unas reuniones del Consejo Superior de Investigaciones durante el mes pasado, y aun no sé si podré ir al pleno de San Sebastián el mes de diciembre, donde pensaba llevar una comunicación a base de documentación original que poseo, de los veinticinco primeros años de la Sociedad Vascongada de Amigos del País (1765-1790). Tan pronto como vaya a Madrid deseo poner en práctica el plan que antes le he indicado respecto a la publicación de su libro, entrevistándome con nuestro Consejero Sr Toral y con el Sr Baeza. Me dijo este Sr que él tenía una editorial, y no descarto, aunque tampoco afirmo, la posibilidad de que pudiéramos encargarle la impresión del libro. Espero que tengamos conversaciones sobre ello, para que el Consejo de nuestro Instituto pueda resolver en definitiva, consultando también con Vd. como es natural.

Estoy completamente de acuerdo con las sugerencias de su carta, y no veo inconveniente en ue, llegado el caso, pueda empezar la composición del libro por el Repertorio, dejando para el final la introducción y la biografía de P. de Escavias.

Vuelvo a repetirle la gratísima impresión que me ha causado conocer el conjunto de su trabajo.

[PS manuscrito]. Pienso poder comunicarle pronto nuevas noticias. Entre tanto me tiene aquí para cualquier […] que […] hacerme.

Reciba un afectuoso recuerdo de su buen amigo

José A. de Bonilla

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París, 23 de noviembre 1971

Excelentísimo señor,

La noticia de su enfermedad y la de la muerte de su administrador me han llenado de tristeza. Quiero manifestarle cuánto le deseo que se reponga muy rápidamente de ese molesto accidente de salud que, así lo espero, pasará a ser pronto un mal recuerdo.

Comprendo muy bien que, en tales circunstancias, la edición de mi libro pase al segundo plano.

Le confesaré, sin embargo; que siento cierta impaciencia por ver editado mi libro, tratándose de mi primera publicación importante y también por lo que representa para mí en el plano profesional. Impaciencia, si no excusable, por lo menos comprensible.

No puedo asegurarle que el señor Baeza aceptaría de encargarse de la impresión. Más bien creo que no, aunque no he podido hablar con él detenidamente sobre el caso, porque, aunque me ha anunciada su venida próxima a París, todavía no ha realizado su viaje. Me permito sugerirle a Vd. que se organice una entrevista en Madrid entre su Consejero, el señor Toral, y el señor Baeza para fijar las respectivas responsabilidades de cada uno en la marcha de la edición, y quizás para establecer un “planning” en la realización. No le hago más que una sugerencia.

Vuelvo a repetirle mis deseos de verle en perfecto estado de salud y quedo su agradecido s. s.

Michel Garcia

Parece ser que la salida del Boletín ha sufrido un gran retraso.

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Instituto de Estudios Giennenses, C.S.I.C.

18 diciembre 1971

Mi distinguido amigo:

Oportunamente recibí su carta, que no he contestado antes en espera de poder desplazarme a Madrid y entregar el ejemplar mecanografiado de su libro a nuestro Consejero D. Enrique Toral y Fdez. de Peñaranda, Oficial Mayor del Ministerio de Justicia, a quien el Instituto ha encargado de la dirección y gestión necesarias para la publicación de aquella, de acuerdo con Vd. y en su representación con el Sr. Baeza Martos.

Ya tiene su libro D. Enrique Toral, quien ha aceptado gustosamente nuestro encargo, ya que además, lo ha leído y le ha gustado muchísimo. Es persona muy competente y de extraordinaria cultura.

Intenté localizar al Sr. Baeza para ponerle en comunicación con D. Enrique Toral, pero sin duda no estaba en Madrid porque no contestó el teléfono de su casa. En vista de ello le escribo también con esta fecha.

Creo que ahora el asunto marchará sin interrupción. Espero las indicaciones y sugerencias que nos haga nuestro Consejero, después de haber tenido un cambio de impresiones con el Sr. Baeza. Por mi parte, deseo estar en Madrid los primeros días del año próximo y procuraré reunirme con ellos. Mucho celebraría que en esas fechas coincidiéramos con algún viaje suyo a Madrid.

El Boletín que contiene su trabajo sobre la carta del Condestable está a punto de salir de la imprenta. Tan pronto como lo tengamos, le enviaré las separatas.

Muy afectuosamente le salud, deseándole unas felices Navidades su buen amigo,

Fmd/ José Antonio de Bonilla y Mir

            DIRECTOR

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París, 31 de diciembre 1971

Excelentísimo señor,

Le agradezco mucho las buenas noticias que me da de la marcha de la edición de las Obras de Pedro de Escavias. Como, además, me hace saber que ha realizado un viaje a Madrid, deduzco que se ha repuesto de su accidente de salud. Otra oportunidad tengo pues de alegrarme.

Si mi presencia resulta indispensable, estoy dispuesto a hacer el viaje a Madrid, siempre que tenga lugar un fin de semana. Pero, como pienso estar ocupado a finales del mes, antes de proponerles una fecha a Vd. y al señor Toral, prefiero intentar adaptar mi empleo del tiempo al de Vds.

Ahora mismo escribo a Fernando Baeza, que habrá vuelto a su casa. En cuanto a la edición, a mi parecer lo más importante es que empiece por las obras de Escavias y no por la Introducción, que exige ciertas mejoras.

He recibido los números 51 y 52 del Boletín dedicados al Museo de Jaén y al Homenaje a Alfredo Cazabán. Su lectura me ha encantado.

Deseándole un muy feliz Año nuevo, quedo su muy atto. s. s.

Michel Garcia

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París, 2 de febrero de 1972

Excelentísimo señor,

Le informo que mi mujer efectuará un viaje a Madrid a partir del 12 de febrero. Piensa permanecer en la capital y en Cuenca hasta el 16 por la tarde.

Si Vd. lo cree útil, podría reunirse con el señor Toral. De todos modos, le entrego a ella unas cuartillas complementarias de la Introducción.

Nos puede Vd. comunicar su contestación en París o, si el plazo le parece corto, por medio del señor Baeza.

Mi esposa está bastante al tanto de estas cuestiones editoriales para que su presencia pueda facilitar la toma de decisiones.

Quedo suyo muy atto s. s.

Michel Garcia

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Instituto de Estudios Giennenses, C.S.I.C.

9 febrero 1972

Mi distinguido amigo:

Otra vez he vuelto a estar enfermo y por eso no he contestado sus dos cartas últimas de 1 de enero y 2 de febrero respectivamente.

Los preparativos para la publicación de su libro van muy adelantados. Tuve varias reuniones en Madrid con el Sr. Toral Peñaranda, quien ya tiene en su poder el presupuesto de una importante imprenta que hace muy buenos trabajos para el Ministerio de Justicia y en la cual tiene depositada el Sr. Toral mucha confianza. Por nuestra parte hemos aprobado ya el presupuesto y la propuesta del Sr. Toral.

Confío en que el citado señor y Consejero nuestro se habrá puesto ya en comunicación con Vd. o con el Sr. Baeza, a cuyo efecto le facilité las oportunas direcciones. No obstante, hoy le escribo de nuevo diciéndole que su mujer estará en Madrid entre los días 12 y 16 de este mes, y que puede hablar con ella dirigiéndose a casa del Sr. Baeza. Espero pues que se reúnan para ultimar pequeños detalles y concretar la totalidad del texto al objeto de que puedan comenzar enseguida los trabajos de composición del libro.

Como el Sr. Toral anda muy ocupado por razón de su cargo, yo le ruega diga Vd. a su esposa o al Sr. Baeza que ellos por su parte traten también de ponerse al habla con el mismo en el Ministerio de Justicia donde suele estar toda la mañana y a últimas horas de la tarde.

Es posible que yo pueda ir a Madrid antes del día 16. Haré todo lo posible para asistir a alguna entrevista.

Mucho celebro que le hayan gustado los números 51 y 52 de nuestro Boletín. En el 53, aparece por fin su “carta” con tan interesante y bonito comentario. Espero lo envíen de la imprenta un día de estos y enseguida se le remitiré un ejemplar juntamente con las separatas que el Instituto le dedica.

Por supuesto cualquier trabajo sobre Jaén o biografía de algún personaje nuestro nos interesa siempre, máxime conociendo ya la perfección de los estudios que Vd. realiza y la exactitud con que trata nuestros asuntos históricos. He de decirle que el Sr. Toral y Peñaranda está gustosísimo de dirigir la publicación de su libro porque lo encuentra como nosotros de gran mérito e interés.

Fmd/ José Antonio de Bonilla y Mir

            DIRECTOR

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París, 19 de febrero de 1972

Excelentísimo señor,

Mi mujer me cuenta que usted tuvo la gentileza de llamarla por teléfono y hablar unos instantes con ella en Madrid. Desgraciadamente, no pudo verle por estar a punto de tomar el tren otra vez para París.

Me ha dicho también como usted se ofrecía para reservarnos una habitación en Jaén con ocasión del viaje que pensamos hacer allí por Pascuas. Le agradezco mucho el interés que nos concede. Sé además que por esa temporada siempre resulta difícil encontrar dónde alojarse. Nuestro plan es llegar a Jaén el martes 4 de abril por la tarde. Saldremos lo más tarde el viernes 7 por la mañana ya que tendremos que estar en París el domingo para reanudar las clases al día siguiente.

El miércoles 29 y el jueves 30 de mayo, estaremos en Madrid donde esperamos encontrar al señor Toral. Este tuvo una entrevista con mi mujer. Hoy mismo le mando una carta para darle noticia de nuestro próximo viaje a Madrid.

Según parece, la imprenta va a empezar su trabajo estos días. La noticia me ha encantado, como era de

suponer.

Me alegra pensar que podremos hablar de eso y de otros proyectos, espero, dentro de poco en su buena ciudad de jaén.

Quedo suyo muy s. s.

Michel Garcia

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[a don Enrique Toral]

París, 19 de febrero de 1972

Muy distinguido señor mío,

He sabido por mi esposa el interés que usted concede a mi libro y a su publicación. Se lo agradezco mucho. Además, me es grato comunicarle que estaré en Madrid unos días durante las vacaciones de Pascuas. Más concretamente, llegaré el miércoles 29 de marzo para salir el viernes 31 por la tarde o el sábado 1° por la mañana.

Si a usted le conviene, tendré pues la ocasión de hablar detenidamente con usted y con el señor Baeza sobre la edición de las obras de Escavias. Espero también si, como me lo dice mi mujer, la labor de imprenta comienza estos días, poder hacerme una dea del aspecto definitivo del libro.

Le llamaré a su casa cuando llegue a Madrid.

Quedo suyo muy s. s.

Michel Garcia

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MINISTERIO DE JUSTICIA

El oficial mayor

Mi querido amigo:

Acabo de recibir su carta y me apresuro a contestarle, enviándole, ante todo, mi cordial saludo para su mujer.

Mañana entregaré el original al impresor, con el que tengo concertada una reunión para explicarle sus nuevos deseos, reteniendo en mi poder la introducción, para la que estoy preparando unas pequeñas notas sin importancia para que Vd. las vea y resuelva lo que le parezca más oportuno.

Le envía un abrazo su affmo.,

Enrique Toral

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11 de marzo 1972

Mi querido amigo:

He venido a Jaén unos días, y el lunes D.m. pienso marchar de nuevo a Madrid, donde tengo unas reuniones importantes del C.S.I.C.

Con mucho gusto he hecho su encargo y tienen Vds. reservada una habitación doble para el próximo día 4 de abril, en el Hotel Residencia Xauen, situado en la Plaza del Deán Mazas 3, en el centro de la ciudad. Únicamente me han dicho que, si piensan llegar después de las ocho de la tarde, conviene les avisen, ya que normalmente solo mantienen las reservas hasta esa hora.

Aun cuando me marche a Madrid, pienso regresar a esta dentro de nueve o diez días, y ya no quisiera moverme de aquí a ser posible, hasta mediados de abril. Confío pues en que estaré en Jaén cuando Vds. vengan, y podré tener el gusto de acompañarles y atenderles.

Efectivamente, el Sr. Toral me dice que se ocupa activamente de la impresión de su libro. Espero verlo la semana que viene y que me diga cómo va marchando este asunto.

Ya está en la calle el número 53 de nuestro Boletín, con su bonito trabajo sobre la carta del Condestable. Es muy posible que ya lo haya recibido.

Esperando tener la satisfacción de poderles saludar, y rogándole me confirme su llegada a esta, cuando esté próxima, queda suyo affmo y buen amigo

José Antonio Bonilla

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Madrid, 28-1-73

[…]

Me sorprende, Michel, que aun no hayas tenido noticias de tu obra. Las segundas pruebas – con pocas erratas – fuéronme entregadas el 23 de diciembre pasado. El 27, por la mañana, las devolví corregidas al impresor, y este me informó que los editores querían contar con volúmenes encuadernados para el día 8 del mes que finaliza. Quiere decirse que, sobre la marcha, hubiera de determinar otra fecha ulterior para el “lanzamiento” del libro. Mejor que así haya sido, pues, a mi juicio, era muy corto el plazo que mediaba para que la obra pudiese ser parida sin menoscabo. Por cierto, la portada dejaba bastante que desear en la composición tipográfica. Mas, siendo ese el negociado de don Enrique Toral, hube de limitarme a unas someras indicaciones, que supongo le serían trasladadas. En fin, estamos, en cualquier caso, al borde del acontecimiento.

[…]

Fernando Baeza

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Instituto de Estudios Giennenses, C.S.I.C.

3 febrero 1973

Mi querido y distinguido amigo:

Con algunos días de retraso por haber estado ausente de Madrid, contesto a su carta dirigida a mi casa de Jaén. Le ruego me perdone.

Me ha satisfecho muchísimo, y lo mismo ha ocurrido con los Consejeros del Instituto a quien he comunicado la buena noticia, el proyecto que tienen Vds. de venir por Jaén entre el 18 y el 25 de este mes para participar en una reunión del Instituto y hacer la presentación de su libro.

Por cierto, en Madrid ya lo vi terminado y ha quedado muy a nuestro gusto. Esperamos que también sea de su agrado. Ya dimos instrucciones el Sr. Toral y yo para que le enviasen cuanto antes, en rama como Vd. deseaba doscientos ejemplares corrientes y 25 numerados, en papel de hilo.

En principio, pienso que posiblemente, y si a Vds. les venía bien podríamos celebrar nuestra reunión en el Instituto el día 19 o 20, que los tenemos libres, ya que el 21 hay proyectada una conferencia de la Universidad de Granada.

Pienso ir a Madrid (D.m.) el próximo día 11 para asistir a una reunión del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y otra de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero solo estaré allí dos o tres días, regresando inmediatamente a Jaén.

Le agradeceré, pues, sus noticias, y que me indique si les convendría alguna de las fechas indicadas. También desearíamos saberlo con tiempo para reservarles sitio en el Hotel.

Mi mujer celebra mucho que venga Vd. acompañado con la suya, y también tendrá mucho gusto en atenderles en casa.

Muy afectuosamente les saluda y queda su buen amigo

Fmd/ José Antonio de Bonilla y Mir

            DIRECTOR

 

 

En la parte izquierda de la foto, sentado frente a mí se puede ver a don José Antonio de Bonilla y Mir, con mi esposa a su derecha y don Enrique Toral Peñaranda a su izquierda.

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ANEJO

Edición del Cancionero de Oñate y Castañeda

 

Habiendo aprovechado para la tesis, las poesías de Pedro de Escavias en la versión del Cancionero de Oñate y Castañeda, me interesaba preparar una edición de la totalidad de la colección poética por considerar que había sido reunida por el mismo Escavias y que debía, por consiguiente, figurar entre sus obras. Les pedí que me mandaran una reproducción completa del códice. Tardé unos seis meses en conseguirla (cf. cartas infra).

 

The Houghton Library, Harvard University

January 3, 1972

Dear Mr. Garcia:

I am enclosing an application form naming our Cancionero fMS Spanish 97. I am willing to have this manuscript filmed one time despite its considerable fragility. Therefore if you be willing to pay for our master microfilm of the manuscript I should be glad to have a positive copy made. The charge for this would be approximatively $75.00, and I must remind you that you would be expected to return your copy of the film to this library after your present project is completed. These conditions may seem somewhat harsh to you but in the present instance it is the only way I can see in which your present scholarly needs and our interest in the preservation of the manuscript can be satisfied. Il you will complete and return the form, retaining the yellow copy for your own records, I shall be glad to place your order.

Yours very truly,

Rodney G. Dennis

Curator of Manuscripts

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Saint-Cloud, le 11 janvier 1972

Dear Mr. Dennis,

Thank you very much for your positive answer to my letter.

I am quite ready to pay for the master microfilm. I also accept all the conditions which your library sets for the examination of manuscripts. I shall send the film back as soon as I have finished using it. ‘If there is a time limit, I woul be very grateful if you could tell me what it is).

Could you please tell me if I must pay immediately or only on reception of the microfilm?

How long do you think it will take to make the microfilm? Also, I would like to know who is the owner of the Cancionero.

Yours very truly

Michel Garcia

Assistant d’Espagnol

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The Houghton Library, Harvard University

January 3, 1972

Dear Mr. Garcia:

I have placed your order for a microfilm of our fMS Span 97. I suspect it may take at least a month before you receive the film because our photocopy laboratories are overworked at the present time. You will be billed after the film has been made.

The manuscript is the property of the Harvard College Library. It was presented in November 1970 by Edwin Binney, 3rd.

Yours very truly,

Rodney G. Dennis

Curator of Manuscripts

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Mientras me llegaba el microfilm, lo que ocurrió en mayo de 1972, fui constituyendo una versión facticia de la colección, a base de fotocopias de los poemas que contenía, principalmente desde el Cancionero castellano del siglo XV de M. Foulché-Delbosc (NBAE). Pensaba así facilitar la transcripción de tan voluminoso códice, limitándola a un cotejo de variantes con el texto impreso. Así fue, y, además, ese cotejo verso a verso me proporcionó una gran cantidad de datos para mi comentario. Pero el proyecto quedó estancado, al no encontrar editor dispuesto a cargar con tamaña empresa. Terminó por ver la luz, aunque no fuera por iniciativa mía sino de mi colega de la Universidad de Liverpool Dorothy Severin, quien, con la colaboración de Fiona Maguire, transcribió el códice y consiguió que el Seminary of Medieval Studies de Madison se hiciera cargo de la edición. Conociendo mis trabajos sobre Pedro de Escavias, D. Severin me propuso asociarme a la empresa. Ella no necesitaba de mi transcripción, pero pude ofrecerle de redactar la Introducción a la edición.

Como colofón, transcribo la correspondencia que mantuve con Edward Binney 3rd y con la casa Sotheby sobre el dueño del códice anterior a su compra par el coleccionista americano.

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Paris, le 28 avril 1973

Monsieur,

Il y a quelques années, Monsieur López-Morillas, professeur d’Espagnol à la Brown University, avait effectué, en mon nom, une démarche auprès de vous afin de me permettre de consulter le Chansonnier manuscrit castillan d’Oñate y Castañeda dont vous aviez été le propriétaire. Je préparais alors une édition des poésies de Pedro de Escavias qui figuraient dans le manuscrit. Celui-ci ne vous appartenait déjà plus, aussi avez-vous adressé monsieur et madame López-Morillas à la Houghton Library où vous aviez déposé le manuscrit. Le directeur de la Bibliothèque a bien voulu m’adresser un microfilm du texte et je suis en train de l’étudier de près.

C’est pour me permettre de mieux connaître l’histoire de ce chansonnier que je m’adresse encore à vous, mais directement cette fois.

Je vous serais donc infiniment reconnaissant de bien vouloir me communiquer à quelle époque et à quel endroit vous avez pu acquérir le manuscrit. Depuis le début du siècle, on ignorait où il se trouvait. J’aimerais pouvoir reconstituer l’histoire de sa transmission de cette époque à celle, récente, où, grâce à vous, il a été donné aux chercheurs de pouvoir le consulter à nouveau. Grâce aux renseignements que vous voudrez bien me fournir, il me sera, je pense, possible de remonter le fil de cette histoire.

Voilà bientôt un an que je dispose de votre adresse, grâce à l’amabilité de monsieur le Professeur Bénichou, qui a bien voulu m’autoriser à me recommander de lui, mais j’ai préféré attendre de bien connaître le texte du Chansonnier avant de vous solliciter. Les quelques renseignements que je permets de vous demander me seraient aujourd’hui d’une grande utilité.

Je vous prie de bien vouloir me pardonner de vous écrire en français mais, bien que lisant l’anglais, je serais bien incapable de rédiger une lettre comme celle-ci dans cette langue.

Je vous prie d’agréer, Monsieur, l’expression de mes sentiments respectueux.

Michel Garcia

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P.O. Box 561,

East Orleans, Mss. 02643

Le 12 mai 1973

Monsieur,

Votre lettre arrivait hier, et je me hâte de vous répondre avec les très rares connaissances que j’ai !

Avec un nom comme le vôtre … para mí, estará muy difícil en español pero con un francés perfecto, porque continuar… Continuons en français (et j’espérerai un de ces beaux jours de l’écrire avec votre maîtrise !)

C’était dans une vente chez Sotheby à Londres où j’achetai le Concioneiro (sic) Oñate-Castañeda, le 7 décembre 1964. C’était la librairie Maggs (M. Clifford Maggs) qui était agent pour moi. Je n’en savais RIEN hors les indications de ce catalogue de vente. À ce moment, j’ai bien voulu « faire quelque chose » pour le département d’Espagnol à Harvard où j’enseignais comme professeur de littérature française. Le manuscrit restait chez moi pour deux ou trois ans, (avec une demande pour le consulter d’un monsieur dont j’oublie le nom complètement mais dont les manières étaient d’une grossièreté dégoûtante. Cela va sans dire qu’il n’y voyait rien ! Une autre demande de la part d’un professeur à Londres qui faisait des recherches sur tous les Cancioneiros – avec consultation de « computers » à la fin de ses recherches – finissait par le prêt d’un microfilme.)

Pendant ce temps, il n’y avait qu’un seul « graduate student » du département à Harvard qui demandait permission de regarder le manuscrit. Après ce temps, je donnais le manuscrit à Harvard, et me trouvait mal satisfait qu’ils permettaient à n’importe qui de consulter le ms.

Je regrette infiniment de ne pas avoir plus de précisions à vous fournir vis-à-vis de l’histoire du manuscrit. Il se peut que Sotheby’s eux-mêmes sachent quelque chose. Moi, je n’en sais absolument rien hors les références du catalogue de vente.

Agréez, Monsieur, avec mes regrets pourle manque de renseignements que j’ai, l’expression de mes sentiments amicaux.

Edwin Binney 3rd

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[à Southeby & C°

Paris, le 17 mai 1973

Dear sir,

I teach Spanih literature at the University of Paris. I am studying a 15th century manuscript called Oñate y Castañeda. In order to trace its origin, I am trying to reconstrue the history of haw it was handed down. Now, Professor E. Binney, of Harvard University, its last owner, in a recent exchange of letters, has given me the following information.

The “Cancionero” was bought from you by Mr. Clifford Maggs, a book seller, in Mr. Binney’s name, on the 7 of December 1964.

Therefor, I would like to make two requests:

1) Can you send me the information concerning this document as mentioned by you in the sale catalogue?

2) Could you also send me all the other information that you have at hand concerning the previous owners of this manuscript?

I would be extremely grateful for any help you can give me in my research.

With thanks, I am yours sincerely

Michel Garcia

____________

Sotheby & C°, 34 & 35 New Bond Street, London W1A 2AA

22 May, 1973

Dear Sir,

Thank you for your letter of May 17. We are sending you a photocopy of the description of the manuscript in our 1964 sale catalogue.

We are sorry to say that we cannot add anything to this description.

Yours faithfully,

Sotheby & Co.

 

Catalogue 7th December, 1964

The property of a gentleman

168 Cancionero Oñate-Castañeda, a well-known and important manuscript authority for the Castilian poetry of the fifteenth century, manuscript on paper, 409 ll. (of 437, lacking ff. 16, 18, 88, 218, 239-250, 255-261, 270, 271, 282, 394 and 425), most pages with two columns, about 20 leaves damaged by corrosion and repaired with silk gauze and a few other leaves imperfect, written in a bold calligraphic hand, old limp vellum, in a red half-morocco case

(283mm, by 211mm.) [Castile, c. 1470-1479]

** Provenance

 *

Formerly in the library of the Condes de Oñate, whence it passed by descent to the Condesa de Castañeda. By her it was given c. 1890 (see the note in her hand on a fly-leaf) to Francisco de Uhagón, Marqués de Laurencin, who published a description of it in the Revista de Archivos, 1900, pp. 321 seq.

 

Contents

The manuscript is an important source (in the case of some poems, the sole source) for the courtly poetry of the age of Juan II and Enrique IV. All the leading poets of the age are represented, including Fernán Pérez de Guzmán, the Marqués de Santillana, Juan de Mena, and Gomez and Jorge Manrique. Among poems not foud elsewhere are a poem of 50 coplas by the Marqués de Santillana (ff. 136-140, upon the death of Don Alvaro de Luna) and 18 poems by Pedro de Escavias, Alcade (sic) of Andujar (ff. 426-437). The contents are:

[sigue el índice del Cancionero]

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Bibliografía somera

Repertorio de Príncipes de España y obra poética del alcaide Pedro de Escavias. Jaén: Instituto de Estudios Giennenses del C.S.I.C., 1972. CXIV + 490 p.

– “Una carta inédita del Condestable Migue1 Lucas de Iranzo.” Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, año XIII, n° 53, enero de 1972, p. 15-20.

– “Un caballero andujareño del siglo XIII: Garci Pérez de Vargas.” Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, año XV, n° 61, diciembre de 1973, p. 75-83.

– “Un episodio de la frontera de Granada: e1 Madroño, 1462.” Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, año XX, n° 79, enero-marzo de 1974, p. 9-24.

– “Otros documentos inéditos sobre Pedro de Escavias: 1477-1480.” Boletin del Instituto de Estudios Giennenses, Año XXVIII, núm. 112, octubre-diciembre de 1982, p. 19-60.

– “Los inicios del Gran Cisma: un documento castellano inédito.” Boletín de la Real Academia de la Historia. CLXXXI, cuad. II, 1984, p. 223-227.

El Cancionero de Oñate y Castañeda. Edición D. Sherman Severin et M. Garcia. Introducción de M. Garcia. Madison: The Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1990. XXXIV+433p.

– “Nuevas consideraciones sobre el cancionero de Oñatein Dumanoir, Virginie (ed.) De lagrymas faziendo tinta… Memorias, identidades y territorios cancioneriles, Madrid: Collection de la Casa de Velázquez, vol. 162, 2017, págs. 71-94.